La ingeniera aeroespacial Yvonne Brill: ¡Hasta el infinito y más allá!

Vidas científicas

En la segunda parte de la saga de Las crónicas de los Cazalet, escrita por Elizabeth Jane Howard, uno de los personajes, un niño llamado Christopher, se maravilla cuando le relatan la historia de un médico que salvó miles de vidas con sus experimentos sobre la viruela bovina. Al ver que aquella historia lo dejaba muy impresionado, su institutriz le responde que “los descubrimientos de esta naturaleza suelen ser fruto de una observación atenta”. Y termina animándolo: “No hay ninguna razón para que tú no puedas descubrir algo, Christopher, si es lo que más deseas”.

Yvonne Brill. Captura de pantalla de este video.

Yvonne Brill (1924-2013) también tenía un deseo: quería ser ingeniera, pero desgraciadamente se consideraba un ámbito “no apto” para mujeres, y fue rechazada. Así que decidió estudiar Matemáticas y licenciarse por la Universidad de Manitoba (1945), en Canadá. A veces no hay por qué seguir el camino marcado; existen atajos o simplemente rutas alternativas que te llevan al mismo destino. Y si no existen, los inventas, como hizo Brill; llegó a la ingeniería tomando un camino más largo que el de sus compañeros, más enrevesado sin duda, pero finalmente logró lo que deseaba, se dedicó al ámbito aeroespacial y se convirtió en pionera de ese campo gracias al desarrollo de un nuevo sistema de propulsión de cohetes con hidracina que permitía a los satélites transportar menos combustible y permanecer en el espacio más tiempo.

El mismo año de su licenciatura, se trasladó a California y entró a trabajar en la compañía Douglas Aircraft. También trabajó en el proyecto RAND, donde se diseñaron y construyeron los primeros satélites sin tripulación. No obstante, el contexto de la guerra cambió el rumbo del proyecto y el diseño de misiles se llevó todo el protagonismo.

Un nuevo motor de cohete

Brill, con su graduación debajo del brazo, decidió estudiar un máster de Física y Química en la Universidad de California, título que logró en 1951. Ese mismo año, se casó con un investigador químico, Matthew Brill, y los dos se trasladaron a la costa este, primero a Connecticut, y más tarde a Nueva Jersey. Yvonne se centró en algunos proyectos sobre propulsión y cohetes. Después de varios trabajos y de horas de dedicación a la crianza de sus hijos, en 1966 comenzó en la RCA (Radio Corporation of America) Astro-Electronics Division, donde ideó su famoso propulsor de hidracina electrotérmico (EHT en inglés), un “trabajo divertido”, según la ingeniera canadiense, que “verdaderamente refleja que la vida comienza a los 40”.

Primera página de la patente US3807657A de Yvonne Brill.

Este sistema de propulsión de hidracina mantiene a un satélite en órbita gestacionaria fija durante más tiempo que otros métodos y con una carga útil mayor. Al fin y al cabo, un cohete sin tripulación necesita sistemas de propulsión que puedan controlarse desde la Tierra. Pero estos sistemas que se le añaden hacen que los satélites sean menos eficientes y su peso sea mayor. La solución que planteó Yvonne fue introducir propelente o propulsor líquido, la hidracina, como combustible para dar empuje y elevarlo. El nuevo sistema planteaba la doble propulsión para los empujes más potentes y para los menos fuertes que se encargaban de mantener la posición. “Probé que definitivamente necesitas propulsión química para iniciar y detener el satélite si está a la deriva en la dirección incorrecta; o para obtener un cambio en la órbita o ubicación también, hay que hacerlo rápidamente, por lo que debe tener los dos sistemas a bordo”, explicaba Brill. Este invento fue patentado en 1972 y esta forma de propulsión se aplicó por primera vez en una nave espacial Radio Corporation of America (RCA) en 1983. Desde entonces, se ha convertido en un estándar en la industria.

También trabajo en más proyectos significativos: fue partícipe del desarrollo del sistema de propulsión de TIROS (Television Infrared Observation Satellite), el primer satélite meteorológico; contribuyó al sistema de propulsión del primer satélite de la atmósfera superior, Explorer 32, y, además, ayudó con una serie de diseños de cohetes para las misiones lunares de NOVA, el Mars Observer y el motor del cohete para el transbordador espacial de la NASA.

Premios y reconocimientos sin fin

A lo largo de su vida participó en programas espaciales, en la NASA y en el International Maritime Satellite Organization, entre otros, y gracias a sus ideas y proyectos, recibió varios premios importantes. Es posible que la mayoría recuerde una foto en la que Brill posa con el ahora expresidente Barack Obama. Esa instantánea se tomó en 2011, cuando le otorgaron la Medalla Nacional de Tecnología e Innovación, uno de los premios más importantes de ese ámbito. Brill logró también la Medalla John Fritz en 2009, y en 1980, Harper’s Bazaar y DeBeers Corporation le dieron el premio Diamond Superwoman a su carrera profesional.

En 2001, fue galardonada con la Medalla de la NASA al Servicio Público Distinguido y en 1987, fue elegida para formar parte de la Academia Nacional de Ingeniería y fue, del mismo modo, miembro de la Sociedad de Mujeres Ingenieras (SWE en inglés). El Instituto de Aeronáutica y Astronáutica (AIAA) nombró en su honor la cátedra Ivonne C. Brill que se presenta anualmente.

La lista de los premios que recibió parece no tener fin. Su dedicación al trabajo que desempeñó durante tantos años le valieron todos aquellos que le otorgaron. Sin embargo, uno de los más gratificantes para ella fue, sin duda, poder trabajar en lo que más deseaba, aunque no se lo pusieran nada fácil desde el principio.

En la escuela secundaria, su profesora de ciencias le dijo que no llegaría nunca a ser alguien en el ámbito científico. Ella esperó paciente su incursión en la ingeniería hasta que comprendió que, efectivamente, no había ninguna razón por la que ella no pudiera descubrir algo.

Referencias

Sobre la autora

Uxue Razkin es periodista y colaboradora del blog de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU Zientzia Kaiera.

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