Chien-Shiung Wu, la gran física experimental

Vidas científicas

Chien-Shiung Wu es conocida principalmente por un experimento en particular, el primer experimento en demostrar, de forma inequívoca y definitiva, que la anterior suposición de que se conservaba la paridad en la fuerza nuclear débil no era válida. Sin embargo, por aquel entonces ya había hecho muchas otras aportaciones substanciales a la física nuclear siendo reconocida como uno de los mayores físicos experimentales de su tiempo. Contaba con una habilidad sin igual para valorar las exigencias del experimento, así como las capacidades y limitaciones de las herramientas de que disponía. Identificaba con facilidad las posibles fuentes de error, tanto en su propio trabajo como en el de otros, y utilizaba dicho conocimiento en la planificación de la próxima investigación experimental. Cuando ponía a prueba los modelos teóricos mediante la búsqueda de fenómenos todavía no observados, siempre estaba alerta a las trampas o dificultades que podían invalidar la investigación y hacía lo necesario para evitarlas. Una gran científica cuya historia empezó el 31 de mayo de 1912.

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Primeras conquistas

Chien-Shiung Wu nació en Liu Ho, un pequeño pueblo cerca de Shangai. Asistió a la primera escuela para niñas de China, que había fundado y dirigía su padre y, a los nueve años, fue enviada al internado Soochow Girls School, situado en Suzhou. En secundaria se debía elegir entre dos opciones: una escuela académica y una escuela para la formación de profesores; y Wu, sin saber todavía lo que quería hacer, se decantó por la enseñanza. Pero por las noches, en la residencia femenina, se dio cuenta de que sus compañeras tenían libros de texto muy interesantes de física, matemáticas y química y empezó a pedírselos prestados para estudiarlos por su cuenta. Se graduó a los diecisiete años con las calificaciones más altas de su clase.

Durante ese verano de 1930, le comunicaron que había sido admitida en la selecta y minoritaria Universidad de Nanjing. La noticia la aterró. Deseaba estudiar física pero era muy consciente de que no estaba preparada para hacer frente a ese reto, que tenía que seguir estudiando más antes de dar ese paso. Por suerte, su padre no era de la misma opinión y el día después de haber recibido la carta, se plantó en casa con un paquete que contenía tres libros de física, química y matemáticas avanzadas. Le dejó claro que disponía de tiempo de sobra para estudiar antes de tener que asistir a la Universidad de Nanjing. Creía firmemente en la igualdad entre hombres y mujeres y en el potencial de su hija. La jovencita, finalmente le dio la razón y aprendió las tres asignaturas. “Si no hubiera sido por el aliento de mi padre, ahora estaría enseñando en una escuela de grado en cualquier parte de China.”

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Universidad de Nanjing.

Fue una líder revolucionaria estudiantil que confiaba en que las autoridades no se atreverían a expulsar a la mejor estudiante de la universidad. Cuando el 28 de septiembre de 1931, Japón invadió China, encabezó una delegación de estudiantes que invadió la mansión presidencial y no la abandonó hasta conseguir que los recibiera el presidente Chian Kai-Shek. Este la escuchó y aceptó, en parte, adoptar algunas de las medidas que le propuso. Años más tarde se hicieron amigos y fue embajadora de la causa nacionalista en Taiwán.

Hizo el doctorado sobre la estructura cristalina por difracción de rayos X bajo la dirección del profesor Shi Shiyuan, que había regresado del Instituto Curie en 1933. Tras graduarse en la Universidad de Nanjing con los máximos honores, trabajó durante un año como profesora asistente en el Departamento de Física de la Universidad de Hangzhou y después tomo posesión como asistente de investigación en el laboratorio de física de la Academia de Shangai. Allí continuó sus trabajos de cristalografía bajo la supervisión de la Profesora Jing-Wei Gu. Esta última acababa de volver de los Estado Unidos y, dado que en China no existía un programa de postgrado, alentó a Chien-Shiung a viajar allí para proseguir con su carrera. Ante su insistencia, envió una solicitud de admisión a la Universidad de Michigan cuya respuesta no pudo ser mejor. No solo la admitieron en el Departamento de Física sino que le brindaron apoyo para dedicarse a la investigación en espectroscopia atómica. Su tío se ofreció a proporcionarle los medios económicos necesarios para que siguiese su sueño de manera que, al final del verano, zarpó de Shangai camino a Ann Arbor… destino que no llegó a pisar.

La nave atracó en San Francisco a finales del verano de 1936 y, puesto que aún quedaba tiempo antes de que las clases diesen comienzo en la Universidad de Michigan, decidió visitar a un amigo en Berkeley. Este le comentó que había un estudiante chino, Luke Chia Yuan, que estaría encantado en mostrarle el campus y los laboratorios de física. Luke le presentó a Ernest Lawrence, quien reconoció su valía y le instó a cambiar sus planes y quedarse en Berkeley. Le proporcionaría el apoyo financiero que necesitase. Junto al jefe del departamento de física, le aseguró que, a pesar de que las clases habían comenzado varias semanas antes, podría ponerse al día con facilidad. Aceptó la propuesta entusiasmada, puede que, en parte, por culpa del físico de altas energías que le había hecho de cicerone por el campus. Era un estudiante a quien Lawrence tenía mucho aprecio y que se convertiría, más tarde, en el esposo de Chien-Shiung. Aquello marcó el verdadero inicio de su carrera científica.

wu2Chien-Shiung Wu empezó a trabajar en Berkeley, bajo la dirección y supervisión de Emilio Segre. Durante el desarrollo de su tesis doctoral utilizó el ciclotrón para estudiar los productos de la fisión nuclear del uranio-235, el tema de moda en aquel momento. La fisión nuclear es una reacción en la cual un núcleo pesado, bombardeado con neutrones, se convierte en inestable y se descompone en dos núcleos de tamaño parecido, liberando cierto número de neutrones (en general, dos o tres). Los núcleos resultantes son radiactivos y se desintegran en núcleos “hijos” que, en caso de ser inestables, sufren una nueva desintegración. El proceso continúa hasta que, finalmente, se produce un núcleo estable.

En el caso concreto del uranio-235, el bombardeo neutrónico lo convierte en uranio-236 que es sumamente inestable y se divide en Kriptón y Bario con la liberación de tres neutrones; o en xenón y estroncio, con el desprendimiento de dos. Las propiedades que analizó Wu en los miembros de la cadena de los productos resultantes, le permitieron estudiar con más detalle la interacción de las fuerzas nucleares.

Tras doctorarse quería permanecer en Berkeley pero por desgracia, en aquel momento las grandes universidades eran reacias a contratar a mujeres, judíos o asiáticos. Así que aceptó una oferta como profesora en el Smith College, una institución de mujeres situada en la costa este. Un día antes de su trigésimo cumpleaños, se casó con Luke Chia Yuan en el patio de la residencia de Robert Millikan, director del Instituto de tecnología de California (Caltech), en Pasadena. Yuan se doctoró ese mismo año y recibió una oferta para trabajar en el diseño de aparatos de radar en los laboratorios RCA de Princeton. Mientras tanto Wu echaba de menos la investigación, el trato humano que recibía en el Smith College era muy bueno pero no había infraestructuras y añoraba la física experimental. Por fin, por mediación de Lawrence, fue la primera mujer contratada en la Universidad de Princeton como profesora.

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Durante la II Guerra Mundial participó en el proyecto Manhattan en la Universidad de Columbia como científica senior. Se trasladó a Nueva York y volvía a Princeton los fines de semana. En un principio, trabajó en el enriquecimiento de uranio por difusión gaseosa y más tarde se unió a otro grupo del mismo laboratorio, liderado por Dunning, Booth, Heavens y Rainwater, cuyos experimentos eran necesarios en el diseño de los reactores nucleares entonces en desarrollo. Fue durante este periodo cuando surgió un problema al poner en funcionamiento el primer reactor productor de plutonio de Hanford. Cuando se paraba después de haber estado trabajando a alta potencia, no podía volverse a poner en marcha hasta pasadas unas horas. Fermi dedujo, acertadamente, que el efecto debía ser causado por un producto de fisión todavía desconocido. Emilio Segre sabía que la Dra. Wu, había medido las propiedades de muchos de ellos y decidió consultarle en nombre de Fermi. Al revisar sus datos, Wu identificó al culpable como el xenón-135 y se pudo llegar a una solución. Lo que ocurría es lo que se conoce como envenenamiento por xenón-135. Cuando el reactor se detiene, la cantidad de xenón-135 aumenta, absorbe neutrones e impide la reacción en cadena por unos días. Hasta que el xenón-135 no se desintegra, no se puede reiniciar el reactor.

desintegracionTerminada la segunda guerra mundial, Wu decidió permanecer en Columbia y por fin se sintió libre de elegir hacia donde quería encaminar su carrera científica. En ese momento había varias áreas de interés en la física nuclear, pero sus anteriores investigaciones y el atractivo que sentía por el tema, la llevaron a concentrarse en el estudio de la desintegración beta. En este tipo de desintegración, un núcleo radiactivo se transforma en otro más estable emitiendo electrones (o positrones). Su interpretación teórica llevó de cabeza a los físicos durante años, ya que, entre otras cosas parecía violar los principios de conservación de la energía, de la cantidad de movimiento y del momento lineal.

Espectro del decaimiento beta.
Espectro del decaimiento beta.

A principios del siglo XX, una vez las investigaciones revelaron que los rayos beta eran electrones (el positrón se descubrió más tarde), surgió la incógnita acerca de la forma de su espectro energético. En 1906, Lise Meitner y Otto Hahn iniciaron su búsqueda con la idea de generalizar los resultados que Bragg había encontrado para la desintegración alfa. Se esperaba que el valor de la energía de los electrones emitidos fuese igual a la diferencia de masas atómicas inicial y final, por el cuadrado de la velocidad de la luz (archiconocida equivalencia masa-energía). Sin embargo, el método de medición de Meitner y Hann impidió que llegasen a resultados concluyentes y fue James Chadwick, quien más tarde descubriría el neutrón, quien modificó la técnica demostrando que el espectro era continuo.

Esto significaba que los electrones no tomaban toda la energía disponible y se desconocía dónde iba a parar esta. En 1930, Wolfgang Pauli postuló la existencia de una partícula neutra, carente de masa y con muy poca interacción con la materia, que se repartía la energía con la partícula beta (electrón o positrón). Pero no fue hasta después del descubrimiento del neutrón por Chadwick, que Enrico Fermi dio nombre a la partícula de Pauli y desarrolló la teoría que describía la desintegración beta.

Hacia 1933, la mayoría de los físicos todavía creía que el neutrón era una partícula compuesta por un electrón y un protón y que los electrones formaban parte del núcleo. Fermi, por el contrario, al igual que Werner Heisenberg, defendía que el núcleo solo estaba constituido por protones y neutrones y, a diferencia de éste, que el neutrón era una partícula elemental. Bajo esta hipótesis los rayos beta no estaban en el núcleo y, por tanto, se creaban en el propio proceso. Fermi conjeturó que procedían de la desintegración del neutrón, que daba como resultado un protón, un electrón y un neutrino. También sostuvo que los neutrinos no preexistían en el núcleo, como había pensado Pauli. Su teoría no sólo predecía la forma del espectro de los electrones, sino que también proponía una relación entre el máximo de energía espectral y la vida media de la desintegración. Por desgracia, las mediciones que se hicieron para ratificarla, si bien confirmaron esta última relación, estuvieron en desacuerdo en cuanto a la forma del espectro para energías bajas.

En opinión de Wu, las medidas existentes eran de tan baja calidad que no permitían llegar a ninguna conclusión. Pero, dado que en su manera de proceder, no cabía limitarse a criticar el trabajo del prójimo, tomó cartas en el asunto. Era necesario identificar los posibles defectos de la técnica y el diseño, y mostrar el error que habían introducido. Por último, y más importante, había que desarrollar algún método para hacerlo correctamente.

Percibió que el problema podría deberse a la falta de uniformidad del espesor de la fuente emisora de radiación beta, así como del soporte en el que estaba situada. De su investigación doctoral, sabía que los electrones poco energéticos se absorbían y dispersan con facilidad perdiendo una fracción sustancial de su energía en el proceso. Por tanto, en el experimento, la distribución de la energía de los electrones emitidos, se habría visto modificada por esta causa. Además, los espectrómetros beta que se utilizaban entonces tenían núcleos de hierro que producían efectos de histéresis y registraban valores erróneos del campo magnético. Por suerte, encontró en el almacén un espectrómetro solenoidal sin hierro que había sido guardado cuando se remodeló el laboratorio para la investigación en tiempos de guerra. En seguida reconoció las ventajas potenciales que podría ofrecer. Junto con varios de sus estudiantes graduados, recuperó su funcionalidad y modificó su diseño para optimizar la transmisión y permitir blancos más delgados. Tras un intenso trabajo, lograron disminuir mucho el grosor colocando la fuente en soportes muy finos, eléctricamente conductores, que evitaban la retrodispersión y la carga de la fuente.

Esquema del diagrama del espectrómetro magnético solenoidal.
Esquema del diagrama del espectrómetro magnético solenoidal.

Además, para rematar la jugada, eligió un método cuyos resultados le permitían deducir si la técnica aún estaba distorsionando el espectro. Seleccionó una fuente emisora tanto de positrones como de electrones, de manera que, la forma espectral de los dos tipos de partículas diferiría mientas que las distorsiones del espectro debidas al montaje experimental serían coincidentes. Si la distorsión era mínima y la teoría correcta, cada uno de los dos espectros se ajustaría a su forma predicha. Y eso fue lo que sucedió, los cambios instrumentales condujeron a valores que concordaban con las predicciones de la teoría de Fermi. Tras este triunfo inicial, no se dio por satisfecha y decidió llevar a cabo pruebas aún más rigurosas y precisas para un gran número de transiciones beta. El grado de ajuste entre tal variedad de espectros medidos con los previstos confirmó la validez de la teoría de Fermi.

Estos experimentos le valieron el reconocimiento internacional y la pusieron en camino al reto por el que se la recordaría en la historia de la ciencia. Pero esto, ya es otra historia…

A través del espejo

Es el coraje de dudar en lo que hace mucho tiempo que estaba establecido y la incesante búsqueda de pruebas, lo que empuja las ruedas de la ciencia hacia delante.

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Chien-Shiung Wu se había ganado el reconocimiento como física experimental gracias a la comprobación de la teoría de Fermi de la desintegración beta. Había pasado largas horas en el laboratorio para lograrlo. El trabajo resultó tan duro que sus alumnos y coautores, la habían llegado a calificar de “tirana”. Al año siguiente de esta victoria, Wu tuvo otra satisfacción mucho más personal, dio a luz al futuro físico Vincent Weichen Yuan. Para estar más cerca de casa en su nueva situación, la familia se trasladó a un apartamento a dos manzanas de distancia del laboratorio. Su marido trabajaba en el Brookhaven National Laboratory en Long Island, donde residía durante la semana. Los viernes, al regresar a casa, pasaba por el laboratorio para echar una mano a su mujer y a sus estudiantes. Al igual que ella, contaba con gran destreza como físico experimental y su presencia siempre resultaba de gran ayuda. Por aquel entonces, desconocían que el experimento por el que se recuerda a Wu cada vez estaba más próximo… El debate sobre la conservación de la paridad en la interacción débil, estaba alcanzando su momento álgido.

La simetría de paridad está relacionada con la descripción matemática de un sistema y requiere que la imagen especular de un proceso, obtenida por la inversión de todas sus coordenadas espaciales, se comporte de manera análoga al proceso original. Por tanto, su conservación significa que las leyes de la física para una determinada interacción son las mismas que para su imagen en el espejo. El concepto fue introducido por primera vez en 1924 por Otto Laporte mientras describía la forma en que los átomos emiten luz. Tres años más tarde, el físico Eugene Wigner demostró que esta conservación era válida para la interacción electromagnética y, más tarde, también fue verificada para la interacción fuerte entre nucleones. Parecía razonable suponer que era el modo como se comportaba la naturaleza y que, en consecuencia, todas las interacciones conservaban la paridad. Pero no era así, y fue el descubrimiento de dos nuevas partículas elementales en 1950, lo que puso en tela de juicio tal suposición.

Las partículas θ y τ parecían iguales, sólo se distinguían por sus modos de desintegración. Ambas tenían la misma masa y la misma vida media, pero τ se desintegraba en tres piones mientras que θ lo hacía en dos. Mediante análisis matemático, se había demostrado que el estado de dos piones y el de tres piones tenían paridad opuesta, lo que hacía difícil de entender por qué dos partículas tan similares presentaban propiedades tan diferentes respecto a su desintegración. Esta situación llevó por el camino de la amargura a muchos físicos notables y fue conocida como el enigma τ—θ.

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Para tratar de darle respuesta, los físicos Tsung Dao Lee y Chen Ning Yang hicieron frente al problema desde otro punto de vista. En lugar de centrarse en la razón por la cual se violaba la conservación de paridad en la interacción θ—τ, se preguntaron por qué se había creído siempre que la paridad debía conservarse en dicha interacción. De hecho, no habían sido capaces de encontrar ningún estudio experimental sobre la interacción débil, causante del proceso, que evidenciase tal comportamiento. Si no se conservaba, ya no había enigma τ—θ y se trataba de un caso de un estado padre con diferentes caminos de desintegración en competencia.

El 22 de junio de 1956 enviaron un breve artículo a la revista Physical Review sobre la conservación de la paridad en la interacción débil en el que sugerían una lista detallada de experimentos que podían determinar si existía o no la violación de la misma. Las ideas de Lee y Yang no tuvieron muy buena acogida y fueron ignoradas o rechazadas por la mayoría de personas a las que se dieron a conocer. Sin embargo, una de las pruebas propuestas se basaba en la desintegración beta, e intrigó a la Profesora Wu que aceptó el desafío propuesto por Lee.

La desintegración beta era como una vieja amiga. Siempre contó con un lugar especial en mi corazón reservado para ella.

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El experimento que debía llevar a cabo requería la comparación de la distribución angular de los electrones emitidos en la desintegración beta de núcleos radiactivos orientados (polarizados) en direcciones opuestas. Si la paridad se conservaba, la cantidad de electrones medidos en ambas situaciones sería coincidente, en caso contrario, se demostraría la no conservación de la misma. Por tanto, el experimento requería que la fuente radioactiva fuese polarizable y que las betas pudiesen detectarse en función de su dirección de emisión respecto a la dirección de polarización. El profundo conocimiento de Wu de los diferentes átomos radiactivos y las características de su desintegración beta, fue fundamental en la elección de la fuente que más se adecuaba a estas necesidades y la escogida fue el cobalto-60.

Bajo la influencia de un campo magnético, la mayoría de los núcleos de cobalto-60 se alinean en la dirección del campo. El problema es que para llevar a cabo esta polarización y evitar el efecto perturbador del movimiento térmico, se debía refrigerar a temperaturas cercanas al cero absoluto. Lograr estas características conllevaba una gran dificultad técnica y, dado que Wu no disponía del instrumental requerido para trabajar a esas temperaturas extremas, recurrió a quienes mejor podían hacerlo. El grupo encabezado por Ernest Ambler, Raymond W. Hayward, Dale D. Hoppes, y Ralph P. Hudson del National Bureau of Standards de Washington era experto en polarización a bajas temperaturas e incluso el propio Ambler había centrado su tesis en el estudio del cobalto-60. Sin duda, era el candidato ideal para preparar la fuente.

El método ideado consistió en depositar una capa muy fina de cobalto, de unas 60 micras, en la superficie de un cristal de nitrato de cerio y magnesio. Mediante evaporación a baja presión de helio líquido y desmagnetización adiabática con un campo de 2.3 T se consiguió llegar a 0,003 K. A continuación, se alinearon los núcleos de cobalto hacia arriba o hacia abajo haciendo circular corriente, en uno u otro sentido, por un solenoide coaxial con el dispositivo. La radiación gamma que también se emite en la desintegración, se empleó para controlar la dirección de polarización de los átomos de Co-60 y su uniformidad en la muestra.

El otro punto clave del experimento corrió a cargo del equipo de Wu que tuvo la difícil tarea de diseñar un detector de partículas beta que pudiese funcionar a temperaturas tan bajas y campos magnéticos tan intensos. El esquema final consistió en un cristal de antraceno de 9,52 mm de diámetro y 1,59 mm de espesor situado en el interior de una cámara de vacío a unos 20 mm por encima de la fuente de cobalto. Los destellos producidos por los electrones al impactar con el antraceno se transmitían a través de los diferentes elementos del detector hasta un fotomultiplicador conectado a un analizador de impulsos, cuya lectura informaba de los electrones detectados.

Cuando el dispositivo experimental al completo estuvo ajustado y calibrado, se observó una gran asimetría en la dirección de la emisión beta, correlacionada con la dirección del campo polarizante. Pero esta primera evidencia no fue suficiente para Chien-Shiung Wu, que insistió en realizar extensas pruebas para rechazar cualquier otra posible causa. A finales de 1956, dio los resultados por válidos. La Profesora Wu había demostrado la falta de conservación de la paridad en la interacción débil. Cuando informó de ello a sus colegas de Columbia, R. L. Garwin, Leon Lederman, y R. Weinrich modificaron el experimento en el ciclotrón verificando, a su vez, la violación de la paridad. La publicación del trabajo de estos últimos se retrasó hasta que el grupo de Wu estuvo listo. Los dos artículos aparecieron uno detrás del otro en la revista Physical Review, en 1957.

Ese año, Tsung Dao Lee y Chen Ning Yang fueron galardonados con el Premio Nobel de Física por el desarrollo teórico mientras que Wu se quedó sin él. Se sintió muy disgustada a pesar de recibir apoyo por parte de todos sus compañeros y amigos, a quienes les pareció terriblemente injusto. El propio T. D. Lee declaró años más tarde que “C. S. Wu era una de los gigantes de la física. En el campo de la desintegración beta, no tenía igual.” De hecho, su libro “Beta Decay”, publicado en 1965, es un texto de referencia en física nuclear.

Un año después, en el 1958, Richard Feynman y Murray Gell-Mann publicaron el artículo “Theory of Fermi Interaction” en el que postulaban la similitud entre la desintegración beta y la desintegración del muón. Su hipótesis de “corrientes vectoriales conservadas” (CVC) era una generalización de la teoría de la interacción de Fermi y debía ser comprobada. A tal efecto, ambos teóricos instaron a Wu a explorar su validez. Pero la física, antes de iniciar una misión tan compleja, quiso asegurarse de haber entendido muy bien todas las correcciones teóricas que habían introducido Feynman y Gell-Mann. Finalmente, llevó a cabo el experimento en Columbia, junto a Luke Mo y otros estudiantes. Midió con suma precisión la diferencia entre las formas de ambas desintegraciones encontrando que los resultados concordaban extremadamente bien con los predichos por la teoría. Con ello se demostraba el fenómeno que se conoce como “magnetismo débil” y se daba el primer paso para la unificación de dos de las interacciones básicas de la naturaleza en lo que se conocería como interacción electrodébil.

Y por si eso fuese poco, nuestra física seguía decidida a emprender aventuras más difíciles todavía. El gran interés que sentía por los neutrinos hizo que se embarcase en el análisis de la desintegración beta doble. El rendimiento de estos experimentos es bajísimo ya que la probabilidad de que se dé proceso es mínima y, por tanto, su análisis es muy dificultoso. Sin embargo, las mediciones de Wu en átomos como el calcio-48 y el selenio-82 lograron reducir el límite superior de ocurrencia de la doble desintegración beta a valores no alcanzados hasta entonces.

Original Caption: Dr. Chien-Shiung Wu, professor of Physics at Columbia University in New York, is shown at work with the apparatus used in experimental work that reportedly has conclusively proved a new and fundamental theory in nuclear physics---the theory of conservation of vector current. Cited as one of the world's foremost experimental physicists, Professor Wu and two associates tested the theory in a lengthy series of experiments. The theory deals with a type of subatomic behavior known as

El siguiente turno, uno de los últimos, correspondió a la investigación de los átomos exóticos. En estos átomos, una o más partículas subatómicas, positivas o negativas, han sido substituidas por partículas elementales diferentes. Un ejemplo sería un átomo de hidrógeno en el que el electrón fuese substituido por un muón o un pión. Las nuevas inquilinas son más masivas que sus predecesoras y tremendamente inestables. Como consecuencia la vida útil del átomo exótico es muy corta y su estudio más peliagudo, lo cual, por otra parte, no constituía un impedimento para nuestra científica. La idea era medir, con la más alta precisión y exactitud posibles, la energía de los fotones de rayos X que emitían los átomos exóticos al desexcitarse hasta su estado fundamental. Esta energía correspondiente a la diferencia energética entre los estados inicial y final dependía de la masa de las partículas fundamentales substitutas, así como de su momento magnético. Así pues, el experimento aportaba información sobre estas características. Entre los resultados obtenidos, se determinó la masa de los antiprotones. Este hecho es destacable ya que permitió estudiar si la ley de simetría que establecía que una partícula tiene la misma masa que su correspondiente antipartícula era válida. El valor hallado difirió de la masa del protón en una parte en diez mil, lo que no se tomó como evidencia de la violación de dicho teorema.

La forma de trabajar en esta última investigación fue muy diferente a las anteriores. El equipo involucrado era mucho más numeroso e incluía a Chien-Shiung Wu, a sus estudiantes graduados, a investigadores asociados y a coinvestigadores senior. Además, en estos experimentos la duración era mucho mayor que en los que había protagonizado hasta entonces, siendo las secuencias de medición de varios cientos de horas. La adquisición estaba automatizada y los seres humanos sólo intervenían en caso de fallo de los equipos. A Wu este modo de proceder le resultaba menos satisfactorio ya que disfrutaba más haciendo experimentos en su laboratorio con la colaboración de dos o tres personas.

De todas formas, su carrera investigadora no se alteró por ello y siguió su trabajo experimental en física nuclear, física de la materia condensada e incluso en biología hasta los setenta años. Estaba totalmente entregada a su trabajo. Tal y como escribió Wolfgang Pauli en una carta a su hija: “Frau Wu está tan obsesionada con la física como lo estaba yo cuando era joven.” Y, si bien es cierto que no ganó el premio gordo, léase Nobel, sí vio recompensada esta entrega de muchas otras formas. Una de ellas, quizá la que le hizo más ilusión, fue la concesión del doctorado honoris causa por parte de la Universidad de Princeton en 1958, que se otorgó por primera vez a una mujer. Otros de los honores recibidos fueron la elección como miembro de la Academia Nacional de Ciencias (1958), el prestigioso Premio Wolf otorgado por el Estado de Israel (1978), el Premio de Investigación de la Corporación (1958) o el Premio Tom Bonner de la Sociedad Americana de Física (1975) de la que fue la primera mujer en servir como presidente. En 1998 fue introducida en el Salón de la Fama Nacional de la Mujer de América .

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En la última etapa de su vida, tras su retiro en 1981, fue nombrada Profesora Emérita de Columbia y centró sus esfuerzos en la docencia y comunicación científica a través de la impartición de un importante número de conferencias y cursos especializados. En la misma línea, también dedicó su tiempo a la elaboración de programas educativos para la República Popular de China y Taiwán. Como mujer científica, se pronunció en diversas ocasiones sobre la poca presencia de mujeres en este ámbito. Para ella, la principal razón no se debía tanto a su estatus socioeconómico sino a la losa que suponía la propia tradición asociada a las ciencias puras que se identificaban como un terreno masculino.

Chien-Shiung Wu murió el 16 de febrero del 1997 de un derrame cerebral. Sus restos fueron enterrados en China y descansan en la Ming De School, en un elegante monumento conmemorativo diseñado por el Profesor T. D. Lee.

La herencia que nos dejó es una clara manifestación de hasta qué punto es crucial la aportación de los buenos físicos experimentales en el progreso de la ciencia. Si el método científico requiere pruebas, las personas que de una u otra forma, han puesto y ponen sus amplios conocimientos al servicio de estas comprobaciones posibilitan el avance de la ciencia. Sea esta entrada mi pequeño homenaje y reconocimiento a todas ellas. Un antiguo poema chino de Qu Yuan (ca. 340-278 BCE) puede resumir la vida de nuestra protagonista, pero también la de todos estos científicos a quienes dedico el post:

Aunque el camino es largo y arduo, estoy determinado a explorarlo por entero.

Referencias

Sobre el artículo original

Los artículos Chien-Shiung Wu, la gran física experimental (I): Primeras conquistas y Chien-Shiung Wu, la gran física experimental (II): A través del espejo, se publicaron en el blog Los Mundos de Brana de Laura Morrón el 24 de febrero de 2014 y el 4 de marzo de 2014, respectivamente.

Un especial agradecimiento a la autora de estos artículos por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.

Sobre la autora

Laura Morrón es licenciada en Física. Como apasionada de la divulgación científica, escribe en su blog personal Los Mundos de Brana y colabora en Naukas, Pa ciència, la nostra, Desgranando Ciencia y Desayuno con fotones. Es Coordinadora Editorial de Next Door Publishers.

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