El aburrimiento

Ciencia y más

A veces, tener una sensación prolongada de hastío puede ser una advertencia, una señal de que la situación que estamos viviendo no es buena y precisa algún cambio. Sin embargo, si sentimos que la desgana no desaparece, si el ánimo se mantiene plano, si el tiempo pasa muy lento sin tocarnos apenas, quizá es el momento de buscar ayuda profesional.

«El aburrimiento» de Gaston La Touche (1893). Wikimedia Commons.

¿Qué es el aburrimiento?

El aburrimiento puede definirse como una emoción caracterizada por el desinterés hacia lo que nos rodea, a menudo causada por una falta de distracciones u ocupaciones. No hay una definición universalmente aceptada de aburrimiento. Sea lo que sea, los investigadores subrayan que no es sólo otro nombre para la depresión o la apatía. Es un estado mental específico desagradable, una falta de estímulos que nos hace buscar algún alivio y que conlleva consecuencias médicas y sociales.

El aburrimiento también puede aparecer cuando las expectativas no se cumplen o cuando hay una discrepancia entre nuestros deseos y la realidad. Puede darse en el trabajo, en la escuela, en las relaciones personales, durante nuestro tiempo libre, etc.

Aspectos psiquiátricos del aburrimiento

El aburrimiento, además de llevar asociado desinterés o desconexión, puede estar relacionado con aspectos de la salud mental, la cognición y el comportamiento. Varias investigaciones han demostrado que el aburrimiento también puede ser un factor de riesgo y un síntoma de depresión. Un estudio con 722 estudiantes reveló que los que obtuvieron puntuaciones altas en la escala de aburrimiento también obtuvieron puntuaciones altas en la escala de depresión, lo que indica que el aburrimiento puede ser una característica psicológica de los estados depresivos.

Puede perturbar la motivación, reducir el placer y bloquear la conducta encaminada a conseguir objetivos. También se asocia con la ansiedad al desencadenar pensamientos en bucle y rumiaciones, o puede aumentar los síntomas de trastornos de ansiedad ya existentes. Además, el aburrimiento puede influir en el desarrollo y mantenimiento de los trastornos por consumo de sustancias. Cuando las personas se sienten aburridas pueden recurrir al alcohol o a las drogas, para lidiar con su aburrimiento. De hecho, un estudio sobre el comportamiento de consumo excesivo de alcohol en adolescentes encontró que la propensión al aburrimiento predecía de forma significativa esta conducta. También puede aumentar la impulsividad y fomentar actividades de riesgo o de búsqueda de sensaciones fuertes como una forma de aliviar ese estado mental.

Las diferencias individuales y culturales influyen en la manera de experimentar el aburrimiento. La edad también; por ejemplo, las niñas y los niños pueden ser más propensos al aburrimiento porque sus capacidades cognitivas están todavía en desarrollo y porque tienen una autonomía limitada. Tienen que aprender a regularlo. Por otro lado, los adultos de edad avanzada (las personas mayores), pueden experimentarlo como resultado de la jubilación o de una menor interacción social.

¿Hay algo bueno en aburrirse?

Muchos padres se desesperan por entretener a sus niños porque nada les distrae durante el tiempo suficiente. Según algunos estudios, es recomendable que los niños experimenten cortos períodos de aburrimiento de forma ocasional. Las razones principales que sostienen esta investigación son:

  • Aprender a tolerar sensaciones que producen frustración.
  • Moderar la necesidad de estímulos constantes, es decir, aguantar un poquito sin hacer nada.
  • Desarrollar estrategias de entretenimiento para llenar el tiempo vacío.
  • Activar la imaginación: imaginar, inventar, crear…
  • Poner en marcha recursos de planificación y habilidades para resolver conflictos y favorecer así la flexibilidad cognitiva.
«Ennui» de Walter Richard Sickert (1914).
Wikimedia Commons.

En los adultos pasa lo mismo y además:

  • Aumenta la autoconciencia y la autorreflexión, procesos necesarios para el crecimiento personal.
  • Se consigue una oportunidad para desconectar de las distracciones externas y prestar atención a nuestros pensamientos, sentimientos y metas personales.
  • Se estimula la resiliencia ante la frustración o la incomodidad y se encuentran más recursos para lidiar con el estrés y otras emociones desagradables.
  • Es una manera de descanso para nuestro cerebro ya que se activa la red neuronal por defecto, la misma que usamos cuando soñamos despiertos; se dice que el cerebro divaga.
  • Al parar un momento y aburrirnos se puede activar la curiosidad e incluso disfrutar de actividades sencillas.

En definitiva, el aburrimiento puede llevarnos hacia experiencias valiosas y permitirnos crear nuevas conexiones más profundas.

Síntomas del aburrimiento crónico

Si el aburrimiento se alarga en el tiempo es necesario activar todas las alarmas. Algunos de los síntomas más característicos son: el estado de insatisfacción emocional se mantiene durante mucho tiempo, se pierde completamente el interés por todo, las tareas no tienen sentido ni hay motivación para hacerlas, se tiene la percepción de que casi todo es imposible, se experimenta una lentitud exagerada en el paso del tiempo, se hace muy difícil concentrarse en algo y la atención está dispersa en muchos temas.

Entre las causas más comunes para aburrirse están un trabajo que no genere satisfacción, la ausencia de proyectos de futuro, tener pocas aficiones y mantener escasas relaciones interpersonales. Las actividades obligatorias que no son agradables y las tareas muy repetitivas o las que no representan un desafío lo suficientemente motivador, también generan aburrimiento.

La sobrecarga sensorial originada por algunos entretenimientos puede anular la capacidad para pensar en alternativas y provocar aburrimiento. De todas formas, cada persona puede necesitar un nivel diferente de novedad.

Consecuencias del aburrimiento crónico

Aburrirse a largo plazo tiene consecuencias que se relacionan con trastornos del estado de ánimo o con adicciones. Esto depende de la forma en la que cada persona responde ante el aburrimiento crónico. Por un lado, las personas que tienden a un tono bajo, que muestran desinterés, apatía, con ganas de dormir siempre, o con pérdida de metas en la vida, son proclives a padecer una depresión.

Por el contrario, aquellas personas que responden con una excitación nerviosa alta, que muestran inquietud, pueden desarrollar ansiedad. Un dato reseñable es que si, en este caso, se recurre a la comida como estrategia para compensar ese aburrimiento ansioso se puede llegar a desarrollar algún trastorno alimentario. Además, la incapacidad para encontrar actividades suficientemente llamativas puede llevar a buscar situaciones de riesgo, que impacten, con experiencias sensoriales cada vez más intensas.

¿Una estrategia evolutiva?

El aburrimiento es intrínseco al ser humano. Este estado emocional informa al organismo de que está viviendo algo que no es gratificante. Tiene la función de avisar para hacer un mejor uso del tiempo o buscar objetivos nuevos. Genera ganas de cambiar, de aprender, de desarrollar habilidades que sean beneficiosas. Es decir, ayuda a establecer nuevos proyectos de vida e impulsa a explorar alternativas diferentes. Fomenta la curiosidad. Sin embargo, cuando es crónico se convierte en un estado mental peligroso que daña nuestra salud.

El aburrimiento se manifiesta regularmente con conductas pasivas, expresiones de cansancio, bostezos, fatiga, somnolencia e indiferencia, etc. Propicia la distracción y la falta de atención. A menudo presenta una postura corporal abatida. Por ejemplo, con el cuerpo encorvado, descansando la barbilla sobre la palma de la mano de un brazo que a su vez se apoya sobre otra superficie. Aparecen expresiones faciales de apatía o de disgusto, se tiene un tono de voz monótono. Todos estos rasgos de las personas aburridas pueden encontrarse en cualquier entorno pero uno de los lugares donde se ven muchas caras tristes son las residencias de mayores.

El aburrimiento en las residencias de mayores

Josefa Ros es investigadora experta en las consecuencias negativas del aburrimiento en las personas y cómo superarlo, especialmente, en espacios propensos como las residencias de tercera edad. Ros trabaja en las necesidades del colectivo sénior. Tiene una gran trayectoria académica y ha recibido el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes María Moliner por sus aportaciones sobre el aburrimiento.

Logotipo del proyecto PRE-BORED, liderado por Josefa Ros, que busca conocer más a fondo
la experiencia del aburrimiento en las personas mayores que viven en residencias.

«Nos podemos remontar al Imperio Romano y encontrar ya textos de Lucrecio, Horacio o Séneca que hablan sobre el aburrimiento. Fue también, por supuesto, un fenómeno muy relevante para los teólogos de la Edad Media. Ha sido también una experiencia remarcada a lo largo de toda la modernidad y, por supuesto, es un fenómeno que también está presente en nuestro día a día», dice Josefa.

El estudio del aburrimiento es interdisciplinar: filósofos, sociólogos, antropólogos, psiquiatras, etc. Es algo atemporal, sucede en cualquier época y en cualquier lugar del mundo. Las personas que dicen que no se aburren nunca es porque tienen otro concepto del aburrimiento. «desde el prisma de la antropología filosófica, aburrirse es una emoción negativa que cumple una función en nuestra vida: nos alerta de que el vínculo con la realidad se ha quedado obsoleto, está dañado y hay que hacer algo como introducir una novedad», dice Ros.

Sin embargo, si el aburrimiento no se puede subsanar con una estrategia de huida, se perpetúa en el tiempo y puede suponer un problema. Hay personas que no saben qué hacer para salir de ahí, pero otras no pueden por motivos externos. Las residencias de mayores son uno de esos espacios que la sociedad ha creado donde un buen número de personas se aburren. Muchos residentes son conscientes de su estado mental y saben qué les gustaría hacer, cuál sería esa estrategia de huida, pero no pueden llevarla a cabo.

Ese aburrimiento provoca una desorientación cuando se alarga y al final lleva a estados de irritación, de enfado, de ansiedad o de estrés. Las investigaciones en residencias muestran que esos estados de frustración conllevan conductas desadaptativas que están relacionadas con episodios de violencia, autolesión, de lesión a otros compañeros, por ejemplo.

La toma de medicamentos se ve afectada por el aburrimiento: aparecen desórdenes alimentarios, trastornos del sueño, etc. A veces por aburrimiento, las personas mayores duermen por el día y luego no lo hacen por la noche.

Hay un 30 % de personas sin deterioro cognitivo en las residencias para personas mayores y de ellas, un 30 % sufre un «aburrimiento situacional cronificado» como lo ha denominado Josefa Ros. Antes de vivir en la residencia estas personas no se aburrían. Es necesario seguir investigando sobre esta situación y profundizar en las causas del estado de salud de las personas que viven en residencias para encontrar soluciones que procuren su bienestar.

Con todo, parece necesario tomar conciencia del aburrimiento y prestar atención a las consecuencias que puede generar. Aburrirse no es un estado mental elegido y camuflarlo con distracciones poco saludables no es nada recomendable. Lo más sensato es solicitar la ayuda de un buen especialista si se nos va de las manos.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.