Agnodice, Atenas 300 a.C.

Ciencia y más

Entre la leyenda y la realidad surge en el siglo III antes de nuestra época el nombre de Agnodice, mujer que tuvo que colocarse la careta de hombre para poder alcanzar su sueño de ser médico. El primer dato que tenemos de su existencia es en la Fábula 174 del autor latino Higinio, en el siglo primero antes de nuestra era, donde nos relata:

Cierta doncella, llamada Agnodice deseaba aprender medicina y se cortó su cabello, vistiendo ropas de hombre entrando como discípulo de Hierófilo. Al terminar sus estudios de medicina, escuchó a una parturienta llorando y acudió en su ayuda. La mujer pensó que era un hombre y rehusó su ayuda, pero Agnodice se levantó sus ropas y le reveló que era una mujer, y ella le permitió tratarla. Cuando los médicos se dieron cuenta de que ninguna mujer quería sus servicios, acusaron a Agnodice de seducirlas y a las mujeres de fingirse enfermas para que Agnodice las visitara. En el juicio reveló su condición femenina, por lo que fue sentenciada a muerte. Entonces las mujeres de los líderes llegaron diciendo: “No sois nuestros esposos, sino nuestros enemigos ya que condenáis a la que nos trajo salud”. Entonces los atenienses cambiaron la ley permitiendo que las mujeres estudiaran medicina.

En el medallón se ve el momento en el que Agnodice se levanta sus ropas para enseñar al tribunal que era una mujer
Momento en el que Agnodice se levanta sus ropas para enseñar al tribunal que era una mujer

Situémonos por un momento en la Grecia del siglo III: para las mujeres era un deshonor desnudarse ante un hombre, por lo que cientos de ellas morían en el parto al negarse a ser asistidas por hombres, que eran los únicos habilitados para el estudio de la medicina. Es lógico que al encontrar a una mujer médico (la primera ginecóloga de la historia) la noticia corriera entre ellas como la pólvora.

Al encontrarse los médicos consagrados que ese medicucho recién llegado tenía cada vez más clientela femenina, su orgullo sólo lo aceptó pensando en que las había seducido y, aún sabiendo que delatarse era una condena de muerte, Agnodice decidió quitarse el disfraz masculino. Si no hubiera habido esa explosión de solidaridad femenina, la leyenda hubiera acabado trágicamente.

Lo triste es que, 2000 años después y en España, las mujeres seguían sin ejercer la medicina, como cuenta el padre Feijoo (1676-1764):

Lo que logró Agnodice en la Grecia, buscando, aun a su riesgo, un Maestro hábil que la enseñase, ¿por qué no podrán lograrlo muchas mujeres en España, donde no hay ley alguna que lo resista? Pretenderán algunos, que son menos aptas que los hombres para este ministerio. Pero ignoro en qué puedan fundar esa menor aptitud.

Mi opinión es que no hubo una Agnodice: debió de ser todo un colectivo.

Sobre la autora

Tere Valdecantos es profesora de Matemáticas en el S.I.P.E.P. de Algeciras y responsable de exposiciones de la S.A.E.M. Thales.

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