Plumas y mujeres con conciencia

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¿Es posible encontrar una relación entre el Titanic y las mujeres con conciencia? Cuando el gran trasatlántico se hundió en 1912, la carga más valiosa que llevaba a bordo era un envío de plumas de avestruz. Incluso los diamantes tenían un precio más bajo que las plumas de algunas aves. El motivo de estar tan cotizadas se debía a la moda de llevarlas en los sombreros femeninos y cuanto más espectaculares, mejor. A veces, se adornaban con alas enteras o aves disecadas. Esto empezaba a ser preocupante porque algunas especies como la garceta nívea rozaban la alerta roja de una posible extinción.

John James Audubon, un famoso pintor de aves del siglo XIX, consideraba a esta garceta como una de las más bellas de Estados Unidos. Esta especie era abundante y se reproducía sin ninguna dificultad. En épocas de nidificación, se podía observar el interior de los nidos porque las ramas de los arbustos estaban tan saturadas que muchos huevos y polluelos quedaban a la vista. El pintor, amante de las aves, insistió ingenuamente en que éstas eran tan numerosas en Norteamérica que ninguna depredación podría acabar con ellas.

Garceta nívea con plumaje nupcial. Imagen: Wikimedia Commons.

Sin embargo, la llamativa garceta nívea y otras especies de aves estuvieron a punto de desaparecer a finales del siglo XIX, cuando las mujeres comenzaron a usar sombreros adornados con plumas. El brillante plumaje blanco de las garcetas, especialmente los mechones de plumón parecido al tul que se conseguían durante la temporada de apareamiento, tenía una gran demanda.

El comercio de plumas era un negocio sórdido. Los cazadores mataban y desplumaban a las aves adultas, dejando que las crías huérfanas murieran de hambre o sirvieran de alimento a depredadores. Era común que una colonia de varios cientos de pájaros fuera atacada por los cazadores de plumas y destruida por completo en dos o tres días.

Los principales impulsores del comercio de plumas fueron las fábricas de sombreros de Nueva York y Londres. Las garcetas no fueron las únicas especies amenazadas. En 1886, se estimó que cincuenta especies norteamericanas estaban siendo diezmadas a causa de la moda del momento.

Wikimedia Commons.

Con este panorama tan desolador, dos mujeres de Boston, una apasionada naturalista, Harriet Hemenway y su prima, Minna Hall, iniciaron una gran campaña de concienciación. Consultaron el Libro Azul de Boston, una especie de registro social, y organizaron meriendas con té y pastas en las que informaron a muchas mujeres sobre el cruel origen de los adornos de sus sombreros. Enviaron cartas a otras tantas informando y solicitando la afiliación a su recién estrenada sociedad para la protección de las aves, especialmente la garceta nívea. Unas novecientas mujeres se unieron a la causa de Hemenway y Hall. Con este éxito, ese mismo año organizaron la Sociedad Audubon de Massachusetts. En los dos años siguientes, se formaron sociedades Audubon en más de una docena de estados. Finalmente, en 1905 se creó la National Audubon Society.

Interponerse en el comercio de plumas era peligroso porque había muchos intereses económicos. El momento decisivo llegó en 1913, cuando la Ley Weeks–McLean puso fin al comercio de plumas. Esta Ley de Aves Migratorias, un hito en la historia de la conservación de la naturaleza en Estados Unidos, prohibió el mercado de plumas y el transporte interestatal de aves.

Harriet Hemenway. Wikimedia Commons.

El empeño de estas dos mujeres acabó por fin con una práctica devastadora y sangrienta basada sólo en intereses económicos y modas absurdas. Hemenway y Hall hicieron caer en la cuenta a otras muchas mujeres del despropósito de las plumas en sus sombreros, informaron sobre las consecuencias de esta tendencia, dieron otra perspectiva a un gesto que parecía inocente. El sentido crítico y la sensatez se impusieron a la influencia del aspecto físico y las necesidades creadas por empresas sin escrúpulos.

Igual que ellas, ha habido muchas mujeres apasionadas por las aves que han pasado desapercibidas a juzgar por los libros de historia de la ornitología. Como en muchos otros campos del conocimiento, se podría pensar que solo los hombres estudiaron éste que nos ocupa. No es así y nombraremos a muchas mujeres ornitólogas que merecen ser incluidas en los libros de historia de la naturaleza. Una de ellas, Leonor de Arborea (1340-1404), da nombre al halcón de Eleonora. Era una jueza sarda muy respetada y en 1392 legisló la protección para halcones en la Carta de Logu, una de las leyes de protección de aves más antiguas.

Leonor de Arborea y el halcón que lleva su nombre. Wikimedia Commons.

La ornitología se convirtió en una disciplina científica en el siglo XIX. En aquellos momentos, estaba centrada en las relaciones evolutivas utilizando aves y pieles disecadas, y sí, se la consideraba un «mundo de hombres». Se eliminaron algunas barreras a principios del siglo XX, pero no ha sido fácil acabar con la discriminación hacia la mujer en este mundo de plumas. Hay muchas mujeres pioneras que incluso cambiaron la investigación de aves reivindicando la observación del ave en su entorno en lugar de matarla y llevarla a un laboratorio para diseccionarla o disecarla. Una de éstas fue la norteaméricana Althea Sherman (1853-1943), excéntrica en el estudio del comportamiento de las aves, que comenzó a estudiar pájaros a los cincuenta años, después de regresar a la casa de su familia en la zona rural de Iowa. En un terreno cercano montó cajas nido y diseñó una estructura para observar a las aves de cerca. Como ella, muchas otras mujeres expertas en esta materia han pasado desapercibidas:

Florence Merriam Bailey, EE. UU. (1863-1948) fue autora de más de cien artículos y diez libros incluidas guías para identificar aves sin matarlas. Reivindicó en el Congreso de los Estados Unidos que se prohibiera el tráfico de vida silvestre, aprobándose la Ley Lacey en 1900.

Emilie Snethlage, Brasil (1868-1929) sentó las bases de la biogeografía y la distribución aviar en Brasil, describió alrededor de sesenta especies nuevas y fue elegida para la Academia de Ciencias de Brasil en 1926. Escribió un inmenso Catálogo de Aves de la Amazonia que describía taxonómicamente 1 117 especies.

Rosalie Edge, EE. UU. (1877-1962) era una sufragista y ecologista que estuvo a la vanguardia de la conservación de las aves en la América de 1930. Le preocupaba la matanza masiva de halcones migratorios sobre Blue Mountain Ridge, así que arrendó 1 400 acres y los usó para crear el primer refugio del mundo para aves rapaces. Ayudó a establecer los Parques Nacionales Olympic y Kings Canyon, y desempeñó un papel clave en la expansión de los Parques Nacionales Yosemite y Sequoia.

Evelyn Baxter y Leonora Rintoul, Reino Unido (1879-1959 / 1875-1953) fueron célebres en la ornitología escocesa. Compañeras inseparables que fundaron el Scottish Ornithologists’ Club y publicaron muchos artículos juntas. Estudiaron aves migratorias en la isla de May y su estudio de corrientes atmosféricas fue un hito en el desarrollo de la teoría de las migraciones. Fueron miembros de la Royal Society de Edimburgo.

Magdalena Heinroth, Alemania (1883-1932). Cada primavera criaba junto a su marido especies de aves europeas para registrar el comportamiento instintivo. Al final fueron trescientos ocho. Publicó cuatro volúmenes y su casa siempre estaba llena de aves, así que era bastante probable que algún pajarito aterrizara sobre las cabezas de los invitados durante las cenas en su jardín.

Margaret Morse Nice, EE. UU. (1883-1974), publicó tres monografías históricas sobre la vida del gorrión, basándose en catorce años de datos sobre el ejemplar que vivía en su patio trasero. Fomentó el intercambio de información científica entre ornitólogos estadounidenses y europeos. Publicó doscientos cincuenta artículos de investigación y 3 313 reseñas de libros y artículos sobre aves.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Althea Sherman, Florence Merriam Bailey, Maria Emilie Snethlage,
Rosalie Edge, Evelyn Vida Baxter, Leonora Jeffrey Rintoul, Magdalena Heinroth y Margaret Morse Nice.

Amelia Laskey, EE. UU. (1885-1973) publicó más de 150 artículos y fue elegida miembro de la Unión de Ornitólogos Estadounidenses. Estaba preocupada por las muertes de aves en los aeropuertos.

Annie Meinertzhagen, Reino Unido (1889-1928) era una experta cazadora que disparó y desolló a la mayoría de las aves que estudiaba, como era lo habitual. Estaba particularmente interesada en el plumaje y la muda de patos y aves zancudas y en la coloración de las piezas bucales de los pollitos. Escribió las secciones más relevantes del Manual de pájaros británicos.

Hildegarde Howard, EE. UU. (1901-1998) fue la primera científica especializada en el estudio de las aves fósiles y de la evolución de éstas. En su carrera fue autora de más de ciento cincuenta artículos y describió más de cincuenta especies, incluida la primera ave dentada de América del Norte. Sus dibujos de huesos de aves fósiles son muy detallados y precisos. Hoy nos parece absurdo, pero se le prohibió unirse a las excursiones de clase como estudiante por ser mujer. Fue una reconocida ornitóloga y una autoridad a nivel mundial en paleontología aviar.

Frances Hamerstrom, EE. UU. (1908-1988) estudió aves durante cincuenta años. Se centró en estudios de población de rapaces a largo plazo y en el desarrollo de técnicas pioneras de cría en cautividad del águila real. Entrenó su primera ave rapaz a los 12 años y en su adolescencia combinó su pasión por la caza con una exitosa carrera como modelo. Sin muchas oportunidades como ornitóloga llegó un momento en que Frances siguió a su pareja en la carrera de él y esto significa que la mayoría de las instituciones obtuvieron dos expertos por el precio de uno.

Barbara Blanchard DeWolfe, EE. UU. (1912-2008) estudió los gorriones de corona blanca y demostró diferencias importantes en la historia natural entre razas dentro de una especie. Revolucionó la forma de investigar pasando de matar a las aves para disecarlas a observarlas en vivo. Le sugirieron que como mujer quizá prefiriera hacer una tesis sobre algo menos complejo como el estudio de los gusanos en lugar de las aves. El director de su departamento le informó que nunca la recomendaría para un puesto mientras hubiera un hombre para hacerse cargo. Sin embargo, ella continuó con su trabajo y se convirtió en una exitosa académica.

Beryl Patricia Hall, Reino Unido (1917-2010) fue una experta en la distribución y taxonomía de aves africanas. Sus colegas varones la consideraban excepcionalmente cualificada para expediciones de caza en África. Hizo la mayor parte del trabajo (junto con Reg Moreau) en un proyecto de ocho años en el que se elaboró un Atlas de clasificación de aves paseriformes africanas, con 962 especies.

Pauline Reilley, Australia (1918-2011) hizo una contribución sobresaliente al estudio de las aves en Australia. Desempeñó un papel de liderazgo en la Real Unión de Ornitólogos de Australia y dirigió el proyecto que concluyó con el primer Atlas de aves australianas.

Maria Koepcke, Perú (1924-1971), fue una experta en ornitología neotropical. Realizó numerosas expediciones y transformó su casa en una estación de investigación. Conocida como “Casa Humboldt”, era el centro de operaciones para todos los que realizaban trabajos de campo en Perú. Elaboró, junto a su marido, una guía muy concisa, detallada y útil sobre las aves de los Andes occidentales. Mientras elaboraba la guía para las de los Andes orientales el avión en el que volaba fue alcanzado por un rayo y se estrelló en la selva amazónica.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Amelia Laskey, Annie Meinertzhagen, Hildegarde Howard,
Frances Hamerstrom, Barbara Blanchard DeWolfe, Beryl Patricia Hall y María Koepcke.

Son muchas más las mujeres que han dedicado su vida al estudio de las aves y comprobamos que no es cierto que la ornitología sea cosa de hombres. Ellas han luchado por una disciplina que les interesaba con una actitud decidida y sin atender a estereotipos, sin seguir creencias falsas sobre su capacidad. Por otro lado, en muchas ocasiones, al igual que hicieron Hemenway y Hall con su determinación divulgadora, promover un sentido crítico en nuestras estudiantes no es sólo una sugerencia para decidir con rigor y con ciencia, también es una magnífica formación para tomar decisiones con conciencia.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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