La equidad de género y la sostenibilidad medioambiental pueden parecer cuestiones independientes, pero las investigaciones muestran que están estrechamente relacionadas.
Avances en equidad, avances en la crisis climática
El progreso real en la sostenibilidad medioambiental requiere soluciones que incorporen también un compromiso social y, en particular, una visión focalizada en la equidad de género. Un informe exhaustivo de las Naciones Unidas mostró que las mujeres sufren un impacto desproporcionado ante los desastres naturales. Éstos están revirtiendo los avances en cuestiones de igualdad y se amplifican las asimetrías que ya existían por las expectativas sociales relacionadas con los roles de género. Las mujeres tienen que afrontar mayores obstáculos para adaptarse a los cambios que supone la crisis en el clima con todo lo que esto repercute en su seguridad económica inherente a un aumento del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Por ejemplo, en muchas regiones, las mujeres y las niñas son las responsables de asegurar los alimentos, el agua y el combustible, y estas tareas se vuelven más exigentes durante las sequías. Las disparidades de género en el acceso a la educación, la información, la movilidad, los recursos, la formación o la atención médica, también hacen que las mujeres tengan menos probabilidades de sobrevivir a los desastres climáticos. Cuando se trata de violencia de género, varias investigaciones muestran que se vuelve más frecuente después de emergencias naturales, con consecuencias significativas para la salud emocional, reproductiva y física de las mujeres.
Además, muchas políticas e iniciativas diseñadas para abordar los problemas ambientales ignoran las condiciones de las mujeres y otros grupos vulnerables. Se dan situaciones en las que la «visión del túnel de carbono» (ignorar aspectos más allá de las emisiones de dióxido de carbono), hace que los líderes bienintencionados pasen por alto un discurso más amplio sobre la sostenibilidad y, en última instancia, limiten su capacidad de lograr objetivos de compromiso social. Incluso cuando las organizaciones consideran los desafíos sociales junto con los medioambientales, los dos temas se tratan por separado.
La buena noticia es que, aunque las mujeres son especialmente vulnerables en las crisis climáticas, también están en una posición única para actuar como eficaces agentes de cambio y multiplicadoras potentes de soluciones. En promedio, las mujeres tienen huellas de carbono más pequeñas que los hombres, actitudes más responsables hacia el cambio climático y mayor interés en la protección del medio ambiente. Las mujeres con poder de decisión ya están abordando la crisis climática desde la base hasta los niveles más altos del mundo corporativo, con estudios que muestran que las organizaciones con más mujeres ejecutivas y en puestos de responsabilidad, tienen un mejor desempeño en términos de una intersección real: impacto ambiental y responsabilidad social.
¿Cómo pueden las organizaciones implicar a más mujeres en puestos relevantes para escuchar y llevar a cabo sus propuestas?
Estas son algunas recomendaciones:
1. Promover la representación de las mujeres en la política climática y en la toma de decisiones
Las mujeres están infrarrepresentadas actualmente en política climática. Para cerrar esta brecha, los líderes deberían apoyar explícitamente la inclusión de las mujeres en los espacios políticos, patrocinando sus propuestas, apoyando sus candidaturas, reformando estructuras de poder, etc. Al mismo tiempo, también es importante evitar relegar a las mujeres exclusivamente a espacios especiales para mujeres. Iniciativas bien intencionadas como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima de la COP26 que dedicó un día a cuestiones de género y creó el Grupo de Acción Climática de Mujeres en las Finanzas, resultó contraproducente; se constató una reducción de la representación de las mujeres en la arena política principal. Sería adecuado también que los líderes tomaran medidas activas como negarse a participar en eventos en los que los hombres estén sobrerrepresentados (por ejemplo, paneles de hombres o «manels», o conferencias con mayoría masculina, o «manferencias»). Por el contrario, hay recursos para encontrar mujeres oradoras y grandes expertas consultando buenas fuentes que miren más allá de los candidatos tradicionales. Esta estrategia tan fácil de llevar a cabo puede impulsar la representación y participación de las mujeres en los ámbitos críticos de toma de decisiones del clima.
2. Cuidar el lenguaje de los discursos para que inspiren a niñas y mujeres a seguir carreras en STEM
En la actualidad, las mujeres son solo el 27 % de los profesionales en carreras científicas. Hay muchísimas barreras que contribuyen a esta disparidad, pero los líderes pueden ayudar a llevar a más mujeres a campos vitales relacionados con la ciencia y la ingeniería del clima replanteándose cómo hablan sobre estos ámbitos, a quien implican al hacerlo, etc. Es posible hacerlo en comunicaciones internas y externas: por ejemplo, al elaborar descripciones para trabajar en puestos técnicos, las organizaciones pueden eliminar el lenguaje que presupone que estas funciones requieren rasgos codificados como masculinos y reemplazar palabras estereotipadas como «competitivo» o «dominante» con términos más neutros. También es importante insistir en que estos puestos serán una oportunidad para mejorar la sociedad y contribuir a una mejor calidad de vida para todos; el motivo es que los objetivos comunales tienen una gran repercusión en personas responsables, proactivas y sensibles. No es ningún demérito contar con estas cualidades, al contrario; lo preocupante es limitar otras por la imposición patriarcal del rol de cuidadora.
Los líderes también pueden ser creativos y romper los ideales generalizados de masculinidad más allá del sesgo de género descartando prejuicios que todavía lastran el progreso de muchas compañías.
3. Reducir la brecha de datos en temas de género
Sin datos en la intersección de la sostenibilidad social y medioambiental, es difícil determinar cómo puede afectar el cambio climático a varios grupos, y mucho menos desarrollar soluciones respaldadas por evidencias para abordar estos problemas. En la actualidad, una persistente grieta de datos de género limita la capacidad de muchas organizaciones para desagregar información por género y otros grupos demográficos, lo que hace imposible identificar y trabajar en estos desafíos interconectados. Para progresar en la sostenibilidad, las organizaciones necesitan recopilar mejores datos sin descuidar la privacidad individual. Entre otras cosas, eso implica añadir datos sobre género incluso en áreas que puedan parecer neutrales, porque las normas y estructuras de género están profundamente arraigadas y es difícil predecir o detectar la manera en la que contribuyen a las desigualdades. También es importante contabilizar y evaluar a las mujeres que abandonan la fuerza laboral, tanto para identificar las causas de su salida como para que los altos cargos tomen decisiones que tengan en cuenta esos motivos: cambiar para mejorar y repetir lo que funciona. Sería interesante que las grandes compañías alentaran a sus proveedores y socios a recopilar y comunicar datos desglosados por género. Varios análisis cuidadosos han demostrado que incluso las empresas que han hecho loables avances en el cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad social, a menudo (consciente o inconscientemente) trabajan con colaboradores que infringen de manera flagrante esos mismos estándares.
4. Divulgar las acciones y prácticas ESG y sus intersecciones
ESG son las siglas de lo medioambiental, lo social y las políticas o normativas elaboradas para implementarlos, es decir, gobernanza. Cuando se trata de medir y elaborar informes sobre el rendimiento ESG, muchas instituciones y empresas se esfuerzan por ir más allá de la «E», lo medioambiental. Los cargos de responsabilidad suelen centrarse exclusivamente en las métricas relacionadas con las emisiones de carbono y no prestan atención a otros componentes críticos como la sostenibilidad social y la manera de llevar a la práctica esa sostenibilidad. Cuando salen a la luz los elementos sociales suelen estar medidos de forma superficial como un recuento postizo de personas diversas sin reflejar realmente experiencias de inclusión en los contratos, las oportunidades de crecimiento, las prácticas de accesibilidad, etc., casos claros de tokenismo.
Para abordar esta brecha, se pueden considerar métricas como la Global Reporting Initiative (GRI) , un recurso práctico que ayuda a las instituciones a aumentar la transparencia ESG incorporando los ODS en los informes corporativos. Los lugares de trabajo deben estar actualizados para dar a conocer sus actuaciones no ya de sostenibilidad, sino también sobre sus intersecciones.
5. Normalizar a los hombres que se preocupan por el clima
En muchas culturas, la gente piensa todavía que una sensibilidad y preocupación por el medioambiente es algo femenino. Hay que acabar con inercias y desafiar de forma proactiva los prejuicios sociales que prevalecen en torno a la masculinidad e implicar a los hombres en la participación en estos problemas críticos que nos afectan a todos. Una manera de hacerlo es animar a los hombres a centrarse en otro aspecto de su identidad; por ejemplo, los hombres con hijas pueden estar más motivados para luchar por la sostenibilidad social y justicia climática.
6. Autoeducación
La ignorancia no es excusa para la inacción. Identificar y llenar continuamente los vacíos del conocimiento es una tarea imprescindible para las personas en cargos de responsabilidad, lo es para todos. Como punto de partida, los líderes deberían conocer los aspectos básicos, hechos y cifras relacionados con la igualdad de género y el cambio climático. Sería indispensable actuar a nivel individual y complementar esa formación leyendo a científicas y científicos del clima verificados, seguirles en redes y estar al día. Otra opción es asociarse con instituciones comprometidas, como Transparentem o CHTCS, que ofrecen recursos que ayudan a las organizaciones a evaluar y reducir las prácticas no sostenibles en sus cadenas de suministro, incluidas las relacionadas con el impacto medioambiental y social.
Por supuesto, el género es solo una categoría social. Un enfoque verdaderamente interseccional de la sostenibilidad debe tener en cuenta no solo el género, sino también factores como la edad, la etnia, la ubicación, la discapacidad, el nivel socioeconómico y más. Es interesante reconocer las limitaciones de todas estas categorías: los análisis que tratan el género como un concepto binario (incluidos muchos párrafos de este texto), también son intrínsecamente defectuosos en su exclusión de personas que no entran en las categorías tradicionales de «mujeres» y «hombres». Para abordar el cambio climático y una cantidad ingente de otros desafíos de sostenibilidad, los altos cargos deben reconocer la complejidad y la interconexión de estos problemas y buscar soluciones integradas que sean beneficiosas para todos.
Referencias
- Gloor LJ, Bajet Mestre E, Post C, Ruigrok W (2022). We Can’t Fight Climate Change Without Fighting for Gender Equity, Harvard Business Review
- Transparentem
- CHTCS
- UN Women (2020). Gender, Climate and Security
- COP26
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.