Kono Yasui llegó al mundo en 1880. Fue la mayor de nueve hermanos, todos hijos del propietario de una empresa de transporte marítimo. Su propio nacimiento definiría una de las constantes de su vida: ser la primera en muchos aspectos.
La familia estaba asentada en Sanbonmatsu, una ciudad portuaria en la prefectura japonesa de Kagawa. El ambiente local era abierto y progresivo, debido a la diversidad de visitantes que arribaban y traían consigo sus costumbres y culturas. Los padres de Kono la dejaron crecer en medio de esa atmósfera liberal, poco usual en una niña de su época.
Desde un momento temprano en su infancia, la pequeña demostró agudeza para el conocimiento y una notable pasión por los estudios. Su padre frecuentemente le facilitaba libros de Historia y otras materias que cultivarán ese interés.
En la escuela, Kono resaltaba por su entusiasmo hacia las Matemáticas y las ciencias naturales en general. Hasta los 18 años, fue educada en escuelas privadas, puesto que en su provincia todavía no se promulgaban colegios públicos para las niñas.
Precisamente en 1898, la joven fue matriculada en la Escuela Superior para Mujeres (hoy Universidad Ochanomizu) de Tokio. Durante ese período se especializó para convertirse en maestra de ciencias.
Al finalizar estos estudios, en 1902, le ofrecieron un puesto de trabajo en la prefectura de Gifu. Kono aceptó el puesto y se marchó a una nueva ciudad, esta vez para convertirse en profesora para otras niñas que, como ella, sentían atracción por los saberes.
Desde esta posición laboral, la investigadora fue propuesta por uno de sus profesores para la redacción de un libro de Física que se impartiría en escuelas para niñas. Sin embargo, los prejuicios de la sociedad japonesa de principios del siglo XX impidieron que este proyecto se materializara. Las protestas de científicos masculinos y el rechazo del propio Ministro de Educación de la época, consiguieron desechar la idea. La cultura nacional seguía siendo extremadamente cerrada y conservadora.
A pesar de todo, la joven maestra permaneció dedicada a esa tarea por tres años. Justo entonces, se concretó un curso de posgrado en el centro académico donde se graduó como maestra. Kono se convirtió en la primera mujer en ingresar a este programa de estudios con una especialización en investigación científica.
Comenzó a ser supervisada por el profesor Tomotaro Iwakawa, quien encaminó sus talentos hacia la zoología y la botánica. En ese primer año de trabajo se especializó en el aparato weberiano —una estructura anatómica del sistema auditivo de algunos peces— de las carpas.
Este proyecto investigativo le valió otro hito en su vida profesional. Nuevamente, fue la primera, esta vez la primera mujer que conseguía publicar un artículo científico en Zoological Science, revista académica japonesa.
Al completar su programa de posgrado, la Escuela Superior para Mujeres le ofreció un puesto como profesora asistente. Una vez más, quedó bajo las directivas de Iwakawa.
El académico propuso a la joven discípula una especialización en la embriología de las sanguijuelas. Kono rechazó la asignación, bajo el alegato de que odiaba a esas criaturas y, sin muchas consultas, redirigió sus pesquisas hacia la citología y embriología de algunas plantas.
Sus indagaciones sobre la Salvinia natans, un helecho acuático, fueron publicadas en Journal of Plant Science, de carácter local. No obstante, poco tiempo después, la británica Annals of Botany incluyó una ampliación del estudio entre sus páginas. Una vez más, Kono rompía los moldes y establecía el hito de ser la primera mujer japonesa cuyo nombre aparecía en una revista extranjera.
A pesar de ser una de las mentes más talentosas de su país, Kono volvió a experimentar prejuicios por el solo hecho de haber nacido mujer. A mediados de 1914, inició los preparativos para realizar un viaje que la llevaría a varias universidades internacionales para ampliar sus perspectivas y conocimientos. Estuvo a punto de no poder emprender la travesía. El Ministro de Educación de Japón se mostró renuente a permitir la iniciativa. Luego de la apelación de muchos otros investigadores, masculinos en su mayoría, la autoridad decidió hacer una excepción. Sin embargo, impusieron varias condiciones a la científica. Kono debía cursar «investigación de la economía doméstica» de conjunto con sus otras obligaciones académicas. Además, tuvo que comprometerse a que no se casaría. Aceptó las condiciones y emprendió su travesía.
Sus viajes la llevaron a Alemania y a Estados Unidos. En ambas naciones participó de proyectos investigativos relacionados con la biología celular. La experiencia amplió sus perspectivas académicas y puso su nombre juntos a expertos de la época.
De regreso a Japón, le ofrecieron formar parte de uno de los departamentos de estudio de la entonces Universidad Imperial (actualmente Universidad de Tokio). Al mismo tiempo, continuó en la Escuela Superior para Mujeres como profesora de genética y biología celular. Ocuparía esta posición durante más de 21 años. Aunque era la mejor en su campo de trabajo, no consiguió nunca la titularidad del puesto.
Estas injusticias siempre fueron mal justificadas por las autoridades a través del género de Kono. No obstante, la científica se mantuvo firme y constante en sus esfuerzos.
De ese modo, en 1927, ocupó nuevamente el título de “pionera”. En esta ocasión, se convertía en la primera mujer nacida en Japón en defender su tesis doctoral y alcanzar el título. Su investigación se centró en el estudio de estructuras de lignito, carbón y el carbón bituminoso encontradas en Japón.
A lo largo de su carrera, la científica abrió el camino de la investigación y la enseñanza para muchas otras mujeres. Consiguió publicar un total de 99 artículos y fundó Cytologia, una revista académica centrada en la botánica japonesa.
Sus labores como activista social contribuyeron a que la Escuela Superior de Mujeres, su alma mater, fuera establecida formalmente como universidad en 1949. Luego de este radical cambio, por fin se convirtió en profesora titular de ciencias y, tras su jubilación en 1952, consiguió el lauro de emérita.
En sus últimos años de vida, llegaron los lauros que debió haber recibido durante toda ella. Le otorgaron la Medalla de Honor de Japón en 1955 y obtuvo la Orden de la Corona de tercera clase en 1965.
La última década de su existencia, Kono estuvo confinada en una cama. Una de sus hermanas menores cuidó de ella y fue la encargada de contar al mundo como la investigadora seguía exigiendo que le trajeran revistas y artículos científicos para poder estar actualizada.
Kono Yasui murió en 1971, a los 91 años de edad. Sus méritos personales la convirtieron en un ejemplo para las mujeres japonesas y el resto del mundo. En la historia de su nación quedará siempre grabada como “la primera”.
Referencias
- Leila McNeill, How a Pioneering Botanist Broke Down Japan’s Gender Barriers, Smithsonian, 21 diciembre 2017
- “Kono Yasui (1880–1971)”, Ochanomizu University
- Miwae Yamazaki, Where no Other Dared to Go: Kono Yasui 1880-1971 Japan’s First Woman Doctor of Science. Blazing a Path: Japanese Women’s Contributions to Modern Science (2001): 7
- Kono Yasui, Wikipedia
Sobre la autora
Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.