Frances Perkins, primera mujer miembro del gabinete presidencial de Estados Unidos, fue la impulsora esencial del New Deal, a la que se le atribuye el desarrollo de políticas para apuntalar la economía nacional después de la crisis económica más grave del país. Elaboró una legislación de seguridad social y planificó una política gubernamental para trabajar con los sindicatos.
«Soy, por encima de todo, producto de mi abuela»
Fannie Coralie Perkins (1880-1965) nació en Worcester, Massachusetts. Ha recordado a menudo sus raíces en Maine. Su madre, Susan E. Bean, provenía de Bethel, y su padre, Frederick Perkins, nació y creció en Newcastle, donde sus antepasados se establecieron por primera vez en la década de 1750. La familia cultivaba la tierra y también llevaba una fábrica de ladrillos. En 1882, Frederick Perkins trasladó a su joven familia de Boston a Worcester, donde abrió un negocio de artículos de papelería que sigue teniendo éxito en la actualidad. Sin embargo, nunca perdió el contacto con Newcastle y Fannie pasaba allí los veranos de su infancia con su abuela. Cynthia Otis Perkins, entonces viuda de unos setenta años, era el centro de la familia, «una mujer extremadamente sabia, tanto mundana como espiritualmente», explicó Frances más tarde. La sabiduría de su abuela la guio durante toda su vida.
De ella escuchó historias sobre las guerras francesa e india, cuando los Perkins mantenían una guarnición junto al río para proteger a la comunidad en caso de problemas. También aprendió sobre la vida antes de la Guerra de la Independencia y sobre los parientes de su abuela que habían jugado un papel importante en la lucha de los colonos. Llegó a la mayoría de edad formada en los valores de frugalidad, ingenio, tenacidad y autosuficiencia, herencia de sus antepasados colonos, y la creencia de que su país, que sólo tenía un siglo de existencia en el momento de su nacimiento, ofrecía oportunidades para todos los que estaban dispuestos a trabajar. Su vida la llevaría mucho más allá de la granja de Maine, pero es allí donde volvía año tras año para descansar.
Estudios
Su familia era estricta, conservadora y republicana. Fannie y su hermana Ethel, cuatro años menor que ella, tenían restringidos los amigos y las salidas: las visitarían en casa y ellas no saldrían más que a la iglesia congregacional cercana. Sólo cuando Fannie fue a la escuela se encontró con la pobreza. Cuando preguntó a sus padres por qué la gente buena podía ser pobre, le dieron la respuesta aceptada en la época: que la pobreza era el resultado del alcohol y la pereza. Su padre le dijo que las niñas pequeñas no deberían preocuparse por esas cosas. También le enseñó a leer a una edad temprana y fomentó su interés por la literatura clásica. Aunque no era habitual que las mujeres asistieran a la universidad, siempre se dio por hecho que Fannie lo haría. Mount Holyoke (fundada en 1837) es la institución de educación superior para mujeres más antigua de Estados Unidos. Por sus aulas había pasado Emily Dickinson y pasarían más tarde Dorothy Hansine Andersen o Virginia Apgar. Su fundadora, Mary Lyon, creía que las mujeres debían recibir formación, pero la educación conllevaba una responsabilidad. «La educación les capacitará para hacer el bien. Lleguen a donde nadie más llegue, hagan lo que nadie más hará», aconsejaba a las jóvenes de Mount Holyoke. Allí, Fannie Perkins, conocida como Perk por sus compañeras de clase, estuvo presionada por profesores que insistieron en que se matriculara sólo en los cursos más rigurosos. Fannie se especializó en física, con mención en química y biología. Sin embargo, fue en su último semestre, en una asignatura de Historia de la Economía Estadounidense cuando tuvo el impacto más profundo en su vida. El curso se centró en el crecimiento de la industrialización en Inglaterra y Estados Unidos. La profesora Soule pidió a sus alumnas que visitaran las fábricas a lo largo del río Connecticut en la vecina Holyoke para observar las condiciones de trabajo.
De esta experiencia, Frances Perkins dijo más tarde: «Quedé horrorizada por el trabajo que muchas mujeres y niños tenían que hacer en las fábricas. No existía absolutamente ninguna ley que regulara el número de horas que se les permitía trabajar. No había disposiciones que protegieran su salud ni velaran adecuadamente por su indemnización en caso de lesión. Me inspiró la idea de hacer lo que estuviera en mi mano para ayudar a cambiar esos abusos».
Conciencia social y lucha por una legislación laboral
Cuando Fannie Perkins terminó sus estudios en Mount Holyoke en 1902, sus padres tenían la intención de que viviera en casa y ocupara un puesto de profesora, o tal vez encontrara trabajo en la iglesia, hasta que apareciera un «buen partido». Fannie tenía otras expectativas. Cuando sus esfuerzos por buscar empleo como trabajadora social no tuvieron éxito dejó Worcester para ocupar un puesto de profesora en Ferry Hall, una escuela de élite para niñas en Illinois. Para demostrar aún más su independencia, cambió su nombre y su afiliación religiosa de la Iglesia Congregacional de sus antepasados. En junio de 1905, fue confirmada en la Iglesia Episcopal como Frances Perkins. Mientras estuvo en Chicago, Frances pasó su tiempo libre y sus vacaciones trabajando en Chicago Commons y Hull House, dos Settlement Houses de la ciudad.
En 1907 aceptó un puesto como secretaria general de la Asociación de Investigación y Protección de Filadelfia, una nueva organización cuyo objetivo era impedir la prostitución de niñas inmigrantes recién llegadas. También estudió sociología y economía en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania e investigó sobre la desnutrición infantil entre los escolares de Nueva York. En 1910, Frances Perkins se convirtió en secretaria ejecutiva de la Liga Nacional de Consumidores de la ciudad de Nueva York. Su trabajo se centró en la necesidad de normas sanitarias para las panaderías, protección contra incendios para las fábricas y legislación para limitar la jornada laboral de mujeres y niños en las fábricas a 54 horas semanales. Gran parte de su trabajo se realizó en Albany, en los pasillos y salas de comités del capitolio del estado.
«El día que nació el New Deal»
El 25 de marzo de 1911, Frances Perkins estaba tomando té con unos amigos en Washington Square de la ciudad de Nueva York cuando el grupo escuchó las sirenas de unos coches de bomberos. Corriendo hacia el lugar del incendio, Frances vio espantada cómo 47 trabajadores, en su mayoría mujeres jóvenes, saltaban desde los pisos octavo y noveno del edificio en llamas. Murieron 146 personas. El incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist fue, como proclamó más tarde, «el día en que nació el New Deal».
En respuesta al incendio, se estableció un Comité de Seguridad ciudadana para recomendar prácticas que evitaran una nueva tragedia en las fábricas de la ciudad y Frances Perkins fue contratada como secretaria ejecutiva. No sólo había que reforzar la seguridad contra incendios, sino que habría que valorar otros riesgos y el impacto de esos riesgos en las familias. Frances Perkins, que ya era una reconocida experta en el campo de la salud y seguridad de los trabajadores, asesoró a los legisladores sobre los peligros de la creciente industrialización. El resultado fue el conjunto de leyes más completo que regirían la salud y la seguridad en el lugar de trabajo en el país. Este punto de inflexión se convirtió en un modelo para otros estados.
«Prometo utilizar el cerebro que tengo para afrontar los problemas con inteligencia y valentía»
Las elecciones para gobernador de 1918 fueron las primeras en las que las mujeres de Nueva York tuvieron derecho a votar. Frances Perkins hizo una dura campaña para captar el voto de las mujeres para Al Smith, su amigo y aliado durante su trabajo anterior en Albany. Poco después de su elección como gobernador, Smith la nombró para un puesto vacante en la Comisión Industrial. Fue la primera mujer designada para un puesto administrativo en el gobierno del estado de Nueva York y, con un salario anual de 8000 dólares, la mujer mejor pagada en un cargo público en Estados Unidos. El objetivo de Smith era eliminar la incompetencia y la corrupción en el departamento de trabajo estatal para que Frances y sus compañeros hicieran cumplir las leyes que había creado la Comisión de Investigación de Fábricas. Durante los cuatro mandatos de Smith como gobernador, Frances fue su asesora laboral, trabajando con él para aprovechar los logros legislativos de la década anterior. En su último mandato, la nombró presidenta de la Comisión Industrial.
En las elecciones de 1928 Nueva York eligió un nuevo gobernador, Franklin D. Roosevelt, quien pidió a Frances que siguiera trabajando para el estado. Ella y Roosevelt buscaban nuevas formas de afrontar el abrumador aumento de desempleados. «Es inaceptable que hombres y mujeres dispuestos a trabajar sufran la angustia del hambre y el frío y estén expuestos a una dependencia que les quita dignidad», dijo.
Perkins cuestionó la predicción del entonces presidente Hoover, que mentía sobre el aumento del empleo y anunciaba el fin de la crisis. Lo consideró un engaño brutal y despiadado y convocó una conferencia de prensa donde anunció que Hoover se equivocaba. Las cifras de la Oficina de Estadísticas Laborales de Nueva York mostraron una disminución constante del empleo, y se pronosticó que el paro de enero sería el peor en dieciséis años. Su enfrentamiento con la Casa Blanca fue noticia de primera plana en todo el país. Mientras la administración Hoover seguía haciendo declaraciones tranquilizadoras sobre la economía, ella respondió con evidencia estadística. «Es cruel e irresponsable emitir declaraciones engañosas sobre una mejora para la gente sin trabajo, en un momento en que los desempleados están llegando al final de sus recursos».
Frances siguió en su empeño de mejorar las cosas y su atención se centró cada vez más en diseñar un programa de seguro de desempleo. Con su apoyo, Roosevelt se convirtió en el primer funcionario público del país en comprometerse con el seguro de desempleo y, en 1930, envió a Perkins a Inglaterra para estudiar el sistema británico. En octubre regresó capacitada para una versión estadounidense de ese programa.
En el gabinete presidencial
Con la elección de Franklin D. Roosevelt como presidente de Estados Unidos en 1932, terminaron los años de Frances Perkins en el servicio público en Nueva York. Cuando, en febrero de 1933, el presidente electo Roosevelt pidió a Frances Perkins que sirviera en su gabinete como Secretaria de Trabajo, ella le describió un conjunto de prioridades políticas que quería llevar a cabo a toda costa y que consistían en: una semana laboral de 40 horas, un salario mínimo, una compensación por desempleo, la abolición del trabajo infantil, un servicio federal de empleo revitalizado y una ayuda federal directa a los estados para el alivio del desempleo y finalmente, una Seguridad Social y un seguro médico universal. Le dejó claro a Roosevelt que su acuerdo con estas prioridades era una condición para que ella se uniera a su gabinete. Roosevelt dijo que lo respaldaba todo y Frances Perkins se convirtió en la primera mujer del país en formar parte de un gabinete presidencial.
Desde sus primeros días en el gabinete de Roosevelt, Frances Perkins fue una firme defensora de programas masivos de obras públicas para que los desempleados del país volvieran a trabajar. Un mes después de la toma de posesión de Roosevelt, el Congreso promulgó una legislación que establecía el Cuerpo Civil de Conservación, que Roosevelt pidió a Perkins que implementara. Perkins lo convenció para que asignara 3300 millones de dólares para obras públicas con los fondos de que disponían. Como miembro de la Junta Especial de Obras Públicas, Perkins se aseguró de que el dinero se gastara en proyectos socialmente útiles: escuelas, caminos, autopistas, proyectos de viviendas y oficinas de correos. En 1934, la construcción de obras públicas empleaba entre 1,5 y 2 millones de personas.
En 1934, Roosevelt nombró a Frances Perkins para encabezar un Comité de Seguridad Económica, donde ella forjó el anteproyecto de la Ley de Seguridad Social. La ley incluía un sistema de pensiones de vejez, compensación por desempleo, compensación laboral y ayuda a los colectivos más vulnerables. En 1938, el Congreso promulgó la Ley de Normas Laborales Justas, también elaborada con el apoyo de Perkins, que establecía un salario mínimo y una jornada laboral máxima y prohibía el trabajo infantil.
En el momento de la muerte de Roosevelt en abril de 1945, Frances Perkins era la Secretaria de Trabajo con más años de servicio y una de los dos únicos secretarios del gabinete que sirvió durante toda la presidencia de Roosevelt. Doce años de servicio marcados por el New Deal. Cuando le preguntaron en una entrevista qué era el New Deal, si un complot político, o sólo el nombre de un período de la historia, o toda una revolución, Frances respondió «No. Era algo bastante diferente… Creo que era básicamente una actitud». Una actitud que encontró voz en expresiones como «el pueblo es lo que le importa al gobierno» y «un gobierno debe aspirar a dar a todas las personas la mejor vida posible».
Frances había logrado todos menos uno de los puntos de la agenda que había presentado al presidente: el acceso universal a la atención médica.
Pensar a lo grande
Antes de dejar el Departamento de Trabajo en junio de 1945, Frances Perkins estuvo en el auditorio del departamento y, mientras tocaba una gran orquesta, estrechó la mano y agradeció personalmente a cada uno de los 1800 empleados del departamento. Comenzó a escribir The Roosevelt I Knew, una biografía de Franklin D. Roosevelt que fue un éxito de ventas publicada en 1946, y trabajó como jefa de la delegación estadounidense ante la Organización Internacional del Trabajo en París.
Al año siguiente, el presidente Truman la nombró miembro de la Comisión de Servicio Civil de Estados Unidos, cargo que ocupó hasta 1953. Luego comenzó una nueva carrera de enseñanza, escritura y conferencias públicas, y finalmente trabajó hasta su muerte como profesora en la nueva Escuela de Relaciones Industriales de la Universidad de Cornell.
Frances Perkins sufrió un derrame cerebral y murió en 1965 a la edad de 85 años. Está enterrada en el cementerio Glidden en River Road en Newcastle, Maine, a poca distancia de Brick House, el lugar que siempre consideró su hogar.
Frances luchó de forma inteligente y valiente por el bienestar del pueblo como objetivo inherente a la acción política, en su puesto de secretaria del gabinete presidencial, el equivalente a nuestras ministras. Era impensable que ocupara el cargo de presidenta del país, era mujer. Afortunadamente, ¿avanzamos?
Referencias
- Franklin Perkins Center. Her life. Frances Perkins Center
- Lisa Thompson, Frances Perkins (1880-1965), Living New Deal, 3 marzo 2017
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.