Martha Beilenstein: la cartógrafa del imperio ruso

Vidas científicas

Martha Bielenstein. Womage.

Si ojeamos un mapa de hace más de cien años y nos fijamos en su autoría veremos que prácticamente no hay nombres de mujeres ligados a una disciplina que ha sido fundamental a lo largo de la historia de la humanidad, casi desde el momento en el que nuestra especie decidió expandirse por el mundo. Esa falta de reconocimiento explícito no significa que no hubiera cartógrafas cuya labor fuera fundamental. Y este es el caso de Martha Beilenstein, de cuyas manos salió el Atlas de la geografía etnológica de la Letonia actual y prehistórica (Atlas der ethnologischen Geographie des heutigen und des praehistorischen Lettenlandes) en 1892 y que se convirtió en un personaje a estudiar por la relevancia que tuvo para las que vinieron después.

La obra de Beilenstein figura en la actualidad como parte de una serie de mapas cuya autoría se atribuye a su padre, August Bielenstein, si bien en realidad fue ella su dibujante, con una maestría que los ha hecho perdurar a lo largo del tiempo. Hoy en día, el suyo es un trabajo de referencia para quienes estudian la zona de Letonia pero, además, su propia figura ha sido objeto de investigación. En realidad, la historia de Martha podría ser la de muchas otras mujeres, más anónimas que ella, que a la postre ha sido reconocida, cuyos nombres quedaron sepultados para siempre bajo los de los varones con los que trabajaron, a menudo sin salir de su entorno familiar, como quien hace una tarea sin importancia.

Martha vino al mundo un 29 de julio de 1861 en la provincia de Kurland, o Kurliand, entonces situada en el oeste de la Rusia imperial y ahora al sur de Letonia. Su padre, August, un pastor luterano, era un reconocido etnógrafo y lingüista que, como tantos otros investigadores sin una institución científica detrás, implicaba en su trabajo a los miembros de su familia, incluida Martha Luise Sophie –su nombre completo–, la tercera de sus nueve hijos.

«Secretaria» o ayudante

Como era normal en aquel tiempo, y de hecho aún pasa en muchas zonas del mundo, Martha no recibió educación superior como sus hermanos varones, pero su afán de aprender la hizo crecer inmersa en la biblioteca de su padre y aprender letón y alemán, además del ruso. Esa gran biblioteca acabaría desapareciendo durante las revueltas en las provincias bálticas de 1905. Ya desde joven, no tardó en implicase en el trabajo que hacía su progenitor como su secretaria privada, aunque más bien ejercía de ayudante. Y comenzó a dibujar mapas e ilustraciones para sus publicaciones. Ciertamente, el dibujo, la pintura y la cartografía si que eran disciplinas que las niñas de la segunda mitad del siglo XIX podían aprender, pero su caso fue excepcional porque se dedicó a ello profesionalmente.

De todo lo que hizo en aquellos años con August Beilenstein, sólo en el mencionado atlas figura como dibujante, pero seguramente estuvo involucrada en muchos más, dado que nunca se casó y se quedó toda la vida al cuidado de la casa familiar y de sus padres, hasta que fallecieron.

Lo poco que se sabe sobre su actividad quedó escrito en algunas frases de las memorias de su padre y su hermano Louis. El contexto no era fácil. Hace siglo y medio, la topografía era cosa de hombres, si bien con los datos recogidos se dibujaban bocetos, que eran coloreados, compuestos tipográficamente y encuadernados artesanalmente, unas tareas que hacían mujeres, aunque su participación no se consideraba digna de registro; si acaso, figuraban con iniciales, de forma que no es posible saber el género de quien hacía los mapas. De hecho, si en el caso del atlas de Letonia sabemos la autoría se debe a un texto que escribió el padre en la que le agradecía su ayuda: «No debo pasar por alto el cuidado fiel de mi hija Martha, quien, de acuerdo a mis instrucciones, trabajaba en la mapas del atlas adjunto…».

Uno de los mapas dibujados por Martha Bielenstein para el Atlas de su padre. Wikimedia Commons.
Ver en tamaño original varios mapas dibujados por Martha: mapa 1, mapa 2, mapa 3 y mapa 4.

Una investigación centrada en su vida de Catherine Gibson, de la Universidad de Tarfu (Estonia), recuerda también que en las últimas décadas de ese siglo ya había bastantes mujeres trabajando en imprentas, algo que no era nada bien acogido por sus colegas masculinos. Gibson apunta que las contrataban porque ya tenían habilidades aprendidas en la pintura de porcelanas o las industrias de tejidos. Se sabe, por ejemplo, que la editorial alemana de Justus Perthes en Ghota llegó a tener en 1871 hasta 160 mujeres haciendo mapas y atlas, lo que desmitifica un papel preponderante masculino en esta área de la ciencia. Para entonces, la cartografía ya no era solo de interés para militares, administraciones, comerciantes o instituciones científicas. Se utilizaba en los colegios y se había convertido en una necesidad social.

Científica en la sombra

Centrándonos en el atlas que le dio la fama, se trató de un proyecto diseñado por su padre a la vuelta de una expedición por Letonia. De las siete placas para la imprenta que planeó August Beilenstein, en seis figuraba Martha como la autora de los dibujos y en la séptima su hermano Emil. Por desgracia, sólo han sobrevivido dos de sus mapas manuscritos, uno de ellos El Paisaje y Fronteras lingüísticas de los latgalianos, semigalianos, couronianos y Livonianos en 1250, de 1886. Si se compara con la versión publicada en 1892 se observa que la imprenta lo reprodujo con asombrosa fidelidad. Martha dibujaba y completaba sus trabajos sin salir de su casa familiar, en la ciudad de Doblen, dado que las mujeres tenían prohibido acudir a universidades y sociedades científicas, pero le dedicaba mucho tiempo. Dado que August Beilenstein quedó ciego durante los últimos 15 años de su vida, en todo dependía de su hija para seguir investigando y publicando. Difícil saber todo lo que ella aportó.

Aquel Atlas de Bielenstein llegó a ser vendido en San Petersburgo, Riga y Leipzig, aunque no era barato, y fue exhibido en la Exposición Etnográfica de Letonia, en Riga en 1896, con motivo del X Congreso Arqueológico de aquel año. August Bielenstein recibió por ello el premio Demidov, el más alto reconocimiento de la Sociedad Geográfica Imperial Rusa, pero no lo hubo ni para Martha ni para su hermano.

Martha Bielenstein. Womage.

Como era buena dibujante, en la década de 1890, además de cartografías, hizo más mil dibujos detallados de edificios de madera y objetos etnográficos para la que sería la última publicación de su padre, Die Holzbauten und Holzgeräte der Letten (Las construcciones y herramientas de madera de los letones). Él sabía de su valía y la confiaba ilustraciones sobre la ropa y la artesanía de las campesinas letonas. En una ocasión dijo: «Ha sido Martha quien me ha ayudado con su feminidad, comprensión, con su cálido interés personal y su amplio conocimiento sobre todo lo relacionado con el trabajo manual femenino de la modernidad y tiempos antiguos».

Tras el fallecimiento de su padre, Martha aún hizo algunas cartografías más, si bien su vida se vio arrastrada por la historia política de la región, la Revolución Rusa, y por el cambio en el papel de las mujeres en el siglo XX. Durante la Primera Guerra Mundial, su casa fue ocupada por el ejército alemán y su experiencia pasando penurias y escasez de alimentos la llevó a escribir un libro de cocina con consejos prácticos sobre higiene y cómo ahorrar dinero en tiempos convulsos. Algunos consideran que es uno de los primeros en dar un enfoque científico al conocimiento doméstico.

Cuando falleció su madre, en 1919, se trasladó a Riga, capital de la nueva República de Letonia, independiente de Rusia desde el año anterior. Allí escribiría artículos sobre temas relacionados con la etnografía de su país y cuentos de hadas letones, además de informes semanales sobre precios y consejos útiles que publicaba en un periódico alemán. Finalmente, en 1935, publicó un libro en alemán que hablaba de los antiguos métodos de teñido en Letonia, trabajo en el que recogía su amplio conocimiento de diferentes tejidos y tintes hechos con plantas naturales. En esta obra, Martha identificaba todas las plantas por sus nombres latinos y hacía descripciones de tradiciones para la extracción de colores, así como un análisis de los métodos de teñido. Hoy sigue siendo un referente para los etnógrafos.

No fue hasta un año después de su muerte, ocurrida en 1938, cuando sería reconocida como científica, aunque fuera por una noticia publicada en el diario de la organización nazi para mujeres Deutsches Frauenwerk. Hablaban de ella como «investigadora popular» y elogiaban sus mapas y el libro de los tintes, destacando la parte de folclore y siendo presentada como un modelo a seguir de futuras «mujeres científicas» de ese movimiento ultranacionalista.

Afortunadamente, hoy su reconocimiento es de otro cariz muy distinto.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

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