Ruth Reck, 50 años en el enfrentamiento contra el cambio climático

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En el año 2017, el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos tuvo en sus manos un informe de más de mil seiscientas páginas. El documento recopilaba con precisión los efectos con que el cambio climático incidiría sobre la infraestructura, economía, salud pública y los ecosistemas de la nación durante las siguientes décadas.

Su redacción involucró al menos trece agencias federales del país y el respaldo de más de trescientos académicos independientes. Tras leer las conclusiones del estudio, el mandatario solo pudo pronunciar una frase: “No me lo creo”.

Los negacionistas del cambio climático no aparecieron con Donald Trump. Con él, quizás, consiguieron un nuevo aliento para alzar su voz y promover sus teorías conspirativas.

Ruth Reck.

El debate respecto al tema fue lanzado al ruedo de la opinión pública hace ya muchas décadas. Desde entonces han proliferado infinidad de interpretaciones y opiniones discordantes. Al mismo tiempo, en varias ocasiones se ha conseguido entrelazar el subsidio de algunos “escépticos” con grandes empresas dedicadas al consumo de energías no renovables.

La relación entre compañías como Peabody Energy —gigante estadounidense de la extracción de carbón— y grupos negacionistas, obligan a muchos a enfrentarse contra las corporaciones que, sin tapujos, intentan silenciar el impacto de la expulsión de gases de efecto invernadero hacia la capa de ozono.

Ruth Reck es, posiblemente, una de las voces contendientes que más tiempo ha permanecido sobre el ring de pelea. Los embates de sus puños, expresados mediante indagaciones científicas de alto rigor, pueden rastrearse hasta los años 60 del pasado siglo XX.

Sin embargo, en aquel entonces, la experta tenía sus guantes maniatados. No podía exponer sus conclusiones frente a la ciudadanía debido a la estricta política de confidencialidad que había contraído con su empleador del momento: General Motors.

Visionaria en silencio

Ruth Reck se graduó con honores en la Universidad Estatal de Minnesota. Durante ese período, consiguió una doble titulación en Química y Matemáticas, lo cual le ofrecía un futuro prometedor a la hora de encontrar empleo en el mundo del desarrollo industrial.

Mientras preparaba su trabajo doctoral, recibió una halagüeña propuesta de empleo. General Motors, la multimillonaria corporación estadounidense dedicada a la fabricación de automóviles, camiones y motores, la quería en sus laboratorios.

Reck ingresó a la compañía en 1965 y, poco después, sus superiores le pidieron comenzar un análisis sobre qué impacto tenía el desarrollo productivo de la empresa en el aire y el clima.

La temática comenzaba a cobrar relevancia por aquel entonces. Los estudios científicos sobre polución se volvían cada vez más “mediáticos” y, por regla, todos llegaban a una misma conclusión. La actividad humana estaba alterando la atmósfera y su composición.

Los corporativos de General Motors tenían la esperanza de que sus labores de producción tuvieran el efecto contrario a esos resultados. Sí, en lugar de contribuir al calentamiento global, poseían la firme convicción de que sus proyectos ayudaban a “enfriar” el clima.

Los estudios de Reck fueron un duro golpe a encajar. La científica había comenzado por indagar los aerosoles emitidos por los coches impulsados por combustibles fósiles. Sus pesquisas apuntaron a que esas partículas contribuían al cambio climático. Con posterioridad, se centró en los gases de efecto invernadero y ofreció pruebas sólidas de los efectos nocivos de esas emisiones.

Imagen realizada con parte de un informe de General Motors y una fotografía de Ruth Reck.

Tras mostrar evidencias a los directivos, la investigadora experimentó en primera persona cuán reacias eran las corporaciones a aceptar estos aportes. Los automóviles eran entonces la imagen del “progreso” y los directivos se negaron a tomar en cuenta los resultados y no modificaron su modelo productivo.

Entre tanto, Ruth Reck permaneció otros 27 años dentro de la empresa. Su objetivo era intentar crear conciencia alrededor de los ejecutivos y compañeros. Sin embargo, fue tratada como alguien ajena a su propio equipo y observó, impotente, cómo sus estudios eran descaradamente olvidados en una gaveta.

Cuando consiguió dejar atrás su trabajo en General Motors, la investigadora se convirtió en un referente mundial. Fue una de las primeras expertas en efectuar pruebas de sensibilidad sobre los efectos de las nubes en modelos climáticos. Asimismo, junto a su colega John Hummel, desarrolló un modelo de albedo (reflectividad) de superficie de más de 77 mil elementos. Esta herramienta predictiva se incorporó a todos los proyectos de análisis de variables medio ambientales existentes para el momento.

Su siguiente puesto laboral fue como directora del programa de cambio climático, en el Laboratorio Nacional Argonne de Estados Unidos. En paralelo, ha administrado operaciones de investigación en seis centros regionales del Instituto Nacional para el Cambio Ambiental Global, entre ellos la Universidad de Harvard.

En las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, participó en varias pesquisas acerca de los efectos de la aviación y el transporte en la atmósfera. Desde, 1991, se desempeña como miembro de la Junta de Regentes de la Universidad Tecnológica de Michigan. Su vida se centró en el mundo académico y dejó atrás las aplicaciones de la industria para centrarse en los efectos de esta.

Su nombre ante los focos

En el año 2020, un reportaje periodístico denunció que tanto General Motors como Ford conocían el impacto nocivo de los combustibles fósiles en la atmósfera desde hacía más de cincuenta años. Reck decidió respaldar la información y ofreció declaraciones oficiales sobre cómo sus estudios habían sido ninguneados.

Comienzo de Aerosols and Polar Temperature Changes
(Ruth Reck en Science).

Incluso, se reavivó la lectura de uno de sus primeros artículos académicos. Este había sido publicado en 1975 en la revista Science y, aunque fue aprobado por los ejecutivos de la empresa para la que trabajaba, no trascendió de la manera esperada.

A pesar de que sus pesquisas fueron silenciadas durante su tiempo en la corporación automovilística, la experta se esforzó por alzar la voz desde entonces. Su activo liderazgo en el combate contra el cambio climático a nivel nacional e internacional le ha valido la inclusión en consejos analíticos en países de Europa, Asia y Norteamérica.

Todavía hoy, se encuentra activa y trabaja como profesora de recursos terrestres, aéreos e hídricos de la Universidad California-Davis.

Referencias

Sobre la autora

Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.

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