La medicina, como la gran mayoría de las ciencias, estuvo vetada a las mujeres hasta hace poco más de un siglo. Sin embargo, fueron ellas, en la intimidad de las casas quienes a menudo cuidaron de ancianos y enfermos y llegaron a convertirse en verdaderas sanadoras. Aun sin saber el nombre técnico o científico de muchos males, fueron capaces de aplacar y curar muchas dolencias. Uno de los ámbitos médicos que tuvo cierto reconocimiento público fue sin duda en el de la asistencia a los partos.
Los galenos dejaron que durante siglos las mujeres se encargaran de ayudar a las mujeres a traer a los niños al mundo. Pero llegó un momento en que esta parcela de la medicina también les fue vetada. En España, en el siglo XVIII, los cirujanos empezaron a inmiscuirse en el arte de partear. Durante un tiempo los lejanos rincones del mundo rural vivieron ajenos a esta intrusión pero pronto los partos se convertirían, también, en un ámbito médico masculino.
En este contexto encontramos a una mujer excepcional, Luisa Rosado. Una matrona de larga trayectoria que, sabedora de su capacidad y experiencia en el arte de partear, tuvo la original idea de publicitar sus servicios con un cartel. Se enfrentó al Protomedicato y llegó a pedir en reiteradas ocasiones al rey Carlos III no sólo la publicación de dicho cartel sino su ingreso en la corte como partera.
Matrona de los desamparados
Sabemos de la existencia de Luisa Rosado principalmente por los documentos que se encuentran en el Archivo de Simancas referentes al proceso de petición de publicación de un cartel en el que la matrona informaba de sus habilidades como partera. De su vida no nos queda mucho más. Se sabe que nació en Toledo pero no la fecha exacta de su nacimiento. Para ser matrona debería haber sido cristiana vieja y, como afirma Teresa Ortiz Gómez, podría haber sido una mujer que vivía sola y quizá era viuda como muchas compañeras de su profesión (página 167, en este libro).
Luisa había conseguido el título de partera en 1765 de manos del Tribunal del Real Protomedicato, un cuerpo técnico creado en el siglo XV que controlaba a todas las personas que ejercían alguna actividad relacionada con la sanidad. En 1768 se trasladó a Madrid donde vivía en la corte y trabajaba como matrona del Real Colegio de Niños Desamparados.
La petición al Protomedicato y al rey
Ya en la época en la que ejerció Luisa Rosado, las matronas tenían limitada su actividad a lo que se consideraba como partos normales. Cuando se presentaba alguna complicación era obligatorio que estuviera presente en el proceso un médico. Pero parece ser que Luisa salvó muchas vidas asistiendo partos normales y partos de riesgo, y no dudó en hacerlo público con la original idea de la edición de un cartel.
La respuesta del Protomedicato fue negativa, hecho que no amedrentó a la matrona quien pidió por tres veces al rey Carlos III el permiso para la publicación de su cartel. Tan segura y orgullosa estaba de su experiencia que, en la última ocasión en la que se dirigió al monarca en agosto de 1771, llegó incluso a ofrecerse para asistir al parto de la Princesa de Asturias, María Luisa de Parma, esposa del futuro Carlos IV, quien daría a luz el 19 de septiembre de aquel mismo año a Carlos Clemente, infante que no sobreviviría más de tres años.
La osadía de Luisa Rosado fue demasiado elevada para una mujer del siglo XVIII. A pesar de defender su experiencia en una España ilustrada en la que se valoraba más la ciencia empírica que el saber teórico, los médicos del Protomedicato y los cirujanos de la corte vieron amenazada su posición privilegiada. No se sabe si el cartel de Luisa Rosado fue finalmente publicado, aunque lo más probable fuera que no. Pero lo más importante es que esta matrona ilustrada fue un ejemplo de matrona con clara conciencia y orgullo profesional, y una mujer segura de sí misma y de sus conocimientos (página 175, en este libro).
Sobre el artículo original
El artículo El cartel de la matrona, Luisa Rosado (Siglo XVIII) se publicó en el blog Mujeres en la Historia de Sandra Ferrer Valero el 10 de julio de 2015.
Un especial agradecimiento a la autora del artículo por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.
Sobre la autora
Sandra Ferrer Valero, periodista y apasionada de la historia, escribe en su blog sobre Mujeres en la Historia.