Los grandes pasos de Encarnación Cabré en la arqueología española

Vidas científicas

Tiene las manos llenas de tierra. Lleva un mono vaquero de trabajo, ancho y cómodo, que no entorpece su movimiento. El sol calienta su ropa. Se toma un descanso y aprovecha para quitarse el polvo. Se yergue, y se pone la mano en la cabeza, de visera, para defenderse del sol. Ella es Encarnación Cabré (1911-2005), la primera arqueóloga española. No está sola; a su lado, su padre, Juan Cabré, uno de los pioneros de la arqueología del país, y su madre, una ayudante estupenda, Antonia Herreros. Forman el equipo perfecto.

No tuvo que rebuscar mucho para dar con la vocación que le esperaba a tan temprana edad; con 17 años ya participaba en las campañas de excavación de su padre. Cuando las cosas vienen tan claras es inútil revolverse o posicionarse en contra. De hecho, a veces es un alivio no tener que elegir un destino. El interés por esta disciplina nacía de su padre, y ella, tan solo tuvo que permanecer cerca. Se contagió. Y de qué manera.

Encarnación Cabré junto a un verraco de Las Cogotas (Ávila), hacia 1927. Imagen: Sitio para todo.

Encarnación estudió Filosofía y Letras, especializándose en Arqueología, en la Universidad Complutense de Madrid. En esa época hubo muchas mujeres que se decantaron por esos estudios pero no era tan común que se prepararan para ser arqueólogas. Ella era especial. Se graduó en 1933 pero para entonces ya tenía cierto bagaje, de esas infinitas veces que acompañó a su padre. Había participado, por ejemplo, en los yacimientos de Azaila (Teruel), en el Altillo de Cerropozo (Guadalajara), en la cueva de El Pindal (Asturias) y en el yacimiento de Las Cogotas (Ávila). Esa era la vida errante de una familia arqueóloga, piernas cansadas recorriendo la geografía española con una tienda de campaña.

Antes de terminar sus estudios universitarios, ya empezaron a conocerla más allá de las fronteras; su retrato salió en varios periódicos por su participación en dos congresos. Ella era Miss Congress, la primera mujer en España que se dedicaba profesionalmente a la arqueología. En 1929 asistió al IV Congreso Internacional de Arqueología Clásica en Barcelona, que coincidió con la Exposición Internacional. Allí presentó por primera vez un estudio sobre decoraciones de la cerámica de Las Cogotas. Del mismo modo, participó en el XV Congreso Internacional de Arqueología y Antropología Prehistórica, en Portugal, con una ponencia que abordó los resultados de su estudio sobre cerámica peninsular con incrustaciones de cobre y ámbar.

Entre clases y conferencias

En el verano de 1933, fue parte del famoso Crucero del Mediterráneo; a bordo del Ciudad de Cádiz, como docente, recorrió junto con otros profesores y estudiantes los principales yacimientos arqueológicos del Mediterráneo. También durante el curso 1933-1934, fue profesora de Historia y Geografía en el Instituto-Escuela de Madrid, y profesora ayudante del departamento de arte en la Universidad Complutense. Entre los años 1934-1936, participó en el grupo Misiones de Arte del Centro de Estudios Históricos, donde dio algunas conferencias en el Círculo de Bellas Artes, en el teatro de La Latina (Madrid) y en el Ateneo de Bilbao. En 1934, dio una serie de conferencias en el Instituto-Escuela sobre arte musulmán, y en calidad de profesora viajó a Marruecos y a Alemania a dar clases de arte español. Más tarde, comenzó el doctorado y consiguió una beca de la Junta Superior para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas de Madrid para realizar cursos de Prehistoria y Etnografía en las universidades de Berlín y Hamburgo (1934-1935). Su tesis versaba sobre las espadas y puñales de la Edad del Hierro.

Compaginaba su trabajo como docente con el de arqueóloga de campo. Una de las campañas de excavación más conocidas, que comenzaron por aquellos años, y en la que ella trabajó haciéndose cargo de los diarios de excavación fue la Necrópolis de La Osera (Ávila). Asimismo, participó en los trabajos que se hicieron en la Cueva de los Casares (Guadalajara), uno de los yacimientos más importantes, donde se encontraron grabados y pinturas prehistóricas. Gracias a su labor, consiguieron que la cueva se convirtiera en Monumento Nacional en 1934.

Encarnación Cabré. Imagen: Real Academia de la Historia.

A veces, con sus diarios en mano, otras veces se la reconocía por que llevaba su cámara Leika. Así trabajaba Encarnación: utilizaba la fotografía como técnica documental, de hecho, fue de las primeras personas en hacerlo, además de ser una excelente dibujante.

La Guerra Civil, un cambio de rumbo obligado

Durante la Guerra Civil, la familia Cabré tuvo un papel muy importante intentando salvaguardar los fondos del Museo Cerralbo y del Museo Arqueológico Nacional (MAN). La guerra supuso una pausa obligada en su carrera. A causa de la depuración de funcionarios durante el franquismo, Encarnación no pudo volver a la universidad como profesora. Ese mismo año contrajo matrimonio con Francisco Morán, con el que tuvo ocho hijos.

Entre la décadas 40-60, retomó su carrera publicando varios trabajos en revistas y congresos para mantener viva la memoria de su padre. En 1975, volvió a su labor como arqueóloga, a sus estudios, a la documentación y dibujos que ella había realizado durante su carrera. Su última aparición pública antes de su muerte fue la ponencia del II Simposio sobre Celtíberos en 1988, donde por primera vez en España se sintetizó el armamento celta hispano. A su muerte, legó el archivo documental de la familia a la Universidad Autónoma de Madrid.

La voz de Encarnación Cabré resuena hoy un poco más fuerte gracias a que, el año pasado, en el Congreso de los Diputados, se aprobó dedicarle el jardín del Museo Arqueológico Nacional por su carrera tan brillante como arqueóloga. Si algo nos ha enseñado la historia es que es injusta: fue la primera mujer española en ejercer esa ciencia, y ha sido durante todos estos años, solo eso, una figura con mucho potencial, sí, pero invisibilizada. El ejercicio de la memoria, la postura más combativa.

Referencias

Sobre la autora

Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.

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