Darshan Ranganathan, una diosa india de la bioquímica

Vidas científicas

Darshan Ranganathan ha pasado a la historia de la ciencia como una de las grandes bioquímicas orgánicas del mundo, pero también como una gran científica en un país donde la mujer ha estado y sigue estando ninguneada, como es la India. Ella logró hacer una brillante carrera por sus investigaciones sobre proteínas, trabajos que fueron reconocidos por sus colegas internacionales y se vieron truncados por un cáncer que acabó prematuramente con su vida.

Darshan Ranganathan. IIT Madras.

La historia de Darshan Markan, como se llamaba a nacer, comenzó un 4 de junio de 1941 en Delhi, cuando su país era aún colonia del Imperio Británico (hasta 1947 no lograría la independencia). Tercera hija de una familia de clase media, desde pequeña fue animada a estudiar. Estando en la escuela de Secundaria, que acabó a los 17 años, una profesora avispada, al ver sus capacidades, la animó a estudiar química, y ella le hizo caso: se matriculó en esta carrera en la Universidad de Delhi. En sus escasas biografías, se recuerda que era una joven llena de vida, a la que le gustaba la música, el baile y el dibujo, distracciones que no impidieron que fuera una alumna brillante, aunque si que recibiera más de una regañina de sus estrictos docentes.

En 1967, Darshan completó su doctorado bajo la tutela de un profesor legendario en la India, Thiruvengadam Rajendram Seshadri. Mientras lo preparaba, había comenzado a impartir clases de química en el Miranda College, donde ascendió al rango de jefa del Departamento de Química en poco tiempo. Dado que tenía un expediente académico excepcional, se presentó y ganó una Beca de Investigación Superior de la llamada Comisión Real para la Exposición de 1851. Gracias a esta ayuda pudo viajar al extranjero y realizar su trabajo posdoctoral en el Imperial College de Londres, bajo la batuta del profesor Derek H. R. Barton.

A su regreso a la India, en un simposio de química, conoció al también científico Subramania Ranganathan, con quien se casó el segundo 4 de junio importante en su vida, en 1970. A los doce días de la boda, Darshan comenzó a investigar en el Instituto Indio de Tecnología de Kanpur, donde también trabajaba su esposo. Dos años después, establecidos en este centro de Delhi, tendrían a su primer hijo, Anand, que ha seguido la trayectoria de sus progenitores y también se dedica a la ciencia. Subramania recordaría en un texto posterior que, a falta de otra beca y con escasas posibilidades de conseguir fondos para sus proyectos por ser mujer, le ofreció trabajar como profesora adjunta en su departamento, pero ella prefirió desvincularse de él a nivel laboral y seguir su camino por su cuenta, lo que acabó consiguiendo con gran éxito.

Fueron muchas sus investigaciones punteras en bioquímica. Quienes la conocieron destacan su asombrosa percepción de los problemas. Pronto, se convirtió en una experta en la creación de supramoléculas de diversas formas. Se trata de unas biomoléculas que se forman mediante la amplificación de unidades más pequeñas y tienen un papel fundamental en la naturaleza.

Una carrera financiada con becas

A falta de un sueldo, tenía que aplicarse para conseguir becas y poder costear sus investigaciones. En 1991, obtuvo ayudas de la Academia de Ciencias de la India y en 1996 de la Academia Nacional de Ciencias. También consiguió el Premio de la Fundación AV Rama Rao y el Premio de la Academia Mundial de Ciencias para el Avance de la Ciencia en los Países en Desarrollo (TWAS) en Química (1999). Todos los fondos los destinaba a sus experimentos.

Desde su estancia en el Imperial College de Londres había comenzado a estudiar el cicloartenol de la planta india llamada yaca, así como las reacciones fotoquímicas de los esteroides. También estaba interesada en la estructura de los compuestos orgánicos. Suyo es un trabajo pionero en el campo del plegamiento de proteínas investigando con átomos de origen vegetal. En el fondo, su pasión era lograr reproducir procesos bioquímicos naturales en el laboratorio. En esa búsqueda, creó un protocolo que permitía la reproducción autónoma del imidazol, un componente de dos sustancias químicas humanas: la histidina y histamina. Fue un hallazgo muy importante para tratamientos médicos, dado que este compuesto orgánico es un ingrediente en antimicóticos y antibióticos. También desarrolló una simulación funcional del ciclo de la urea. Más adelante, a medida que avanzaba su carrera, se especializó en el diseño de proteínas de una amplia variedad, así como en el diseño de nanoestructuras mediante péptidos autoensamblables.

Estatua de Darshan Ranganathan, Museo Industrial
y Tecnológico Birla, Calcuta. Wikimedia Commons.

También colaboraba con su marido. Juntos escribieron varios libros que han ayudado a formar a toda una generación de jóvenes químicos orgánicos, como el libro Current organic chemistry highlights, donde ella también aportó los dibujos de las estructuras. “Nuestras vidas estaban en perfecta armonía; ambos trabajábamos jornadas increíblemente largas y cada uno estaba absorto en sus propias áreas de investigación”, señalaría él sobre su vida en común.

En 1993, Darshan por fin logró un trabajo remunerado en el Laboratorio de Investigación Regional de Trivandrum, donde montó su propio laboratorio. Tras unos años, en 1998 la pareja se trasladó a Hyderabad por invitación del doctor Raghavan, director del Instituto Indio de Tecnología Química, que les ofreció sus instalaciones. De este último centro, nuestra química llegaría a ser la subdirectora. Fueron años en los que mantuvo una continua colaboración con Isabella Karle, del Laboratorio de Investigación Naval de los Estados Unidos.

Muy consciente de que las científicas se enfrentan a obstáculos adicionales respecto a sus compañeros masculinos, desde el principio Darshan planificó su carrera teniendo este factor en cuenta. “Hasta el final de su vida trabajó arduamente. Su coraje y su voluntad de luchar sin acritud, con una sonrisa y entusiasmo, fueron realmente especiales”, se apunta en un artículo escrito por su marido.

Su vida, sin embargo, se truncó antes de tiempo. En 1997, con 60 años, le fue detectado un cáncer de mama que acabaría con su vida otro 4 de junio, en 2001. Ninguno de los tratamientos que siguió en los años posteriores logró evitar su fallecimiento por más que se intentó.

Como homenaje a su figura, la Academia Nacional de Ciencias de la India accedió a instituir tras su muerte una conferencia bienal en su memoria, la primera iniciativa de este tipo que se hizo en este país apoyo a las mujeres científicas.

Y merecido era. Cuando falleció, Darshan Ranganathan era la química orgánica más prolífica de la India, contando, en sus últimos cinco años, con una docena de publicaciones en The Journal of the American Chemical Society, seis en el Journal of Organic Chemistry y docenas en otras publicaciones. También se publicaron numerosos artículos suyos póstumamente. Aún en vida, si había sido elegida miembro de la Academia India de Ciencias, de la Academia Nacional de Ciencias de la India y había recibido honores, el último de los cuales fue el Premio de la TWAS por sus destacadas contribuciones a la química bioorgánica.

La imagen que traslada su esposo no es objetiva, pero acerca a la figura de quien sin duda fue una estrella en un terreno lleno que se le presentaba lleno de baches:

Con sus costosos saris Canjeevram y el gran bindi rojo en la frente, siempre lucía tan elegante que, después de una de sus conferencias en un simposio en Bangalore, un profesor alemán comentó que le recordaba a la imagen de una diosa india. Todos reímos en ese momento, pero creo que esta afirmación resume todo sobre Darshan: su gran calidez, su serena dignidad, su humildad, su ecuanimidad y su fortaleza.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.