Elise Caroline Destrée Bommer (1832-1910) y Mariette Hannon Rousseau (1850-1926), destacadas micólogas belgas

Vidas científicas

Entre las grandes botánicas dedicadas al estudio de los hongos, destacan las autodidactas belgas de habla francesa Elise Caroline Destrée Bommer y Mariette Hannon Rousseau. Siguiendo la excelente huella dejada por su compatriota Marie Anne Libert (1782-1865) fueron muy activas en micología y estuvieron entre las primeras mujeres en nombrar especímenes de hongos y en establecer una sociedad micológica.

Elise Caroline Bommer. Wikimedia Commons.

Elise Caroline Destrée nació en 1832 en el Royal Castle of Laeken (la residencia oficial de los reyes de los belgas). Según han descrito Sara Maroske y Tom May, su padre trabajaba en el castillo lo que propició que mientras iba creciendo Élise Caroline disfrutara de la libertad de pasear por los cuidados jardines y explorar los bosques de la zona. Su formación también se vio favorecida porque una de las institutrices de palacio le dio clases y así recibió su primera educación. A partir de los diez años, la niña perdió la independencia que gozaba pues fue enviada interna a un colegio femenino en el que permaneció durante seis años. Inicialmente, continúan los autores, se sintió extraña pero pronto se adaptó a la disciplina y reveló ser una buena estudiante, además de desarrollar su talento para la música.

Cuando Elise Caroline regresó con veinte años tuvo que abandonar la música por una carrera comercial. Fue aprendiz de una firma en Bruselas, pero las largas horas de monótono e insatisfactorio trabajo se sumaron a su debilitada salud, como podemos leer en Wikipedia. A partir de esas fechas, decidió satisfacer su curiosidad intelectual estudiando botánica, una disciplina que desde pequeña había despertado su interés. El médico de su familia le prestó ayuda poniéndola en contacto con un profesor de botánica de la Universidad de Bruselas, Jean-Édouard Bommer (1829-1895), quien le proporcionó una necesaria guía intelectual.

La «guía intelectual» se convirtió en una relación más estrecha, y el profesor y su alumna se casaron en 1865. Tuvieron al menos dos hijos y uno de ellos, Charles (1866-1938), sería posteriormente un notable paleobotánico. A pesar de sus nuevas responsabilidades domésticas, han puntualizado Maroske y May, Elise Caroline, ahora también apellidada Bommer, continuó estudiando botánica con la ayuda de su marido.

En 1873, Destrée Bommer conoció a la esposa de otro profesor de la universidad, Mariette Hannon Rousseau (1850-1926); tras largas charlas descubrieron que tenían intereses semejantes y decidieron trabajar juntas. Jean-Édouard Bommer sugirió a las dos amigas que estudiaran los hongos locales, muy poco analizados, salvo por las importantes aportaciones de Marie Anne Libert. El proyecto entusiasmó a las dos, por lo que emprendieron con notable interés un trabajo de investigación que se reveló muy fructífero. Siendo autodidactas, encontraron una gran ayuda tras poder acceder a la biblioteca local del Jardín Botánico de Bruselas, Jardin botanique de Bruxelles (Wikipedia).

Mariette Rousseau. Wikimedia Commons.

Con respecto a Mariette Hannon Rousseau, señalemos que había nacido en una educada familia belga de clase media. Su padre, Joseph Hannon, era profesor de zoología y anatomía comparada en la Universidad de Bruselas. Sobre los detalles de su escolarización, apuntan Maroske y May, solo se conoce que vivió en Alemania durante un año donde estudió lenguas y trabajó como profesora.

En 1871 se casó con Ernest Rousseau, profesor de zoología y rector de la Universidad de Bruselas, amigo de su padre; era 28 años mayor que ella. Pese a la diferencia de edad, formaban una pareja sociable que organizó en su casa y en su conocido salón, encuentros a los que acudía la élite intelectual y artística de la ciudad. La pareja tuvo al menos un hijo, Ernest Rousseau Jr. que años más tarde también sería profesor de zoología.

Una productiva amistad

La respetada profesora de química y escritora Mary Creese (1935-2017) ha puntualizado que Mariette Hannon Rousseau adquirió sus conocimientos de micología de manera autodidacta y que el tema supuso para ella un constructivo despertar, acentuado por su amistad con Elise Caroline. Al respecto, Mariette dejaba escrito que «la semejanza de nuestros gustos, el parecido de ciertos aspectos de nuestro carácter, formaron la base para un completo acuerdo de colaboración cuya actividad nunca se frenó».

Durante largas estancias en el Jardín Botánico, las dos botánicas dedicaron horas y horas de arduo estudio con el fin de adquirir la suficiente confianza en sus conocimientos de micología, que les permitiesen poder expresarlos. Entre sus primeras publicaciones, indica Wikipedia, se encuentra un catálogo de la flora fúngica de la región de 195 páginas (1879), posteriormente ampliado hasta las 350 páginas (1884). Les siguieron varios artículos sobre los hongos de Bélgica, que vieron la luz en la revista de la Société Royale de Botanique de Belgique.

En 1896 publicaron un interesante artículo sobre los hongos de Costa Rica, tras llevar a cabo un intenso análisis del material que había sido recolectado por una expedición belga en 1887. Unos años más tarde, en 1905, ambas botánicas realizaron otro trabajo semejante, aunque esta vez dedicado al estudio de los hongos de la Antártida, también recolectados por una expedición belga que había tenido lugar durante los años 1897-1899. La precisión y rigor científico con que los estudios de ambas botánicas estaban realizados proporcionó solidez a los pilares sobre los cuales se asentó su prestigio como expertas micólogas entre sus colegas.

Todas las publicaciones de Rousseau, indican Maroske y May, fueron realizadas con Bommer, quien, además, publicó un valorado libro de texto de 317 páginas sobre los hongos de los Países Bajos.

En 1910, dos días antes de cumplir 78 años de edad fallecía Elise Caroline Destrée Bommer. En sus últimos años sufrió una discapacidad física que limitó sus actividades; abandonó entonces las expediciones al campo y optó por la pintura botánica, incluyendo hongos y plantas con flores, tarea para la que gozaba de notable habilidad; además, dedicó tiempo a la poesía y la música, sobre todo a tocar el piano.

Mariette Rousseau-Hannon (1885) dibujada por James Ensor. Wikimedia Commons.

Según ha relatado Mariette Hannon Rousseau, el herbario de hongos de su amiga fue donado por petición propia al Jardin botanique National, hoy llamado Jardin botanique de Meise, uno de los más grandes de Europa. Asimismo, cientos de plantas, animales y hongos recolectados por Bommer en torno a 1890 se conservan en el Museo Nacional de Historia Natural (Naturalis Biodiversity Center) de Leiden, un centro de investigación dedicado al estudio de la biodiversidad. Cabe igualmente recordar que en nombre de Bommer se creó el género Bommerella.

Después de la muerte de su querida colega, Hannon Rousseau dejó de recolectar. A partir de esa fecha, empleó su tiempo en conservar la colección micológica del Jardín Botánico donde contaba con un espacio para trabajar. Al parecer, según Maroske y May, se trataba de una habitación muy silenciosa, casi ignorada, en la cual la botánica se esmeraba en su labor rodeada por montañas de hojas de herbario.

Al aire libre en el jardín de su casa, la vocacional Hannon Rousseau organizaba exhibiciones públicas de hongos y dirigía excursiones a un bosque cercano (Sonian Wood). Conocida por su experiencia, representaba un estímulo para los y las jóvenes que deseaban dedicarse a la micología, a quienes recibía gustosa tanto en su habitación de trabajo como en las salidas al campo.

En 1924, relatan Maroske y May, dos años antes de su muerte, Mariette Hannon Rousseau fue nombrada con la orden más alta de su país «Caballero de la orden de Leopoldo» (Knight of Order of Leopold). Además, en su honor se dio nombre a un género de hongos, Roussoëlla, y con posterioridad se le dedicó otro género, Roussoellopsis.

Para concluir, nos interesa subrayar que la significativa labor de estas dos botánicas en un tiempo donde había tantas dificultades para el trabajo científico de las mujeres, ha permanecido olvidada hasta recientemente. Incluso ellas mismas, al menos en apariencia, relegaron su trabajo a un papel secundario. Así, por ejemplo, Mariette Hannon Rousseau escribía en el obituario dedicado a Elise Caroline Destrée Bommer, enfatizando con claridad que su amiga «fue siempre mujer antes que científica, y solo se dedicaba al trabajo botánico por las tardes, después de completar sus tareas domésticas» (Rousseau 1910).

Por fortuna, en las últimas décadas, y gracias a los numerosos trabajos con perspectiva de género publicados, se ha ido perdiendo la patriarcal noción de que una mujer antes que científica deber ser abnegada esposa y madre. Lamentablemente, ese pensamiento que a lo largo de la historia ha llevado a la pérdida de tanto talento femenino, todavía no tiene un rechazo unánime en muchas sociedades del siglo XXI.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.