Dorothy Garrod. Rememorando a una innovadora arqueóloga

Vidas científicas

No podemos interpretar el material acumulado durante miles de años afirmando que todo él está relacionado con actividades masculinas.

Margaret Conkey
Dorothy_Garrod
Dorothy Garrod, 1913

En las primeras décadas del siglo XX, la Paleoantropología, esto es el estudio de la evolución humana, estaba inmersa en un torbellino de nuevos descubrimientos e interpretaciones. En este escenario, la arqueóloga británica Annie Elizabeth Dorothy Garrod (5 de mayo de 1892-18 de diciembre de 1968) realizó un conjunto de hallazgos tan valiosos que contribuyeron a consolidar y enriquecer la naciente disciplina científica.

Desde la perspectiva actual, puede afirmarse que los trabajos de investigación de esta singular experta tienen aún gran relevancia pese a que, como ha sucedido con tantas otras figuras femeninas, sus aportaciones no han sido reconocidas con la amplitud que merecen. Es de justicia resaltar que en algunos temas de su especialidad fue una adelantada que no sólo mejoró sino que incluso inició rutas pioneras de investigación.

Dorothy Garrod realizó su trabajo a lo largo de yacimientos prehistóricos distribuidos en una amplia área geográfica del mundo; centró sus esfuerzos en sitios tan diversos como Gran Bretaña, Gibraltar, la región del Kurdistán, Oriente Próximo y Líbano. Puntualicemos que, además, investigó con notable dedicación en un tiempo en que la Prehistoria humana y la Arqueología se estaban configurando como disciplinas modernas. Dueña de una gran fuerza interior y de una inquebrantable determinación, no tuvo reparos en realizar labores exhaustivas en lugares muchas veces aislados y solitarios.

Durante toda su vida Garrod reveló un claro espíritu científico y a la hora de pronunciar juicios supo mostrarse preparada para revisar o cambiar sus opiniones si las evidencias así lo requerían. Igualmente mostró poseer un notable sentido cívico, así por ejemplo, cuando estalló la Primera Guerra Mundial la joven se ofreció a colaborar como enfermera y llegó a desempeñar un activo papel atendiendo a los heridos.

En 1921 decidió matricularse en Oxford, donde se diplomó en Arqueología, y posteriormente marchó a París para ampliar sus conocimientos de Prehistoria. Los veranos de 1923 y de 1924 los dedicó a colaborar en importantes excavaciones que le proporcionaron una valiosa experiencia. En 1924 leyó su tesis doctoral en Oxford. Durante esos primeros años de formación Garrod colaboró estrechamente con Nina Layard una de las arqueólogas británicas más acreditadas. Las avanzadas técnicas de excavación de Layard (fue la primera especialista en usar técnicas de registro tridimensionales) probablemente significaron para Garrod un estimulante ejemplo de lo que las mujeres podían lograr en Arqueología.

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Dorothy Garrod con George y Edna Woodbury
(American School of Prehistoric Research), 1928

Entre noviembre de 1924 y diciembre de 1925, Dorothy Garrod emprendió unas excavaciones en Gibraltar con las que tuvo un sonado éxito. Cabe recordar que en este lugar se había hallado por primera vez en 1848 un cráneo fósil procedente de un neandertal y, concretamente el 11 de junio de 1925, Garrod recuperó, junto a sus colaboradores, los fragmentos de otro cráneo neandertal, esta vez el de un niño, al que ella bautizó con el nombre de «Abel». También halló un valioso conjunto de utensilios tallados por aquellos humanos.

En agosto de 1926 la científica publicó un detallado artículo sobre el descubrimiento, y su impacto entre los expertos fue tan considerable que a partir de ese momento se convirtió en una de las arqueólogas mejor conocidas en su país. Esa monografía ha permanecido como un importante logro en la larga historia del mundo neandertal hoy disponible, y asimismo contribuyó a proyectar la extensa y distinguida carrera investigadora de Dorothy Garrod. Sus colegas de los años veinte quedaron notablemente impresionados tanto por la claridad de su exposición como por el rigor con que dirigió las excavaciones. Como fruto de su excelente trabajo, en 1927 recibió un premio del Instituto de Antropología de Ámsterdam.

Con posterioridad a sus descubrimientos gibraltareños, la joven arqueóloga dirigió otra importante expedición, esta vez en el sur de la región del Kurdistán. No obstante, la contribución más significativa de Dorothy Garrod a la ciencia fueron sus trabajos en Oriente Próximo. Así lo reflejan los numerosos artículos que, en su tiempo y con posterioridad, han salido a luz analizando las extraordinarias investigaciones que la arqueóloga dirigió en esta región.

En 1928 Dorothy Garrod llegaba al Próximo Oriente por primera vez. Inmediatamente empezó a trabajar en Monte Carmelo, al norte de lo que hoy es Israel, en cuyas laderas afloran numerosas cuevas conformando un área con un gran interés arqueológico. En esta interesante comarca, y al frente de un bien entrenado equipo de trabajo, la arqueóloga logró una serie de resultados cuya relevancia asombró al mundo académico.

Valga señalar que Garrod seguía un método de excavación singular para aquellos años: a diferencia de sus colegas varones, ella siempre prefirió contratar a las mujeres locales; sostuvo, y no se equivocó, que éstas trabajaban muy bien, con gran meticulosidad y rigor; además, el dinero con que les pagaba las ayudaba a mantener a sus depauperadas familias. A los hombres solía emplearlos para los trabajos más pesados. La decisión de componer su equipo excavador principalmente por mujeres —en una época en que las actitudes hacia el trabajo femenino, tanto en Europa como en Oriente Próximo, eran marcadamente discriminatorias— demuestra, una vez más, el carácter pionero e innovador de esta científica.

Dorothy Garrod , 1939
Dorothy Garrod , 1939

La trascendencia de las investigaciones en Monte Carmelo, que de hecho representaron una revolución dentro de la incipiente Paleoantropología, se debe básicamente a que en tres antiguas cuevas Dorthy Garrod, en colaboración con la paleontóloga Dorothea Bate y su equipo localizaron centenares de herramientas de piedra y numerosos esqueletos humanos. En una nota publicada en la prestigiosa revista Nature, en 1935, Garrod, anunciaba que por primera vez se habían hallado artefactos de piedra en Monte Carmelo. La excavación fue única en sus logros porque gran parte de los restos hallados pertenecían a neandertales, y hasta aquellos años nunca se habían encontrado fuera de Europa.

Los reveladores descubrimientos de Oriente Próximo y los apasionados debates que generaron, hicieron de Dorothy Garrod una científica conocida y respetada. La excelencia de sus resultados fue reconocida en 1937 cuando tuvo el honor, de gran relevancia por tratarse de una mujer, de ser elegida presidenta de la Sección H (Antropología) de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia.

Dorothy Garrod abrió incluso más puertas. Durante la Segunda Guerra Mundial, probablemente impulsada por su fuerte sentido del deber, trabajó en el reconocimiento de fotografías aéreas y, según dejaba escrito en una carta fechada el 17 de junio de 1945, «por nada del mundo me habría perdido la experiencia». De hecho, los conocimientos que adquirió con sus tareas le resultaron fundamentales para desarrollar con posterioridad la técnica de la fotografía aérea como herramienta metodológica crucial en Arqueología.

Esta singular científica también fue pionera al convertirse en 1939 en la primera mujer profesora de Arqueología en Cambridge, en una época en que las mujeres docentes con dedicación exclusiva no se admitían en las universidades británicas. Su ejemplo contribuyó a que parte de comunidad científica empezara a reconocer que excluir a las mujeres de la enseñanza superior era un hecho absurdo. No obstante, sólo después de la Segunda Guerra Mundial, en 1948, las profesoras universitarias con dedicación exclusiva empezaron a admitirse con normalidad. (Valga recordar aquí que la primera mujer europea que alcanzó el estatus de profesora universitaria fue Johanna Mestorf, nombrada en 1899 profesora de la Universidad de Kiel, Alemania, cuando contaba con 70 años de edad. Era una prehistoriadora.)

Suzanne de Saint-Mathurin y Dorothy Garrod, 1948
Suzanne de Saint-Mathurin y Dorothy Garrod, 1948

Como enseñante, Garrod alcanzó gran crédito por la sustancial mejora que introdujo en la calidad de la formación de los arqueólogos durante la década de 1940, y su docencia también contribuyó a la expansión de la Arqueología y la Antropología. Esta mujer tan especial tuvo asimismo, un amplio rango de intereses además de la arqueología, su gran afición por la música la llevó a aprender a tocar la flauta y el violín. Normalmente llevaba la flauta consigo y, por ejemplo, en Monte Carmelo solía tocarla.

En 1952 Garrod, que por entonces contaba con 60 años de edad, se retiró de la enseñanza para continuar con sus excavaciones e investigaciones en Oriente Próximo. A partir de esas fechas realizó su trabajo en el Líbano, explorando interesantes cuevas. Los resultados que consiguió entre 1958 y 1963 fueron de enorme interés para la paleoantropología.

dorothy-garrod-and-the-progress-of-the-palaeolithicA lo largo de su vida Dorothy Garrod publicó numerosos e influyentes artículos sobre su especialidad así como varios libros. Pasó los años finales trabajando entre París y Londres, y su última aparición pública tuvo lugar en mayo de 1968, cuando fue galardonada con la Medalla de Oro de la Sociedad de Anticuarios de Londres, la primera mujer en recibir tal honor. Murió el 18 de diciembre de 1968. En su obituario en 1969, Glyn Daniel, colega y amigo de la científica, afirmaba: «Fue una mujer arqueóloga pionera así como una arqueóloga de campo de primer rango en esta profesión tan excitante y ardua».

Referencias

  1. Davies, W. y Charles, R. (eds.) (1999), Dorothy Garrod and the Progress of the Palaeolithic, Oxbow Books, Oxford
  2. Martínez Pulido, C. (2006), La presencia femenina en el pensamiento biológico, Biblioteca Nueva (colección Minerva), Madrid
  3. Price, K.M. (2009), One vision, one faith, one woman: Dorothy Garrod and the crystallisation of prehistory. In R. Hosfield, F.F. Wenban-Smith & M. Pope (eds.)

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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