Ellen Scherr, psicoterapeuta, pone este ejemplo: «Estás en una reunión. Alguien dice algo objetivamente falso. Y en lugar de hacer una corrección suave, la expresión diplomática, la cuidadosa preservación de los sentimientos, dices, “Eso no es exacto”. Sin amortiguación. Sin disculpas. Sin esfuerzo emocional para hacer tu verdad más digerible. Y todos te miran como si te hubiera crecido una segunda cabeza».

La biología de no poder fingir más
Hay un momento, aproximadamente sobre los 50, en el que la capacidad de fingir, actuar y complacer a los demás comienza a fallar. Se podría pensar que es una etapa complicada y que las mujeres se vuelven unas «amargadas» y se acercan al estereotipo de «volverse difíciles».
Pero la realidad es otra: al final de la etapa reproductiva el cerebro se reestructura y pide urgentemente una revisión. Durante décadas, la corteza prefrontal, la parte del cerebro que se encarga de la función ejecutiva, el comportamiento social y el control de impulsos, ha trabajado mucho. Ha monitoreado las señales sociales, ha calculado los riesgos, ha suprimido las respuestas auténticas y ha gestionado la experiencia emocional de los demás. Es un trabajo agotador y, además, insostenible.
Las investigaciones en neurociencia demuestran que, a medida que envejecemos, el cerebro experimenta un proceso llamado poda sináptica. Las vías neuronales que no son esenciales se eliminan. Como dice Ellen, el cerebro se aplica el método Marie Kondo, conservando lo que sirve y descartando lo innecesario. Las vías neuronales dedicadas a complacer a los demás con hipervigilancia son, a menudo, las primeras que se eliminan.
Louann Brizendine, neurobióloga y autora de «The Upgrade», explica que las mujeres están, de alguna manera, predispuestas para la armonía social y el cuidado durante la primera mitad de la vida, probablemente por los estrógenos y la oxitocina. Sin embargo, a medida que los niveles de estrógenos cambian durante la perimenopausia y disminuyen después, este deseo tan intenso de complacer y cuidar a los demás comienza a atenuarse. Aparece entonces una perspectiva cristalina y diferente sobre la manera de relacionarse.
Las secuelas de años pendientes de los demás
Desde una edad muy temprana en la que se empieza a entender la dinámica social, las niñas y las adolescentes, las jóvenes y las mujeres adultas interpretan el ambiente, ajustan el tono, suavizan el lenguaje, se hacen más pequeñas para que los demás se sientan cómodos, se ríen de chistes que no tienen gracia, fingen coincidir con opiniones que no comparten, explican las cosas con cuidado para que nadie se sienta amenazado por sus conocimientos. En definitiva, realizan cálculos sociales complejos a diario.
Existe un concepto en psicología llamado «fatiga de decisión» que implica un deterioro de la calidad de éstas cuando se han tomado muchas. Junto a este cansancio, puede aparecer a su vez, fatiga emocional; después de miles de interacciones en las que se monitorea y se gestionan las respuestas auténticas para mantener la armonía social, algo en el sistema empieza a fallar. No porque esté estropeado, sino porque el sistema nunca estuvo diseñado para funcionar así indefinidamente.
Porqué las mujeres experimentan esto más intensamente
Obviamente, los hombres también experimentan cambios con el envejecimiento. Pero las mujeres sienten este cambio de forma más drástica. Desde la infancia, las niñas son educadas para la armonía social de una manera que a los niños simplemente no se les enseña. Las investigaciones concluyen que las niñas, incluso desde los 5 años, ya muestran mayor conciencia de las emociones de los demás y adaptan su comportamiento en consecuencia más que los niños. Por lo tanto, al llegar a los cincuenta se han vivido más de 40 años de este condicionamiento. Según las palabras de Ellen, se han escuchado continuamente frases como: «No seas mandona» (traducción: no lideres), «No seas insistente» (no impongas límites), «No seas difícil» (no tengas necesidades de ningún tipo), «No seas tan intensa» (no seas humana).
Es mucho tiempo realizando una coreografía social que en algún momento se automatizó, se volvió inconsciente. Y llega un día en que ya no se puede llevar a cabo.
El cerebro que ya no finge
Hay unos cuantos cambios neurológicos y hormonales durante la perimenopausia:
- Recalibración hormonal. A medida que disminuye el nivel de estrógenos disminuye también su efecto moderador sobre las respuestas emocionales y las implicaciones sociales. Esto se traduce en sentirse menos obligada a priorizar la comodidad de los demás.
- La corteza prefrontal cambia. La misma región de la función ejecutiva que ha ayudado a suprimir respuestas inapropiadas durante décadas comienza a funcionar de forma diferente. Hay estudios que sugieren que se vuelve menos reactiva al juicio y la aprobación social.
- Saturación de la respuesta al estrés. El estrés crónico de bajo nivel debido a la constante vigilancia social tiene un impacto biológico. El sistema de respuesta al estrés (el eje HPA, hipotalámico-pituitario-adrenal) puede desregularse. Lo que parece una falta de filtro en la conducta podría ser, en realidad, una respuesta al estrés desde un punto en el que ya no se puede más.
- La priorización cognitiva cambia. El cerebro empieza a priorizar de forma diferente. La energía se vuelve más valiosa. El tiempo se vuelve más aprovechable para el bienestar propio. El análisis coste-beneficio de fingir cambia drásticamente.
La reacción social
A muchas personas del entorno no les va a gustar esta transición. Les resultará incómoda. Cuando no vean un esfuerzo emocional por parte de las mujeres implicadas, los entornos que dependían de ese papel de moderadora y pacificadora, empiezan a colapsar. En lugar de analizar por qué la situación que requería ese esfuerzo, muchas personas se enfadan con las mujeres que ya no lo hacen y se escuchan cosas como «es difícil trabajar con ella» o «¿qué le pasa?, ha cambiado» (dicho con preocupación, pero en realidad significa desaprobación).
La franqueza no es ninguna virtud en una mujer mayor de 50 años, resulta abrasiva y amarga. Esta reacción es una prueba del enraizamiento del estereotipo. Confirma que complacer a la gente no era opcional. Era un trabajo necesario que hacía que todo funcionara correctamente.
La liberación y los beneficios
A muchas mujeres se les ha recompensado durante años por ser complacientes, dulces, agradables pero sin empalagar. El ciclo de retroalimentación positiva de caer bien es poderoso y aparece el miedo a perder todo esto. Es un gran cambio y muchas personas van a evitar a «la borde y directa». Se pierden relaciones, surgen dudas, ¿será egoísmo?, ¿será una reacción exagerada? Este temor es comprensible, pero es algo que pensaría la mujer programada para seguir siendo obediente.
Lo bueno es que al perder la costumbre de fingir para agradar se gana autenticidad y esto implica poner límites y tener opiniones. Se gana tiempo: toda la energía que se dedicaba a gestionar la experiencia de los demás ahora está disponible para prácticamente cualquier otra cosa. Se gana claridad: cuando se deja de ocultar cada verdad, la realidad se aclara; los problemas que antes se maquillaban con el lenguaje, ahora se hacen visibles y, por lo tanto, se vuelven solucionables.
Las relaciones que se mantenían por un esfuerzo sin reciprocidad desaparecen. se generan o se renuevan relaciones basadas en quien se es realmente.
Por lo tanto, para avanzar en esta liberación, es conveniente identificar lo que sucede: el cerebro se está reorganizando en torno a la honestidad en lugar del rendimiento. Es importante practicar la pausa, es decir, no pasar de complacer a la honestidad que hace daño, lo adecuado es darse cuenta del instante en que se busca una disculpa que es innecesaria. La pausa es elegir de forma consciente si se quiere amortiguar la situación o no. Y si es necesario, se llora; toda pérdida necesita un duelo. Se pierde la aprobación de los demás, se pierde una identidad. Este dolor es legítimo, aunque el cambio sea, en última instancia, positivo.
Cada vez que desaparece un trocito de ego, cada vez que se quita peso a las opiniones de los demás, cada momento en que se elige la verdad en lugar de la aprobación, se está practicando para ser una misma. Las mujeres que pueden decir «eso no es cierto» sin disculparse, han aprendido a no necesitar la aprobación de todos. Han aprendido que su valor no depende de complacer. Aparece una versión más libre que siempre estuvo ahí, pero sepultada bajo décadas de condicionamiento social para mantener la armonía a cualquier precio.
El cerebro por fin está haciendo un triaje; decide qué es lo que realmente importa, prioriza y descarta lo innecesario. Esta revisión puede proporcionar tranquilidad, puede ser muy liberadora y puede ser un gran propósito para una nueva etapa.
Referencias
- Benenson, Joyce F., Evelyne Gauthier y Henry Markovits (2021). Girls exhibit greater empathy than boys following a minor accident. Scientific Reports 11, 7965
- Brizendine, Louann (2022). The Upgrade: How the Female Brain Gets Stronger and Better in Midlife and Beyond. Penguin Random House
- Mosconi, Lisa, Valentina Berti, et al. (2021). Menopause impacts human brain structure, connectivity, energy metabolism, and amyloid-beta deposition. Scientific Reports 11, 10867
- Scherr, Ellen (2025). Aging Out of Fucks: The Neuroscience of Why You Suddenly Can’t Pretend Anymore, Life Branches
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.