Si por un momento los directores de la NASA se volvieran locos y nos dieran el mando de una misión espacial y nos dijeran que entre los astronautas bajo nuestra responsabilidad estará una mujer de 56 años de Beaconsfield, una aldea ganadera del estado de Iowa, de apenas 15 habitantes, probablemente pensaríamos que la locura es más profunda y menos transitoria de lo que habíamos imaginado.
La televisión tiene tendencia a exagerar los extremos y a mostrarnos que nada bueno puede salir de esos estados pobres, atrasados y llenos de vacas del centro de Estados Unidos. La realidad, sin embargo, es más tozuda.
No lejos de esa diminuta población, en Mount Ayr, nació el 9 de febrero de 1960, Peggy Annette Whitson, que hoy se prepara para su tercer viaje al espacio, en la misión 50/51, a la Estación Espacial Internacional (ISS), de la que ya fue primera mujer comandante en 2007.
Para llegar a este punto de su carrera, Peggy Whitson, ha vivido en un estado de continua preparación y aprendizaje desde que con nueve años viera los primeros pasos de Armstrong y Aldrin sobre la Luna, y decidiera que quería llegar allí arriba, a esa luna llena que inundaba con su tenue luz los campos de Beaconsfield.
El año en que se graduó, 1978, Sally Ride fue nombrada primera astronauta estadounidense femenina lo que acentuó sus ganas de convertirse en una de ellas. Ese mismo año, inició sus estudios de química y biología en el Iowa Wesleyan College, donde se graduó en 1981 en una licenciatura de ciencias tras haber obtenido diversos premios y becas a la excelencia académica.
A pesar de que sus profesores trataron de persuadirla para que tomara el camino de la medicina, ella no se movió de sus convicciones y ese mismo año ingresó en la Universidad Rice de Houston donde se doctoró en bioquímica cuatro años más tarde, para ingresar con veintiséis, después de haber completado su beca postdoctoral, en el Johnson Space Center de la NASA como Investigadora asociada residente.
Con 36 años, fue seleccionada como candidata a astronauta y se sometió a un bienio de riguroso entrenamiento, que tuvo su premio cuando finalmente su sueño se hizo realidad el 5 de junio 2002, el día que inició su primer viaje al espacio a bordo del Endeavour con destino a la Estación Espacial.
Entre el 10 de octubre de 2007 y el 19 de abril de 2008, Whitson se convirtió en la primera mujer comandante de la ISS, en su segundo viaje, esta vez a bordo de la cápsula Soyuz TMA-11.
Como comandante de la estación supervisó las tareas de construcción del complejo y realizó varias actividades extra vehiculares o EVAs, que se conocen comúnmente como paseos espaciales. Hasta el momento, ha pasado casi 377 días en el espacio y ha llevado a cabo seis caminatas espaciales con una duración combinada de 39 horas y 46 minutos.
La más veterana en el espacio
Para estar en la nómina de astronautas de la NASA fue elegida entre más 8.400 aspirantes. Y en ese periodo, ella y su familia asumieron que la exploración espacial no está exenta de riesgos. Estaba haciendo su trabajo posdoctoral en la universidad cuando el Challenger explotó, y en el programa de astronautas cuando, en el accidente del Columbia, murieron algunos de sus colegas y amigos.
A lo largo de su dilatada carrera, Peggy Whitson también ha pasado por todo tipo de situaciones en el espacio, incluida la que ha bautizado como “momento Apolo XIII”. Ocurrió durante la segunda de sus misiones en la Estación Espacial. La tripulación estaba reorientando los enormes paneles solares, cuando uno de ellos se rasgó.
El problema no era sencillo de solucionar y las consecuencias podían ser potencialmente catastróficas. Si no lograban arreglarlo no tendrían energía suficiente para continuar con la misión.
Con las piezas que había a bordo tuvieron que improvisar unos lazos a modo de gemelos para juntar las dos partes en que había quedado dividido. “Por fortuna –afirma– recordé que mi padre en la granja solía decir que no hay nada que un alambre del grosor adecuado y unos alicates no puedan reparar”.
En forma a los 56
Cuando hace tres años, Peggy Whitson decidió que quería volver al espacio, en lo que primero que pensó fue en ponerse en forma y empezó su entrenamiento diario con las pesas: “Cuando cierras el puño en el espacio durante un paseo espacial, necesitas mucha más fuerza que aquí abajo”, asegura.
Fuerza no es lo único que necesitan quienes quieren volar al espacio. Antes de subir a la nave, el próximo mes de noviembre, tuvo que demostrar que su condición física era la adecuada. Se sometió a varias semanas de verificación de su estado de salud con pruebas que incluyeron detalladas exploraciones corporales, colonoscopias y exámenes de sus ojos, el sistema digestivo y la densidad ósea.
“Recuperarse de un vuelo espacial también requiere mucha fuerza”, asegura. “Al llegar a casa, sientes que estás llevando a una persona de 85 kilos a la espalda”.
Peggy Whitson pasó las pruebas y fue elegida entre un grupo de 43 astronautas en activo.
De sus viajes anteriores se queda con la emoción de haber tomado fotografías de lugares hermosos de la Tierra, mientras luchaba contra la sensación constante de caer en la ingravidez de la Estación Espacial… y sobre todo con el día en que pudo ver el brillante borde de la Tierra a un lado de su campo de visión, y la delgada y definida línea de la atmósfera. “Lo ves muy cerca y ves perfectamente lo fina que es. Tenemos que tener cuidado. Tenemos que cuidar de este planeta”, sentencia.
Probablemente su madre, Beth Whitson, que a sus 75 años aún vivía en la granja cerca de Beaconsfield, es quien mejor resumió una vez el viaje espacial y los sueños de su hija. “Piense en ello. Si usted hubiera estado allí, ¿no le gustaría regresar?”
Sobre los autores
Javier San Martín @SanMartinFJ e Izaskun Lekuona @IzaskunLekuona, este artículo es una colaboración de Activa Tu Neurona @ACTIVATUNEURONA con el blog Mujeres con Ciencia.