Marian Diamond: la neuroplasticidad y el cerebro de Einstein

Vidas científicas

Muchos desconocían el trabajo de Marian Diamond (1926-2017) en el terreno de la neurociencia hasta que se le ocurrió hurgar en el cerebro de Albert Einstein (1879-1955). Tras la muerte del científico alemán, se creó un halo de misterio y fascinación sobre cómo sería el cerebro de un genio. Todo el mundo esperaba algo insólito, pero lo cierto es que a simple vista no tenía nada de especial, no era más grande que el de cualquier otra persona ni era más pesado que otros.

Marian Diamond (2010). Imagen: Universidad de California en Berkeley.

Thomas Stoltz Harvey, patólogo del Hospital Princeton que se encargó de la autopsia del genio, envió a Diamond cuatro bloques del cerebro preservado. Ella, que en ese momento investigaba la plasticidad cerebral en la Universidad de California en Berkeley observó que en el cerebro de Einstein, comparado con otros cerebros de control humanos, la cantidad de células gliales, que son las encargadas de dar soporte a las neuronas, era superior en algunas áreas. Su hipótesis, publicada en un estudio de 1985, era sencilla: esa diferencia se debía a los muchos estímulos a los que Einstein sometía a sus neuronas. El estudio de Diamond también ayudó a comprender el papel de las células gliales. Tras muchos años de investigación, en un ensayo publicado en 2007, y haciendo alusión a su anteriores estudios con cerebros de rata, explicó que estas células aumentaban con condiciones enriquecidas, con estímulos que se recibían del entorno.

Sin embargo, antes del análisis del cerebro de Einstein, Diamond fue responsable de un hallazgo que se convirtió en uno de los descubrimientos más impresionantes de la ciencia moderna: la neuroplasticidad. En los años 60, la comunidad científica todavía creía que el cerebro adulto de los humanos era rígido y estático. Diamond, por el contrario, publicó un estudio –Chemical and Anatomical Plasticity of Brain– en 1964, junto con tres compañeros (los psicólogos Mark Rosenzweig y David Krech, y el bioquímico Edward Bennett) donde evidenció por primera vez que el cerebro adulto también cambiaba anatómicamente. En definitiva, el cerebro era adaptativo y plástico.

El experimento que realizó contaba, por un lado, con una jaula grande y espaciosa con doce ratas que crecían en un ambiente enriquecido. Y por otro lado, con una jaula pequeña donde colocó a una totalmente aislada y sin estímulos. Tras ochenta días, Diamond analizó sus cerebros y descubrió que “el córtex cerebral había cambiado en un 6 %”. Explicó que “las ratas enriquecidas tenían una corteza cerebral más gruesa que las ratas empobrecidas”. Esto probaba que el entorno estaba directamente relacionado con el desarrollo y crecimiento del cerebro. De esta manera, Diamond siempre le dio importancia a mantener el cerebro activo y, pudo especificar más adelante cinco factores claves para que nuestro cerebro siga sano y poder enriquecer las conexiones: la dieta, el ejercicio, los desafíos, la novedad y el amor.

Su investigación no fue bien recibida; otros científicos opinaban que su trabajo era ingenuo y que estaba perdiendo el tiempo. Estuvieran de acuerdo o no, su descubrimiento tumbó la idea tradicional de la rigidez del cerebro (en todos los sentidos).

Además de estas investigaciones, estudió las diferencias entre la corteza cerebral de ratas macho y hembra, el vínculo entre el pensamiento positivo y la salud inmunológica, y el papel de las mujeres en la ciencia.

La mujer que sostenía cerebros en la palma de su mano

Marian Diamond nació en Glendale (California), en 1926. Se decantó por la ciencia y decidió estudiar biología en la Universidad de California en Berkeley. En 1948, empezó a investigar sobre el sistema nervioso, fue la primera estudiante de posgrado en el departamento de anatomía de la universidad.

Cartel del documental My love affair with the brain. Imagen: PSB.

En 1953, acabó su doctorado sobre anatomía humana y depositó su tesis Functional Interrelationships of the Hypothalamus and the Neurohypophysis. Su carrera científica estuvo dividida entre la investigación y la docencia. Antes de terminar el doctorado, por ejemplo, trabajó como investigadora asistente en la Universidad de Harvard. Más tarde, entre 1955 y 1958 se dedicó a dar clases de biología humana y anatomía comparada en la Universidad Cornell. En 1960, se asentó en la Universidad de California como investigadora y profesora, tarea que desempeñó hasta 2014 (como profesora asistente y más tarde, como profesora emérita).

A lo largo de su carrera fue distinguida tanto en el área de la investigación como en la docencia por varias instituciones alrededor del mundo; la Universidad de California en Berkeley le otorgó el Premio a la Enseñanza Distinguida en 1975 y la Asociación Americana de Mujeres Universitarias también reconoció su labor en el terreno científico, por ejemplo.

En una clase que impartió en 2010 (algunas de sus charlas pueden encontrarse en YouTube y en el documental My love affair with the brain), se ve cómo Diamond, muy elegante y ya envejecida, extrae un objeto de una colorida caja para sombreros, lo descubre ante toda su audiencia, como si aquello formara parte de un truco de magia, y muestra, para sorpresa de todos, un cerebro humano. Durante más de 60 años, la neurocientífica se dedicó al estudio del cerebro y nunca dejó de maravillarse. Para ella, esa masa era “la estructura más magnífica del mundo”.

Referencias

Sobre la autora

Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.

2 comentarios

  • Marian diamond estudio biología y empezó a estudiar el sistema nervioso es la que descubrió la neuroplasticidad donde tuvo la oportunidad de analizar en 4 bloques el cerebro de un científico llamado Einstein observando que las células gliales era superior a los demás cerebros de personas humanas según su estudio ayudo a comprender el papel de las celular gliales

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