Las brujas y el tartán escocés

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Ya tenemos un modelo de tartán escocés para homenajear a las mujeres acusadas de brujería. El diseño en negro, rojo, gris y rosa recuerda a los miles de personas, en su mayoría mujeres, que fueron perseguidas por la ley de Brujería de Escocia vigente entre 1563 y 1736. Se pretendía imponer la piedad en el nuevo país protestante y la ley condenaba a los que conspiraran con el diablo. Unas 2500 personas murieron bajo su aplicación y las mujeres fueron el principal objetivo.

Las brujas de North Berwick conocen al Diablo en el camposanto local, panfleto contemporáneo,
Newes From Scotland. Wikimedia Commons.

El tartán y sus mitos

El tartán escocés es el tejido de lana con el que se fabrican determinadas prendas de ropa, como el famoso kilt, la falda escocesa masculina. Puede tener o no tener patrones de cuadros, si no los tiene también es tartán. Con el tiempo, se alternaron hilos de distintos colores que formaron un patrón de cuadros, que es lo que actualmente asociamos con la palabra tartán y, sobre todo, con Escocia y sus clanes familiares.

La idea de los clanes y sus colores puede parecer muy atractiva, pero es una creencia popular alimentada por libros y guías de viaje mal documentados. Es, sencillamente, uno de los mitos más llamativos que rodean a la historia de Escocia. El tejido de tartán sí es antiguo pero no sus diseños, que aparecen en los siglos XVI y XVII, diseños que no estuvieron asociados nunca a ningún clan hasta el revival folklórico del siglo XIX.

El resurgir del tartán

En la primera mitad del siglo XIX, se puso de moda, gracias a obras como las de Sir Walter Scott, una imagen idealizada del highlander y de sus tradiciones asociadas. El tartán escocés pasó de estar prohibido hasta finales del siglo XVIII, a ser un producto muy codiciado por las clases medias británicas e, incluso, por la alta sociedad. Así, la «antigua tradición» de los tartanes y los clanes fue impulsada por Walter Scott para un espectáculo que celebraba la visita del rey Jorge IV a Escocia en 1822.

Jorge IV fue el primer rey británico en viajar al norte de la frontera en casi 200 años. En ese momento, las novelas históricas de Scott, nacido en Edimburgo, eran bestsellers y el propio monarca era un admirador suyo. Por ello, a Scott se le encomendó la tarea de darle una calurosa bienvenida, y el festival que organizó se basó en su imaginación y casi nada en la realidad histórica. En él, representantes de clanes escoceses se disfrazaban de montañeses, vistiendo sus tartanes de clan supuestamente tradicionales y únicos.

Es cierto que Scott no lo inventó todo de la nada. Los montañeses llevaban tartán y había variaciones regionales, pero no una taxonomía familiar estricta; y tras la derrota decisiva del ejército montañés de Carlos Eduardo Estuardo en la batalla de Culloden en 1746, el tartán estuvo prohibido durante 40 años. Cuando se levantó la prohibición, los montañeses se habían acostumbrado a usar el mismo tipo de ropa que usaban los escoceses de las tierras bajas.

Nostalgia por un pasado ficticio

Fue el comercio lo que revivió el tartán. A principios del siglo XIX, una familia de comerciantes tejedores en Edimburgo montó un negocio que tuvo mucho éxito: combinó tartanes con clanes, rescató diseños antiguos y creó otros completamente nuevos. Scott aumentó esta ficción promocionándola hasta el infinito y el tartán se estableció como uno de los ultrasímbolos de Escocia.

Pero no todo el mundo llevaba tartán en Escocia; algunos se resistieron a lo forzado de este símbolo y una anécdota cuenta que un residente de Edimburgo se quejó del despropósito de Scott al crear una nación de montañeses con gaita y tartán, uno para las fiestas y otro de diario. El propio yerno de Scott se refirió a ello como una «alucinación». Pero muchos aceptaron la romántica reconfiguración de la historia. El propio rey estaba encantado de reclamar sus raíces escocesas y presumir de falda kilt de tartán Royal Stuart y medias rosas. Los habitantes de las tierras bajas empezaron a vestirse con los colores de los highlanders y así nació la creencia del tartán escocés, uno para cada clan. Dos décadas más tarde, el príncipe Alberto, consorte alemán de la reina Victoria, vistió el Palacio de Balmoral, residencia estival de los reyes en Escocia, como en una fantasía celta kitsch y diseñó su propio tartán.

La marca de Escocia

Desde la época de Scott, el tartán ha estado ligado al deseo de vender Escocia al resto del mundo. Al pasear por la Royal Mile de Edimburgo se pueden ver bufandas de tartán, faldas de tartán, cárdigan de tartán, latas de galletas de mantequilla de tartán, gorros de tartán y, por supuesto, faldas escocesas de tartán. El público comprador es el visitante que busca llevarse algo «auténtico» a casa.

Cuando los escoceses emigran al extranjero, es la «alucinación» de Scott la que perdura. Un cuadrado de tartán de 14 por 14 pulgadas llegó a la luna tres años antes que la Biblia porque el astronauta Alan Bean, cuyo antepasado escocés había abandonado la patria a mediados del siglo XVII, llevó una muestra del clan MacBean para dar una vuelta en su módulo lunar en 1969. En la actualidad, 27 estados tienen su propio tartán, incluidos Texas, California, Hawái y Rhode Island. Una empresa, USA Kilts, ofrece el tartán American Dream, que presenta 76 hilos azules por el año 1776 (independencia de Estados Unidos, declarada el 4 de julio de 1776), 13 franjas rojas por las 13 colonias originales y una franja dorada como referencia a la «puerta dorada» mencionada en el poema de Emma Lazarus dedicado a la Estatua de la Libertad.

Cuando los punks adoptaron el tartán como símbolo antisistema en los años setenta, no reivindicaban los derechos de los habitantes de las tierras altas. Cuando las colegialas japonesas visten faldas cortas de tartán, no pretenden evocar el espíritu de la rebelión jacobita.

En la actualidad, se siguen inventando tartanes y los últimos años han visto un florecimiento de diseños.

Cualquiera puede crear su propio tartán y registrarlo ante el gobierno escocés. Desde 2020 se han registrado dos tartanes dedicados al cambio climático: el tartán Climate Emergency y COP26 – A New Dawn. Y están las brujas escocesas con un diseño que simboliza su persecución y que quiere visibilizarlas.

Hilos cargados de simbolismo

En este caso, los colores negro y gris representan los «tiempos oscuros de este período y las cenizas de los quemados». El rojo representa la sangre de las víctimas, mientras que el rosa simboliza las «cintas legales utilizadas para encuadernar papeles tanto en aquella época como ahora».

© The Scottish Register of Tartans.

Incluso el número de hilos del tartán es significativo. Los grandes cuadrados negros están formados por 173 hilos, que es el número de años que estuvo en vigor la ley. Las líneas más delgadas del tartán tienen 15 o 17 hilos, que representan la suma de los dígitos del año en que se implementó la ley, 1563, y la suma de los dígitos del año en que fue derogada, 1736. Las franjas rojas y rosadas se repiten tres veces, lo que simboliza los tres objetivos de la campaña de las Brujas de Escocia, homenajear a las víctimas, solicitar el perdón institucional y erigir un monumento a las brujas asesinadas. «Me encantó crearlo porque, como mujer que siempre dice lo que piensa, estoy bastante segura de que yo habría sido una de las víctimas», dice Zoe Venditozzi, promotora, junto a Claire Mitchell, de esta iniciativa.

La Ley de Brujería se promulgó en 1563, tres años después de que el parlamento de Escocia declarara al protestantismo como la religión oficial del país, según Historic Environment Scotland, el organismo gubernamental encargado de preservar la historia de Escocia. La ley era escueta y no daba detalles sobre lo que constituía brujería, hechicería o nigromancia, pero en toda Escocia la gente empezó a acusar a sus amigos, vecinos y familiares por cualquier cosa sospechosa. En muchos casos, se empleaba un «pinchador de brujas» para buscar en la acusada o el acusado una marca dejada por el diablo: a menudo, una cicatriz, un lunar, una verruga o una marca de nacimiento que se pinchaba y si no dolía eso era indicador de marca del diablo.

Las brujas acusadas eran torturadas y se las dejaba sin dormir por largos periodos de tiempo hasta que confesaban. La mayoría de las mujeres condenadas eran estranguladas hasta la muerte y luego quemadas; se cree que sólo un «número muy pequeño» fue quemado vivo, según Historic Environment Scotland.

En total, alrededor de 2500 escoceses fueron asesinados en virtud de la ley, el 85 % de ellos mujeres, según un estudio sobre brujería escocesa de la Universidad de Edimburgo.

La escritora Tish Thawer tiene una frase maravillosa que nos motiva a seguir visibilizando a muchas mujeres condenadas a infinidad de hogueras sólo por ser mujeres:

Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

2 comentarios

  • Interesante, Marta, es la opinión de un diletante, todo oídos incluso a la letra muda, como mudas quedaron las palabras de quienes ni siquiera se les permitió la pregunta del por qué. Con la felicitación por tu quehacer, desde la distancia, un gran abrazo.

    • Estimado Domingo, es muy grato para mí contar con tus palabras sabias. Imponer silencio a quien tiene palabras de respeto nos perjudica a todos. Las injusticias causadas por miedo a perder privilegios y poder nos dañan a todos. A todas. Gracias enormes y un gran abrazo.

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