En el año 1879 se fundó en Massachussets, Estados Unidos, el importante Laboratorio de Biología Marina de Woods Hole, concebido para fomentar la investigación de los jóvenes biólogos. Contó entre sus miembros con personalidades muy destacadas, atraídas por sus excelentes condiciones de infraestructura, por el nivel de sus actividades y la calidad de sus miembros. Aquí empezó a desarrollarse seriamente la poderosa Embriología experimental norteamericana que, entre sus numerosos logros, ha proporcionado interesantes aplicaciones en el ámbito de la biomedicina.
El Laboratorio de Biología Marina fue vanguardista en su vertiente científica, pero asimismo lo fue socialmente porque estimuló por igual la incorporación a sus aulas y laboratorios de jóvenes de ambos sexos, consiguiendo con ello excelentes resultados. Como ha puesto de manifiesto la investigadora estadounidense G. Kass-Simon (1990), a partir de 1888 y hasta aproximadamente 1910, el número de mujeres incorporadas, ya fueran estudiantes o investigadoras, comprendió aproximadamente un tercio del total de los miembros. En algunas clases, más de la mitad del alumnado era femenino.
Las dinámicas científicas deseosas de profundizar su formación que fueron acogidas en este avanzado centro, no sólo llegaron a representar entre el 40 y el 60% del total, sino que ellas, individualmente o como grupo social, fueron un componente notablemente activo en la consolidación del pujante Laboratorio de Biología Marina; por ejemplo, lograron reunir casi la mitad de los fondos requeridos para su despegue y afianzamiento.
Cabe también apuntar que la primera mujer afro-americana doctorada en Zoología, Roger Arliner Young (1899-1964), entre 1927 y 1929 realizó en este laboratorio notables trabajos de investigación dedicados al estudio de la fecundación en los animales marinos y a procesos de hidratación y deshidratación en células vivas.
En este contexto queremos acercarnos a la bióloga norteamericana Ethel Browne Harvey (1885-1965), quien llevó a cabo la mayor parte de una extensa y prolífica carrera investigadora en el citado Laboratorio de Biología Marina.
Ethel Browne, que al casarse adquiriría también el apellido Harvey, nació el 14 de diciembre de 1885 en Baltimore, Maryland y estudió en la Universidad de Columbia, donde su actividad profesional resultó muy productiva, llegando a participar en la publicación de seis artículos.
Muy pronto en la vida de esta joven científica tuvo lugar un importante acontecimiento: en el verano de 1906 realizó un curso en Woods Hole, que marcó el comienzo de su extensa carrera investigadora. Durante más de cincuenta años Ethel Browne Harvey fue tejiendo una estrecha relación con el Laboratorio de Biología Marina, al que siempre se mantuvo ligada. Ella misma dijo en más de una ocasión que era su «hogar científico», ya que fue allí donde realizó sus trabajos más importantes y también pudo hacer realidad su notable interés por la natación. De hecho, consiguió grandes marcas como nadadora, participando en competiciones locales, y se convirtió en una excelente submarinista. Tuvo así la habilidad de complementar el desarrollo de su actividad profesional con su deporte favorito.
Cuando contaba con 24 años de edad, en el año 1909, Browne Harvey publicó un artículo que inicialmente pasó desapercibido en su época, pero posteriormente su importancia se volvió relevante.
En este trabajo, la investigadora describía una serie de experimentos cuidadosamente planeados y ejecutados con los que lograba poner de manifiesto un hecho singular: un fragmento de tejido de una hidra (pequeño pólipo que presenta una serie de tentáculos en torno a la boca) injertado en otro individuo inducía la formación de una nueva hidra en el receptor. La científica llegaba entonces a la sorprendente conclusión de que el injerto proporcionaba «el estímulo necesario para generar el desarrollo de una nueva hidra».
Los experimentos de Browne Harvey precedieron en quince años a los realizados en la Universidad de Friburgo, en 1924, por el prestigioso Hans Spemann y su brillante alumna de doctorado, Hilde Mangold. Si bien el científico alemán fue galardonado en 1935 con el Premio Nobel, curiosamente la publicación de Ethel B. Harvey pasó desapercibida durante mucho tiempo. Sólo a partir de la década de 1990, casi treinta años después de la muerte de la científica, su meritorio hallazgo empezó a citarse y valorarse en las revistas especializadas. Ethel Browne Harvey, al parecer, se había adelantado a su tiempo. Pero la intrahistoria de los hechos no parece muy clara.
En el año 1991 el científico e historiador de la ciencia Howard Lenhoff, del Departamento de Biología Celular y Biología del Desarrollo de la Universidad de California, publicó un meritorio artículo en donde ponía de relieve la flagrante injusticia cometida con Ethel Browne Harvey y su singular trabajo con la hidra. Tras una investigación que se ha calificado de «detectivesca», Lenhoff afirmaba que la científica norteamericana debió haber compartido el Premio Nobel con Hans Spemann, porque ella fue la primera en realizar los experimentos que propiciaron el galardón. Y no sólo esto, ella había comprendido el significado de su trabajo, había enviado el artículo publicado a Spemann y él había subrayado el fragmento donde se discutía el significado de los experimentos.
La razón del lamentable olvido de la publicación de Ethel Browne Harvey generó un encendido debate tras la investigación de Lenhoff. No pocos especialistas han llegado a la conclusión de que el descubrimiento de la bióloga norteamericana fue inicialmente minusvalorado porque ella era muy joven, era mujer y sólo una estudiante de doctorado, y finalmente, porque su trabajo se llevó a cabo en un invertebrado y no en un embrión de vertebrado.
Sea como fuere, el escaso interés despertado por el primer artículo de Ethel B. Harvey no impidió que la investigadora tuviese una fecunda vida profesional. En los años siguientes a 1909 llevó a cabo numerosos trabajos en distintas estaciones marinas, aunque de manera regular retornaba a Woods Hole, estrechando así sus vínculos con este centro. En 1915, Ethel Browne se casó con Edmund N. Harvey, un profesor de Biología de la Universidad de Princeton, con el que tuvo dos hijos.
Como muchos otros biólogos contemporáneos, a partir de la década de 1920 la joven científica dedicó su atención a la embriología del erizo de mar. La mayor parte de la extensa investigación que llevó a cabo en este ámbito la realizó, como hemos apuntado, en Woods Hole. Sus descubrimientos fueron muy reveladores, y además consiguió poner a punto una cuidadosa metodología para perfeccionar las investigaciones embriológicas.
Los resultados más interesantes de Browne Harvey estuvieron estrechamente vinculados con el fenómeno de la partenogénesis, esto es, el desarrollo y nacimiento de una cría a partir de un óvulo sin fecundar, o sea en ausencia de espermatozoides; lograba la respuesta del óvulo mediante una estimulación mecánica con una aguja o bien por medio de un tratamiento térmico. Fruto de sus extensos estudios, la investigadora publicó una amplia colección de artículos que fueron muy bien valorados por sus colegas.
Ethel Browne Harvey obtuvo resultados tan interesantes que sus trabajos tuvieron gran resonancia no sólo entre la comunidad científica, sino también en medios populares. Hasta la conocida revista Life se hizo eco de sus hallazgos, publicando un artículo bajo el llamativo título de «Nueva vida sin sexo». Y este sólo es uno de los muchos que se publicaron en otros medios con el mismo sentido.
No obstante, hay que aclarar que aunque una parte importante de la prensa popular presentase el trabajo de Browne Harvey como la «creación de vida sin padres», ella sabía claramente que el significado de sus investigaciones era, básicamente, contribuir a determinar cómo afectan distintas partes de la célula al desarrollo de un embrión.
Quizás la aportación más significativa de Ethel Browne Harvey fue un libro que publicó en 1956, titulado El Arbacia americano y otros erizos de mar (Arbacia es un tipo de erizo común), que hasta hace muy poco tiempo continuaba siendo un trabajo de referencia para los embriólogos. Los expertos en la materia han subrayado que el despliegue de conocimientos plasmado en la escritura de Ethel Browne Harvey en su acreditado libro revela la alta especialización alcanzada por esta notable científica.
Apuntemos finalmente que Ethel Browne Harvey recibió importantes honores a lo largo de su vida. Por ejemplo, fue elegida miembro de la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia, del Instituto Internacional de Embriología de Francia y miembro honorario de la Sociedad Italiana de Biología experimental.
Ethel Browne Harvey murió en Massachusetts el 2 de septiembre de 1965 cuando le faltaban dos meses para cumplir 80 años de edad. La comunidad científica se hizo eco de su muerte y el evento fue conmemorado con respeto y reconocimiento a su gran labor investigadora.
Referencias
- Kass-Simon, G. (1990), «Biology is Destinity», en Women of Science. Righting the Record, G. Kass-Simon and P. Farnes (eds), Indiana University Press, pp. 215-267
- Hilde Mangold y Ethel Browne Harvey: dos grandes biólogas, Blog de la profesora Carolina Martínez Pulido, junio 2011
Sobre la autora
Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.