Según la OMS, la depresión es la cuarta causa principal de enfermedad y discapacidad en la adolescencia. Afecta más a mujeres que a hombres (Kuehner, 2017) y una de cada tres adolescentes será diagnosticada de este trastorno. En España, la depresión severa o grave en adolescentes se ha duplicado en los últimos 15 años, pasando del 2 al 4 %. La proporción entre chicas y chicos que sufren esta enfermedad es de dos a uno (Sánchez Mascaraque y Cohen, 2020).
Sabemos que no siempre la depresión tiene una causa externa y que es el resultado de interacciones entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Cuando se dan circunstancias vitales adversas (muerte de un familiar, estrés continuado, abusos, maltrato, etc.) las nuevas condiciones de vida suponen un desafío para la estabilidad emocional. Algunas alteraciones del estado de ánimo y sentimientos de depresión surgen con los cambios hormonales normales en la adolescencia (Li y Graham, 2017), pero hay muchos factores que predisponen a sufrir episodios depresivos:
- Genética: La depresión puede darse en varios miembros de la familia.
- Biología cerebral y química.
- Hormonas: ya hemos visto que los cambios hormonales pueden contribuir a la depresión.
- Eventos estresantes en la niñez como traumas, muerte de un ser querido, intimidación y ciberacoso.
- Abuso sexual o físico. Es más probable que las mujeres maltratadas emocional, física o sexualmente de niñas sufran depresión en algún momento de sus vidas que aquellas que no sufrieron abuso.
- Conflictos con la propia identidad sexual, sobre todo cuando no se cuenta con el apoyo de los padres.
Un estudio de Geiger y Davis (2019), muestra que las niñas tienen casi tres veces más probabilidades que los niños de sufrir depresión. El número total de adolescentes (de 12 a 17 años) que sufrieron esta enfermedad tan incapacitante aumentó un 59 % entre 2007 y 2017. La tasa de crecimiento fue más rápida para las chicas (66 %) que para los niños (44 %). En esta realidad en la que las jóvenes se han enfrentado con mayor probabilidad a la depresión que sus pares masculinos, también es más probable que recibieran tratamiento consultando a un profesional o que tomaran medicamentos (45 % frente al 33 % de los adolescentes varones).
Es importante reflexionar sobre las causas de esta enfermedad en los adolescentes. Éstos expresan preocupación por la ansiedad y la depresión y señalan las presiones cotidianas. Siete de cada diez adolescentes dijeron que la ansiedad y la depresión son un problema importante entre las personas de su edad en la comunidad donde viven, según una encuesta del Pew Research Center de adolescentes de 13 a 17 años realizada en el otoño de 2018. Un 36 % de las adolescentes contestaron que se habían sentido con estrés y ansiedad todos los días o casi todos los días, en comparación con el 23 % de los adolescentes varones. Las presiones académicas y sociales se encuentran entre las razones citadas por los expertos que han estudiado la depresión adolescente. Un 61 % sintieron mucha presión para obtener buenas calificaciones, mientras que aproximadamente tres de cada diez sintieron presión para verse bien y encajar socialmente (29 y 28 %, respectivamente).
Una mujer adolescente con síntomas de depresión deja de hacer las cosas que más le gustan. Podría haber otros cambios en su estado de ánimo, incluyendo tristeza o irritabilidad. O en su comportamiento, en su apetito, nivel de energía, patrones de sueño o desempeño académico. Si varios de estos síntomas están presentes, hay que estar alerta ante la posibilidad de que la depresión aparezca. Esto es particularmente importante porque cuando los familiares u otras personas del entorno se dan cuenta de su tristeza, o lo que denominamos anhedonia (incapacidad de sentir placer), la joven, por lo general, ya llevará un tiempo sufriendo. Esta enfermedad puede pasar inadvertida porque no se exterioriza como otras enfermedades emocionales, no se manifiesta en comportamientos disruptivos; al interiorizar los sentimientos, los demás tardan en darse cuenta y con frecuencia, hasta la propia paciente no se plantea estar en medio de una depresión, no sabe qué le pasa.
Cuando una niña está deprimida o padece ansiedad, su sufrimiento no es la única razón para ayudarla. Además del dolor, que es lo prioritario y debe tratarse cuanto antes, existen otros efectos adicionales que podrían provocar dificultades a lo largo de la vida. Al sufrir una depresión la vida social disminuye o es inexistente y los resultados académicos caen estrepitosamente. Estos factores tendrán un impacto que puede deteriorar la autoestima de la adolescente, e influir además en su futuro si se prolongan. Aprender a ser sociable es tan importante como el aprendizaje académico en la niñez y la adolescencia. Si sufre, ya sea de depresión o de ansiedad, ella se perderá esta clase de vivencias esenciales en el momento en el que son importantes para su desarrollo. Estos déficits no sólo la ponen detrás de sus pares, sino que pueden ser componentes de la depresión o la ansiedad por sí solos.
Debemos entender que a menudo la ansiedad y la depresión le ocurren a la misma adolescente, y deben ser tratadas por separado. Es más probable que la ansiedad ocurra sin depresión que la depresión sin ansiedad. Puede ser que la depresión lleve a la ansiedad, pues el estado mental negativo de una adolescente deprimida se presta a la incertidumbre. Las regiones del cerebro implicadas en la ansiedad y la depresión están muy juntas y se ven afectadas mutuamente. Cuando uno no se siente bien consigo mismo, y no tiene confianza en lo que hace, cuando no se siente seguro o a salvo, la ansiedad podría encontrar un campo fértil. La ansiedad conlleva miedo e impide tomar decisiones.
Además, existen dos problemas muy graves que están directamente asociados con la depresión y ansiedad en los adolescentes: el pensamiento (o la conducta) suicida y el consumo de drogas. El suicidio es la tercera mayor causa de muerte entre adolescentes y adultos jóvenes de entre 15 y 24 años, y sabemos que la mayoría de los jóvenes que cometen suicidio habían estado sufriendo de una alteración psiquiátrica. Los adolescentes que están especialmente en riesgo son los que le esconden su depresión y ansiedad a sus padres y amigos. Por eso es muy importante mantenerse alerta ante las señales de estos desajustes (retraimiento, cambio en el desempeño escolar, hábitos alimenticios, patrones del sueño, cosas que siempre le han gustado hacer) incluso cuando los adolescentes no comuniquen lo que sienten. Del mismo modo, la mayoría de los adolescentes que desarrollan problemas de abuso de sustancias tóxicas también tienen una posible causa psiquiátrica, entre las que puede estar la depresión.
Otros dos problemas asociados a los adolescentes (más frecuentes en las niñas que en los niños) son los desórdenes en la alimentación y la autolesión o automutilación. Mientras que ambos pueden superponerse con la depresión, no hay evidencias de que sean causados por ésta. Las jóvenes que sufren trastornos alimenticios a menudo no muestran signos de depresión. De hecho, con frecuencia son las adolescentes con un alto rendimiento, competitivas, que tienen una imagen de su cuerpo distorsionada, pero no síntomas de depresión. De manera similar, los comportamientos autolesivos son un tipo de mecanismo disfuncional para enfrentar situaciones difíciles en el que entran las niñas y adolescentes para aliviar el dolor emocional o el adormecimiento que han desarrollado a consecuencia de ese dolor. Los antidepresivos, la medicina elegida para los trastornos del estado de ánimo, por lo general no alivian los desajustes alimentarios o la automutilación; éstos se tratan de manera específica.
La depresión es más que sentirse triste durante unos días. Es un intenso sentimiento de angustia, desesperanza e ira o frustración que dura mucho tiempo. Esto hace que sea difícil tener una vida normal y llevar a cabo actividades cotidianas. Por lo tanto, si lees esto y crees que puedes estar sufriendo una depresión, busca ayuda. Si sospechas que alguien de tu entorno puede sufrirla, ofrece ayuda. La siguiente lista de síntomas puede servir de guía:
- Tristeza
- Sensación de vacío
- Desesperanza
- Sentir enojo, irritación o frustración, incluso por cosas sin importancia.
- No te importan las cosas que solías disfrutar.
- Cambios de peso: Perder peso cuando no estás a dieta o aumentar de peso por comer demasiado.
- desajustes en el ritmo de sueño; duermes mucho más de lo normal o te cuesta conciliar el sueño.
- Sentir un cansancio profundo, sin energía para nada.
- Notar fatiga o dolor inexplicable u otros síntomas físicos sin causa aparente.
- Sentirte sin valor o muy culpable.
- Tener problemas para concentrarte, recordar información o tomar decisiones.
- Pensar en la muerte o suicidio.
Si te identificas con la mayoría de ellos, sería bueno que se lo contaras a alguien en quien confíes, algún familiar, algún amigo, tu profesor, tu médico… El siguiente paso es visitar a un especialista. Tu médico de familia puede primero asegurarse de que no tienes otro problema de salud que esté causando la depresión. Es posible que haga un examen físico y pruebas de laboratorio. Si no tienes otro problema de salud que haya que priorizar, te recomendará una evaluación psicológica. Tu médico puede hacerlo o puede enviarte a un profesional de salud mental. Si el diagnóstico es de depresión lo más efectivo es compaginar una terapia con una medicación adecuada. Hay muchos tipos diferentes de psicoterapia que ayudan a identificar y cambiar los pensamientos negativos e inútiles; proporcionan estrategias para afrontar los problemas y cambiar patrones de comportamiento. Otra pauta que se puede entrenar con el terapeuta consiste en mejorar las relaciones interpersonales y analizar las que sean problemáticas que pueden contribuir a la depresión. También se exploran las circunstancias que puedan contribuir al episodio depresivo como el duelo por alguna pérdida importante o cambios relevantes en tu vida.
En muchas ocasiones son necesarios los medicamentos junto a la psicoterapia. El seguimiento por parte del médico debe ser regular y es importante saber que tendrá que pasar un tiempo para que los antidepresivos hagan efecto; quizá de tres a cuatro semanas. En algunos casos, los antidepresivos pueden causar conductas o pensamientos suicidas en adolescentes. Este riesgo es mayor en las primeras semanas del tratamiento y cuando se cambia la dosis. Asegúrate de decirle a tus padres o tutor si comienzas a sentirte peor o tienes pensamientos sobre hacerte daño. No debes dejar de tomar los medicamentos por tu cuenta.
La depresión se puede tratar con resultados muy positivos. Todos merecemos al menos, controlar nuestras vidas. Los que leemos estas líneas como padres, como educadores, como familia cercana o como adultos atentos, estaremos cerca, con una actitud de escucha cuando nuestras chicas y nuestros chicos nos den señales de su angustia sin trivializar su sufrimiento.
Referencias
- Geiger AW, Davis L (2019). A growing number of American teenagers – particularly girls – are facing depression, Pew Research Center, 12 julio 2019
- Kuehner C (2017). Why is depression more common among women than among men? The Lancet Psychiatry 4(2): 146-158. DOI: 10.1016/S2215-0366(16)30263-2
- Li SH, Graham BM (2017). Why are women so vulnerable to anxiety, trauma-related and stress–related disorders? The potential role of sex hormones. The Lancet Psychiatry, 4(1), 73–82. DOI: 10.1016/S2215-0366(16)30358-3
- Depresión en adolescentes. Mayo Clinic
- Menasce Horowitz J, Graf N (2019) Most U.S. Teens See Anxiety and Depression as a Major Problem Among Their Peers. Pew Research Center, 20 febrero 2019
- Salud mental del adolescente. OMS. 20 septiembre 2020
- Sánchez Mascaraque P, Cohen DS (2020). Ansiedad y depresión en niños y adolescentes, Adolescere VIII(1), 16–27
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.
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