Margaret A. Wilcox (1838-1912) fue una inventora estadounidense, conocida fundamentalmente por su propuesta de un sistema de calefacción para vagones de tren. No fue su único invento, también trabajó para mejorar el rendimiento de algunos electrodomésticos.
Margaret Wilcox nació en Chicago, Estados Unidos, en el año 1838. Se desconocen los detalles de su juventud; parece que mostró un interés temprano por la ingeniería mecánica a pesar de que, en esa época, no era lo habitual en una mujer, que estaba destinada a casarse y ocuparse de su prole y su casa.
La Ley de Patentes de 1790 en Estados Unidos
La Ley de Patentes de 1790 fue la primera ley de patentes aprobada por el gobierno federal de los Estados Unidos: se promulgó el 10 de abril de 1790. La ley era concisa y definía el objeto de una patente estadounidense como «cualquier arte, manufactura, motor, máquina o dispositivo útil, o cualquier mejora del mismo, no conocido ni utilizado anteriormente». Otorgaba a la o las personas solicitantes (… he, she, or they, hath or have invented or discovered…) el «derecho y la libertad únicos y exclusivos de fabricar, construir, utilizar y vender a terceros para su uso» su invención o descubrimiento.
Esta ley fue posteriormente modificada (en 1793, 1836, 1870, 1952 y 2011, la actualmente vigente) por diferentes motivos técnicos y legales. Desde el principio se contemplaba la posibilidad de que una mujer pudiera ser la solicitante en solitario del registro de su invento. Este hecho era realmente relevante en una época en la que las mujeres no podían votar y tenían derechos políticos y de propiedad limitados. Recordemos que el sufragio femenino se estableció en los Estados Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX, primero en varios estados y localidades, luego a nivel nacional en 1920 con la aprobación de la Decimonovena Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, que estipula «el derecho de los ciudadanos de los Estados Unidos al voto no será negado o menoscabado por los Estados Unidos, ni por ningún estado, por motivos de sexo».

Aunque en teoría cualquier persona podía patentar su invento, las mujeres no lo tenían nada fácil: tenían pocas oportunidades de acceder a la educación técnica y, además, se consideraba impropio de «una dama» que realizara trabajos técnicos o manuales. Por si fuera poco, las leyes en muchos estados asignaban los derechos de propiedad conyugal a los maridos; así, las mujeres casadas no podían poseer o controlar propiedades a su nombre. Si deseaban presentar su invento, las mujeres presentaban sus patente a nombre de sus maridos, padres, hermanos o abogados de patentes masculinos.
En 1883, la activista Matilda Joslyn Gage describía esta situación injusta hacia las inventoras de manera elocuente:
Si una mujer así consiguiera una patente, ¿qué ocurriría entonces? ¿Tendría libertad para hacer lo que quisiera con ella? En absoluto. No tendría ningún derecho, título, ni poder sobre esta obra de su propia mente. No tendría derecho legal a contratar ni a conceder licencias para usar su invento. Tampoco, si se vulnerara su derecho, podría demandar al infractor. Su marido podría obtener la patente a su nombre, vender su invento para su propio beneficio, regalarlo si así lo deseaba o abstenerse de usarlo, y por todo esto ella no tendría ningún recurso.
En este contexto, Margaret Wilcox imaginaba e ideaba para mejorar la vida de las personas.
Los inventos de Margaret Wilcox
En aquella época, los trenes no estaban bien equipados para conseguir la comodidad de pasajeras y pasajeros. Era habitual que las personas que viajaban pasaran un frío terrible en los días más crudos del invierno.
Margaret tuvo una excelente idea: pensó que, dado que los motores de los vehículos generan mucho calor, se podría hacer pasar un canal de aire a través del motor para luego devolverlo a los vagones.
Así, en otoño de 1893, Wilcox solicitó una patente para un sistema de calefacción para coches, aceptado oficialmente el 28 de noviembre de 1893.

Su sistema incluía una cámara de combustión bajo el coche y una red de tuberías debajo del compartimiento de pasajeros, que permitía que circulara agua caliente. Así, los viajes no solo eran más cómodos para los pasajeros, también lo eran para el conductor: las ventanas se mantenían libres de escarcha y vaho, haciendo así el transporte más seguro. A pesar de la buena idea, el sistema necesitó mejoras: su propuesta no incluía un regulador de la temperatura; si el viaje era demasiado largo, el calor podía llegar a ser sofocante. A lo largo de los años, realizó diversas mejoras a su diseño original, incluyendo elementos de regulación de temperatura.
Más tarde, su invento se utilizó para automóviles modernos, pero originalmente, Margaret diseñó el sistema para los vagones de ferrocarril de Chicago. La marca Ford comenzó a usar el modelo de aire caliente del motor de Wilcox en 1929.
En 2020, la revista Inventor’s Digest nombró la patente de Wilcox para el calentador de automóvil como una de las diez principales patentes otorgadas a mujeres.
Esta es su patente más conocida, aunque no fue la primera de, se cree, un total de nueve. El 29 de abril de 1890, consiguió una patente para un sistema de lavado de vajillas y ropa (US426486A). Posteriormente, dos de sus inventos fueron asignados a la Wilcox Water Heater Company de Chicago.
También desarrolló varias estufas y electrodomésticos, como un molde para hornear (US868312, 1907) o un calentador de agua para casa (US941597, 1909). No parece que tuvieran demasiado éxito, pero muestran unas ideas interesantes de una mujer que intentaba mejorar la vida de las personas.
Referencias
- Judith A. McGaw, Inventors and Other Great Women: Toward a Feminist History of Technological Luminaries, Technology and Culture 38 (1), Special Issue: Gender Analysis and the History of Technology (1997), 214-231
- Barb Godin, Women of Interest—Margaret Wilcox, The Voice, 30 abril 2021
- Patents by Women: Our Top 10 List, Inventor’s Digest 36 (9) (2020) pág. 35
- Patent Act of 1790, Ch. 7, 1 Stat. 109-112 (April 10, 1790), The First United States Patent Statute
- Margaret A. Wilcox, Wikipedia
Sobre la autora
Marta Macho Stadler es doctora en matemáticas, profesora del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y colaboradora en la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.