La supuesta fragilidad de la fuerza física femenina

Ciencia y más

Ruth Hubbard. Wikipedia Commons.

En distintas entradas de este blog se ha apuntado que la práctica científica, como cualquier otro producto cultural, está influida por el contexto social en el que se desarrolla, y que por ello no puede declararse neutral. Como tan bien señalara la profesora de biología de la Universidad de Harvard, Ruth Hubbard: «No existe tal cosa: una ciencia que sea objetiva y libre de valores». Al hilo de este argumento nos interesa recordar que muchos conocimientos científicos se han visto distorsionados por la ideología androcéntrica dominante en nuestra cultura patriarcal, que privilegia a un sexo sobre otro.

Así lo ha expresado, entre otras muchas estudiosas, la profesora de Historia de la Medicina de la Universidad de Málaga, Isabel Jiménez-Lucena, durante una entrevista realizada en junio de 2019. La especialista apuntaba que «en una sociedad marcada por la desigualdad de género entre hombres y mujeres, la ciencia no ha hecho más que reproducir esos mismos patrones en su manera de obtener el conocimiento. En nombre de la “objetividad”, las mujeres han sido sistemáticamente excluidas». Dicho de otra manera, siguen pagando el peaje de herencia histórica y de cosmovisión prejuiciada.

La profesora de Psicología de la Universidad de Wisconsin (University of Wisconsin-Madison), y autoridad académica internacional en el tema Mujeres y Género, Janet Hyde, ha expresado recientemente, en febrero de 2019, que «los estudios de mayor alcance realizados hasta la fecha desmienten los estereotipos de género». Sin embargo, continua la experta, «nos enfrentamos a un fenómeno llamado “sesgo de confirmación del estereotipo”, proceso por el cual tan solo ponemos atención sobre aquella información que confirma nuestras creencias […]. Si damos por hecho [determinadas premisas], todo dato que respalde esa hipótesis será magnificado, mientras que aquello que la contradice se tenderá a minimizar. Por esto decimos que los estereotipos son muy resistentes al cambio».

No obstante, y pese a la tenacidad con que los estereotipos se hayan querido aferrar al convencional pensamiento científico, es ampliamente admitido que entre las cualidades que reflejan la grandeza de la ciencia destaca la capacidad para corregir sus propios errores. Se ha dicho, al respecto, que la primera verdad ha nacido de reconocer un primario error.

Dentro del ámbito del atractivo campo que estudia nuestros orígenes y evolución, durante las últimas décadas numerosas científicas han logrado ejercer una fuerte influencia en la orientación de las nuevas investigaciones, abriendo el camino a una revalorización radical de los roles femeninos en las sociedades del pasado. Mujeres productivas, inventoras, artistas, conquistadoras…, están aflorando a la visión de todos y todas, invalidando paulatinamente los viejos y caducos clichés androcéntricos, exclusivamente centrados en figuras masculinas.

De los múltiples ejemplos existentes, nos parece ilustrativo centrarnos en un aspecto altamente discutido: la supuesta debilidad física de nuestras antepasadas, aquellas homininas que formaron la mitad de las poblaciones humanas que a lo largo de milenios recorrieron y conquistaron el planeta.

¿Eran físicamente débiles las mujeres prehistóricas?

La comunidad de especialistas admite que todavía nos queda mucho por saber sobre el estado de forma física de nuestros antepasados y antepasadas prehistóricos. Pese a ello, sí sabemos que la humanidad se originó en África, y que en diversas oleadas algunos grupos fueron abandonando el continente natal y terminaron extendiéndose por todo el mundo.

Imagen: Past Women.

Para lograr tremenda hazaña tuvieron que recorrer miles de kilómetros, atravesar áridos desiertos, soportar regiones heladas con durísimos inviernos, escalar montañas, algunas altísimas como los Alpes o el Himalaya, e incluso cruzaron brazos de mar y poblaron nuevas tierras. Tradicionalmente, se ha supuesto que tales adversidades se superaron porque los hombres eran fuertes y fornidos, estaban dotados de una notable resistencia física y de gran determinación e iniciativa. Si pensamos en el tema, concluiremos que probablemente sería así, pues nuestra razón intuitiva nos dice que era la única forma de sobrevivir.

Pero si seguimos pensando, surge otra cuestión no menos interesante: ¿cómo se pudieron acometer tales proezas si la mitad del grupo viajero eran mujeres, tal como se ha supuesto, tan frágiles, dependientes, pasivas y temerosas? En este caso, también nuestra razón deductiva nos lleva inevitablemente a plantearnos una nueva pregunta: ¿eran realmente las mujeres prehistóricas débiles y asustadizas, con escasa fuerza física y carentes de iniciativa propia?

La ciencia y sus últimos hallazgos constituyen la mejor herramienta para intentar responder a estas apasionantes cuestiones, cargadas con estereotipos de género a veces tan poderosos que hasta obnubilan nuestra capacidad analítica. Por todo ello, creemos que puede resultar valioso traer a colación uno de los últimos estudios relacionado con la fuerza física de las mujeres.

Entre las atletas de élite y aquellas mujeres prehistóricas

Alison Macintosh.

Los esfuerzos realizados durante décadas para reconocer e intentar eliminar los sesgos de género presentes en la interpretación de nuestro pasado están proporcionando una sorprendente visión de las mujeres prehistóricas. En esta línea se inscribe el original trabajo publicado en noviembre de 2017 por la revista Science Advances, cuya autora principal es la investigadora Alison Macintosh, del Departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge (University of Cambridge’s Department of Archaeology).

Se trata de un estudio que forma parte de un proyecto financiado por el Consejo Europeo de Investigación (ERC, European Research Council), dedicado a investigaciones excelentes de largo plazo. El objetivo prioritario del trabajo de Macintosh et al. fue realizar un análisis comparado entre los huesos de mujeres prehistóricas y los de un grupo de atletas hoy vivas. Los datos obtenidos, declara la científica, «pueden ayudarnos a elaborar una imagen más precisa de cómo vivían las mujeres de los tiempos anteriores al surgimiento de la escritura».

«Este es el primer estudio que compara huesos femeninos antiguos y actuales», subraya Macintosh, ya que hasta el momento los trabajos bio-arqueológicos sobre el comportamiento de las mujeres prehistóricas han sido muy escasos. En la página web de la Universidad de Cambridge, noviembre de 2017, la investigadora sostiene que tal escasez se debe a una clara subestimación de las exigencias físicas que tuvieron que soportar las mujeres durante el pasado lejano.

En esa misma página, la especialista y sus colegas afirman que «mediante la interpretación de los huesos de las mujeres en un contexto específico comenzamos a ver los intensos, variables y laboriosos que fueron sus comportamientos». Asimismo, apuntan que sus resultados sugieren una «historia escondida del agotador trabajo manual femenino que se extendió durante milenios».

Para sus indagaciones, el equipo de especialistas utilizó un pequeño escáner CT (escáner de tomografía computarizada) del laboratorio de la Universidad de Cambridge. En primer lugar, analizaron los huesos de los brazos (húmeros) y de las piernas (tibias) de mujeres estudiantes miembros del equipo de deportistas de remo de élite de la citada universidad (Cambridge University Women’s Boat Club), ganadoras de la carrera de ese año, 2017, y que habían logrado romper los récords establecidos hasta el momento. Estas mujeres, la mayoría de poco más de veinte años, se entrenaban dos veces al día y remaban en promedio unos 120 Km a la semana. A continuación, escanearon los huesos de brazos y piernas procedentes de jóvenes estudiantes con un estilo de vida más sedentario.

Con posterioridad, los huesos de las mujeres modernas se compararon con los de las mujeres de épocas agrícolas de comienzos del Neolítico, cuya antigüedad oscilaba entre 7.400 y 7.000 años. Al respecto, Alison Macintosh explica que «solemos olvidar que el hueso es un tejido vivo, capaz de responder a los rigores a los que sometemos nuestros cuerpos. El impacto físico y la actividad muscular ejercen presión sobre ellos, ante lo que reaccionan cambiando de forma, curvatura, espesor y densidad para adaptarse a una tensión repetida».

Al comparar a las remadoras modernas con las mujeres neolíticas analizadas en el estudio, detectaron que ambos grupos tenían una fuerza similar en los huesos de las piernas. Sin embargo, los huesos de los brazos de las antiguas eran considerablemente más fuertes que los de las atletas actuales, entre un 11 % y un 16 %, afirman Macintosh y sus colaboradores en Science Advances.

Cambridge University Women’s Boat Club.

En suma, tras una cuidada investigación, el equipo llegaba a la conclusión de que los brazos de las mujeres prehistóricas eran más fuertes que los de las actuales campeonas de remo; sin embargo, también constataron que la fuerza de las piernas no había cambiado demasiado con el curso de los milenios.

Aunque resulta difícil decir qué actividades podrían haber contribuido al incremento de la fuerza física de los brazos de las prehistóricas, Alison Macintosh y sus colegas avanzaron algunas hipótesis. Por ejemplo, consideraron que esa fortaleza probablemente se obtuvo a partir de una amplia gama de comportamientos, como por ejemplo, labrar el suelo y recolectar las cosechas a mano, o moler el grano durante horas. «La acción repetitiva de moler con piedras durante horas al día puede haber fortalecido los brazos de las mujeres de manera similar al movimiento hacia delante y hacia atrás cuando se rema», ha explicado Macintosh.

Aunque los resultados de este estudio se han analizado desde diferentes perspectivas, entre ellas por ejemplo el papel de las mujeres en el nacimiento de la economía agrícola, en esta entrada haremos hincapié solo en su relación con la fragilidad o debilidad femenina en tiempos lejanos.

En esta perspectiva, la científica ha argumentado que la generalizada convicción de que las mujeres prehistóricas se dedicaron solo a las tareas que requerían menos fuerza, siempre le había generado serias dudas. «Nuestro equipo pensaba, continúa Macintosh, que probablemente existía una gran simplificación al sostener que ellas simplemente hacían muy poco, o no hacían tanto como los hombres, o que eran básicamente sedentarias, o más débiles». En diversas ocasiones, el grupo investigador ha esgrimido que fue el interés por intentar averiguar cómo pudo haber sido en realidad el comportamiento femenino lo que impulsó este trabajo.

Este aspecto es interesante en el debate científico. Si focalizamos la atención en el protagonismo femenino, parece colegirse y se comprueba, que su gravitación es mucho mayor y menos pasiva que si lo englobamos en el conjunto genérico. Algo repetible en esa óptica de relativizar las visiones de género.

Cuando la comunidad de especialistas, y también el público en general, tuvieron conocimiento de los resultados alcanzados por el equipo de Cambridge, se generó una considerable e incómoda sorpresa que avivó un debate ya discutido de antemano. Ante ese asombro, Macintosh ha sostenido con arrojo que nace, en gran medida, de la subestimación sistemáticamente admitida de la naturaleza y de la potencia física de las mujeres en la prehistoria.

No obstante, el trabajo de Alison Macintosh y sus colegas es muy valioso porque confirma una sospecha cada vez más extendida entre los especialistas: a lo largo de nuestra larga prehistoria las mujeres estaban muy alejadas de la estereotipada imagen de personas debiluchas, dependientes y con escasa capacidad de trabajo. Con toda probabilidad, su fortaleza física y determinación eran mucho mayores de lo habitualmente supuesto.

Entre las numerosas opiniones vertidas en torno a este apasionante tema, la antropóloga de la Universidad de Tel Aviv, en Israel, especialista en anatomía evolutiva, Hila May, quien no estaba implicada en el trabajo, considera que los hallazgos del equipo de Cambridge son convincentes. «Podrán ayudar a explicar, entre otras cosas, por qué las enfermedades óseas, como por ejemplo la osteoporosis, son tan frecuentes en las mujeres hoy en día. El proceso evolutivo puede haber configurado la estructura ósea femenina para enfrentarse con las situaciones de estrés existentes durante los tiempos cazadores-recolectores; el rápido cambio experimentado al pasar a una vida más sedentaria quizás provocó un debilitamiento de los huesos», ha expuesto la antropóloga en una entrevista concedida al historiador de la ciencia y periodista científico Michael Price.

Queremos concluir señalando que los resultados obtenidos a partir de estudios como el que acabamos de exponer ratifican la acreditada opinión de la citada doctora en psicología, Janet Hyde, cuando alega que «la ciencia desmiente los estereotipos de género, de cómo deberíamos ser, actuar y comportarnos hombres y mujeres». Y ciertamente, los esfuerzos de investigación y divulgación continuarán siendo el arma más efectiva para dotar a la actividad científica de cimientos sólidos, cada vez más libres de estereotipos y prejuicios, capaces de impulsar la igualdad.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

25 comentarios

  • Me considero «feminista» (si es que un hombre puede considerarse eso en estos tiempos, porque esta la cosa… ), pero antes que eso, abogo por la verdad, y la verdad, a mí este artículo no me parece que haya desmentido nada.
    Es obvio que las mujeres prehistóricas eran fuertes, pero de ahí a afirmar que no hay ninguna diferencia fisiologica en la misculatura de hombres y mujeres hay un trecho. No estoy afirmando o negando este enunciado, sino que estoy dudando del hecho de que los estudios presentados sirvan para desmentirlo.
    Un saludo.

  • Hola Daniel, muchas gracias por tu comentario. En primer lugar, no solo creo los hombres puedan ser feministas, sino que deben serlo. Pensemos que el primer objetivo del feminismo es la igualdad entre hombres y mujeres, y creo que una sociedad igualitaria será mejor para todos y todas.
    En relación con el artículo de hoy, queria decirte, brevemente, que solo se ha empezado a considerar que las mujeres prehistóricas eran físicamente fuertes a finales del siglo pasado, gracias a los trabajos de científicas academicamente formadas, y con poco eco inicial entre la comunidad de especialistas.
    Es evidente que la musculatura de unas y otros no es igual, lo que se defiende es que proporcionalmente, en relación con el peso, el tamaño del cuerpo, etc,su potencial desarrollo muscular no es tan diferente. Mira, si puedes, los resultados recientes de muchas pruebas de atletismo y verás que la brecha entre ambos géneros no es tan amplia como se pensaba.
    Un cordial saludo
    Carolina

  • El artículo me parece interesante por lo que tiene de específico para concoer nuestros orígnes y el desarrollo posterior del género humano, pero no acierto a vislumbrar su finalidad o el mito que pretender poner en evidencia. El dato científico que se muestra, la fortaleza común de las mujeres en el neolítico similar o superior a la de las actuales atletas, no derrumba el prejuicio del «sexo débil», más cultural que físico. La supuesta fragilidad de la fuerza física femenina, como enuncia el título de esta reflexión, seguiría siendo tal si en lugar de compararla con las deportitas de élite de nuestro tiempo se hubiera contrastado con la fuerza de los hombres del neolítico. Independientemente de los factores socioculturales que hayan podido intervenir en la evolución física, la fuerza de nuestros antepasados, hombres y mujeres, era muy superior a la nuestra pero también se mostraba diferente en razón del sexo. En realidad el vigor de las mujeres del noelítico, sea cual fuere, era pleno en sí mismo, ni frágil ni débil, era el que poseían o alcanzaban a lo largo de su vida como respuesta a la adaptación al medio. La fragilidad o debilidad solo aparece cuando se comparan realidades que morfológicamente no son idénticas. El resto lo hace la cultura al deducir injustificadamente de la diferencia un patrón de fortaleza y otro, por comparación, de debilidad con todo lo que ello a supuesto en el devenir humano.

  • Hola Carlos
    Gracias por tu comentario. Con este artículo se pretende contribuir a dar difusión a un trabajo de investigación realizado por un equipo de Cambridge, uno de los centros más serios en el ámbito científico. Además, la comparación entre las mujeres actuales y las mujeres del neolítico me ha parecido de interés porque puede ayudarnos a conocer mejor cómo eran las mujeres del pasado. No se pretende hacer comparaciones con los hombres. Evidentemente, cada género tiene su propia anatomía y fisiología, y creo interesante que quienes lo deseen puedan desarrollar sus potencialidades.
    Un saludo
    Carolina

  • Hola carolina, me gustó mucho tu articulo, y tambien e leido mas articulos tuyos y veo que sabes mucho sobre temas que me interesan ¿hay alguna forma en que tu y yo podriamos estar comunicados y hablar?

  • Hola Iván, me alegra que te interesen los temas que aquí publicamos. El blog está saliendo muy bien y seguiremos escribiendo cosas.
    Un saludo

  • Buenos días,
    Tanto hombres como mujeres hemos descendido en fuerza muscular en comparación a nuestros ancestros. Las mujeres por naturaleza somos mucho más débiles muscularmente que los hombres, pero a cambio podemos parir cosa que ellos por su naturaleza no pueden. Cada género tiene sus inconvenientes y sus ventajas.

  • Hola Laura
    Gracias por comentar. Estoy totalmente de acuerdo contigo en una cosa: al menos por ahora, los hombres no pueden parir (no sabemos hasta dónde avanzará la tecnología en el futuro). Pero no estoy tan de acuerdo al pensar que las mujeres son mucho más débiles. Numerosas y numerosos autores apuntan que con un buen entrenamiento físico ellas demuestran ser muy fuertes y alcanzan niveles insospechados, sobre todo en el mundo del atletismo de élite Es probable que no se igualen, pero sí que las diferencias se acorten.
    Un cordial saludo.

  • muchas gracias por este artículo! me ha parecido extremadamente útil y no podría estar más de acuerdo. simplemente me ha encantado! mucha suerte. poco se habla de lo guais que somos las mujeres

  • Hola Ire, me alegra que subrayes lo «guais» que somos las mujeres, ¡ja, ja! Ciertamente, se nos ha infravalorado en la cultura patriarcal dominante, pero por fortuna ahora hay muchas mujeres en muchos ámbitos, y también hombres, investigando y sacando a la luz todo lo que ellas han hecho y lo que podrán hacer, en la ciencia, en el deporte, en multitud de actividades.
    Un saludo y gracias por tu comentario.

  • Muy interesante, me parece tremendamente importante investigar las causas y mecanismos de la evolución biológica humana. Visto que el artículo ofrece una comparativa entre la fuerza física femenina de epocas remotas y la actual, creo que seria muy interesante extender la investigación a los parámetros masculinos. Intuyo que podríamos llevarnos una sorpresa al hacerlo. Si el hombre prehistórico no estuviera habituado a ciertas tareas que requieren ritmos repetitivos y constantes de actividad física tal vez su nivel de entrenamiento no fuera tan intenso como el de las mujeres que los acompañaban y bien podria suceder que ambos sexos estuvieran muy próximos en fortaleza muscular. Me interesaria mucho un estudio extendido, focalizado en huesos de hombres prehistoricos y sus comparaciones correspondientes.
    Muchas gracias por tu trabajo.

  • Hola Camilo. Muchas gracias por tu comentario. En lo que he leído sobre la fortaleza física de nuestros antepasados prehistóricos, los estudios más recientes muestran que hombres y mujeres eran fuertes y robustos, lo que parece bastante razonable si tenemos en cuenta las duras condiciones de vida que implica el nomadismo. Creo que ambos sexos debían realizar tareas semejantes, pero no dispongo de información sobre un estudio comparado entre hombres actuales y hombres prehistóricos.
    Un cordial saludo
    Carolina

  • Hola Daniel, te cuento que en la realidad, en condiciones extremas de sobrevivencia las mujeres podemos igualar y superar en fuerza a muchos hombres, lo sé porque efectivamente he visto con mis propios ojos como mujeres muchas, conviviendo con ellas y yo misma bajo ciertas condiciones igualamos su resistencia e incluso su fuerza, cargamos lo mismo, caminamos lo mismo, tambien hablamos de factores culturales que no permiten que nosotras desarrollemos nuestra fuerza y capacidades, de hecho muchas mujeres superan en fuera a muchos hombres. Por lo tanto no es verdad que las caracteristicas fisicas de los hombres los hagan mas fuertes que
    todas las mujeres.

  • Hola Viviana, me ha gustado mucho tu comentario porque está en la línea de lo que sugieren cada vez más investigaciones. Las mujeres son notablemente más fuertes y físicamente resistentes de lo que se ha pretendido interpretar según los cánones tradicionales. Con un entrenamiento adecuado desde niñas, pueden alcanzar una fortaleza importante; los datos procedentes del deporte así lo indican, igual que los entrenamientos que superan las policías o las que se incorporan al ejército. En fin, que «el sexo débil» es un mito.
    Un cordial saludo
    Carolina

  • la unica ventaja de parir es que no estamos perpetuando nuestra raza , pero parir duele mucho y no creo que ningun hombre quiera parir, en cambio a mi me encantaria ser capaz de tener una fuerza muy elevada , no estar cuidando a un niño por 20 o 25 años de mi vida

  • […] En Colombia, la altura promedio es 1,54 centímetros en mujeres y 1,71 en hombres. Por supuesto, mujeres y hombres cisgénero. Mi cuerpo de 1,88 centímetros, más ahora que antes, llama la atención. En mi «vida pasada» recibía elogios por […]

  • Interesante el estudio, no dudo que los individuos hombres y mujeres de esa época eran físicamente más fuertes que los individuos actuales, pues las exigencias físicas eran mayores con los esfuerzos que realizaban, si hasta hace pocas generaciones las mediciones de testosterona libre en hombres y mujeres eran más altos que los actuales, toda esta disminución originada por el estilo sedentario, ya que hasta nuestros abuelos tenían trabajos y oficios más demandantes a nivel muscular y físico, pero siempre se ha mantenido una diferencia entre las capacidades físicas de hombres y mujeres, dichas diferencias hacen que los hombres destaquen en unas disciplinas y las mujeres en otras, en muchas especies de mamíferos se ven estas diferencias con más testosterona y fuerza en machos que en hembras.Las diferencias en las disciplinas del atlétismo se están reduciendo, pero se necesitan varias generaciones para que se produzca este hecho; por ahora a nadie sensato y con conocimiento se le va a ocurrir enfrentar en un cuadrilatero de boxeo a un hombre con una mujer, las consecuencias pueden ser fatales. En mi humilde opinión no hay mejore o peores solo distintos.

  • Hola Felipe
    Gracias por tu comentario. En este artículo no se pretende afirmar que los hombres y las mujeres tengan la misma fuerza física. Lo que queremos señalar es que, tradicionalmente, las mujeres han carecido entrenamiento para mejorar su rendimiento corporal, mientras que los hombres desde hace generaciones tienen la posibilidad, si es su deseo, de dedicarse al deporte y alcanzar importantes resultados. Cuando ambos son entrenados adecuadamente desde pequeños las diferencias se acortan, aunque no se igualan, al menos en una parte de los casos. En las mujeres es sorprendente cómo avanzan y mejoran.
    Un saludo.
    Carolina

  • Hola, como están, me gusta mucho el articulo porque siempre se ha asumido que la «frágil» anatomía de las mujeres evoluciono debido a que solo se dedicaban a quedarse en la casa y a cuidar a la descendencia, sin embargo cada día las investigaciones ponen en duda eso, ahora, para aquellos que han malinterpretado el articulo, este no sugiere que mujeres y hombres sean idénticos en las cuestiones físicas relacionadas con la fuerza, elasticidad o resistencia, no, el articulo quiere reflejar que las diferencias no son tan grandes como se ha sugerido y que estas no son un impedimento para el desempeño en los deportes.

    • Hola Ramses. Muchas gracias por tu comentario. Me ha gustado tu correcta interpretación acerca de qué dice la ciencia moderna sobre la fortaleza física de las mujeres. Es evidente que una persona tendrá una fuerza y resistencia física en función del desarrollo que sus alcancen músculos, esqueleto, etc.; también es evidente que los hombres tienen una corpulencia mayor que las mujeres. Pero todo ello no son argumentos que justifiquen la incapacidad femenina para participar en el deporte. Lo estamos viendo continuamente, sin ir más lejos en sus logros en el futbol. Ellas no son, de ninguna manera, débiles, delicadas, dependientes, frágiles… y demás estereotipos. Si ambos sexos son bien entrenados pueden alcanzar espléndidos rendimientos en el mundo del deporte en función de sus propias capacidades y habilidades.
      Un cordial saludo
      Carolina

  • Sólo agradecer por compartir tan valioso aporte científico.

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