Esta es la historia de una quincena de esclavas afroamericanas cuyos cuerpos fueron explotados para ser sometidos a cirugías experimentales que ayudaron a sentar las bases de la ginecología moderna.
Anarcha, Betsy y Lucy son los nombres de tres mujeres negras que vivieron y trabajaron en plantaciones cerca de Montgomery, Alabama, en la década de 1840. Nos referimos a un momento en la historia de Estados Unidos en el que la trata transatlántica de personas ya no era legal, pero la esclavitud aún estaba permitida –la Proclamación de Emancipación por la que se ordenó la liberación de esclavos tardaría dos décadas más en llegar–.
Todas las protagonistas de esta historia –las tres anteriormente mencionadas y, como mínimo, doce más cuyos nombres desconocemos– eran esclavas que, tras complicaciones en sus partos, habían desarrollado una afección médica común en la época. Se trata de una fístula vesicovaginal, es decir, desgarros sin cicatrizar en el tejido que separa la vagina de la vejiga, lo que impide controlar la orina y provoca infecciones, inflamación y mal olor. Algunas mujeres presentaban incluso fístulas rectovaginales –desgarros en el recto– y no podían controlar sus heces. Las esclavas en estas condiciones –para las que entonces no existía cura– solían ser apartadas de los demás trabajadores y condenadas a vivir con el dolor y la vergüenza de sus lesiones durante el resto de sus vidas.
En busca de consejo médico
Dado que los vientres afroamericanos eran el eje de la esclavitud, intentar repararlos o restaurarlos era prioritario para los dueños de estas mujeres. Más preocupados por la pérdida de mano de obra que por su condición física, los amos buscaron el consejo del cirujano James Marion Sims, quien, al igual que muchos otros médicos del siglo XIX, estaba muy interesado en los avances y la experimentación quirúrgica.
En aquella época existía muy poco conocimiento sobre la ginecología, ya que se consideraba impropio que los médicos –hombres– observaran los genitales femeninos. Sims, sin embargo, había descubierto recientemente que colocar a las mujeres en una determinada posición le permitía ver sus órganos y practicar ciertas maniobras. El cirujano creyó que podría curar a las esclavas, y llegó a acuerdos con sus dueños para alquilarlas –y así tener control sobre sus cuerpos– por el tiempo que durara el tratamiento. Es muy poco probable que Anarcha, Betsy o Lucy tuvieran la oportunidad de consentir la experimentación a la que estaban a punto de ser sometidas.
Cirugía experimental
En 1845, Lucy fue la primera en recibir la cirugía experimental de Sims. Lo hizo sin anestesia de ningún tipo, una condición que se debía en parte a que los facultativos temían que las pacientes pudieran morir a causa de la misma y, en parte, a la creencia de que las mujeres negras no experimentaban el dolor de la misma manera que las mujeres blancas. En un quirófano repleto de médicos dispuestos a asistir al cirujano, la esclava fue atada a la mesa de operaciones para evitar que sus movimientos involuntarios interrumpieran el procedimiento. Tras la intervención, la mujer desarrolló una grave infección causada por un dispositivo que Sims le había colocado en la vejiga. A pesar de que lograron combatir la infección, la herida no se curó y la operación no tuvo el efecto esperado.
Las cirugías del resto de esclavas no distaron demasiado de la de Lucy. Cuando se dieron a conocer los resultados de las operaciones, la comunidad médica local entendió que Sims había fracasado, y dejaron de apoyarlo en sus ensayos. Las mujeres quedaron bajo el control del médico, ya que, sin cura, eran inútiles para sus dueños.
Entrenamiento de las esclavas
Sims no se dio por vencido y prosiguió con sus experimentos a pesar de haber perdido a sus asistentes. Se le ocurrió entrenar a las esclavas para que fueran ellas quienes lo ayudaran durante las operaciones, y les enseñó a cuidarse mutuamente durante sus recuperaciones. Separadas de sus familias y comunidades, con condiciones médicas que las convertían en marginadas sociales, las mujeres no tuvieron otra opción que seguir cooperando con el cirujano. Con el tiempo, se convirtieron en excelentes practicantes.
El cirujano continuó experimentando en su consultorio durante cinco años. No le faltaron pacientes, porque las mujeres afroamericanas apenas recibían atención durante sus embarazos y muchas guardaban secuelas de sus partos. Se sabe que Sims probó sus métodos sobre una quincena de mujeres, aunque solo Anarcha, Betsy y Lucy fueron identificadas en sus anotaciones.
En el verano de 1849, haciendo uso de todas las herramientas y técnicas que había desarrollado durante los últimos años –incluyendo el archiconocido espéculo vaginal de Sims–, el cirujano realizó la operación número 34 sobre Anarcha. Esta vez, la herida sanó y la esclava se repuso.
Hito(s) históricos(s)
Los procedimientos experimentales de Sims revolucionaron la historia de la cirugía ginecológica; su técnica, publicada en 1852, se convirtió en el primer tratamiento para las fístulas vesicovaginales. El médico, considerado por muchos el padre de la ginecología moderna, fue nombrado cirujano jefe del primer hospital para mujeres del estado de Nueva York, fundado específicamente para tratar esta afección. Posteriormente se trasladaría a Europa. Las protagonistas de esta historia, en cambio, fueron devueltas a sus dueños para seguir siendo esclavizadas.
Con el tiempo, Anarcha, Betsy y Lucy se han convertido en un símbolo de lucha y reconquista de los cuerpos de mujeres históricamente dañados y negados.
En 2018, la organización Black Youth Project 100 solicitó –y consiguió– la retirada de la estatua de Sims en Nueva York, erigida en 1934, por primera vez en honor a un médico, en reconocimiento a sus “innovaciones” en el campo de la medicina. Ese mismo año, la banda de hardcore punk feminista War on Women escribió una canción llamada Anarcha en la que denuncia las acciones del cirujano y un contexto más generalizado en el que los hombres imponen su voluntad sobre los cuerpos de las mujeres.
En 2021, la artista y activista estadounidense Michelle Browder creó el Monumento a las Madres de la Ginecología en Montgomery, Alabama, cerca del consultorio donde el cirujano había realizado sus experimentos. Las estatuas de Anarcha, Lucy y Betsy están hechas a partir de objetos de metal desechados para simbolizar cómo se ha tratado históricamente a las mujeres negras y para demostrar la belleza de lo roto y descartado.
Referencias
- Life Story: Anarcha, Betsy, and Lucy. The Mothers of Modern Gynecology, Women & the American Story
- Majo Andrade, Anarcha, Lucy y Betsey: la descolonización corporal, Lado B, 10 septiembre 2019
- El oscuro nacimiento de la ginecología moderna, PeriFéricas, 7 octubre 2020
- Natalia Guerrero, ¿Sádico o salvador?: quién fue J. Marion Sims, el médico que hizo cirugías vaginales sin anestesia en esclavas negras y es considerado el «padre de la ginecología moderna», BBC Mundo, 17 septiembre 2017
- Las esclavas sometidas a cruentos procedimientos quirúrgicos que acabaron transformándose en las madres de la ginecología, BBC Radio 4, 19 octubre 2024
Sobre la autora
Edurne Gaston Estanga es doctora en ciencia y tecnología de los alimentos. Actualmente se dedica a la gestión de proyectos en organizaciones que fomentan la difusión del conocimiento de la ciencia y la tecnología.
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