Angela Saini: «La exclusión es el pecado original de la ciencia»

Protagonista

Mujeres y personas racializadas. Los dos temas que enfocan la carrera como escritora de Angela Saini definen su pasión: desmontar las ideas teóricamente científicas que permiten arrinconar a una mayoría de la población. Saini es una ingeniera que devino en periodista científica y que ha acabado convirtiéndose en una escritora de referencia especializada en derribar la cultura de la discriminación. Una cultura en la que el statu quo científico es uno de sus pilares.

Angela Saini. Fotografía: Cátedra de Cultura Científica. UPV/EHU.

Es autora de dos grandes libros. En 2017 publicó ‘Inferior’, una obra en la que destapa la cobertura supuestamente científica del sexismo. Y dos años después le tocó el turno a ‘Superior’, un volumen similar al anterior pero centrado en la discriminación racial. Ambas obras se convirtieron en best-seller mundiales y han sido publicadas en nuestro país por la editorial Círculo de Tiza. Este mismo 2023 Angela Saini ha publicado ‘The Patriarchs’ (‘Los Patriarcas’), un análisis del origen del patriarcado, del que todavía no sabemos cuándo será traducido al castellano. Ha visitado Bilbao, gracias la jornada Género y Comunicación de la Ciencia, de la mano de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.

Óscar Menéndez (ÓM): Género y raza. ¿Por qué elegiste estos temas?

Angela Saini (AS): Estoy fascinada por cómo entendemos la diferencia humana. Dentro de la ciencia, son ejemplos perfectos de cómo la política afecta al trabajo de los investigadores. Muestran lo terriblemente mal que se pueden hacer las cosas cuando tu trabajo se ceba con ideas preconcebidas y prejuicios. Una premisa fundacional de la ciencia europea, la ciencia de la Ilustración, era que la especie humana podía dividirse en razas y que había una jerarquía. La otra premisa era que había una concepción binaria del sexo en la que hombres y mujeres teníamos espacios y roles distintos, que éramos casi como razas diferentes según la primera concepción. Esto vino a sustentar la ciencia de la diferencia humana durante cientos de años. Y todavía afecta a la forma en que estudiamos la diferencia humana. Pero ahora hemos llegado a un punto en el que deberíamos desafiar de manera fundamental la forma en que categorizamos.

ÓM: Los humanos somos iguales, independientemente de género y raza. ¿Cómo podemos, a la vez, respetar y entender la diversidad de cada uno?

AS: Individualmente podemos ver que todos somos diferentes, que cada persona es diferente. Pero también podemos pensar en la diferencia como grupo. Esas categorías definen socialmente cómo se espera que nos comportemos y vivamos, lo que se considera apropiado y hasta hace relativamente poco incluso la libertad de decidir qué profesión seguir, cómo ser educado, si puedes ir a la universidad o no. O incluso si puedes votar o entrar en la vida pública. Así que esas decisiones sociales basadas en agrupaciones han llegado a moldear de una manera muy profunda cómo pensamos sobre nosotros mismos. Pero eso no coincide necesariamente con cómo funciona la diferencia humana a nivel biológico.

ÓM: A lo mejor nos equivocamos categorizando en exceso.

AS: Yo estudié ingeniería, era la única chica en mi año en mi universidad. Y, cuando estaba en la escuela, también era la única chica en mi clase de matemáticas y física. Así que comencé a creer de manera subconsciente que yo era diferente a otras mujeres. Que tal vez había algo en estos estereotipos que tenemos, que tal vez mi cerebro era un poco diferente, un poco más masculino que el típico cerebro femenino. De verdad creía eso y cuando comencé a investigar el libro, pensé que cuando mirase los datos psicológicos, encontraría una diferencia en la conciencia espacial entre hombres y mujeres. Pero realmente no lo hay. Eso fue impactante para mí porque tuve que reimaginar por completo mi vida entera y pensar que tal vez no soy diferente a otras mujeres. Lo único que ha sido diferente en mí han sido las elecciones que he tomado y si mis elecciones han sido diferentes es porque mi educación fue inusual.

ÓM: ¿A qué edad te diste cuenta de todo esto?

AS: Fue cuando comencé a escribir ‘Inferior’. Muy tarde. Estaría en mitad de la treintena. E incluso ahora recibo cartas de mujeres y chicas que me dicen lo sorprendidas que están al enterarse de ello y cómo les ha hecho repensar quiénes son y qué significa ser quienes son. Creo que esa es una de las razones por las que entre las mujeres, las científicas en particular, ‘Inferior’ tuvo una gran acogida. Estaban cansadas de que les dijeran que ese no era un trabajo natural para ellas, que ese no era su lugar.

ÓM: ¿Cuándo se comenzó a usar la ciencia como arma para la segregación?

AS: Desde la Ilustración en adelante, desde el comienzo de la ciencia occidental. Pero esta naturalización de la desigualdad ha existido a lo largo del tiempo. Si retrocedes a la antigüedad, en la antigua Grecia ya puedes ver a filósofos y dramaturgos escribiendo sobre los fracasos e insuficiencias de las mujeres. Eso se ha utilizado a lo largo del tiempo para enmarcar a un grupo como naturalmente mejor que otro grupo, ya sean mujeres o por raza o etnia. El concepto de ‘ellos son los bárbaros y nosotros somos la gente civilizada’. Lo que sucedió en la Ilustración europea fue que para entonces había ideas muy fijas y firmes, sustentadas a veces por creencias religiosas, de que el lugar de la mujer era como cuidadora y el lugar del hombre era público. Eso se remonta a la antigua Grecia, pero estaba tan arraigado en el pensamiento filosófico durante la Ilustración que cuando los naturalistas y los científicos comenzaron a pensar en la diferencia humana, lo tomaron como un hecho. Eso lo explica todo. Cuando hablamos de esta gran brecha demográfica en las ciencias, ¿por qué hay tan pocas mujeres investigadoras?, ¿por qué no tenemos mil Marie Curie? ¿Por qué sólo ella? Pues por esa herencia, esa exclusión deliberada y esa presunción de diferencia que es el pecado original de la ciencia.

Angela Saini. Fotografía: Cátedra de Cultura Científica. UPV/EHU.

ÓM: ¿Cómo ves tú la presencia femenina en la ciencia?

AS: A nivel escolar y universitario, estamos viendo en todo el mundo tasas mucho más altas de mujeres en la ciencia. En algunas partes, las mujeres superan en número a los hombres en muchos departamentos científicos, sin duda en medicina. Y hay algunos campos que son casi femeninos en exclusiva, como la primatología. Pero existe el problema del abandono: cuanto más asciendes, menos mujeres hay. Y mucho de eso tiene que ver con el acoso, la intimidación y el abuso. Los sistemas dentro de las universidades e instituciones científicas lo gestionan muy mal. A menudo recibo mensajes desesperados de mujeres que han sufrido acoso y la universidad no hace nada al respecto, y su única opción es irse. Y dentro de la ciencia tienes muy pocas opciones. Si eres especialista en un área, tal vez sólo hay dos laboratorios en el mundo que hacen ese trabajo. Toda tu carrera está a merced de esa persona que puede estar acosándote o abusando de ti.

ÓM: Se habla mucho de que uno de los problemas es la conciliación familiar.

AS: Acabo de terminar de escribir el prólogo de un libro de dos mujeres periodistas indias que han viajado por todo el país para observar y entrevistar a mujeres científicas en la India. Y resulta que el cuidado de los niños no es un gran problema en la India porque la gente tiende a vivir en familias extensas, por lo que ya cuentan con mucho apoyo. Creo que es un factor más importante en el tipo de familias nucleares occidentales, donde las personas tienden a mudarse y no viven cerca de su núcleo familiar. Así que creo que depende de dónde te encuentres en el mundo. No debemos generalizar y tenemos que recordar que hay factores culturales que hacen que la experiencia de cada mujer sea diferente.

ÓM: Las categorías, también aquí, pueden jugarnos malas pasadas.

AS: En partes de Oriente Medio, por ejemplo, tienen universidades separadas para hombres y mujeres. Y las mujeres están muy bien representadas porque tienen sus propias universidades, donde los hombres no pueden estar. Esto sucede también en las escuelas segregadas: las niñas en las escuelas para niñas tienden a ser más propensas a estudiar ciencias porque no tienen la presión estereotipada sobre ellas. Aún así, no estoy sugiriendo que esa sea la solución. No estoy a favor de la educación segregada. Pero tenemos que mirar las estadísticas y entenderlas. En India, el acoso y la discriminación son un problema muy grande, y no solo en género, sino también en lo referente a la casta. La gran mayoría de los investigadores y profesores de las instituciones indias provienen de las castas más altas, y eso también afecta a las mujeres, porque las mujeres de clase baja tampoco tienen espacio.

ÓM: En tus dos libros la conclusión parece clara: la biología no lo es todo

AS: No, no lo es. ¿Qué es vivir naturalmente? El Estado ha sido un invento. La democracia, el capitalismo, son habituales y están por todo el mundo. ¿Significa eso que son naturales? Por supuesto que no. Que algo sea común no significa que sea natural.

ÓM: Tu próximo libro se titula ‘The patriarchs’ (‘Los patriarcas’). ¿De qué trata?

AS: Trata sobre los orígenes de la dominación masculina, algo que ya menciono en un capítulo de Inferior. En antropología ya se acepta universalmente que no siempre hemos vivido de esa manera. Y me preguntaban cómo llegamos hasta aquí. Si no hemos sido así siempre, ¿por qué ahora somos tan patriarcales? Y no tenía una buena respuesta porque la literatura sobre ello es muy reducida. Ya era un tema muy importante a mediados del siglo XIX, y Friedrich Engels escribió al respecto. Los antropólogos y filósofos estaban fascinados con la idea de si las sociedades humanas habían sido originalmente matriarcales para tener luego lo que Engels definió como la “derrota histórica mundial del sexo femenino”. No tenemos evidencias, pero ha sido una teoría muy popular. De hecho la literatura feminista todavía se refiere a la idea de que las mujeres fueron las primeras esclavas. Aunque en realidad tampoco tenemos una buena razón para hacer esa suposición.

ÓM: ¿Cómo ha sido tu trabajo para estudiar el patriarcado?

AS: He querido comprobar las evidencias que tenemos, que en la actualidad son realmente buenas en campos como la arqueología e incluso la genética. También estamos viendo los datos históricos de manera diferente. Ahora tenemos mucha más comprensión de las mujeres poderosas en la historia. Mujeres guerreras, mujeres cazadoras, mujeres gobernantes, mujeres que eran reyes… Muchas de ellas se cruzan culturalmente a lo largo de la historia durante miles de años. Y, sin embargo, no integramos eso en la forma en que pensamos sobre el género en el pasado. Todo lo que hacemos es decir que esas mujeres eran excepciones y las reglas siguen vigentes. Y una de las cosas que quería hacer con este libro era preguntarme si es posible que la regla fuera diferente y que las reglas que tenemos ahora las hayamos creado con el tiempo, y que estas mujeres encajen muy bien en la forma en que solían funcionar las sociedades en el pasado. Espero que en el proceso de ver la historia de esa manera también desnaturalicemos el patriarcado. Que no caigamos en esta suposición, en la que incluso las feministas caen, en que de alguna manera cuando tengamos igualdad de género será algo nuevo.

ÓM: ‘Patriarcado’. Lleva esa palabra en el mismo título, con absoluta naturalidad. Parecía algo imposible hace 20 años.

AS: Exactamente. No creo que lo hubiera podido escribir hace 20 años. No analizábamos el pasado de la forma en que comenzamos a analizarlo ahora. Históricamente, los artículos sobre arqueología o sobre historia se han centrado en la idea de que los hombres siempre han estado en el poder. Una de las cosas que sí argumento es que no hay un solo patriarcado. Hay muchos patriarcados diferentes según las culturas. Esa dominación masculina adopta formas muy diferentes según el lugar del mundo en el que te encuentres.

Angela Saini. Fotografía: Cátedra de Cultura Científica. UPV/EHU.

ÓM: Las cosas han cambiado pero, ¿realmente vamos hacia adelante?

AS: No podemos dar nada por sentado. Mira lo que está sucediendo en Afganistán e Irán.

Como feministas, si nos preocupamos por las mujeres de todo el mundo, ahí debería estar nuestra atención en este momento. No hay ninguna razón por la que si se han introducido sistemas patriarcales en el pasado, no lo vuelvan a hacer de una manera nueva y lo sigan haciendo en el futuro. Así que tenemos que estar constantemente en guardia, pero también tenemos que estar más unidas. Y una de las razones por las que las olas feministas de alguna manera decaen es porque las feministas mismas comienzan a estar en desacuerdo entre sí en cada ola. Empezamos unidas y luego descubrimos que no todas estamos realmente en la misma página. Y la razón es por lo que ya he dicho: el patriarcado se ve diferente dependiendo de dónde estés y quién seas. Y tenemos que apreciar esa diferencia. Cuanto más lo generalizamos, más difícil se vuelve construir un movimiento cohesionado, porque la gente siempre podrá decir ‘bueno, esa no es mi experiencia’, o ‘me estás dejando fuera de todo esto’. Si vamos a tener igualdad de género, tiene que ser lo más amplia posible pero al mismo tiempo tan específica para cada región y la experiencia de cada persona como sea posible. Y entender que todos somos muy diferentes y queremos cosas muy diferentes. ¿Y cómo construimos un mundo más justo dado que todos queremos cosas muy diferentes? ¿Queremos un mundo en el que un mundo sin patriarcado signifique un mundo sin, por ejemplo, religión patriarcal? ¿Estamos de acuerdo con eso? Muchas mujeres no quieren ese mundo, muchas mujeres no quieren un mundo sin cristianismo, islamismo o judaísmo. Así que tenemos que ser capaces de entender eso.

Sobre el autor

Óscar Menéndez, comunicador científico.

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