Patricia Bath, de Harlem a la Academia

Vidas científicas

Eraka fue la encargada de comunicar al mundo que su madre había muerto. La doctora Patricia Bath (1942-2019) había sufrido durante meses un cáncer de pulmón que, finalmente, acabó con su vida. En medio de la tristeza propiciada por el lamentable trance, la hija cobró fuerzas y contestó las preguntas que algunos medios de prensa se enfrascaron en realizar.

Patricia E. Bath (1994).

A la mayoría de ellos contó que su madre había sido una mujer excepcional, a la par de sencilla. “Ella solía usar todo el tiempo zapatillas deportivas y pantalones de mezclilla”, expresó en una de esas intervenciones.

Los obituarios se encargaron de resaltar la carrera profesional de la fallecida. Algunos hicieron hincapié en sus más de cien artículos científicos publicados. Otros resaltaron las cinco patentes de inventos que consiguió registrar en Estados Unidos. Eraka quería ofrecer otro punto de vista, un lado más personal, menos público.

A mamá le gustaba lucir casual, no pretenciosa. Venía de raíces muy humildes. Se podría decir que tuvo una segunda carrera como humanitaria. Su actitud siempre fue vigorosa, incansable.

Una infancia entre luces y sombras

La familia de Patricia Bath no contaba con antecedentes en el mundo académico. Ninguno de sus parientes cercanos había llegado siquiera a la universidad. Su padre, Rupert, gozaba de cierto prestigio en Harlem, el barrio de Nueva York donde asentó a su familia. Se había convertido en el primer afro-descendiente en ser autorizado a manipular maquinarias pesadas en la construcción del metro de la ciudad.

Gladys, la madre, se desempeñaba como ama de llaves y realizaba diversas tareas domésticas en otros hogares. La intención era ahorrar dinero suficiente para poder enviar a todos sus hijos a la escuela. El último eslabón de la familia era el pequeño Rupert, quien siempre sintió una profunda admiración por su hermana mayor.

Patricia Bath. Wikimedia Commons.

Desde muy joven, Patricia comenzó a notar que no había prácticamente doctores entre los miembros de su comunidad. Tampoco conocía a muchas personas con estudios. Sin embargo, sus padres se esforzaban porque ella continuara sus estudios.

La niña se apasionó sinceramente por las ciencias, en especial la química y las matemáticas. Los padres ahorraron dinero suficiente para enviar a los dos hermanos a la Escuela Secundaria Charles Evans Hughes. En esa institución, los profesores impulsaron a la joven a tomar cursos extra de biología y a adquirir mayores habilidades investigativas.

Con apenas 16 años ella decidió aplicar a la National Science Foundation Scholarship. Gracias a este proyecto, se vinculó a la Universidad Yeshiva y comenzó a asistir al Centro Médico de Harlem. Uno de sus profesores, el doctor Moses Tendler, inició a Bath en estudios relacionados con cáncer, nutrición y estrés.

Consiguió una diplomatura en Química y se mudó a Washington D.C. para poder estudiar Medicina en la Universidad Howard. Durante sus primeros meses en la capital norteamericana tuvo lugar la promulgación de la Ley por los Derechos Civiles de 1964.

Sobre esta experiencia, Patricia diría años después: “El doctor Martín Luther King nos dijo que debíamos olvidar el odio, la segregación, el racismo. Nuestro deber era ignorar todo ese ruido y enfocarnos en nuestros objetivos y eso fue lo que yo hice. Tuve unos cuantos obstáculos, pero me liberé de ellos”.

En 1968 se graduó como médico con honores y regresó a Harlem para completar su internado como cirujana. En ese período, constató que la comunidad presentaba un alto número de pacientes de avanzada edad con cegueras y glaucomas. Comenzó a indagar más acerca de la Oftalmología y recopiló varios datos sobre los enfermos locales.

Debido a su entrega, le ofrecieron realizar su primera cirugía ocular en 1969. Un año más tarde comenzó la especialidad, de la cual recibió titulación en 1973. Durante esos años también se casó y en 1972 dio a luz a su hija Eraka.

El viaje apenas comenzaba

Poco después de graduarse como oftalmóloga, y tras concluir una beca de un año en la Universidad de Columbia, Patricia tomó a su familia y se mudó a la costa oeste estadounidense. El Instituto Ocular “Jules Stein”, adscrito a la Universidad de Los Ángeles (UCLA) la recibió para continuar sus indagaciones sobre trasplantes de córneas y enfermedades degenerativas de la vista.

Hacia 1976, junto a un grupo de colegas, fundó el Instituto para la Prevención de Ceguera. La organización sin ánimo de lucro defendía el postulado de que “la visión es un derecho humano básico”.

Durante su tiempo en California se dedicó al estudio de las queratoprótesis y desarrolló las bases de un sistema quirúrgico (KPRO) para curar personas con esta clase de problemas. Además, llegó a convertirse en la jefa del Programa de Residentes en Oftalmología del Instituto.

El año 1981 marcaría un antes y un después en la vida de Bath. En ese momento comenzó a trabajar en su invento más reconocido: el ultrasonido Laserphaco (Laser PHotoAblative Cataract surgery). A lo largo de más de un lustro se enfrascó en la construcción de una herramienta que permitiera debilitar, de forma menos dolorosa, la capa rugosa y externa de las cataratas. Esto permitió que el procedimiento fuese mucho más preciso y acelerado.

Patricia recibió la patente de su invención en 1988. Con ella, se convirtió en la primera mujer afro-descendientes y médica en obtener esta clase de registro para una aplicación en materia de salud. A lo largo de su carrera, conseguiría otras cuatro patentes de inventos.

Las dos primeras páginas de la patente US4744360A de EE. UU. (17 mayo 1988) de Patricia Bath.

Para extender el uso de su tecnología viajó a varios países de Europa, Canadá y también Japón. Sus aportes fueron reconocidos por instituciones de Alemania, Francia y Reino Unido.

A principios de 1993, la doctora Bath decidió retirarse. Pasó entonces a formar parte del equipo honorario de Centro “Jules Stein” y la UCLA. Ese mismo año fue reconocida como Pionera de la Academia de Medicina de su alma máter en Washington D.C.

En las siguientes décadas, Patricia dedicó muchos esfuerzos a las labores humanitarias. Visitó varios países africanos, en especial Kenia y Tanzania, donde impulsó varias iniciativas para prevenir la ceguera infantil, así como promover las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) entre estudiantes pobres.

Con el tiempo y el deterioro de su salud, decidió mudarse a San Francisco para estar más cerca de su hija y nieta. En una oportunidad, poco antes de su muerte, Eraka y Patricia se sentaron a conversar. Ambas debatieron sobre la vida de la oftalmóloga e intercambiaron preocupaciones por el trabajo que ella todavía sentía pendiente.

En esa ocasión, la hija no perdió el momento de ofrecer una revelación a su madre:

Aunque no hayas buscado ser un modelo a seguir, te convertiste en uno.

Bibliografía

Sobre la autora

Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.

2 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.

Este sitio está protegido por reCaptcha y se aplican la Política de privacidad y los Términos de servicio de Google