Las mujeres de Pizarrales en el Instituto de Biología Funcional y Genómica

Ciencia y más

Pizarrales es un barrio de Salamanca. Un barrio obrero y trabajador, humilde y con una identidad marcada. Para que una zona urbanizable se llene de gente, lo más habitual es que las viviendas estén listas para ser ocupadas, que las calles estén asfaltadas y que el agua y la luz lleguen sin problemas. En este barrio del que hablaremos, ocurrió al revés.

Un barrio peculiar

Muchas personas que emigraron del medio rural en busca de un futuro mejor en la ciudad, se instalaron en las afueras de Salamanca, al noroeste, en un entorno que no era urbanizable. Se fueron levantando casas muy precarias sin ningún tipo de ordenación urbanística. Se utilizó pizarra que era lo que había en el suelo, entre cuestas y barrancos.

Este fue el origen de Pizarrales a principios del siglo XX. Como los vecinos no tenían agua ni alcantarillado, ni buena iluminación, ni personajes de alcurnia entre sus habitantes, el barrio se convirtió en una zona marginal, con altas tasas de analfabetismo y delincuencia. Todo se hacía entre todos y el barrio avanzaba. También entre todos llevaron el agua cavando una zanja por turnos para cubrir los más de dos kilómetros hasta el depósito más cercano, sin ayuda de las autoridades y poniendo dinero de sus bolsillos.

Pizarrales era el barrio obrero de la ciudad y estuvo vigilado de cerca durante los años de la dictadura. Sus vecinas y sus vecinos pasaron hambre y tuvieron miedo. Pero a finales de la década de 1970 la comunidad empezó a remontar. Por esa época tuvo lugar una campaña de alfabetización muy eficaz: los estudiantes universitarios se acercaban al barrio para compartir sus conocimientos académicos con las mujeres y los hombres de Pizarrales. Incluso tuvieron clases de educación sexual.

La solidaridad como bandera

En la actualidad, las casas ya no se parecen a las de antes, pero se mantiene una característica esencial del barrio: la solidaridad. Antes, si una vecina bajaba a Salamanca y dejaba los garbanzos al fuego, otra echaba agua al puchero de vez en cuando, todas compartieron el cocido en las zonas comunes en los peores años de trabajo y pobreza, todas cuidaban de los niños de todas; hoy se mantiene ese tejido social cuando parece que se impone un individualismo feroz. Hoy las hijas y las nietas de aquellas primeras vecinas se asocian y recuerdan a esas mujeres invisibles pero imprescindibles.

Las componentes de la asociación «Mujeres Invisibles» del Barrio Pizarrales en su visita al IBFG. Imagen: IBGF.

Una de esas asociaciones es la de «Mujeres invisibles de Pizarrales» que organiza actividades lúdicas, culturales, de ayuda, de reivindicar derechos, etc. El pasado 29 de noviembre, este grupo de mujeres visitó el Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG). Era una actividad incluida en el programa del Instituto por La semana de la ciencia.

La visita de las vecinas a un centro de investigación

El IBFG es un centro mixto de investigación que comparten el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Salamanca. Su origen se remonta al Instituto de Microbiología-Bioquímica fundado en 1970.

Es un edificio nuevo, con una arquitectura que llama la atención y unas instalaciones amplias y quizá no tan funcionales como se esperaba. Allí trabajan veintidós grupos de investigadoras y de investigadores con el objetivo de estudiar los mecanismos reguladores de las funciones celulares y su integración en el contexto del genoma a través de aproximaciones metodológicas avanzadas de biología celular, molecular y genómica.

El Instituto abrió sus puertas a las mujeres de Pizarrales y su directora, Olga Calvo, una bióloga molecular experta en la regulación de la expresión génica, que combina despacho y laboratorio, recibió a estas mujeres en el salón de actos. El grupo de estas veinticuatro personas se partió en cuatro subgrupos que recorrieron a su vez cuatro «rincones» diferentes, espacios que mostraban la actividad científica del Instituto. Los grupos recorrieron laboratorios en los que se hacía ciencia, se visitó la cocina provista de unos cuantos lavavajillas, autoclaves, esterilizadores y estantes para ordenar todos los «cacharros» limpios y dispuestos para su uso, se observó de cerca el área de microscopía y se disfrutó una exposición de fotografías impresionantes de bacterias y hongos con colores imposibles.

IBFG.

Todo este despliegue de ciencia en estado puro motivaba mil preguntas a las mujeres de Pizarrales. Las explicaciones de las investigadoras eran rigurosas, sin pedantería y fáciles de seguir. Las preguntas se hacían sin ningún tipo de apuro en un ambiente amable, acogedor y con las sonrisas que provocaron peluches de bacterias, levaduras y hongos para utilizar el tacto en la visita además del olfato en muchas placas de Petri preparadas para este fin. En este punto es importante señalar que la accesibilidad durante la visita en cuanto a barreras físicas, sensoriales y cognitivas fue real, no sólo un añadido en los folletos promocionales.

La experiencia quedó en la memoria del grupo que pudo ver levaduras de fisión en plena meiosis, la membrana del núcleo bien visible en un color verde y cultivos preparados para cortar con una tijerita enzimática secuencias de ARN. Se habló de Margarita Salas, se describió la técnica de montaje a partir de las imágenes tomadas con una réflex de microorganismos en medio de experimentos que se hacían allí mismo y se fueron las dos horas con mucha rapidez y mucha ciencia compartida.

Mujeres más críticas y más libres

Con iniciativas como ésta, además de divulgar ciencia y transferir conocimiento, se promueve una reflexión sobre la veracidad de lo que nos cuentan, se contribuye a formar personas libres a las que es difícil manipular con bulos y desinformación. La verdad de un dato (calentamiento global, efectos secundarios de las vacunas, beneficios de ciertos alimentos o la forma de la Tierra) se demuestra con ciencia, con rigor, verificando hipótesis, universalizando resultados.

Cuando la comunidad científica confirma un hecho, los negacionistas lo tiran por tierra con argumentos retóricos que parecen legítimos pero que no lo son. Es bueno conocer las estrategias del negacionista: el uso de sus teorías de la conspiración (los científicos están implicados en una compleja y secreta conspiración, manipulan los datos y nos engañan), la aparición de los falsos expertos («los cuñaos» que se complementan con la desacreditación del verdadero especialista), la selección de los resultados que les interesan (cherry picking), cuando apañan los resultados para apuntalar sus expectativas imposibles («mover los postes de la portería») y cuando usan falacias lógicas (el clima ya ha cambiado otras veces así que el cambio climático actual es algo natural).

Por lo tanto, antes de creer que la Tierra es plana, es bueno plantearse con qué tácticas sofisticadas «nos venden la moto».

Con actividades como el encuentro de las mujeres de Pizarrales y las investigadoras del IBFG, se promueve la cultura científica, el interés por el método científico, y se activa un sentido crítico que evita la desinformación y las mentiras de los que niegan la ciencia.

Por otro lado, es interesante saber qué finalidad tiene el dinero que se destina a la investigación, al desarrollo de la ciencia, a la innovación. El trabajo que se lleva a cabo en centros como el IBFG lo muestra de forma clara y con estas iniciativas de divulgación se hacen llegar a la ciudadanía las aplicaciones de lo que investigan. Una parte del dinero público, una parte aún demasiado escasa, se invierte en cosas como la morfogénesis y polaridad celular, la dinámica del genoma y epigenética y la regulación génica y diferenciación celular, que son algunas de las líneas de investigación del IBFG.

Todo este ambiente de ciencia, la Universidad, el CSIC, las investigadoras del IBFG, puede parecer muy alejado de esas mujeres en las casas de pizarra que atendían su puchero de garbanzos, pero lo maravilloso de avanzar hacia una sociedad cada día más justa y equitativa es que quizá no estén tan alejados un mundo del otro.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

2 comentarios

  • he leído «a finales de la década de los 70 tuvo lugar una campaña de alfabetización» no es exactamente cierta, pizarrales tenía un edificio escolar similar a los que despues de la gerra civil tenía salamanca, en los años cincuenta era maestra en esta escuela una tía -abuela mía y en el año 55 empezaron el bachiller en el lucia de medrano conmigo niñas que vivían en los pizarrales
    hemos de tener en cuenta que en los años 40 el analfabetismo en españa era muy alto, no solo en los pizarrales

    • yo no soy una experta en historia de SALAMANCA, pero leí que Jesús Málaga y el párroco Jesús García promovieron una campaña de alfabetización que llevaron a cabo estudiantes universitarios. Fue algo muy bonito porque por la mañana estudiaban en la Facultad y por la tarde, cuando volvían los obreros del trabajo y cuando podían acudir las mujeres, compartían sus conocimientos con los vecinos del barrio. Gracias por el comentario. https://lacronicadesalamanca.com/325290-pizarrales-el-barrio-solidario/

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