Audrey Richards: una bióloga africanista en un siglo colonial

Vidas científicas

El siglo XX fue, sin duda, el del descubrimiento de la riqueza cultural de las etnias africanas y la importancia que algunos aspectos de su vida cotidiana tenían, por cuanto eran fruto de una historia ligada a su medio ambiente. Una de las personas que más tiempo dedicó a su estudio, desde el punto de vista antropológico y social, fue la británica Audrey Richards, que nació y murió en Gran Bretaña, pero que pasó gran parte de su vida en esa África que hasta la década de 1960 estuvo bajo el poder del Imperio británico. Bióloga y etnógrafa, dejó trabajos que abrieron nuevas líneas de investigación, como su teoría de que la necesidad básica de alimentarse está detrás de cómo se organizan las instituciones y las relaciones en un grupo.

Audrey Richards.

Audrey había nacido en 1899 en una familia acomodada. Su padre estuvo destinado en la India, también colonia británica, donde ella pasó sus primeros años de vida. De vuelta a Inglaterra, pese a que sus padres preferían que no fuera a la universidad, estudió Ciencias Naturales en Cambridge y cuando acabó, con 23 años, se fue dos años de voluntaria humanitaria a Alemania. A su regreso, se matriculó en la London School of Economics, donde cayó en el círculo de Bronisław Malinowski, padre de la antropología social británica, de quien fue su alumna y luego asistente, antes de convertirse en profesora. Por entonces, esta ciencia era incipiente y, fue Malinowski quien la incitó a ir a África a investigar. “Me enviaron a estudiar una sociedad matrilineal porque parecía adecuado para una mujer antropóloga que estudiaba mujeres, pero me encontré tantos hombres como mujeres”, diría años después.

Diez años y muchos viajes a Zambia después publicaba su tesis Hambre y trabajo en una tribu salvaje: un estudio funcional de la nutrición entre los bantúes del sur, una primera investigación en la que puso su foco en la alimentación como cultura y en cómo el colonialismo estaba provocando una malnutrición que antes no tenían en el pueblo bantú bemba. “La nutrición como proceso biológico es más fundamental que el sexo”, llegó a decir poniendo las bases de lo que sería la teoría sociológica de la nutrición. Audrey, que llegó a ser nombrada ‘jefa’ bemba y aprender algo de su idioma, fue con esta etnia que planteó otra idea inédita en esas primeras décadas del siglo XX: que las vidas de las mujeres y su esfera social eran sujetos dignos de estudio antropológico.

Los ritos de iniciación de niñas a mujeres

En 1938 fue nombrada profesora en la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica, una estancia que le permitió ampliar, con más trabajo de campo, su conocimiento sobre los bemba, hoy en torno al 20 % de la población que habita en Zambia (entonces Rodesia del Norte). En su publicación Tierra, trabajo y dieta en Rodesia del Norte insistió en lo que ya había señalado en su trabajo de doctorado: que hechos biológicos como la dieta se modelan por las relaciones humanas y las tradiciones. Audrey, con el tiempo, fue ampliando el foco de su investigación a otros aspectos antropológicos, como son los sistemas de parentesco, los rituales, fenómenos de cambio económico y social, simbolismo, religiosidad, etcétera. Durante esa década de 1930, fueron muchas las campañas y expediciones que hizo por la zona oriental de África, aunque no ha llegado mucha información de las condiciones en las que se desarrollaban y las dificultades con las que, inevitablemente, se encontraría. Lo que si consiguió fue convertirse en una de las pocas estudiosas de un nuevo campo de la investigación antropológica: la sociedad africana en transformación debido al contacto con las fuerzas de la civilización occidental, que en esas décadas afianzaban su poder en el territorio.

Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, optó por regresar a Gran Bretaña y por su conocimiento del continente ocupó cargos distintos en la Oficina Colonial y en el Consejo Colonial de Investigación en Ciencias Sociales. Al término del conflicto, volvió a la docencia como profesora de antropología en la Universidad de Londres. Pero no dejaba de investigar. En ese tiempo en su país escribió su famoso ensayo Algunos tipos de estructura familiar entre los bantúes centrales (1950).

Imagen: Amazon.

Precisamente en 1950, Audrey Richards volvió a vivir a África, pensando que los políticos británico-africanos iban a valorar el asesoramiento de expertos en ciencias sociales. En concreto se fue a Uganda, donde fue la primera directora del Instituto de Investigación Social de África Oriental. Fruto de los cinco años que allí estuvo fue otro trabajo que tuvo un gran impacto e impulsó su carrera. Lo tituló Chisungu: una ceremonia de iniciación de una niña entre los Bemba de Zambia (publicado en 1956). En él hablaba de los diferentes rituales (agrícolas, de la realeza, religiosos…) en esta etnia. Entre ellos estaban los “chisingu” o ritos de iniciación de las niñas, relacionados con su fertilidad y la de la tierra. En una ceremonia que dura veintitres días y que ella había visto en directo en 1931, un evento por el cual la niña pasa a mujer y, desde entonces, un hombre puede adquirir derechos sobre ella. Para ella, no eran una formación, sino un momento de tránsito de una situación de hija a otra de esposa y estaba en la base de los valores de la tribu. Es decir, era una ceremonia más simbólica que emocional.

De vuelta a Inglaterra, con 57 años, retomó su carrera docente en Cambridge, donde fundó y dirigió su Centro de Estudios Africanos hasta su jubilación en 1967. Ese año fue nombrada miembro de la Academia Británica y más tarde lo sería de la Academia de las Artes y las Ciencias de Estados Unidos (1974). Los años 1960 fueron la década del independentismo africano y participó activamente en discursos y conferencias sobre los mecanismos sociales y políticos en ese continente. El día de su jubilación, Audrey decía ante la audiciencia:

Nosotros, los sexagenarios, empezamos a darnos cuenta de que no se espera que produzcamos ideas originales –Dios no lo quiera– y que nuestros comentarios sobre teorías recientes no son muy deseados. Paradójicamente, los estudiantes a menudo piensan que nuestras contribuciones más novedosas son recuerdos de eventos y estados de ánimo pasados: hechos e ideas olvidados porque sólo se plasmaron en palabras fugaces, de modo que, al final nos convertimos en historiadores o, tal vez, en pasto para historiadores.

Audrey Richards. LSE.

Quizá fue por esa falta de originalidad que algunos le atribuían que nunca fue nombrada catedrática, pero eso no impidió que tras retirarse de Cambridge siguiera trabajando sobre los bemba, de quienes aún tenía mucho material por analizar gracias a esa “antropología práctica” que era su predilecta, aunque no tenía tanto predicamento como la teórica. Esa tendencia la llevó a editar un estudio sobre el desarrollo político de las tribus en África Oriental o a interesarse por el mutitribalismo que estaba en auge en las zonas urbanas.

Entre sus cualidades prácticas, quienes han analizado sus investigaciones mencionan su método de investigación, buscando interrelaciones entre diferentes aspectos de una cultura. Otra, que tuvo un agudo sentido común crítico, desacreditando las posturas que ridiculizaban a las gentes que no conocían. De hecho, Audrey nunca quiso que la información que recopilaba fuera útil para la administración colonial. Siempre decía que ningún estudio antropológico puede estar totalmente completo, que siempre había cabos suelto. Quizá por ello en sus escritos no ordenaba las cosas y una de las palabras que más se repite es “problemas”.

«Sólo media hoja, señorita Richards, sólo media hoja con sus conclusiones», cuentan que le instó una vez un funcionario de Nairobi (Kenia), sabedor de cómo de minuciosa podía llegar a ser. Cuentan también que era irónica, burlona, ​​una compañera divertida, que se hizo famosa en Uganda por su truco de fiesta de encender cerillas con los dedos de los pies, pero tenía otra cara, la de una persona seria y muy moral.

Murió en 1984 cerca de Midhurst, en Inglaterra. Sus ensayos siguen siendo hoy muy consultados por antropólogos de todo el mundo.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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