Matilde María Carolina Landa Vaz nació en Badajoz en 1904. No fue bautizada, cosa que en la época era inusual, pero sí apadrinada por personalidades de relieve político como Narciso Vázquez Lemus, considerado el apóstol del socialismo extremeño, que en 1931 llegaría a presidir las Cortes Constituyentes de la Segunda República. Las circunstancias de su nacimiento ilustran el ambiente en que se formó Matilde, su infancia y adolescencia transcurrieron en una familia acomodada y culta en la que era corriente hablar varios idiomas, que los varones tuvieran estudios universitarios y las mujeres estudios de magisterio o comercio. Su padre, Rubén Landa Coronado, fue un conocido abogado republicano y masón con inquietudes políticas. Educó a sus hijos fuera de todo credo religioso, tuvo como referente fundamental en la formación de estos los principios de la Institución Libre de Enseñanza de la que fue accionista fundador. La estrecha vinculación con la ILE procedía de la amistad que le unía, desde su época de estudiante en Madrid, con Francisco Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón y Manuel Bartolomé Cossío.
Desde pequeña Matilde estuvo en contacto con intelectuales y escritores como Juan Ramón Jiménez y Cossío. De hecho su mejor amiga de infancia y adolescencia fue Julia Cossío Lopéz, la hija menor del ilustre pedagogo.
Su mala salud, su condición de hija pequeña y que ni siquiera en las familias burguesas liberales se asumía con facilidad la educación superior de las mujeres, explican que su padre pusiera reparos a que estudiara el Bachillerato en Madrid.
Antes de comenzar el Bachillerato, a principios de los años veinte, Matilde pasó alguna temporada en La Coruña estudiando en la Escuela Profesional de Comercio donde tenia fama la enseñanza de las Matemáticas, disciplina sobre la que tenia especial predilección. Después, de vuelta a Badajoz, se matriculó como alumna libre en el Instituto de esta capital.
A finales de 1923, fallecido su padre y con el título de bachiller en sus manos, Matilde se trasladó a Madrid con el fin de emprender estudios universitarios y se alojó en la Residencia de Señoritas donde las jóvenes extremeñas constituían un núcleo relativamente numeroso. Se sintió a gusto en la Residencia aunque algo decepcionada.
Al poco tiempo de comenzar el curso se le detectó una lesión pulmonar y tuvo que abandonar los estudios y trasladarse, primero a Salamanca y después a Segovia al cuidado de su hermano Rubén.
Hacia 1929 Matilde volvió a Madrid, donde residió con su madre, reinició sus estudios universitarios y consiguió concluir Ciencias Naturales. El paso por la universidad consolidó su compromiso con las ideas progresistas y republicanas. Trabajó en un laboratorio, y según su propia declaración ante la policía, con el doctor Gonzalo Rodríguez Lafora, un prestigioso neurólogo, discípulo de Ramón y Cajal en los años 1935 y 1936.
En 1930 se casó con Francisco López Ganivet, sobrino del escritor Ángel Ganivet. Tuvieron dos hijas, Jacinta, fallecida a corta edad y Carmen.
Con la llegada de la República, Matilde optó por involucrarse en el proceso de cambios que vivía el país y tras el fracasado movimiento revolucionario de octubre de 1934 se afilió al Socorro Rojo Internacional, una organización cuyo cometido era canalizar la ayuda proveniente de partidos y sindicatos de la izquierda internacional. Posteriormente se afilió al Partido Comunista de España.
Tras el golpe militar de 1936, se enroló en el batallón femenino del Quinto Regimiento junto a la fotógrafa Tina Modotti. Desde el Socorro Rojo colaboró en la formación de una potente estructura sanitaria del Ejército del Centro. A lo largo de los tres años de conflicto, también trabajó en el sector sanitario de la República y en la sección de Información Popular del Subsecretariado de Propaganda del Gobierno republicano. Se le encomendó la inspección de colonias infantiles y la evacuación de niños, una medida que también ella padeció cuando, en 1938, su propia hija tuvo que ser evacuada a la Unión Soviética.
A principios de 1939, Matilde Landa fue designada para reorganizar el Comité Provincial del Partido Comunista en Madrid. Al poco tiempo fue detenida y conducida a la prisión de Ventas. Aquí emprendió una frenética actividad en defensa de las, como ella, condenadas a muerte. Desde una pequeña celda más conocida entre las penadas como «la oficina», redactó instancias, peticiones de indulto, etcétera, con un solo objetivo, salvar de una muerte segura a sus compañeras de cárcel. Matilde conseguiría que las reclusas pudieran obtener el más básico de sus derechos, el de la comunicación. Un año más tarde, y gracias a la persistencia de su hermana Aída, se le conmutó la pena de muerte por la de treinta años de reclusión. Se le trasladó a la cárcel de Palma de Mallorca.
En Palma, Matilde Landa intentó seguir con la obra que la había ocupado en la prisión de Ventas. La terrible presión a la que fue sometida por las autoridades religiosas del penal con el fin de lograr su conversión al catolicismo pudo con ella. El 26 de septiembre de 1942 Matilde murió al caer desde una galería de la prisión.
Sobre el artículo original
Matilde Landa Vaz (1904-1942) forma parte del libro: [Paloma Alcalá Cortijo, Capi Corrales Rodrigáñez, Julia López Giráldez (coord.), Ni tontas ni locas. Las intelectuales en el Madrid del primer tercio del siglo XX, FECYT, Madrid, 2009, págs. 218-221]. Puede descargarse el libro completo en pdf en este enlace. Un especial agradecimiento a la autora del artículo por permitir su reproducción en Mujeres con ciencia.
Sobre la autora
Paloma Alcalá Cortijo es licenciada en Ciencias Físicas y Profesora de Física y Química en Enseñanza Secundaria. Pertenece al Instituto de Investigaciones Feministas de la UCM y en la actualidad trabaja sobre las mujeres científicas durante el franquismo y la introducción de la igualdad de sexos en los itinerarios didácticos y contenidos de los museos de ciencias.