Así vemos a las científicas en el cine y la televisión

Ciencia y más

Podemos empezar por las conclusiones de los estudios de Eva Flicker, de la Universidad de Viena, sobre la representación de las científicas, como personajes de ficción y no en biografías de científicas reales, en la cultura popular y, como caso típico y popular, en el cine. Después de revisar sesenta películas producidas entre 1929 y 2003, Flicker propone que hay seis estereotipos de mujeres científicas:

  1. La experta y veterana.
  2. La mujer masculina (peyorativamente, “marimacho”).
  3. La experta e ingenua.
  4. La malvada y manipuladora.
  5. La ayudante y, a menudo, la hija de “buen ver”.
  6. La heroína solitaria.

Veamos algunos ejemplos de estos estereotipos. Para la experta y veterana, Flicker propone a la Dra. Constance Peterson, interpretada por Ingrid Bergman en Encadenados Recuerda (1945), dirigida por Alfred Hitchcock. Es una experta psiquiatra que trabaja en un despacho lleno de libros y papeles, fuma, tiene gafas y se peina el pelo hacia atrás. Es competente pero Hitchcock, muy hábil en el guión y el montaje, nos muestra que le falta algo y, cuando aparece el hombre que la enamora, pierde el control, se despeina, desaparecen las gafas y comete errores y los espectadores entenderán que le faltaba el amor. Ahora ya es una mujer completa. Es evidente que la película muestra que feminidad e inteligencia y, en consecuencia, ciencia no son muy compatibles. Una mujer, científica experta y veterana, para tener una vida plena debe dejar la ciencia y ser, o hacerse, enamoradiza y un poco tonta.

La mujer masculina, la científica “marimacho” que propone Flicker, está integrada en un equipo de hombres como la Dra. Ruth Leavitt, interpretada por Kate Reid, en La amenaza de Andrómeda (1971), dirigida por Robert Wise. Se ha hecho a sí misma, merece estar donde está, tiene la voz grave, cómoda en el vestir, e, incluso, sucumbe a los hábitos típicos de los hombres como fumar, beber, tomar pastillas y es, obviamente, asexual. Como en el estereotipo anterior, para llegar a la ciencia ha perdido algo por el camino. Además, como científica y miembro del equipo se siente frustrada pues es, jerárquicamente, inferior a los hombres. Sin embargo, su aproximación emocional al problema a resolver, un enfoque que se considera femenino, lleva al equipo a entender lo que está ocurriendo. Es, por tanto, un personaje esencial en la historia.

Para la científica experta pero ingenua una representación típica es la paleontóloga Sarah Harding, interpretada por Julianne Moore, de El mundo perdido-Parque Jurásico (1997), dirigida por Steven Spielberg. Hay una escena en que dos hombres discuten sobre dinosaurios. Ella está considerada la mayor experta del mundo en dinosaurios, lo sabe todo de estos animales y, además, tiene una gran experiencia en su estudio. Pero es la pareja de uno de los hombres que discuten y, por ello, se calla y no interviene en la discusión. Teme que peligre su relación si lo hace. Digamos que respeta los niveles de testosterona de su hombre. Es un personaje que, en la película, no tiene mucha importancia pero, por otra parte, adorna la pantalla, proporciona momentos sensibleros, asombra por lo que sabe y, también, por lo joven que es. Es buena persona, cree en la bondad universal y es una ingenua en todo lo que hace y ante todo lo que le hacen.

Un ejemplo apropiado de científica malvada, conspiradora y manipuladora es la Dra. Elsa Schneider, interpretada por Allison Doody, de Indiana Jones y la última cruzada (1989), dirigida por Steven Spielberg. Joven, atractiva, competente, historiadora e implicada en la búsqueda del Santo Grial pero, también, nazi y peligrosa. Tiene que cumplir un objetivo y lo conseguirá como sea. Para ello y con su astuta y malévola feminidad se lleva a dos científicos famosos a la cama, a Indiana Jones (Harrison Ford) y a su padre (Sean Connery). Es egoísta y coopera con las fuerzas del mal, es corrupta y todos caen en sus manejos. Una científica peligrosa, muy peligrosa.

La experta ingenua y la malvada manipuladora representan, para Flicker, la relación ambivalente entre la sociedad y la ciencia. Son los beneficios y los errores de la ciencia. Creencia y recelo en la ciencia y, según Flicker, las categorías emocionales que, en nuestra cultura, también se asignan a las mujeres y, mucho más, a las mujeres científicas.

Como estereotipos de ayudante/secretaria/hija hay muchos y variados ejemplos. En una escena clave de Them! (1954), dirigida por Gordon Douglas, llegan los científicos que van a salvar a la Humanidad del ataque de los monstruos. Entre ellos hay dos doctores Medford y, para sorpresa de los presentes, el segundo doctor Medford es Patricia, la hija del veterano científico Harold Medford. Es joven y guapa, bien vestida, preparada y, siempre, ayudando a su padre. Sabe de ciencia pero a las órdenes de su jefe que, en este caso, es su padre. Con poco papel en el guión, quizá enamorar a otro de los protagonistas, normalmente el héroe de la película. Solo es importante por ser la hija o la ayudante del jefe.

La heroína solitaria es, sin duda, la Dra. Ellie Arroway, interpretada por Jodie Foster, de Contact (1997), dirigida por Robert Zemeckis. Es un estereotipo de científica que solo aparece en películas relativamente recientes. Es la científica más competente en su campo, brillante, inteligente, segura de sí misma, luchadora, y será la primera en tener un contacto con extraterrestres. Es moderna, emancipada y se mueve a gusto en ambientes masculinos, incluso quizá toma para su carácter algunos rasgos testosterónicos.

En 2008, Eva Flicker propone un séptimo estereotipo de científica en la pantalla a partir de los nuevos estrenos de los últimos años. Es la científica que llama belleza digital. El modelo es Lara Croft, el personaje interpretado por Angelina Jolie en Lara Croft – Tomb Raider (2001), dirigida por Simon West. Es un modelo que viene de un juego de ordenador y, de ello, el adjetivo “digital”. Es joven, atractiva, atlética, muy rica, de la nobleza inglesa y parece que su dedicación habitual es entrenarse para estar en forma. Su padre era un arqueólogo famoso y ella aprendió de él toda su sabiduría. Es una científica preparada y competente, muy aventurera y, claramente, tipo Indiana Jones. Es una heroína para adolescentes y, además, para ambos sexos.

El objetivo de Eva Flicker era conocer cómo veía el público a las mujeres que se dedicaban a la ciencia a partir de lo que conocían, es decir, de la cultura popular y, sobre todo, del cine y la televisión. A menudo, es lo único que llega a un gran número de ciudadanos. Kerstin Bergman, de la Universidad de Lund, en Suecia, afirma que la imagen de las científicas de ficción influye en como ve el público a las científicas reales y, es importante, sirven de modelo para inspirar vocaciones de científicas en las jóvenes.

Unos años antes que Eva Flicker, otra socióloga, Jocelyn Steinke, de la Western Michigan University, analizó la imagen de la mujer científica en el cine y utilizó de modelo a la Dra. Ellie Arroway de la película Contact. Llega a las mismas conclusiones que Eva Flicker. Sin embargo, desde sus primeros trabajos, a Steinke le preocupaba que los modelos de científicas de cine y televisión servían para que las adolescentes tuviesen referencias para desarrollar su vocación científica y que, sin embargo, no se conocía en absoluto como las jóvenes asimilaban estos modelos que les ofrecían el cine, la televisión y, también, los juegos de ordenador.

Como hemos visto con los estereotipos de Flicker, las científicas están preparadas y son competentes y expertas en su campo de estudio pero, a la vez, pueden verse tratadas por la jerarquía de la ciencia, casi siempre comandada por hombres, como niñas ingenuas o, incluso, como objetos de deseo sexual. Así son percibidas y consideradas por los espectadores, incluyendo a las jóvenes, del cine o la televisión. En conclusión, las científicas de la ficción pueden ser buenos modelos en algunos sentidos pero su infantilización y sexualización implica que, en el mundo de la ciencia, queda mucho por hacer para llegar a la igualdad de oportunidades y para que esta sea evidente para la sociedad.

No hay que olvidar que lo que vemos de la relación entre la mujer científica y su imagen en la pantalla entra dentro de lo que ocurre en el cine en general y, también, en la cultura actual. Casilda de Miguel, de la UPV/EHU, en su libro sobre el género en el cine comenta que “aunque la imagen fílmica ya no se ciñe estrictamente a la visión mítica, patriarcal, estereotipada, tradicional de la mujer como mero objeto sexual, víctima pasiva y secundaria de una trama que la relega a sus márgenes, la persistencia de la primacía del hombre blanco y heterosexual tomado como canon de la clase dominante parece indiscutible. El análisis fílmico evidencia la vigencia de los valores que nuestro imaginario cultural ha atribuido tradicionalmente a la masculinidad.”

Por tanto, lo que hemos visto en los estereotipos de la mujer en ciencia, según la propuesta de Flicker, para el cine, se extiende a todo el género cinematográfico y, en último término, a la sociedad y a su cultura. No es la ciencia la que crea los estereotipos de científica sino que, más bien, es la sociedad la que los impone a la ciencia.

Para terminar, un comentario personal sobre la filogenia de alguno de estos estereotipos. Jodie Foster en Contact es una de las primeras científicas aceptables que aparece en la pantalla y es, además, la predecesora de la Dra. Temperance Brennan, protagonista de la serie de televisión Bones. Los dos personajes son científicas que están solas y los guiones nos muestran que les falta algo (en Bones con el contraste con su amiga Angela). Antes, como predecesora, está la Dra. Ruth Leavitt de La amenaza de Andrómeda que, igualmente, da la impresión de que algo le falta.

Como hemos visto, y destaca Flicker, les falta el amor, el hombre de su vida y, cuando llega, por que lo exige el guión, se humanizan (¿?), cometen errores, dudan y son peores científicas. Y, propongo, estos personajes son los que preceden al Dr. Sheldon Cooper de The Big Bang Theory, y, de nuevo, es un científico extraordinario e incompleto. Es curioso que la novia de Sheldon en la ficción, Amy, sea una neurobióloga interpretada por una actriz que es neurobióloga en la vida real, Mayim Bialik.

Referencias

Sobre el autor

Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

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