Rosa Elena Simeón, viróloga cubana y primera ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente

Vidas científicas

El año 1971 marcó una de las más graves crisis alimentarias y sanitarias en la Mayor de las Antillas. La fiebre porcina africana se introdujo en el país y provocó pérdidas millonarias para la industria agropecuaria cubana. Miles de cerdos enfermaron y murieron; incluso aquellos que no presentaban evidentes síntomas fueron sacrificados para prevenir la diseminación.

En aquel entonces, la Isla ya apostaba por una elevada soberanía científica y tecnológica. El Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (CENSA) creó un grupo de investigación específico para analizar el virus y frenar la epidemia. La dirección de este recayó en manos de una joven especialista.

Rosa Elena Simeón.

El nombre de Rosa Elena Simeón Negrín había alcanzado cierta notoriedad en el medio académico como jefa del Departamento de Microbiología en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas. Su elección al frente del equipo multidisciplinar resultó ser la más correcta.

Sus estudios evidenciaron la presencia en el país de dos cepas virales, aisladas en aves migratorias muertas. Una de ellas disponía de baja patogenicidad y se incrementaba a la medida que daba pases dentro de los animales susceptibles. La segunda, de gran virulencia, demostró de manera clara que ambas muestras había sido modificadas de manera artificial y adaptadas en laboradorios mediante biotecnología avanzada.

A partir de esas pruebas, el gobierno cubano de la época reclamó ante la opinión pública internacional que el virus había sido introducido en el archipiélago a modo de guerra bacteriológica. Esos sólidos descubrimientos y otras hazañas, convertirían a Rosa Elena Simeón Negrín en una de las científicas más relevantes de la historia de su país.

Crecer rodeada de ciencia

Nacida el 17 de junio de 1943, Rosa Elena fue hija de Juana Negrín, farmacéutica con una botica propia en el poblado de Bejucal. Desde niña tuvo acceso a una buena educación y, paulatinamente, despuntó como una excepcional estudiante. Además, su hogar era una escogida de tabaco, propiedad del abuelo materno, donde también trabajaba su padre.

Tras el triunfo revolucionario de 1959 en Cuba, siendo todavía una adolescente, colaboró con la campaña de alfabetización nacional enseñando a leer a obreros de la fábrica Los Pinos Nuevos de su ciudad natal.

A mediados de los años 60 del pasado siglo se matriculó en la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana. Tras su graduación, alrededor del año 1968, se especializó en Virología y Salud Animal. Para completar su formación, fue invitada a colaborar con el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC), única institución de la Isla que se dedicaba a la microbiología y otras temáticas asociadas.

Desde ahí, indagó en profundidad acerca de la absorción viral y la propagación de los virus. Su activa labor academia le convirtió primero en jefa del Departamento de Virología y, a continuación, en Directoria de Microbiología del CNIC.

Entre 1970 y 1980, además de sus estudios sobre la fiebre porcina africana, Simeón Negrín realizó investigaciones en prestigiosas instituciones como la Escuela Veterinaria de Dalfort y en la Estación Experimental de Virología de Aviñón, Francia. También colaboró con el Instituto Pasteur y desarrolló otros proyectos en Canadá, Jamaica y Perú.

Específicamente, en 1973, examinó un novedoso método de análisis acerca de la inseminación artificial en sementales. Entre otros resultados previó el impacto de una severa enfermedad en la masa genética. La temática ocupó una buena parte de su atención en los siguientes años, convirtiéndose en su trabajo doctoral. En 1975 consiguió ese título y, además, asumió la dirección del CENSA.

Una segunda epidemia de fiebre porcina africana azotó Cuba en 1980. Una vez más, Simeón Negrín tuvo a su cargo la responsabilidad de identificar las formas de propagación y patogenia del virus. Al mismo tiempo, se encargó de trazar la estrategia que diezmaría la incidencia de la patología animal de un modo eficiente.

“El virus al que nos estábamos enfrentando era absolutamente salvaje, de una agresividad extraordinaria. Cuando lo dejábamos evolucionar, la mortalidad de los animales era del ciento por ciento; es decir que no dejaba a ningún animal con posibilidades de recuperarse”, refirió entonces la experta. Una vez más, sus pesquisas evidenciaron que, según su etiología, la grave enfermedad había sido introducida de manera deliberada en la población agropecuaria local.

Carrera política y activismo medioambiental

Además de su carrera profesional, Simeón Negrín desarrolló una intensa trayectoria en relación al activismo medioambiental. Entre otras responsabilidades, fue asesora en materia de virología para la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés).

Rosa Elena Simeón.

En el año 1985, fue nombrada presidenta de la Academia de Ciencias de Cuba, siendo la primera mujer en ostentar ese cargo. También dirigó la Comisión Nacional para el Medio Ambiente y los Recursos Naturales.

Durante los siguientes años, participó en diferentes eventos dedicados al cuidado de la flora y la fauna internacional. Así, fue una de la invitadas a la Cumbre de la Tierra de 1992, en Río de Janeiro, y la Cumbre de las Naciones Unidas sobre pequeños Estados Insulares de 1994, en Barbados.

El año 1994 marcó el giro definitivo de su carrera hacia la vida política. En esa fecha, se fundó el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba. Simeón Negrín ocupó la titularidad de esa instancia gubernamental desde el primer momento.

Además, impulsó diversos programas en el país caribeño para la protección de los ecosistemas naturales, el desarrollo sostenible y la lucha contra la desertificación. Igualmente, integró la Organización de Mujeres para el Medio Ambiente y el Desarrollo (WEDO), organización no gubernamental internacional con sede en la ciudad de Nueva York.

Continuó en el cargo hasta su muerte, acontecida a la temprana edad de 61 años, en 2004, tras una dura lucha contra el cáncer. Su labor dejó una amplia impronta en su país natal y, asimismo, en América Latina. En 2006, el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente le otorgó póstumante el premio Campeones de la Tierra.

Referencias

Sobre la autora

Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.

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