Vivir con las amigas a partir de los sesenta

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Vivir de manera colaborativa (cohousing) es una forma de vida en comunidad, con viviendas propias pero agrupadas que cuentan con grandes espacios comunitarios. Su filosofía está basada en la colaboración, respeto y ayuda mutua. Si a esto le añadimos la edad y el ánimo de varias mujeres para vivir juntas sin perder su autonomía, tenemos el propósito del título: vivir con amigas después de cumplir algunos años.

Los orígenes del cohousing

Este modelo de vida surgió en Dinamarca en la década de los 60 con la iniciativa del arquitecto danés Jan Gudmand-Høyer. En 1968, escribió en la revista Information un artículo titulado El eslabón perdido entre la utopía y la anticuada casa unifamiliar, en el que proponía un nuevo tipo de comunidad residencial. Su idea era crear un entorno en el que las personas pudieran vivir de manera independiente en sus propias viviendas, pero compartiendo espacios comunes para actividades diarias como cocinar, comer, socializar y cuidar de los niños. Inspirado por las ideas de Gudmand-Høyer, un grupo de familias danesas decidió poner en práctica este concepto y fundaron la primera comunidad de cohousing, llamada Sættedammen, ubicada cerca de Copenhague. Este proyecto se concretó en 1972.

Duwamish Cohousing, Seattle, Washington, Estados Unidos. Wikimedia Commons.

La idea principal era que, además de sus casas privadas, los residentes compartieran una «casa común» que sirviera como centro de actividades colectivas. El éxito de Sættedammen y otros proyectos similares generó un creciente interés por este modelo de vivienda, tanto en Dinamarca como en otros países escandinavos. En la década de los 80, el cohousing comenzó a expandirse fuera de Dinamarca, sobre todo hacia Estados Unidos, gracias a los arquitectos Kathryn McCamant y su esposo Charles Durrett, que introdujeron el concepto después de investigar sobre las comunidades danesas.

Observaron muchos beneficios en esta forma de vida: evitar la soledad, solucionar la crisis de vivienda, favorecer la cocrianza, dar soluciones al envejecimiento de la sociedad, etc. Además, las instalaciones comunitarias se basarían en las necesidades reales de los residentes. Por añadidura, la especulación inmobiliaria no tendría cabida en las viviendas colaborativas, a pesar de que habitualmente hay lista de espera de personas interesadas.

Más detalles de vivienda colaborativa

En el cohousing, las personas que lo integran gestionan todos los aspectos del grupo y buscan una interacción más intensa con sus vecinos que la que pudieran tener en una vivienda convencional. El grupo decide dónde, cómo y con quién vivir, y se decide también cada aspecto del proyecto. Esta forma de vivir no tiene jerarquías. Son comunidades de estructura y funcionamiento democrático, donde las decisiones se toman, siempre que sea posible, por consenso. El proceso de creación de estas comunidades es esencial ya que en él se determinan, mediante la participación de todas las personas, la sostenibilidad del proyecto, el estilo de la comunidad y se diseña el lugar en el que se vivirá, organizando las casas propias y las estancias comunes.

La zona residencial está compuesta por dos espacios diferenciados: las viviendas privadas y las zonas comunitarias que son una extensión de las primeras. El equilibrio entre la privacidad de cada casa y el compromiso comunitario supone una de las claves del éxito del cohousing. Cada socia o socio dispone de una vivienda y gestiona su propia economía, aunque se tomen decisiones sobre los gastos comunes y de mantenimiento. Las personas implicadas contratan los servicios que necesiten y se organizan actividades comunitarias (comidas, talleres, actividades lúdicas, culturales, deportivas, etc.).

Se pretende que la arquitectura sea sostenible, energética y económicamente, ya que sólo se construirá lo que se necesite y se compartirán infraestructuras con instalaciones más eficientes, con uso de energías renovables y empleo de materiales ecológicos.

Su fórmula jurídica es el Modelo de Cesión de Uso, donde la cooperativa es la propietaria, haciéndose cargo de la construcción y posterior administración, y los socios y socias tienen el derecho de uso ilimitado. En caso de abandono o fallecimiento se recupera el dinero aportado al capital social, en los términos indicados en los Estatutos.

No puede haber confusión entre viviendas colaborativas y un geriátrico, una ecoaldea, una comuna, una multipropiedad, una comunidad de vecinos, un convento laico, ni con el coliving, ni con el coworking… El concepto de cohousing es una alternativa al individualismo de la sociedad actual y busca recuperar el sentido de comunidad y cooperación entre las personas.

Málaga (España)

Unas cuantas amigas del malagueño barrio de la Victoria se juntaron hace treinta años con la idea de envejecer juntas viviendo cada una en su casa. Así nació el complejo residencial Santa Clara; una forma de vida en cooperativa que ya entonces sonaba utópica. Treinta años después, la idea de tomar las riendas del propio envejecimiento sigue siendo revolucionaria.

Aurora Moreno (85 años), cofundadora del proyecto, pensó en esto de vivir juntas hace ya un tiempo. Fue consciente de la soledad de las personas en lo que antes se llamaban asilos. «Faltaba el cariño y la amistad de unos con otros», cuenta Aurora, desde uno de los 76 apartamentos propios de 50 metros cuadrados y terrazas con vistas que componen la zona residencial que soñó.

Su idea se imitó y, en la actualidad, en España existen alrededor de 150 viviendas colaborativas, 12 de mayores ya en pleno funcionamiento, en las que el perfil de asociado y de asociada ya se está modificando; de uno socioeconómico y cultural medio-alto a otro de clase media. Como se deduce a partir de las investigaciones del proyecto MOVICOMA, de la Universitat Oberta de Catalunya, el cohousing es una forma de vida a la que hombres y mujeres se acercan con expectativas diferentes: los hombres, en muchos casos, se lo plantean desde la perspectiva de la corresponsabilidad y las mujeres lo hacen más con una idea de emancipación, de dejar atrás los estereotipados roles de género, «yo no quiero coger la escoba, quiero escribir mi libro». Aunque las investigaciones de MOVICOMA señalan que se siguen perpetuando los modelos tradicionales de reparto de trabajo y cuidados, que, en las viviendas mixtas, recaen en mayor medida en las mujeres.

Proyecto MOVICOMA.

Sin embargo, entre ellas, la sororidad es patente; «en una sociedad que discrimina a las mujeres en ciertos aspectos, por lo menos aquí estamos juntas», dice Aurora.

De momento, este sueño no es apto para todos los bolsillos. El sistema de ingreso, permitido a partir de los 50 años, funciona con una cuota no reembolsable (pero hereditaria) de entrada de 66 000 euros y mediante el pago de mensualidades en concepto de comunidad y servicios. Esta varía según lo contratado (comedor, limpieza, fisioterapia, gimnasia, peluquería, asistencia continuada para los más dependientes…) y ronda los 1100 o 1200 euros al mes. Las pensiones medias de jubilación son de 1137 euros. Ellas 847 euros a los 74 años y ellos, con una edad media de 70, ingresan 1363 euros de pensión.

Sería interesante que las administraciones, las posibles entidades de financiación y otros organismos entendieran bien su funcionamiento como modelos sostenibles y como un recurso opcional a incluir en el catálogo de la Ley de Dependencia.

Londres (Inglaterra)

New Ground es un cohousing de mujeres ubicado en las afueras de Londres. Es el primero en el Reino Unido dedicado exclusivamente a mujeres mayores de 50 años. En el año 2021 había 3,64 millones de personas mayores de 65 años viviendo solas en el país, el 70 % de las cuales eran mujeres.

Una pregunta que les hacen a menudo a las chicas de New Ground es si permiten la visita de hombres: «¡Por supuesto! Tenemos hermanos, padres, hijos, nietos, amantes… y todo lo demás. Lo único es que no pueden hacer es venir a vivir aquí».

Cuando les preguntan si no les parece un poco radical esta medida, responden citando la historia de un proyecto canadiense que decidió admitir hombres «para que hubiera alguien que cambiara las bombillas». «A los seis meses, todos los miembros del consejo de administración eran hombres», dice una de las integrantes de este proyecto.

En New Ground, las mujeres gestionan todo. Las tareas se dividen entre equipos de voluntarias, responsables del mantenimiento, la jardinería, las comunicaciones, la limpieza y los asuntos legales. «Este grupo de mujeres puede cambiar sus propias bombillas».

Son mujeres que se juntan para vivir en compañía y compartir las tareas de la vida diaria, manteniendo su independencia. Allí viven 26 mujeres, entre 58 y 94 años. Muchas de ellas trabajan y otras no trabajan fuera pero son activas en la comunidad.

Ocupan 25 pisos (hay una pareja), que dan a un jardín lleno de flores silvestres con huerto. Cuentan con una sala polivalente en la que hacen cenas, proyectan películas en noches de cine o tienen sus sesiones de yoga. Y la mayoría vive aquí desde su inauguración, hace ya 18 años. Comparten sus vidas desde el respeto, preservan su dignidad y cooperan en lo que cada una puede aportar. «Sí, tal vez sea una especie de utopía feminista. Pero es nuestra utopía y es imitable…».

Montevideo (Uruguay)

El objetivo de una vivienda compartida entre mujeres mayores está en el pensamiento de muchas de ellas. Esta idea se concreta para las mujeres uruguayas: a partir del Sistema Nacional Integrado de Cuidados, un grupo de mujeres ya cerca de los sesenta, independientes, comenzó a elaborar un proyecto para desarrollar una forma colectiva de vida que, manteniendo la necesaria privacidad individual, proporcionara una vida cotidiana compartida.

La convivencia en grupo les daría la posibilidad de evitar la soledad, cuidar la salud integral, mental y social y ser consecuentes con su idea de defender los derechos humanos, en particular los de las personas en su vejez. La vivienda colaborativa les pareció la mejor manera de vivir ya que se basa en la interacción social y el apoyo mutuo.

Mujeres con historias.

La propuesta de las viviendas colaborativas en Montevideo se convertiría en referente, ya que plantea una solución viable a los problemas vitales, sociales y económicos que aparecen en edades avanzadas en las mujeres de la ciudad. «Ser autónomas, y tomar el control de nuestras vidas, es uno de los principios básicos del feminismo». Lo dicen varias mujeres uruguayas que formaron en 2019 una organización no gubernamental sin fines de lucro, la asociación civil Mujeres con Historias. Su objetivo es desarrollar estrategias de reconocimiento de los derechos humanos fomentando la inclusión, la justicia y la igualdad de género, en especial de mujeres con una cierta edad. En la actualidad el desarrollo del proyecto se implementa a partir de un grupo interdisciplinario de 28 mujeres.

También se plantean la realización de actividades sociales y culturales con instancias abiertas a la comunidad. Otro aspecto que tienen en agenda es el desarrollo del anteproyecto arquitectónico, su presupuesto y proyecto ejecutivo a través de concurso. La idea es diseñar los espacios según sus necesidades, abrirse al entorno inmediato y aceptar ayudas e intervenciones de otras entidades y organismos.

Sabemos que la sociedad está envejeciendo y que la población será cada vez más dependiente. Parece lógico pensar en alternativas ante la vejez sin perder de vista que todas las personas deberían poder elegir cómo, dónde y con quién vivir; sin importar condiciones de edad, de orientación o identidad sexual, de discapacidad, de etnia, de estatus socioeconómico, etc. Quizá, las viviendas colaborativas lleguen a ser un sueño realizable.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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