En mi departamento no pasa (o cómo justificar la inacción)

Ciencia y más

Los hombres cis blancos dominan la mayoría de los campos STEM y, en particular, están sobrerrepresentados en puestos con cierto poder e influencia, lo que los posiciona como un colectivo demográfico potencialmente eficaz para implementar cambios. A pesar de su proclamada indignación e interés en abordar la inequidad de género, con frecuencia mantienen patrones de creencias, discursos e inacción que, en última instancia, apoyan los privilegios de su grupo en oposición a sus intenciones.

Imagen: Pixabay.

Los hombres en la física

En el estudio de Melissa Dancy y Apriel K. Hodari se entrevistó a varios físicos y se mostró que mantenían normas sexistas que invalidaban sus discursos a favor de la igualdad. En la investigación se puso de manifiesto que las personas privilegiadas con un alto nivel educativo mantienen inercias con sus posturas evitativas: negaron que la inequidad estuviera físicamente cerca de ellos, localizaron las causas del sexismo en grandes sistemas sociales sobre los que decían no poder hacer nada y justificaron su inacción con varios argumentos.

Hay muchos hombres que se preocupan profundamente, hombres que están dispuestos a dedicar su tiempo a aprender y actuar para abordar la injusticia que ven alrededor y muchos se sienten impotentes para generar impactos positivos. Dominan numéricamente la física (y la mayoría de los campos STEM) en todos los niveles y su sobrerrepresentación aumenta en puestos de poder. Históricamente, han sido los que elaboraron la cultura y las estructuras en el mundo de la ciencia y, a pesar de mucha retórica para el cambio, continúan marcando la línea del éxito profesional.

Son muy pocos los que protegen sus intereses y sus privilegios de forma consciente, a través de mecanismos de opresión. En una encuesta realizada en 2020 a 1023 profesores de química, matemáticas y física en Estados Unidos, la mayoría de los profesores, 86 %, apoyaban el esfuerzo para promover la diversidad en su campo, mientras que menos del 2 % clasificó ese esfuerzo como «perjudicial». El 91 % de los encuestados estuvo de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación «Tengo la responsabilidad personal de tomar medidas para abordar la desigualdad en (mi campo)».

Por lo tanto, la mayoría de los hombres que estudian y trabajan en ciencia reconoce que existe inequidad, desean un cambio y están dispuestos a realizar un esfuerzo personal para lograr ese fin. Sin embargo, pese a todos los gastos de tiempo y recursos durante los últimos 25 años, el porcentaje de mujeres que obtienen un doctorado en física ha aumentado sólo marginalmente. Estos números son casi cero cuando aparecen intersecciones: de 59 894 doctorados otorgados en física en Estados Unidos entre 1972 y 2017, sólo 90 (0,15 %) fueron para mujeres negras.

¿Mediante qué mecanismos los hombres bien intencionados defienden su supremacía en física?

Para responder esta pregunta, las autoras de la investigación sugieren una lente que rara vez se utiliza al analizar a un grupo privilegiado. La mayoría de los proyectos de investigación e intervención se centran en aquellos que tienen menos poder, en los grupos discriminados. Aunque todo ese esfuerzo es esencial: fomentar el ingreso de chicas en STEM, motivar a las niñas en la escuela, elaborar pedagogías inclusivas, etc., es necesario implicar a los poderosos e incidir en que tomen conciencia. Con la lente que explora los patrones de su inmovilidad, se entrevistó a físicos con puestos estables y se observó su intención de cambio, el impacto de su forma de actuar, su lenguaje y el sistema de creencias subyacente. Se analizó cómo las palabras que utilizan perpetúan una inercia cómplice con el sexismo.

Para mantener el análisis en un tono crítico, fue necesario simplificar conceptos que no son simples; por ejemplo, comprender el privilegio tal como se aplica en los contextos de género. En esta cuestión se debe tener en cuenta el añadido de beneficios más altos de aceptación social, el respeto profesional, las oportunidades de avance en sus carreras y el consiguiente salario anual, etc., además de valorar el inexistente acoso en el trabajo. El acceso a una amplia gama de ventajas respalda su persistencia en su carrera como científicos.

Son muy pocas las investigaciones centradas en recoger las experiencias, creencias y acciones de los hombres en puestos altos. Esto no es una casualidad, sino que da una idea de cómo el poder influye en las preguntas de investigación que se pueden formular y a quién. La diversidad en los equipos de investigación siempre mejora el análisis de la realidad.

A los que tienen poder se les escucha

La posición de muchos hombres en puestos relevantes hace que sus voces se escuchen más y que el impacto en la cultura de la física sea mayor. Cuando las mujeres intentan enfrentarse al sexismo, es frecuente que tengan alguna consecuencia negativa y es probable que las desigualdades no se solucionen. Hay entornos que incluso las siguen tachando de exageradas y alborotadoras, se desestiman sus quejas sobre discriminación y se convierten en blanco de represalias. En cambio, las personas de grupos privilegiados tienen experiencias muy diferentes cuando hacen visible la opresión que sufren sus compañeras. Los grupos privilegiados que se enfrentan a los prejuicios de los otros provocan menos enfado y antagonismo que sus colegas oprimidas; no son vistos como molestos, al menos no en la misma medida que las mujeres que exponen exactamente lo mismo. Cuando un confrontador es parte de un grupo privilegiado tiene más impacto y consigue más respuestas eficaces por parte del agresor.

Pasos para actuar

El primer paso para desterrar la discriminación es reconocer que existe. En este sentido, muchos hombres se enfrentan a un desafío. Parece que algunos de ellos no son conscientes de ninguna disparidad y los que sí la ven, lo atribuyen a causas ajenas al mundo científico como la clase social o las elecciones de carrera hechas libremente.

Una vez que se reconoce la inequidad, el siguiente paso es desarrollar la motivación para actuar. Este es otro reto porque con frecuencia se minimiza el sexismo como algo que no es lo suficientemente serio como para hacerle caso.

El siguiente paso después de reconocer que la opresión existe y que tomar medidas está justificado, es actuar. Esto no es obvio porque con frecuencia, los grupos privilegiados sabotean sus propias intenciones. Los aliados por la igualdad se encuentran en una posición difícil al intentar desmantelar los sistemas de los que ellos mismos se han beneficiado, mientras están inmersos en una cultura que anima a los favorecidos a no percibir ni entender ese privilegio.

Para no ser parte del andamio que sostiene el sistema tendrían que dedicar un esfuerzo considerable a comprender su estatus y las líneas que ellos siguieron para conseguirlo. Tomar conciencia de una posible interacción paternalista con sus contrapartes discriminadas, como salvadores en lugar de como colegas o compañeros podría suponer un gran avance en igualdad.

En las entrevistas se constató que, con frecuencia, centran sus esfuerzos en lo superficial en lugar de lo importante como puede ser un cambio estructural. También se dan casos de posturas performativas: se pone el acento en hacer pública su indignación ante la desigualdad de género, en redes sociales por ejemplo, pero sin involucrarse con profundidad en los problemas de las personas vulnerables que tienen alrededor.

Epistemología de la ignorancia

¿Cómo es posible que alguien no sea consciente de algo que es obvio? La epistemología de la ignorancia postula que el desconocimiento sobre el racismo y el sexismo no es una cuestión de falta de acceso al conocimiento, sino que la ignorancia sirve a los intereses de aquellos en posiciones privilegiadas y, por lo tanto, es una postura que se mantiene en sistemas de poder, en los individuos y en las estructuras. En otras palabras, la ignorancia justifica la inercia, que todo siga igual. Por eso, identificar y comprender los mecanismos de la ignorancia puede dar pistas sobre las estrategias para acabar con ellos.

Los físicos, a pesar de profesar creencias a favor de la equidad, mantuvieron patrones de pensamiento, lenguaje y acción con los que defendían esa inercia y justificaban su propia inacción. Los tres patrones ocultos en sus discursos fueron:

  1. Esas cosas pasan lejos de mi entorno de trabajo: distanciamiento físico: la inequidad ocurre en lugares muy lejanos.

Aunque creen que existe discriminación hacia las mujeres en física, lo ven como algo que no ocurre cerca de ellos. No está sucediendo en sus aulas, en su grupo de investigación, en sus departamentos, entre sus colegas, en su área geográfica o en su campo. Esta forma de pensar es problemática porque sitúa tanto las causas como las soluciones del sexismo en la física fuera de la esfera de influencia de estos hombres. Es un mecanismo más para mantener la ignorancia.

  1. La cuestión es demasiado grande como para que yo tenga algún impacto en ello: ubicar la inequidad en las grandes estructuras sociales.

Cuando se les pidió que explicaran la desigualdad en física, los entrevistados hablaron de estructuras culturales muy amplias sobre las que no tenían control. Tres respuestas comunes:

  • Culpar al sistema educativo, la educación secundaria sobre todo, de desanimar a las niñas.
  • Argumentar que el sexismo es en su mayor parte cosa del pasado y que el cambio se producirá con el tiempo de forma natural, especialmente cuando el grupo actual de cargos en puestos de poder se jubile.
  • Atribuir la disparidad a las decisiones tomadas por mujeres y hombres con respecto a su papel de madres y padres; elegir las prioridades sobre su vida profesional o familiar, tema de cuidados, de conciliación, etc.

3. No puedo actuar, por lo tanto mi inacción está justificada. Entre las dinámicas que los físicos utilizaron para justificar su inacción están:

  • La inacción está justificada cuando el sexismo no se aprecia, aunque esté sucediendo en su entorno más cercano y/o cuando otros lo hacen visible. No tienen la responsabilidad de reconocerlo si no lo perciben.
  • Actuar crearía consecuencias negativas peores que la discriminación en sí. La inacción se justifica cuando actuar resultaría incómodo para quien exhibe el comportamiento discriminatorio. Además las mujeres a menudo no quieren que se aborde el sexismo porque hacerlo sería negativo para ellas por las consecuencias que tendría.
  • La inacción se justifica cuando no se sabe qué hacer. Algunos hombres no son capaces de entender la desigualdad como injusticia, la equidad como derecho. dependen de otros para que les digan qué hacer o para que actúen por ellos. Además, a veces, según ellos, no se puede hacer nada. No se puede cambiar a otras personas y siempre existirán prejuicios. La desigualdad es una parte inevitable de la vida.

Todos estos patrones están marcados por creencias que de forma colectiva alientan la ignorancia y la complicidad para sostener sistemas de opresión que les impide participar en cambios positivos.

Recomendaciones

Para lograr la equidad de género en ciencia, se necesita una autocrítica profunda del grupo dominante. Sería bueno que las intervenciones en cuestiones de igualdad apuntaran al cambio en personas en puestos de poder.

  1. Mostrar a cargos de nivel alto los movimientos comunes del discurso que les hacen cómplices de la opresión. A veces se necesita tomar conciencia y reconocer patrones de pensamiento y acción. Por ejemplo, el término «microagresión» ayudó a que se reconocieran y se nombrasen agresiones sutiles e involuntarias.
  2. Hacer responsables a las personas privilegiadas de su desconocimiento. No existen mecanismos de rendición de cuentas para evaluar la equidad de sus departamentos. Mientras las estructuras de recompensa permitan a los hombres permanecer y avanzar en su campo, sin tener en cuenta actuaciones sexistas o cualquier forma de opresión, es muy probable que persista la inequidad.
  3. Hacer que la igualdad sea también un tema que atañe a los hombres. Los físicos indicaron que el trabajo por la inclusión parecía ser cosa de los grupos vulnerables. En realidad, son aquellos con privilegios quienes pueden tener mucho impacto para cambios positivos.
  4. Recopilar y hacer públicos datos que midan el alcance de la inequidad en los entornos locales. La ignorancia se mantiene cuando la percepción cuenta como verdad. Es importante que los departamentos manejen datos de lo bien que van en estos temas de equidad de género. Esto incluye datos cuantitativos y datos recogidos al escuchar y validar a quienes están oprimidos.
  5. Enseñar explícitamente habilidades para abordar cuestiones discriminatorias. Los participantes dijeron que no tenían herramientas para abordar la inequidad. Aprender a reconocerla y hablar del tema de forma efectiva requiere un esfuerzo. Oponerse a la discriminación incluye, tanto directa como indirectamente, aprender a configurar los entornos de trabajo para hacer posible una inclusión real de todas las personas.

Así, en lugar de localizar la desigualdad en entornos lejanos, sería más productivo reconocer que ocurre en el ambiente local (es decir, sí, hay sexismo en mi departamento). En lugar de atribuir las causas de la subrepresentación a grandes estructuras sociales, sería más productivo reconocer que muchas personas abandonan la física debido a un ambiente hostil en las clases y en los departamentos en los que trabajan (es decir, los estudiantes de mis clases sufren los prejuicios de sus compañeros y superiores). Y en lugar de justificar no actuar, sería más productivo actuar (es decir, cuando vi a mi colega hacer un comentario despectivo sobre la única profesora, le dije que eso estaba fuera de lugar).

Por lo tanto, un cambio hacia la equidad en física sólo es posible con la alianza de muchos hombres de ciencia que, dando un paso al frente, se replanteen actitudes pasivas y traten de romper discursos que discriminan.

Referencias

Dancy M, Hodari AK (2023). How well-intentioned white male physicists maintain ignorance of inequity and justify inaction. International Journal of STEM Education 10:45. DOI: 10.1186/s40594-023-00433-8

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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