Sufrajitsu

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Las mujeres británicas sufrieron agresiones y fueron intimidadas a medida que su campaña por el derecho al voto se volvía más militante. Ante esta agresividad por parte de la policía decidieron aprender el arte marcial del jiu-jitsu.

Una instructora con mucha energía

Portada del The Daily Mirror (19 noviembre 1910), con
una sufragista en el suelo. Wikimedia Commons.

Edith Garrud (1872-1971) era una mujer de baja estatura. Con 150 cm, no parecía una rival importante para los agentes de la Policía Metropolitana, a los que se exigía medir más de 178 cm. Sin embargo, tenía un arma secreta.

En el período previo a la Primera Guerra Mundial, Garrud se convirtió en instructora de jiu-jitsu de la Unión Social y Política de Mujeres (WSPU), una de las principales organizaciones sufragistas del Reino Unido, y participó en una campaña cada vez más violenta por el voto femenino. Las sufragistas, hartas de no progresar en su empeño, recurrieron a la desobediencia civil, marchas y actividades ilegales, incluidos asaltos e incendios provocados. La lucha en los años previos a la guerra se volvió cada vez más dura. La policía arrestó a muchas mujeres y, cuando se declaraban en huelga de hambre, las alimentaban a la fuerza con tubos de goma. Durante las marchas, muchas fueron maltratadas y pisoteadas en el suelo. La situación se volvió más sombría después del «Viernes Negro», el 18 de noviembre de 1910; un grupo de unas 300 sufragistas se topó con un muro de policías frente al Parlamento. Eran muchos más que ellas y las atacaron con saña. Muchas mujeres sufrieron heridas graves y dos murieron como consecuencia de esta brutalidad. Arrestaron a más de 100 sufragistas.

El jiu-jitsu como agente de cambio

Después de aquello, las mujeres dejaron de acudir a estas manifestaciones sin prepararse previamente. Algunas empezaron a cubrirse las costillas con cartón para protegerse. Pero Garrud ya enseñaba a la WSPU a contraatacar. Su método elegido fue el antiguo arte marcial japonés del jiu-jitsu, también conocido como ju-jitsu o jūjutsu. Este se centraba en usar la fuerza del atacante contra sí mismo, canalizando su impulso y aprovechando la fuerza del agresor; ser flexibles para no romperse.

El primer contacto entre las sufragistas y el jiu-jitsu se produjo en una reunión de la WSPU. Garrud y su esposo William, quienes dirigían una escuela de artes marciales en el Golden Square de Londres, se inscribieron. Pero William estaba enfermo, así que ella fue sola.

Garrud en una clase práctica. Wikimedia Commons.

«Edith solía ser la que hacía las demostraciones, mientras que William hablaba», dice Tony Wolf, autor de Suffrajitsu, una trilogía de novelas gráficas sobre este aspecto del movimiento sufragista. Se cuenta que la líder de la WSPU, Emmeline Pankhurst, animó a Edith a hablar por una vez y lo hizo; las convenció de lo conveniente que sería aprender a protegerse. «En aquella época, se trataba más de defenderse de los alborotadores furiosos del público que subían al escenario, que de la policía», dice Wolf.

Hacia 1910, impartía regularmente clases exclusivas para sufragistas y escribía en el periódico de la WSPU, Votes for Women (El voto para las mujeres). Uno de sus artículos destacaba la idoneidad del jiu-jitsu para la situación en la que se encontraba la WSPU: protegerse de la policía y el gobierno, una fuerza mayor y más poderosa que ellas.

Las Amazonas

En aquella época, no se esperaba que las mujeres pudieran reaccionar físicamente a ese tipo de acción, y mucho menos ofrecer resistencia efectiva, según Martin Dixon, presidente de la Asociación Británica de Jiu-Jitsu. «Era la manera ideal de reaccionar ante un agarre en una multitud».

Con los años, los enfrentamientos entre la policía y las sufragistas se intensificaron. La llamada «Ley del Gato y el Ratón» de 1913 permitió que las prisioneras en huelga de hambre fueran liberadas y reencarceladas cuando estuvieran recuperadas.

La WSPU consideró que como Pankhurst tenía un papel tan vital que desempeñar como motivadora y figura principal de la organización, no podía ser recapturada. Necesitaba protección, así que Garrud formó un grupo de mujeres guardaespaldas. Eran unas 30 mujeres que realizaban tareas peligrosas. Las guardaespaldas, apodadas «Amazonas» por la prensa, se armaban con porras ocultas en sus vestidos. Fueron muy útiles durante un famoso enfrentamiento conocido como la «Batalla de Glasgow» a principios de 1914. Una multitud esperaba ver a Emmeline Pankhurst hablar en St. Andrew’s Hall. Pero la policía lo había rodeado con la esperanza de atraparla.

Pankhurst los evitó en la misma puerta comprando una entrada y haciéndose pasar por espectadora. Las Amazonas se colocaron en un semicírculo de sillas detrás del podio de la oradora. De repente, Pankhurst apareció y empezó a hablar. Lo hizo durante medio minuto antes de que los policías irrumpieran en el escenario. Quedaron atrapados en alambres de púas ocultos en ramos de flores. Así que unas 30 sufragistas y 50 policías se vieron envueltos en una pelea en el escenario frente a 4000 personas durante varios minutos. Finalmente, la policía aplastó a las Amazonas y Pankhurst fue arrestada nuevamente. Pero les resultó muy difícil llevársela a causa de la eficacia de sus protectoras.

La Gran Guerra y el derecho al voto

El énfasis en la habilidad para derrotar y superar a un oponente más grande fue lo primero que impresionó a Garrud del jiu-jitsu. En 1899 conoció esta disciplina cuando acompañó a su esposo a una exhibición y desde entonces recibió clases y la practicó. Se sintió capacitada para enseñarlo ella misma y se convirtió en una de las primeras instructoras de artes marciales en Occidente. En las exhibiciones, vestía una túnica roja e invitaba a un entusiasta de las artes marciales vestido de policía a atacarla.

«La sufragista que conocía el jiu-jitsu». Caricatura publicada por la revista Punch (1910). Wikimedia Commons.

«En lo que respecta a las sufragistas, ella estaba en el lugar correcto en el momento oportuno», dice Wolf. Practicar jiu-jitsu se había convertido en una especie de tendencia social; las mujeres organizaban reuniones de jiu-jitsu en las que ellas y las amigas que llevaban para que lo conocieran, recibían instrucciones de esta técnica.

Garrud y sus alumnas continuaron su lucha por el voto hasta que una causa de fuerza mayor las obligó a cambiar de objetivo. Al estallar la Primera Guerra Mundial, las sufragistas se concentraron en contribuir al esfuerzo bélico. Al final de la guerra, en 1918, se aprobó finalmente la Ley de Representación Popular. Más de ocho millones de mujeres en el Reino Unido obtuvieron el derecho al voto. Sin embargo, no obtendrían el mismo derecho al voto con las mismas condiciones que los hombres hasta 1928.

Con el paso del tiempo, las Amazonas y su entrenadora comenzaron a caer en el olvido. Las líderes sufragistas han pasado a la historia y sus nombres están en los libros, pero quienes las ayudaron han sido olvidadas.

Edith Garrud fue una mujer increíble, con un método de lucha que no se basaba en la fuerza bruta, sino en utilizar la del oponente para conseguir derribarlo. Esta habilidad fue la que ayudó a las sufragistas a enfrentarse a rivales poderosos. Pero no sólo ayudó a las sufragistas con este antiguo arte marcial.

El jiu-jitsu como canal para hacer públicas todas las violencias

A finales de 1909, la revista Salud y Fuerza publicó que Garrud daba clases de autodefensa en la WSPU con el título «El nuevo terror de la policía». Garrud dijo en muchas ocasiones que eso no era así, sólo lo utilizaba para protegerse de la brutalidad de los hombres.

Edith Garrud muestra cómo las artes marciales pueden
prevenir la violencia doméstica. Wikimedia Commons.

Desafortunadamente, no la creyeron. No la quisieron creer cuando anunció que el jiu-jitsu también serviría para protegerse de otra violencia sin uniforme. Garrud escribió también sobre la violencia que sufren las mujeres en general, no sólo en sus reivindicaciones. En un artículo que tituló «El mundo en el que vivimos», señalaba explícitamente las agresiones hacia las mujeres. Esta violencia se daba con mayor frecuencia en la calle o en el hogar, muy alejada de la agitación política. Estas afirmaciones provocaron una gran polémica en la opinión pública. Edith Garrud recalcó la importancia de proteger a las mujeres de cualquier tipo de agresión masculina. Este no era un enfoque nuevo; el Daily Express ya habló de la autodefensa de las mujeres en 1908 porque los ataques callejeros contra ellas se multiplicaron.

Edith escribió en Salud y Fuerza en 1910 que el jiu-jitsu se enseñaba para proteger a las mujeres del «ataque de un rufián» y no del «hombre de azul». Así, pudo aprovechar el interés popular por el jiu-jitsu para sacar a la luz los niveles tan altos de violencia machista en la Inglaterra de principios del siglo XX.

El programa de jiu-jitsu de Garrud pretendía disipar cualquier idea sobre la fragilidad femenina y empoderarlas para impartir justicia al rufián en la calle, al marido borracho o incluso al policía que se sobrepasa. Esta nueva percepción individual no se ajustaba a las ideas sociales sobre la debilidad de las mujeres. Para las alumnas de Garrud, lo más importante fue plantearse las posibilidades de su género y sentirse menos vulnerables.

El jiu-jitsu había cambiado para siempre la posición de las mujeres en el mundo social, confirmando que los esfuerzos de Garrud por promover la autodefensa tuvieron efectos duraderos. Su finalidad política llegó a su fin, pero su práctica continúa hasta hoy. Es muy gráfico pensar en la imagen de la rama del roble en el invierno que se rompe bajo el peso de la nieve y en la del cerezo que se dobla flexible, sin partirse, y vuelve a su posición cuando la nieve se derrite. Es la metáfora que mejor explica el jiu-jitsu.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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