Naomi Datta, la cartógrafa de las bacterias resistentes

Vidas científicas

La genetista británica Naomi Datta reveló al mundo con sus investigaciones uno de los misterios médicos que hoy todavía son un foco de mortalidad humana en aumento: los factores genéticos que están detrás de la resistencia de algunas bacterias a los antibióticos, fármacos que apenas dos años antes de su nacimiento había descubierto Alexander Fleming y que ya eran medicamentos ampliamente utilizados en todo el mundo. Se trata de la transferencia genética horizontal entre bacterias, todo un desafío para la medicina que sigue generando controversia.

Naomi Datta. Royal Society.

Naomi Datta (cuyo apellido de soltera fue Goddard) nació el 17 de septiembre de 1922 en el seno de una familia de clase media inglesa, en Paddington (Londres). Fue en su ciudad natal donde acudió los primeros años a la escuela y después, ingresó en un internado femenino donde tuvo la fortuna de tener una buena profesora de ciencias. Ella estimuló su interés en esa área que más tarde consolidó el ejemplo de su hermana mayor, licenciada en fisiología, en su caso inspirada por una película sobre Louis Pasteur. No obstante, Noemi a punto estuvo de tomar el rumbo hacia la semántica tras un viaje por Europa con sus padres; pero en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial y, de vuelta a su país, se puso a trabajar como enfermera en el Hospital de Cirencester.

Aquello fue determinante para animarla a estudiar medicina en el University College de Londres (UCL). En ese ambiente, en 1941, conoció al que sería su futuro marido, Satya Prakash Datta, hijo de un afamado médico de Lahore (India). Se casaron dos años después. Su intención era estar en la UCL, pero se encontró con que existía un cupo al número de mujeres que podían matricularse, un desprecio que le afectó, según se recuerda, durante muchos años. Como no pudo ser, estudió medicina en la Escuela de Medicina del Hospital West London, donde se licenció en 1946. Esos primeros años trabajaría como médica auxiliar en varios hospitales.

Más tarde, entre 1949 y 1957, fue contratada por el Servicio de Laboratorio de Salud Pública y comenzó a colaborar con departamentos de patología, un área de la medicina que enseguida la fascinó. Con apoyo de su cuñado, destacado patólogo, se diplomó en bacteriología y de pasante se convirtió en profesora de la Royal Postgraduate Medical School (RPMS) del hospital de Hammersmith, hoy parte del Imperial College, que a punto estuvo de fusionarse con la UCL a comienzos de este siglo, la misma universidad que le había negado una plaza de estudiante. Allí trabajó durante los siguientes treinta años.

Durante todo este tiempo, Naomi, a quien le encantaban los niños, combinó su carrera científica con la crianza de sus tres hijos, algo que no era nada habitual en su época. Fue una decisión apoyada al cien por cien por su esposo Prakash, aunque eso no impedía que fuera ella la responsable de tareas que se consideraban de su género, como la cocina. Es más, llegó a publicar un artículo sobre cómo compatibilizar esa función con su trabajo como investigadora a tiempo completo.

La salmonella, clave en su vida

En 1959 un grave brote de Salmonella typhimurium se cruzó en su vida. Se había desatado en el hospital Hammersmith y unos colegas la animaron a estudiarlo. Descubrió que había cepas aisladas resistentes a la estreptomicina, antibiótico que habían suministrado a los pacientes y que, además, esa resistencia se transmitía entre distintas bacterias, de lo que dedujo que se transmitía genéticamente. Los resultados los publicaría en 1960, confirmando lo que un año antes habían encontrado en Japón y ampliando el conocimiento que se tenía. En concreto, el análisis genético de Naomi demostró que había factores que transferían la resistencia a esos tratamientos de las bacterias, provocando que no funcionaran, y que, además, se transmitían libremente entre cepas. En su trabajo, el primero del tema en Europa, se apuntaba que este problema estaba en rápida expansión y no sólo afectaba a la estreptomicina, sino también a la sulfonamida, el cloranfenicol o la kanamicina, lo que iba a dificultar uso continuo de antibióticos, por entonces muy descontrolado, en la medicina.

En colaboración con colegas como Bill Hayes, Naomi encontró que la transferencia de esas resistencias entre bacterias se debía a pequeños bucles replicantes de ADN, posteriormente llamados plásmidos. El año 1971 fue una fecha importante, cuando el bioquímico Robert Hedges se trasladó al laboratorio de Naomi y juntos iniciaron una colaboración que daría grandes frutos. Ambos se volcaron en la clasificación de los plásmidos en familias, un trabajo reconocido en todo el mundo porque facilitó el mapeo genético que permitía seguir su propagación y que, más adelante, dio paso a la clonación de genes y la ingeniería genética.

De hecho, en el laboratorio comenzaron a recibir grandes termos con muestras bacterianas, envasadas en hielo seco, de hospitales de todos los lugares. Era el referente para el estudio de bacterias resistentes en un momento en el que esa resistencia se propagaba a gran velocidad generando una gran alarma. Por ejemplo, fármacos como la trimetoprima, lanzados en 1962, ya tenían bacterias resistentes en 1971, como Datta y Hedges encontraron en algunos enfermos. Poco después, se aislaron cepas de la bacteria E. coli que eran muy resistentes a este antibiótico en terneros que habían sido tratados con él. Durante años, siguieron descubriendo plásmidos y, a partir de mediados de la década de 1970, cuando la tecnología ya lo permitía, los comenzaron a utilizar la clonación de genes para sus trabajos científicos. Aquello de clonar era un trabajo polémico: pese a que Naomi Datta y su equipo defendían que era improbable que esa clonación, hecha en su laboratorio, propagara genes de resistencia más de lo que ocurría de forma natural; finalmente se pusieron una serie de normas para controlar estos trabajos que no sentó bien a los investigadores. Lo que la preocupaba más era que se hubieran acumulado genes de resistencia «a tantos antibióticos no relacionados en tan poco tiempo».

Naomi Datta. Wikimedia Commons.

Naomi Datta se jubiló de su carrera científica en 1985, con 63 años, motivo por el cual se organizó un simposio en la Universidad de Birmingham dedicado a sus logros. Poco después, fue elegida miembro de la Royal Society. En el fondo siguió, fue un retiro parcial, pues durante muchos años continuó participando en seminarios y aprendiendo de nuevas áreas. De hecho, tras jubilarse estudió lingüística y evolución humana, y para su tesis de ese último máster, investigó las variaciones del cromosoma Y en personas griegas, turcas, grecochipriotas y turcochipriotas. Además, quienes la conocieron recuerdan que disfrutaba mucho del tiempo en su jardín, con sus nietos y en los viajes con Prakash. Falleció el 30 de noviembre de 2008 por un derrame cerebral. Y no hay nadie que no la recuerde como una persona siempre dispuesta a ayudar a los demás, entusiasta y solidaria.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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