Elizabeth Loftus: los falsos recuerdos y la fragilidad de la memoria

Vidas científicas

Elizabeth Loftus. Retrato realizado por
María García Gastiasoro, graduada en
Creación y Diseño por la UPV/EHU
con minor en Diseño gráfico e Ilustración.

Elizabeth Fishman, más conocida como Elizabeth Loftus, nació en Los Ángeles, California, el 16 de octubre de 1944. Con tan solo 14 años, vivió la muerte de su madre por ahogamiento, suceso del cual no recordaría apenas nada hasta que, tiempo después, un familiar le asegurara que fue la misma Elizabeth la que encontró el cuerpo. Esta revelación provocó que la joven Loftus comenzase a recordar detalles relacionados con el accidente. Sin embargo, y para su sorpresa, Elizabeth confirmaría más adelante que fue su tía y no ella quien encontró a su madre fallecida. Esta experiencia llevó a Elizabeth a interesarse por cómo las personas crean falsos recuerdos, basados en sugestiones o afirmaciones de otros, de forma tan vívida que les resultan completamente ciertos, y cómo puede eso influir en la memoria humana.

Loftus se licenció en matemáticas y psicología en la Universidad de Los Ángeles en 1966, obteniendo el título con honores. Tras doctorarse en psicología matemática en 1970 en la Universidad de Standford, empezó a ejercer como investigadora en la New School for Social Research, en Nueva York, en el campo de estudio de la memoria semántica. Finalmente, en 1973, después de ser contratada por la Universidad de Washington, decidió cambiar el rumbo de su investigación y centrarse en el estudio de la memoria en el entorno real, ámbito en el cual desarrollaría algunos de sus experimentos más conocidos, como el Experimento de los coches. También comenzó a estudiar varios casos de abusos a menores y se dedicó a investigar cómo funcionaba la memoria a largo plazo en estos casos. En una época en la que la teoría sobre los recuerdos reprimidos gozaba de mucha fama, Loftus estaba muy interesada en estudiar cómo estos recuerdos, relacionados con una situación traumática vivida por las víctimas, emergen y son recordados, muchas veces gracias a técnicas como la hipnosis. Esto le llevó a participar en diferentes juicios, analizando la veracidad de los testimonios presentados y descubriendo que los recuerdos reprimidos no siempre son reales y que pueden verse manipulados, alterados o incluso ser completamente falsos, llegando a negar su existencia.

El experimento de los coches, manipulación de la memoria por medio de la palabra

En 1974, Elizabeth Loftus, en colaboración con John C. Palmer, reclutó a 45 estudiantes y les mostró grabaciones en las que se podían ver vehículos chocando entre sí. Loftus comprobó que, cuando se les pedía a los voluntarios que, después de ver el vídeo, estimaran a qué velocidad iban los coches cuando chocaban, su respuesta era diferente según la palabra que se utilizara para definir la acción de chocar. Así, las personas a las que les había preguntado por la velocidad a la que iban los coches cuando estos «hicieron contacto» y «chocaron» recordaban que los vehículos iban a una velocidad más baja que aquellos a los que se les preguntó utilizando los términos «colisionar» y «estrellar«, que recordaban que los coches iban a una velocidad superior. Aunque todos los voluntarios habían visto lo mismo, Loftus determinó que el modo en el que se les pedía que recordasen lo que aparecía en los vídeos alteraba sus recuerdos, es decir, los recuerdos variaban según el grado de intensidad del choque que sugerían las palabras utilizadas por los miembros del equipo de investigación. Una sola palabra podía hacer que los voluntarios evocasen escenas ligeramente diferentes sobre lo que habían visto. Estos resultados evidenciaron la influencia del lenguaje en la forma en la que procesamos o recuperamos hechos de nuestra memoria. En este mismo estudio, también se comprobó cómo algunos de los participantes afirmaban recordar un cristal roto en la escena del accidente al ser preguntados por ello, cuando ese cristal roto nunca había aparecido. Loftus llevó a cabo varios estudios en esta línea de la investigación sobre la «implantación» de recuerdos, llegando a hacer recordar a varias personas vivencias infantiles que no habían tenido lugar en realidad, como la experiencia de haberse perdido en un centro comercial o haberse sacado una foto con Bugs Bunny en Disneyland. Estos estudios fueron unas de las primeras evidencias sobre la maleabilidad de la memoria cuando hechos pasados son recordados y distorsionados en el presente por medio de la desinformación o manipulación.

La voz de la duda en casos judiciales

Además de tener un gran impacto en el mundo de la investigación, Loftus se ha convertido en una figura importante en el ámbito judicial, llegando a ejercer como perito en casos de celebridades como O.J. Simpson, acusado de asesinato, Michael Jackson, demandado por abuso sexual infantil, Martha Stewart, acusada de obstrucción a la justicia o Harvey Weinstein, acusado de abusos sexuales. En todos estos casos, Elizabeth Loftus ha participado como experta en el estudio de la memoria, aportando datos sobre el funcionamiento de esta y aconsejando sobre la precaución a la hora de emplear recuerdos y memorias como testimonios claves en casos judiciales, aunque los testigos crean recordarlos con total nitidez.

Sin embargo, la dureza de muchos de estos casos ha hecho que Loftus se haya replanteado su participación. Un claro ejemplo fue el caso de Iván el Terrible, un guardia que trabajó en el campo de concentración de Treblinka durante la Segunda Guerra Mundial, y que, años más tarde, sería reconocido por algunos supervivientes del Holocausto y llevado ante un tribunal. Loftus, de ascendencia judía, consciente de que no iba a ser totalmente objetiva en este caso y de la dificultad de hacer ver que dudar de la precisión de la memoria de los testigos no era dudar de su valor e importancia, renunció a su participación en el juicio.

Ilustración recreando a Elizabeth Loftus durante un juicio. Realizada por María García Gastiasoro, graduada en
Creación y Diseño por la UPV/EHU con minor en Diseño gráfico e Ilustración.

Tampoco fue sencillo para Elizabeth aceptar ser consultora en el juicio a Harvey Weinstein, a lo cual renunció en un primer momento tras una llamada con el acusado y una revisión del caso que, en sus propias palabras, le hicieron ver que Weinstein era, en efecto, un «matón». Sin embargo, en este caso, Elizabeth aceptó participar tras afirmar que no querría vivir toda la vida sabiendo que había renunciado a participar por razones personales y egoístas, anteponiendo su compromiso como experta en el campo de estudio de la memoria. Weinstein sería condenado en 2020 a 23 años de cárcel.

Sin embargo, uno de los casos más importantes para Loftus sería el de un joven anónimo de 31 años llamado Steve Titus, a quien condenaron debido a que un testigo le identificó por su parecido con el verdadero culpable. Tras encontrar a este, Steve Titus pudo salir de la cárcel. Sin embargo, para entonces, la vida de Titus ya se había visto tristemente afectada, quedándose sin familia, amigos ni trabajo y muriendo de manera prematura a los 35 años por un ataque al corazón agravado seguramente por el estrés provocado por esta situación.

Elizabeth Loftus, fiel defensora de la presunción de inocencia

Las aportaciones de Elizabeth Loftus no solo han tenido un gran impacto en el campo de la psicología, sino también fuera del ámbito científico, llegando a ser en alguna ocasión ciertamente controvertidas. Sus hallazgos respecto a la existencia de falsos recuerdos le han llevado a cuestionar a todo tipo de testigos, incluyendo aquellos relacionados con casuísticas sensibles, lo que le ha valido diferentes críticas. Sin embargo, el trabajo de Elizabeth Loftus cambió gran parte de la dinámica de los juicios con testigos y contribuyó a aumentar la exigencia en los tribunales a la hora de aceptar un testimonio, especialmente cuando este provenía de un recuerdo reprimido, posicionándola como una figura fundamental en la defensa de la presunción de inocencia. Además, ayudó a poner el foco sobre la verdadera eficacia de ciertas prácticas como la hipnosis o el reprocesamiento por medio de movimientos oculares en la recuperación de recuerdos. Por otro lado, sus estudios sobre «implantación» de falsos recuerdos han abierto la puerta a nuevos horizontes en la investigación sobre su uso en el tratamiento de adicciones y trastornos alimenticios.

En la actualidad, Loftus ejerce la docencia en la Universidad de California. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y la Sociedad Británica de Psicología entre otras y, como autora y coautora de alrededor de 500 artículos científicos y de 20 libros, ha sido reconocida con diferentes premios como la Gold Medal for Lifetime Achievement de la American Psychological Foundation (2013) y el John Madox Prize (2016). Loftus es además considerada como una de los 100 psicólogos más eminentes del siglo XX.

Referencias

Nota

La primera versión de este trabajo se enmarca en la asignatura «Historia de la Psicología» del primer curso del grado en Psicología, para la cual el alumnado tiene que trabajar en la biografía de una figura relevante en el mundo y la historia de la psicología.

Sobre las autoras

Isabel Hernáez, Lara Martín, Naroa Martínez de Icaya, Naiara Montes (estudiantes del grado en Psicología de la UPV/EHU) y Ainara Gómez-Gastiasoro (profesora de la Facultad de Psicología de la UPV/EHU).

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