Las iroquesas como referentes para una sociedad igualitaria

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Hace mil años, a nosotros los iroqueses, los Haudenosaunee, se nos dieron las reglas de la democracia. Sus principios son: paz en la mente y equidad en la comunidad, que conllevan justicia para el pueblo; y en el poder, mentes buenas que encarnan cuidados en la salud y en la razón de los que representan…

El pueblo iroqués ya sabía que el verdadero consenso se construía hablando, escuchando y considerando diferentes puntos de vista hasta llegar a un nuevo entendimiento. Sabía que todas las personas que intentaban tomar una decisión tendrían que llegar a una única idea para poner en práctica. Lo importante era dar voz a todas esas personas con historias diferentes, con sus propias perspectivas que eran como regalos que aportaban para crear un equilibrio. Nadie se quedaba fuera.

Un grupo de iroqueses (1914). Wikimedia Commons.

La Confederación Iroquesa se formó antes de que los europeos llegaran a América, alrededor de 1142. Esta Confederación unía a cinco –y años más tarde seis– naciones, cada una con cultura y dialectos diferentes, pero con una lengua común que compartían todas.

Los Clanes

Cada nación se organizaba en clanes con nombres de animales, tres de aire, tres de agua y tres de tierra. Cada clan lo formaban familias que tenían algún antecesor femenino común, ya que la línea se llevaba por la parte materna, era matrilineal. Cuando se casaban, el marido se mudaba a la casa de la mujer y los hijos formaban parte del clan de la madre, porque los clanes eran gobernados por mujeres que tomaban todas las decisiones sobre tierras y recursos. Eran las propietarias de la tierra y cuidaban los cultivos. Los hombres preparaban el terreno para sembrar y las mujeres cultivaban sobre todo las «tres hermanas»: maíz, frijoles y calabazas. El maíz era un cultivo importante para los iroqueses. Tenían más de cincuenta formas de cocinarlo, incluidas las más populares, las tortitas de maíz. Se cultivaba de muchos colores y de diversas variedades. También se utilizaba para otros usos; las hojas de maíz se usaban para hacer muñecos, cuerdas, cordeles, leña y relleno para almohadas. La mazorca de maíz se utilizaba como tapón de botella, cepillo para fregar y combustible para ahumar carnes.

Los asentamientos estaban formados por varias casas alargadas (wigwams) que no tenían separaciones por dentro y en ese único espacio se repartían las camas a los lados. En cada casa vivían hasta sesenta personas, entre cinco y veinte familias del mismo clan: abuelas y abuelos, madres, padres, las esposas y los esposos, las hijas, los hijos, los primos y las primas, etc. y todos juntos. Si el clan crecía, la casa también. La mujer de más edad, o la más respetada, ejercía el papel de Madre del Clan. Cuando ella moría, el título lo heredaba la familiar a la que considerasen la más adecuada.

Las wigwams eran también un elemento fundamental en el sistema de gobernanza iroqués. Mujeres y hombres se reunían para discutir asuntos, llegar a acuerdos y después comunicar los resultados del consenso a los líderes. Se esperaba que la gente no faltara a estas reuniones porque el acuerdo final del grupo era crucial. Lo que se decidiera allí afectaba al grupo y tenían que llegar a un consenso final ventajoso para todos.

Interior de una casa comunal iroquesa. Wikimedia Commons.

Las niñas y los niños se reunían alrededor de las discusiones y participaban en las cosas cotidianas de la casa. Crecían observando y escuchando cómo las mujeres y los hombres tomaban decisiones y tenían interiorizado este proceso «democrático».

El Consejo de las Madres

Las mujeres se hacían oír a través del Consejo de las Madres y del Consejo de Mujeres.

  • El Consejo de las Madres estaba formado por las matriarcas de los clanes, las más ancianas y respetadas. Este grupo de mujeres era responsable de mantener la armonía entre clanes y naciones. Hacían una selección para los puestos de hoyaneh, los líderes de cada nación, y los formaban. Hoyaneh significa «cuidador de la paz» y cada nación tenía varios, que se reunían para ponerse de acuerdo en cuestiones como expandir su poblado o trasladarse. Su principal misión era la de representar la voz de su gente ante el Gran Consejo y eran supervisados por el Consejo de las Madres para asegurarse de que cumplían su función. Las leyes de los iroqueses ponían el acento en la honestidad de los hoyaneh que debían anteponer las necesidades de su pueblo a las suyas propias. En caso de que esto no fuera así, el Consejo de las Madres podía reemplazarlos.
  • El Consejo de Mujeres se reunía para asuntos importantes, aquí participaban todas las mujeres del clan excepto la Madre del Clan. El Consejo de Hombres lo formaban todos los hombres del clan. Estos consejos de mujeres y de hombres informaban a la Madre del Clan y ésta informaba a su hoyaneh sobre la situación de la gente y otros asuntos.

El Gran Consejo se convocaba cuando una nación lo requería para discutir asuntos que afectaban a toda la Confederación Iroquesa, como tratados de paz, guerras, alianzas… Los hoyaneh de todas las naciones, unos cincuenta en total, se reunían en Onanga.

La Constitución de los Iroqueses

La Gran Ley de la Paz o Gayanashagowa es la constitución oral de los iroqueses, que todavía hoy funciona e inspira a muchos modelos organizativos. Según la tradición, el Pacificador, la gran iroquesa Jikonsase e Hiawatha, establecieron esta ley, que contiene los derechos, obligaciones, protocolos, roles y funciones de la Confederación, sus tribus o naciones y clanes. Alrededor de 1850 esta Ley se tradujo al inglés recogida en 117 artículos. Aunque la espiritualidad es la base de estos estatutos o leyes, las funciones sociales y las funciones de guerra estaban separadas. Por ejemplo, si algún hoyaneh quería participar en un combate, tenía que renunciar a su cargo.

Varias fuentes afirman que el sistema político estadounidense se inspira en los griegos. Sin embargo, otros historiadores aseguran que los inicios de la democracia norteamericana están en la estructura social de la Confederación Iroquesa. Cuando los europeos llegaron a América encontraron comunidades iroquesas muy bien organizadas. Su alianza controlaba un vasto territorio en posiciones estratégicas. Su principal rol no era militar o económico, su poder no estaba en las armas o fuerza, sino en su capacidad de entender y practicar la paz. La Gran Ley de la Paz, incluía la libertad de expresión, libertad de religión, los derechos de las mujeres y su participación en la toma de decisiones. En 1987, el Senado de los Estados Unidos reconoció, en una resolución especial, la influencia de la Gran Ley de la Paz Haudenosaunee en la Constitución de los Estados Unidos.

El sistema iroqués evitaba que el poder se concentrase en una sola persona, lo que se asemejaría a formar el Congreso, Parlamento, etc. Algunas ideas de la Gran Ley de la Paz están integradas en la constitución estadounidense, pero se omite algo esencial: el rol que representaban las mujeres. Se olvida la importancia que tuvieron para mantener el equilibrio, la visión de paz y respeto, su habilidad para recoger todas las voces, para dar consejo o para supervisar el trabajo de los líderes. Eran las guardianas de la cultura, las responsables de definir las normas políticas, sociales, espirituales y económicas de la nación.

Las primeras sufragistas

¿Qué relación hay entre las feministas del XIX y las iroquesas? Nuestras antepasadas tuvieron que sacar de algún sitio el coraje para exigir una vida mejor. Estaban rodeadas de voces que les decían que la existencia asfixiante que llevaban era la única posible. La mujer fue creada para someterse al hombre, tronó la Iglesia y la ciencia asintió para aprobar que el camino de Dios era también el camino de la naturaleza.

El derecho común, basado en la ley de la Iglesia, silenciaba sistemáticamente a las mujeres; no podían votar, no podían poseer propiedades, ni controlar sus propios salarios ni tener voz sobre sus cuerpos o sobre los hijos que parían. Las mujeres solteras eran antinaturales ya que no estaban bajo el control de un marido y no les iba mejor bajo la autoridad de sus padres.

«La afirmación de que las mujeres siempre han sido físicamente inferiores a los hombres y, en consecuencia, siempre han estado sometidas, ha sido creída universalmente», escribió Elizabeth Cady Stanton. Esta forma de pensar de los que prohibían la emancipación de la mujer anclaba los argumentos para mantenerla esclavizada.

Con esta visión universal de las mujeres, ¿cómo se inspiraron Stanton y otras primeras sufragistas para imaginar una sociedad más igualitaria? La inspiración provino de mujeres contemporáneas que vivieron vidas muy diferentes a las suyas, como las iroquesas.

Mural de Blake Chamberlain que representa a Lucretia Mott (izquierda) y Elizabeth Cady Stanton (derecha)
con un texto de periódico sobre la Convención de los Derechos de las Mujeres. Wikimedia Commons.

Lucretia Mott las conoció por sí misma cuando ella y su esposo visitaron a los Seneca, una de las seis naciones, en el verano de 1848. Observó a mujeres que tenían las mismas responsabilidades que los hombres en todos los aspectos: familiar, espiritual, gubernamental y económico. Después de la visita, Mott viajó para contar este maravilloso gobierno de igualdad a sus amigos en el oeste de Nueva York, donde planearon la primera convención sobre los derechos de las mujeres en Seneca Falls. Más allá del sufragio igualitario, Elizabeth Cady Stanton quedó entusiasmada de que «las mujeres fueran el máximo poder entre el clan y que además fueran ellas quienes eligieran al representante de su nación».

Matilda Joslyn Gage, igualmente brillante contemporánea de Stanton, describió la estructura gubernamental con más detalle. Pensaba que la división del poder entre los sexos en esta república india era casi equitativa. Escribió que la estructura de gobierno de Estados Unidos provenía en parte de la de las Seis Naciones y, por lo tanto, «el mundo moderno [está] en deuda con los iroqueses por su primera concepción de derechos inherentes, igualdad natural de condiciones y por el establecimiento de un gobierno democrático sobre esta base».

Stanton y Gage plantearon que todas las instituciones existentes de la civilización occidental (familia, iglesia, estado, poder económico…) se basaban en la opresión de las mujeres, y que tendrían que desaparecer para que las mujeres fueran libres. Sabían que estas instituciones no eran ni inherentes ni naturales, porque habían visto una alternativa en acción. El divorcio, al estilo iroqués, le pareció de una sensatez inimaginable a Stanton, a quien habían llamado hereje por argumentar que las mujeres deberían tener derecho a abandonar un matrimonio sin amor y, en ocasiones, sufriendo maltrato. Este modelo de mujeres indígenas que vivían en un mundo en el que tenían estatus, autoridad y dignidad les mostró a las primeras feministas que era posible transformar la situación en la que vivían muchas mujeres. Esa igualdad sigue siendo un objetivo por cumplir.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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