Estella Leopold, la paleobotánica que exploraba los caminos de la vida pasada para entender los del presente

Vidas científicas

Analizar y entender el pasado de la Tierra y los seres vivos, especialmente las plantas, que habitaron en ella y a la vez defender el presente de nuestro planeta y esos seres vivos que lo pueblan hoy fueron las dos caras de la misma moneda para Estella Leopold, paleobotánica conocida a la vez por su erudición científica y su activismo en la conservación y la ética en la aplicación de ese conocimiento.

¿Cómo puede el hombre mantener la perspectiva sobre su dirección y el camino de su vida si pierde la referencia de los caminos que ha seguido la vida antes que él?

A Leopold ese espíritu de curiosidad y pasión científica le venía de familia. Su padre, Aldo Leopold, fue un respetado científico, escritor y filósofo que impulsó y sentó las bases de los movimientos conservacionistas de la naturaleza basados en la conservación de ecosistemas completos. Sus esfuerzos fueron recogidos por su hija, que también disfrutaba en la naturaleza y peleaba por defenderla. En su conjunto, los esfuerzos de la familia Leopold ayudaron a dar forma a la filosofía que impulsaría los movimientos defensores del medio ambiente que nacieron en la década de los 70 y llegan hasta la actualidad.

Estella Leopold (1938). The Aldo Leopold Foundation.

La botánica del presente y la del pasado

Estella nació el 8 de enero de 1927 en Madison, Wisconsin, Estados Unidos. Ya de pequeña hizo varios viajes con sus padres y sus hermanos a una campaña que tenían al norte de la comarca con el objetivo de replantar árboles y restaurar el maltrecho entorno. Todos sus hermanos siguieron carreras dentro de las ramas de las ciencias naturales, como zoología o geología.

Ella se decantó por la botánica, de lo que se graduó en la Universidad de Wisconsin y obtuvo su doctorado por la de California, Berkeley. Después ingresó en la Universidad de Yale donde entró en contacto con la palinología, el estudio de los granos de polen como una herramienta para estudiar los bosques de la última era glaciar en la zona de Nueva Inglaterra.

Los secretos de los fósiles de polen y esporas

Sus resultados ayudaron a entender cómo eran los entornos en las eras previas de nuestro planeta, así como la influencia de los cambios geológicos y climáticos en los ecosistemas actuales. En 1955 entró a trabajar en el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS por sus siglas en inglés), donde se dedicó a examinar los fósiles de polen y esporas en distintos lugares del país para reconstruir con esa información la vegetación que poblaba los ecosistemas del pasado.

Así pudo, entre otras cosas, describir los cambios que había sufrido la vegetación en la zona de Alaska con el enfriamiento asociado al Cenozoico tardío (la era cenozoica cubre desde hace 66 millones de años hasta la actualidad). Igualmente, su trabajo sobre la flora cenozoica en la zona de las Montañas Rocosas y el Pacífico Noroeste sirvió para documentar la expansión de las praderas y los bosques secos como resultado de un clima más frío y con una estacionalidad más marcada. Descubrió que hubo selvas tropicales en lo que hoy son atolones de coral en las Islas Marshal durante el Mioceno (hace entre 23 y 5 millones de años), aportando así la primera evidencia empírica de que la hipótesis de Darwin de que esos atolones se habían formado en lo que antes fueron volcanes era correcta.

Docencia y activismo

En 1975 fue nombrada directora del Centro de Investigación del Cuaternario en la Universidad de Washington, en Seattle. Desde su puesto no solo dirigía las líneas de investigación y el centro se convirtió en un lugar de generación de conocimiento referente en su área, sino que impulsó un ambiente de socialización e intercambio de ideas en eventos informales en los que se mezclaban personalidades científicas y académicas con jóvenes estudiantes al inicio de sus carreras.

Estella Leopold. The Aldo Leopold Foundation.

Se jubiló en 1982, aunque siguió ejerciendo como profesora en varios departamentos del centro. También siguió llevando a cabo trabajo de investigación, incluyendo el estudio de las consecuencias sobre los ecosistemas del Cuaternario de movimientos sísmicos, volcánicos y climáticos. Siguió haciendo estudios en Alaska y, colaborando con colegas chinos, pudieron constatar las similitudes que podían encontrarse entre ecosistemas pasados de ambas regiones, reforzando la idea de que estuvieron conectadas hace millones de años.

Siguió utilizando su voz, reconocida y prestigiosa, para defender y exigir la conservación de la naturaleza y los ecosistemas, bajo la premisa de que los estudios paleoecológicos daban la perspectiva necesaria para entender lo importante que es a largo plazo preservar estos entornos.

Tomar “el pulso de la vida”

Participó en movimientos activistas concretos que dieron pie a medidas de protección para ecosistemas varios en Estados Unidos, como el Monumento Nacional del Monte Santa Helena, o el Monumento Nacional de Florissant Fossil Beds, entre otros. Se manifestó en contra de la creación de ranchos y minas de petróleo en Colorado. Fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias, de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia y de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias.

En 2010 recibió el Premio Internacional Cosmos por toda una carrera iluminando la coexistencia armoniosa del ser humano y la naturaleza. En su discurso de aceptación, titulado “Mantener a la naturaleza sana y salva”, defendió que la restauración es una forma de interactuar con los ecosistemas, pero hay otras: “una de ellas es observar cuidadosamente cómo funciona. Desde nuestros primeros días en nuestra granja de Wisconsin, todos disfrutamos llevando un registro de las fechas en que florecían las plantas nativas o las migraciones de los pájaros, un año tras otro”, algo que describió como tomar “el pulso a la vida”.

Leopold murió el 25 de febrero de 2024.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.