El sexo del cerebro parece tener escasa relevancia. La combativa obra de Cordelia Fine

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Cordelia Fine. Wikimedia Commons.

Todas nuestras hormonas, nuestros genes y nuestros cerebros están enlazados de alguna manera con las experiencias sociales que hemos vivido.

Cordelia Fine

La doctora en psicología, escritora y profesora de historia y filosofía de la ciencia en la Universidad de Melbourne, Cordelia Fine, es una acreditada neurocientífica miembro del Instituto de Liderazgo de la Mujer de Australia. Fine ha dedicado importantes esfuerzos al estudio del neurosexismo, que define como «el uso del lenguaje o de los principios de la neurociencia para justificar añejos estereotipos y roles de género de una forma no sustentada científicamente».

Cordelia Fine es una experta en temas sumamente complejos y, al mismo tiempo, una gran divulgadora de la ciencia con reconocida capacidad para explicar con brillantez enrevesados asuntos sin perder el rigor científico. Convencida de la urgente necesidad de dar a conocer los avances de la neurociencia e intentar sacar a la luz y erradicar prejuicios largamente arraigados, ha publicado varios libros y numerosos artículos. Asimismo, ha participado en acalorados debates y concedido entrevistas a diversos medios de comunicación.

Uno de los libros con más repercusión entre los publicados por Cordelia Fine salía a la luz en el año 2010 bajo el título Delusions of Gender: How our minds, society, and neurosexism create differences. Un trabajo ampliamente leído y comentado por expertos en la materia y por el público en general. Al año siguiente, Juan Castilla Plaza lo tradujo al castellano con el nombre de Cuestión de sexos. Cómo nuestra mente, la sociedad y el neurosexismo crean la diferencia, versión que también ha alcanzado una gran difusión.

Cordelia Fine estudió intensamente la estructura del cerebro durante su trabajo de doctorado en el Institute of Cognitive Neuroscience at University College London, alcanzando una considerable especialización en el tema. Esta formación le permitió realizar en Delusions of Gender una crítica rigurosa y áspera sobre las supuestas pruebas de la existencia de diferencias biológicas innatas entre el cerebro de los hombres y el de las mujeres, denunciando que tales pruebas eran erróneas y exageradas.

En su libro, Fine subraya que los descubrimientos neurocientíficos difundidos en las revistas, periódicos, libros y otros foros de comunicación, suelen hacer referencia a dos tipos cerebros, uno masculino y otro femenino, que por ser básicamente distintos generan diferencias psicológicas y de comportamiento inmutables entre ambos sexos. Según expone la autora, se trata de una «historia que aparentemente convence porque promete una explicación ordenada y satisfactoria y, porque además, ofrece una cómoda justificación del statu quo de género».

Precisamente, ese histórico recurso a usar el cerebro para justificar desigualdades entre hombres y mujeres, fue el motor que impulsó el trabajo de Cordelia Fine. Una cuestión que la ha llevado a afirmar tajantemente: «La idea de que las diferencias de comportamiento entre ambos sexos son innatas e inmutables no se sostiene científicamente».

Tan categórica afirmación no constituye una osadía de escaso contenido. Por el contrario, se nutre de sólidos razonamientos sobre la investigación neurocientífica de los últimos años, al ser la manera en que se han interpretado los datos procedentes de la relativamente nueva tecnología del escáner cerebral. Veamos.

Las imágenes de resonancia magnética

La detallada explicación que proporciona Cordelia Fine sobre la tecnología del escáner cerebral, ha sido considerada por la crítica especializada como esencial para comprender su dura postura frente a las publicaciones sesgadas de no pocos especialistas en neurociencia.

El razonamiento de esta científica encuentra apoyo en autores muy diversos. Por ejemplo, en Wray Herbert, quien además de haber sido editor científico de Science News, fue autor durante más de 25 años de numerosos artículos sobre psicología y comportamiento humano. También coincide con Fine el periodista científico Dan Vergano, editor del National Geographic hasta hace unos años, y escritor especializado en ciencia del USA Today. Ambos expertos concuerdan en destacar los obstáculos que acarrea descifrar las imágenes obtenidas por resonancia magnética.

Imagen de cerebro humano por fMRI. Wikimedia Commons.

Wray Herbert señala que en la actualidad mucha gente está familiarizada con las imágenes de resonancia magnética (MRI, su abreviatura en inglés), una especie de escáner del cerebro que muestra representaciones donde destacan zonas salpicadas en rojo, naranja, verde y azul. Esta técnica proporciona información sobre la anatomía funcional del cerebro, ya que resalta aquellas áreas que se activan al ejecutar una tarea determinada.

Sin embargo, advierte Herbert, «no es como si esas máquinas estuviesen tomando videos en color del cerebro humano en acción, ni mucho menos». De hecho, lo que esos escáneres de alta tecnología hacen es reunir varios datos de la actividad cerebral, en base a los pequeños cambios en el flujo sanguíneo que ocurren cuando una parte se activa. En pocas palabras, están midiendo el consumo de oxígeno sanguíneo que tiene lugar en regiones particulares del cerebro. «Si la medición es diferente de la esperada, explica Herbert, los científicos proporcionan algún color a esa región: un rojo intenso si es mayor de lo debido, o un tono más pálido si es menor». En la imagen así conseguida, se observa la estructura del cerebro en escala de grises y en color para la zona activada.

Como muy bien apunta W. Herbert, Cordelia Fine en su libro no se opone al uso de las imágenes cerebrales en la neurociencia; todo lo contrario, valora que pueden ser de gran utilidad tanto para la investigación como en medicina. Pero la científica sí se manifiesta fuertemente en contra de las interpretaciones tajantes y categóricas que suelen hacerse de los datos obtenidos, porque en no pocos casos son notablemente ambiguos. Y en concreto, Fine se muestra intolerante con los imprudentes saltos interpretativos que van desde el análisis de datos inciertos procedentes de imágenes cerebrales, a su uso para justificar una sociedad estratificada en base al género.

Tan exagerada extrapolación es lo que ha llevado a Cordelia Fine, sostiene Wray Herbert, a que su libro pueda leerse como una intencionada difamación de aquellos científicos que perpetran engaños de este tipo. El objetivo de Fine, sostiene este autor, es «demoler la ciencia descuidada o chapucera que se utiliza hoy en día para justificar estereotipos de género, esto es, lo que ella llama neurosexismo […]. Fine no tiene piedad en atacar los “fraudes o estafas cerebrales”, el término burlón que usa para referirse a muchas de las versiones populares de la neurociencia».

Sobre este mismo tema, el citado periodista científico Dan Vergano escribía: «La comunidad biomédica ha abrazado las MRI. Desde la moralidad a las matemáticas, la revolución de las imágenes de resonancia magnética que observan el fluido de la sangre al cerebro, se están usando por los investigadores para precisar las zonas con que la gente piensa y siente» (USA Today, 2008).

Por su parte, el respetado neurofisiólogo Nikos Logothetis, del Instituto Max Planck alemán de Biología Cibernética, ha revelado en una entrevista concedida a Vergano en agosto de 2010 que «gran parte de los argumentos usados son una locura […]. Hay una disparidad fundamental entre lo que esas imágenes muestran y lo que los científicos cognitivos argumentan para sus estudios».

Logothetis opina que detrás de muchos de esos estudios que afirman haber encontrado la «zona» del cerebro responsable de alguna actividad, como el mentir o el sentir empatía, se esconden argumentos de escasa solidez. Según su criterio, el que algunas regiones cerebrales muestren un elevado flujo sanguíneo no es suficiente para afirmar que corresponden al lugar donde se genera una actividad concreta. «No podemos saberlo», continúa este experto, debido principalmente a que «el cerebro está enlazado por millones de nervios interconectados […]. Estamos viendo algo que podría tener al menos otras diez explicaciones».

Dan Vergano advierte que en su libro, Cordelia Fine, capítulo tras capítulo, introduce ciertos párrafos que al tratar sobre las diferencias entre los sexos afirman que «los escáneres muestran que el cerebro de los hombres se activa de manera distinta al de las mujeres», o que «los hombres tienen cerebros mejor programados», o bien que «todo se debe a las hormonas fetales». Tras subrayar con nitidez tales aseveraciones, la científica ataca con agudeza aquellos estudios que las defienden, poniendo en evidencia su falta de rigor.

Cordelia Fine argumenta que los análisis de imágenes del cerebro elaborados a partir de datos procedentes de resonancia magnética «se han convertido en la última forma de maquillar un trabajo para que suene científico, aunque de hecho emplean las viejas ideas que sostienen que las mujeres son más torpes que hombres»

A través de un correo electrónico, enviado por Cordelia Fine a Dan Vergano, la científica explica: «el principal mensaje de mi libro radica en que esa confortable creencia sobre el género, que sostiene que ya está todo claro y que la desigualdad sexual es un hecho resultante de diferencias genéticamente programadas entre los sexos, no soporta un serio escrutinio».

Al respecto, la investigadora ofrece a los lectores una serie de «cosas que deben tener presente», cuando vean nuevas historias que alegan que la neurociencia ha probado ciertas diferencias fundamentales entre los sexos. En primer lugar, subraya Fine, debe surgir la pregunta: «¿Cuántos hombres y cuántas mujeres participaron en el estudio? Este es un problema importante, porque cuando el tamaño de la muestra es pequeño, que a menudo lo es en el caso de los estudios que muestran diferencias sexuales, los resultados suelen ser espurios».

Otro asunto que Cordelia Fine recuerda a sus lectores es que «la neurociencia está aún en su infancia y, por lo tanto, solo podemos aventurar cuáles son las implicaciones psicológicas, si es que hay algunas, de las diferencias sexuales en el cerebro». Igualmente, subraya que «cualquier cosa que hagamos o experimentemos genera actividad en las células cerebrales», por lo que su interpretación es ciertamente compleja.

La científica finaliza el correo enviado a Vergano, apuntando hacia el poder de los medios de comunicación: «Cuando se fracasa en repetir los resultados del último estudio, éstos no deberían publicarse en los periódicos». En este punto, C. Fine insiste con firmeza en la desmedida, y a veces nociva, influencia que pueden llegar a tener determinados foros de comunicación sobre la opinión pública.

Más respuestas al libro de Cordelia Fine

La respetada socióloga de la ciencia, autora de varios libros y numerosas publicaciones que incluyen la perspectiva de género, Hilary Rose, hoy profesora emérita de Política Social de la Universidad de Bradford, U.K., ha apuntado: «Con Delusions of Gender, damos la bienvenida a una brillante crítica feminista de la neurociencia, escrita con gran valentía por la psicóloga cognitiva Cordelia Fine».

Ilustración típica sobre frenología del siglo XIX.
Wikimedia Commons.

Asimismo, Rose apunta que Fine «se regocija en desmitificar las irresistiblemente seductoras imágenes en color proporcionadas por los escáner MRI –esas “ventanas” al cerebro– que tan notablemente se parecen a una nueva frenología interna». (Recordemos que la frenología fue una teoría pseudocientífica del siglo XIX que afirmaba que el carácter de una persona podía conocerse en base a la forma de su cráneo). Mostrando su acuerdo con el pensamiento de Cordelia Fine, la socióloga añade: «Demasiado a menudo, tales imágenes se han reclutado para vestir al viejo sexismo con nuevas ropas de diseño».

En su lúcida reseña, Hilary Rose sostiene también que «Delusions of Gender es un libro que destella sabiduría, resulta fácil de leer, está respaldado por sustanciales estudios y cuenta con una formidable bibliografía de cien páginas. Cordelia Fine ataca la precipitada generalización sobre diferencias sexuales realizadas por los neurocientíficos y sus medios exégetas». Finalmente, Hilary Rose aplaude la capacidad de la autora para demostrar cuánto contribuyen las creencias culturales y sociales en acentuar las supuestas diferencias sexuales.

Por su parte, la doctora en psicología y actualmente profesora del Hunter College, City University of New York, Virginia Valian, apunta en su reseña de Delusions of Gender, que «el libro de Cordelia Fine proporciona un buen correctivo [a la neurociencia] al revisar cuidadosamente la evidencia científica disponible […]. A la luz de su cuidado análisis, Fine logra desbaratar muchas ideas basadas en prejuicios, demostrando que los sexos, al contrario de lo tradicionalmente sostenido, en realidad son más parecidos que diferentes, y que las pequeñas diferencias sexuales no son fijas, sino que cambian con el contexto y a lo largo del tiempo y de las generaciones».

Demasiados estudios, afirma Virginia Valian, optan por «ignorar variables y explicaciones alternativas, exagerando al mismo tiempo la dimensión de las diferencias de género […]. El libro [de C. Fine] cuenta además con el apreciable mérito de ampliar notablemente el rango de resultados disponibles, ya que incluye aquellos que numerosos investigadores no han tenido en cuenta».

«Delusions of Gender está dirigido a una amplia audiencia», continúa Valian. «Consigue desmentir con éxito las insignes exageraciones frecuentes en los libros populares, y señala con rigor las limitaciones metodológicas y teóricas de los estudios que las sostienen». Al igual que otros analistas críticos cualificados, también Virginia Valian hace referencia a cierto tipo de divulgación científica, poniendo en valor la capacidad de Fine para «demostrar el importante papel que han jugado las teorías populares sobre las diferencias de género al sostener que los sexos son una herencia dicótoma».

Virginia Valian tampoco olvida anotar en su reseña uno de los aspectos que más popularidad ha dado a la neurociencia: asociar el control hormonal de la función reproductiva con un control hormonal similar del comportamiento. En otras palabras, debido a que los hombres y las mujeres tienen distintas funciones reproductoras, dirigidas en parte por hormonas diferentes, su comportamiento también estaría mediado por la biología.

Para Valian, que es una experta psicóloga en el tema, está claro que pese a que el cerebro de los hombres es aproximadamente un 10% mayor que el de las mujeres, y tiene algunas hormonas diferentes, «los comportamientos de ambos sexos son marcadamente similares». Seguir asumiendo que las supuestas diferencias en el cerebro son debidas al sexo, implica cometer el error de infravalorar otras hipótesis.

Hilary Rose, Virginia Valian, Michelle Renyé y Anna North.

Otra interesante reseña sobre el libro de Cordelia Fine, esta vez en castellano, es la realizada por la escritora y administradora del espacio feminista Mujer Palabra, Michelle Renyé, quien acertadamente nos recuerda que «investigar no implica necesariamente interpretar correctamente los datos: las personas de la neurociencia son hijas de su cultura, y éstas son todas patriarcales (por eso crecemos y nos educamos con una visión sexista que condiciona nuestro pensamiento)».

En línea con Fine, Renyé sostiene asimismo que «los datos sobre el cerebro y la mente humanas pueden relacionarse o explicarse erróneamente y acabar siendo más útiles para la perpetuación de la tradición que para la construcción del conocimiento». A lo expuesto añade con acierto «lo fácil que es difundir en los medios de masas ideas que validan el sistema que nos gobierna, y lo difícil que es difundir nuevos conocimientos». Y Michelle Renyé también sostiene que «la obra de Cordelia Fine coloca en su lugar la verborrea pseudocientífica y las mentiras abiertas de quienes dicen demostrar la existencia de un cerebro masculino y uno femenino».

Leer este libro, apunta Michelle Renyé, dirigiéndose a los lectores de Mujer Palabra, «escrito con rigor científico, con racionalidad empática, con humor, y con un lenguaje y unos temas vinculados al mundo cotidiano que todas y todos conocemos y podemos conocer de otro modo, te proporcionará algunas buenas ideas y datos para que puedas pensar mejor la cuestión de qué somos y cómo funciona nuestro cerebro».

En la misma línea, la periodista especializada en temas de género, Anna North, ha expresado que Cordelia Fine en su libro derriba numerosos mitos al incluir pruebas rigurosas que revelan que muchas de las tesis normalmente asumidas sobre los cerebros femenino y masculino están de hecho basadas en mala ciencia, o sea, en argumentos pseudocientíficos. Esta especialista considera el interés que tendría utilizar este libro para enseñar en las clases de ciencias, y así los jóvenes, chicas y chicos, podrían acceder a lo que hoy de verdad se conoce sobre sus cerebros.

Valga insistir en que las reseñas aquí citadas son solo algunas de las muchas publicadas, ya que, por obvias razones de espacio, sería excesivo añadir más.

Para finalizar, queremos recordar unas palabras de la acreditada socióloga que citábamos más arriba, Hilary Rose, quien sostiene que «cada página del brillante y agudo libro de Cordelia Fine nos recuerda que la ciencia es parte de la cultura y que la lucha contra el sexismo en la neurociencia y la lucha contra el sexismo en la sociedad, están íntimamente relacionadas».

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

9 comentarios

  • Totalmente de acuerdo… Nada menos científico que dar por cierta o alguna hipótesis que no está realmente comprobada.. Muchos sesgos de pseudociencia hay en los escaparates de divulgación.

    • Claro, como si las teorías de género de Judith Butler estuviese cientificamente probada. Aquí cada lado trata de arrimar al ascua su sardina, porque parece como si no hubiese un camino intermedio entre el constructivismo social y el determinismo biologico

  • Acabo de ver tu comentario, Pablo, y te lo agradezco. Ciertamente, las pseudociencias se venden muy bien. Pero desafortunadamente, hay quienes se consideran científicos o científicas rigurosas y acarrean sesgos y prejuicios bastante acusados.
    Un cordial saludo
    Carolina

  • Gracias por tu comentario, Julio. Los estudios sobre el cerebro todavía requieren un gran esfuerzo y, como en toda la ciencia, posturas lo más libre posible de prejuicios.
    Un saludo.
    Carolina

  • La veracidad de la ciencia se mide en aportes, y Cordelia no ha aportado nada, solo niega y eso cualquiera puede hacerlo.Con verdadero rigor científico no solo callaría a los eruditos, sino que aportaría a la ciencia y ganaría un nobel. En cambio, predica ideología.

  • Hola Pedro, gracias por comentar. Cordeia Fine es una notable investigadora, profesora de una universidad importante y premiada por algunos de sus trabajos. Todos tenemos ideología, nadie es totalmente objetivo, pero los datos y argumentos en los que ella se basa son rigurosos y válidos. En sus trabjos pueden leerse. Y el neurosexismo que denuncia no es una simple idelología, es un intento por perpetuar posturas patriarcales que han impregnado a la ciencia.
    Un saludo,

    • Cordelia Fine es negacionista de la biología, y muy discutida por científicas feministas que vemos relevante el factor sexo en nuestras investigaciones, porque siempre nuestra biología ha sido reducida a la del hombre en estudios biomedicos. Esta tábula rasa flaco favor le hace al feminismo. No todo es social. Reconocer las diferencias no nos hace menos ni inferiores, eso es patriarcado. Por cierto, tiene un índice h muy mediocre de 29, por lo que es evidente que sus contribuciones científicas son limitadas y muy cuestionadas.

      • Hola Alba
        En primer lugar quiero agradecer tu comentario. Dicho esto, considero de interés señalar que el cerebro humano es nuestro órgano más complejo, y por ello todavía queda mucho por conocer. Sin embargo, en mi opinión Cordelia Fine es una científica seria que esgrime argumentos rigurosos a la hora de señalar el papel del entorno en el desarrollo de un órgano caracterizado por una gran plasticidad.
        Es evidente que no todo es social, pero no he leído a ninguna autora o autor que señale la existencia de características anatómicas claras que permitan diferenciar un cerebro femenino de otro masculino. Lo que sí me parece cierto es que no hay dos cerebros iguales y que su funcionamiento no es de ninguna manera ajeno al ambiente en que su portador o portadora se haya desarrollado. Desconozco el índice del que hablas, aunque estoy de acuerdo en que las neurocientíficas actualmente se enfrentan a críticas en los que hay una clara voluntad de cuestionarlas y minusvalorarlas.
        Un saludo
        Carolina

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