Consejos gratuitos a las universitarias

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Las mujeres tienen el doble de probabilidad de que, sin solicitarlo, se les proporcione asesoramiento sobre la conciliación de trabajo y vida personal. Esto ocurre durante la búsqueda de información de manera informal, por parte de estudiantes universitarios, a través de profesionales. Es una manera de contactar con el mundo laboral que puede ayudarles a explorar diferentes posibilidades de empleo. A medida que los candidatos recién graduados o en los últimos años de carrera universitaria amplían sus redes, estas consultas informales pueden influir en las expectativas y elecciones profesionales.

Imagen: Pixabay.

Sin embargo, no todas las conexiones estudiante-profesional son iguales, según un análisis de las economistas laborales Yana Gallen y Melanie Wasserman. Su investigación reveló que las estudiantes reciben regularmente mensajes diferentes a los de sus homólogos masculinos. Esos mensajes enfatizan la importancia del equilibrio entre el trabajo y la vida personal (Gallen y Wasserman, 2021). Así, de forma subliminal o explícita, disuaden a las mujeres de elegir unas u otras trayectorias profesionales, incluso cuando pudieran ser las más favorables tras su formación académica.

El estudio fue publicado por el Instituto de Economía Becker Friedman y examinó los resultados de un experimento de campo a gran escala en el que estudiantes universitarios enviaron mensajes por vía telemática a 10 000 profesionales en activo para pedirles orientación y asesoramiento sobre futuros empleos. Al aleatorizar a los remitentes masculinos y femeninos, Gallen y Wasserman querían probar si el género influía en el tipo de información que recibía un estudiante. La respuesta fue un rotundo sí.

«Cuando los estudiantes buscan información general de profesionales de empresas, negocios o instituciones sobre trayectorias de empleo particulares, las estudiantes reciben mucha más información espontánea sobre el equilibrio entre el trabajo y la vida privada que los estudiantes varones», explicó Gallen, una experta en la brecha salarial de género. «De hecho, los profesionales proporcionan, con más del doble de probabilidades, información sobre cuestiones de conciliación entre el trabajo y la vida personal a las mujeres, una diferencia bastante dramática».

La investigación es una de las primeras en aislar causalmente cómo el género del estudiante moldea la información que recibe sobre diferentes atributos profesionales. Además, cuando los estudiantes, hombres y mujeres, preguntaron específicamente sobre el equilibrio entre el trabajo y la vida privada, las estudiantes recibieron un 28 % más de respuestas sobre esas cuestiones que los estudiantes varones. Es decir, cuando los estudiantes preguntaron intencionalmente sobre la conciliación entre el trabajo y la vida privada, los profesionales estuvieron más dispuestos a explayarse con las estudiantes y se sintieron libres para hablarles más sobre estas cosas: tiempo de estudio, implicación y compromiso con su trabajo, exigencias de la profesión elegida que les impedirán disfrutar de su ocio o de su vida social, compromisos profesionales que quizá les dejen sin tiempo para su cuidado personal o sus actividades privadas, etc. Comprobaron así que este mayor énfasis en las respuestas a las estudiantes mujeres no se debe únicamente a la creencia de que las mujeres están interesadas en esos temas y los hombres no, sino que depende de la disposición estereotipada y los prejuicios de los profesionales para interactuar con estudiantes hombres o con estudiantes mujeres.

Gallen y Wasserman encontraron también, como resultado relevante, que la gran mayoría de las respuestas relacionadas con el equilibrio entre el trabajo y la vida privada eran desmotivadoras, lo que a su vez pudo influir en las preocupaciones de las estudiantes y desplazar otras informaciones potencialmente útiles sobre la elección de un empleo. La idea es insinuar que es tan complicado para ellas conciliar su vida social y privada con su futura profesión que quizá lo mejor sea replantearse sus expectativas. Con toda esta información gratuita, pueden percibir que sus preguntas más técnicas o relacionadas con sus conocimientos no son oportunas; es como si de entrada quisieran deshacerse de ellas o, al menos, esa es la percepción de muchas jóvenes candidatas a un empleo.

Los datos de la investigación también pusieron de manifiesto que las estudiantes se desanimaron más que los estudiantes varones en su empeño de emprender una trayectoria profesional que ellas creían adecuada. ¿Les falta confianza en ellas mismas o sus dudas son el resultado augurado por profecías sexistas sobre sus metas laborales?

Aunque la investigación que nos ocupa se llevó a cabo entre estudiantes de economía, políticas públicas y matemáticas y profesionales de los ámbitos de las finanzas, gestión, ciencia de datos y derecho, las conclusiones pueden generalizarse a otros entornos laborales.

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La información que los estudiantes universitarios recogen sobre las posibles opciones al acabar sus estudios superiores tiene mucho peso en sus elecciones. Hay investigaciones que lo demuestran, como la de Catherine Porter y Danila Serra, que se plantearon el objetivo de aumentar el porcentaje de mujeres que se especializan en economía después de un primer año universitario más general dentro de ese ámbito. Los estudiantes inscritos en primeros cursos recibieron charlas impartidas por mujeres carismáticas que se habían especializado en economía en la misma universidad. La intervención influyó significativamente en la matriculación de las estudiantes en otras asignaturas de economía, y aumentó su probabilidad de especializarse en economía en 8 puntos porcentuales. El impacto fue muy alto ya que sólo el 9 % de las mujeres se especializaban en economía antes de la intervención. Las mujeres que cambiaron de idea planeaban especializarse en campos de bajos ingresos, y esta intervención de bajo coste podría tener un gran efecto positivo en sus ingresos futuros (Porter y Serra, 2020).

La transmisión de información sobre aspectos laborales a universitarios de últimos años a través de interacciones informales es un hecho habitual. Si la información recibida depende del género de quien la solicita, sin conocer la naturaleza de la información que falta, sin plantearse si la recibida es inexacta o resulta enfatizada, será difícil corregir desigualdades. Sin embargo, si las mujeres son conscientes de este sesgo antes de pedir datos, estarán alerta y tratarán de esquivar el estereotipo con preguntas que realmente incidan en el núcleo de sus futuras carreras profesionales.

Una cuestión que pone de manifiesto cómo afecta la información recibida a la asunción de riesgos tanto de hombres como de mujeres es la magnitud de la brecha de género en el conocimiento de los parámetros económicos necesarios para estar al tanto de las opciones de consumo, financieras y de mercado laboral. Es cierto que hay diferencias de género en la toma de decisiones relacionadas con la economía, pero esas desigualdades disminuyen cuando las personas, inversores o futuros trabajadores (tanto hombres como mujeres) tienen conocimientos financieros (Dwyer et al., 2002). Esto sugiere que las disparidades en información pueden ser una causa de los diferentes comportamientos para asumir riesgos, al menos financieros. Es decir, cuanta más información se reciba sobre aspectos económicos, mayor es la probabilidad de afrontar opciones favorables en ese terreno. Las decisiones más adecuadas para elegir un futuro empleo son las que se toman con la mayor cantidad posible de información.

Así, el acceso dispar a la información es siempre un determinante plausible de desigualdad en las elecciones laborales y, en consecuencia, esto se traduce en mayores o menores ingresos o en mayores o menores oportunidades de crecimiento y promoción. Si pensamos en los números tan bajos de mujeres empleadas como desarrolladoras, como ingenieras, como matemáticas, en inteligencia artificial o en ciencias de datos, y tenemos en cuenta el gran impacto que los y las profesionales de estas áreas tienen sobre las universitarias de últimos años, sería conveniente desterrar estereotipos en la información que estos especialistas les ofrecen. Si las empresas y las instituciones mejoran sus políticas de contratación y evitan prejuicios basados en el género de los candidatos a un empleo habrán dado un primer paso para evitar que el potencial de muchas jóvenes se vea limitado en campos tradicionalmente dominados por hombres; campos con muchos factores atractivos, tanto para ellas como para ellos.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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