La partería: un saber ancestral con evidencia científica

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Muchas mujeres migrantes que intentan cruzar la frontera desde México hacia Estados Unidos están embarazadas. Un grupo de parteras a lo largo del camino hacen un seguimiento obstétrico de cada una y se pasan la información unas a otras a través de mensajes.

Imagen: Wikimedia Commons.

Mujeres gestantes en un camino peligroso

Como cuenta la periodista Daniela Rea, los embarazos de las mujeres migrantes se atienden en iglesias, en campamentos improvisados, en una camioneta, en una clínica móvil, etc. Las parteras preparan un sitio acogedor, sacan de sus mochilas rebozos, algunas cremas, tensiómetros, una cinta métrica, un aparato doppler para escuchar los latidos del bebé, etc. Las mujeres que caminan hacia la frontera entre México y Estados Unidos no cuentan con un servicio médico y pocas veces tienen acceso a centros de salud. Por eso, las parteras se han establecido como una red para acompañar a mujeres migrantes, atender sus partos y a sus bebés. Se organizaron en 2016 cuando Ximena Rojas, directora ejecutiva de Partería y Medicinas Ancestrales, fue consciente de la gran cantidad de mujeres migrantes embarazadas que llegaban a Tijuana con el objetivo de cruzar a Estados Unidos. Un par de años después se intensificaron las caravanas y las parteras del norte, del centro y del sur se coordinaron para salir al encuentro de las caminantes embarazadas. Se organizaron unas cuarenta para atenderlas, en Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey o Tijuana. Funcionan como nudos locales e independientes en cada ciudad, y utilizan WhatsApp entre ellas y con las gestantes. Están atentas para reaccionar ante emergencias más grandes como las caravanas o los desalojos.

Han recorrido muchos kilómetros, han saltado muros y hasta alambres de púas, han sufrido picaduras, golpes, empujones, incluso agresiones sexuales. Algunas están desnutridas. Llegan con enfermedades físicas y emocionales.

Muchas veces viajan solas y en las pocas ocasiones en que las instituciones médicas les atienden, les dicen que es necesario un registro de un familiar para informarle, que aunque tengan amigas o conocidas en el trayecto, eso no sirve. Otras veces se han encontrado con dificultades en hospitales públicos cuando han podido acceder: violencia obstétrica, falta de un traductor, humillaciones, incluso problemas por la documentación para que registren a su bebé, etc.

Si el embarazo es de riesgo, las parteras acompañan a las mujeres migrantes al hospital. También cuando hay infecciones de transmisión sexual, muchas de ellas adquiridas en el camino, en agresiones sexuales.

Los grandes saberes de la partería

La OMS estima que la partería es una opción que podría prevenir millones de muertes de mujeres que van a dar a luz. Para 2035 podría evitar hasta el 60 % de muertes maternas y neonatales en el mundo. En reconocimiento a su gran labor, en 2023, la UNESCO decretó la partería Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad.

Pero, ¿qué hacen las parteras? Sus cuidados reducen cesáreas, episiotomías y complicaciones que puedan surgir. Hay varios tipos de partería: la profesional, que ejercen Licenciadas en Enfermería y Obstetricia; la comunitaria, con formación en programas de salud; y la que no está reglada que recoge saberes ancestrales transmitidos de forma oral de generación en generación. Difieren en su formación y marco legal, pero todas acompañan a las futuras madres muy de cerca.

Se definen como «especializadas al servicio de la salud sexual, reproductiva, materna y de la persona recién nacida», un cuidado que se nota en cada gesto de su trabajo gratuito.

Una de estas parteras describe su labor como un apapacho:

Cuando migras vas hacia la incertidumbre. Lo viví siendo mujer gestante y migrante a la vez. Pasé por todas las ausencias del sistema de salud. Para mí, poder ofrecer ahora ese apapacho es dar seguridad, contención, escucha, lo que yo no encontré en un hospital.

La palabra «apapacho» se utiliza en México y significa algo más que un abrazo, es arrullar y reconfortar, acariciar con el alma.

Técnicas milenarias con evidencia científica

Uno de los útiles que siempre llevan las parteras es el rebozo, una gran tela rectangular de lana o de algodón. Podría ser un símbolo del apapacho, de los cuidados, pero es más que eso y su fundamento clínico es innegable. Con él se consigue acomodar la cabeza del bebé y se busca el ángulo en el que pueda encajar mejor en la pelvis. Cuando eso ocurre, el útero manda señales a los cuernos (región de trompas uterinas–unión con el cuerpo uterino) para iniciar las contracciones. Hasta que no haya encajamiento, no hay contracciones. Todas estas evidencias médicas las explica la doctora Karla Saldívar, gineco obstetra y fundadora de Anidar, Casa de Salud Sexual y Reproductiva en la Ciudad de México.

Anidar.

La posición más favorable para un descenso y parto vaginal seguro es cefálica occipitoanterior: cabeza hacia abajo y mirando hacia la columna vertebral de la madre. Lograrla con el rebozo es muy reconfortante para la madre en trabajo de parto que siente alivio y tranquilidad.

Las parteras lo utilizan también después del parto: envuelven a las mujeres que dieron a luz el día anterior y les ajustan los huesos de la cadera que se abrieron durante el alumbramiento, y los de la columna que sufrieron durante nueve meses; les acomodan también los órganos internos que cedieron su espacio para que el bebé creciera. Cuando el bebé nace deja un espacio vacío en el cuerpo de las madres y todo tiene que recolocarse otra vez.

Después del parto les cocinan una buena comida. Les masajean los pies que seguirán caminando, la espalda que cargará al bebé, etc. Las preparan para la crianza, para una nueva etapa.

La actuación de las parteras también puede evitar la práctica de la episiotomía. En el siglo XX, el corte quirúrgico con tijeras o bisturí en el periné, la zona entre la vagina y el ano, se volvió recurrente. Esta práctica se sigue haciendo incluso cuando no es necesaria. Esta intervención debería hacerse en situaciones específicas como la distocia de hombros, es decir, cuando los hombros del bebé no salen bien o cuando existe sufrimiento fetal o en otras situaciones de riesgo. Debe hacerse para facilitar la salida del bebé o prevenir desgarros graves en la mujer, pero no por norma. Desde 1996, la OMS recomienda que se restrinja su práctica.

Dar a luz se puede hacer en cuclillas, sentada, de rodillas o usando un taburete de parto, y quizá en estas posturas el parto sería más sencillo. «La posición de litotomía, o en posición ginecológica, estrecha la pelvis, además de añadir incomodidad y dolor», explica la doctora Saldívar. En cambio, las posturas verticales y el libre movimiento que fomentan las parteras reducen la duración de la primera etapa del parto, la dilatación, y favorecen la segunda, la expulsión del bebé, porque amplían el diámetro pélvico. Se disminuye la necesidad de episiotomías y se facilita el descenso fetal con algunos movimientos de la cadera que optimizan el ángulo de avance hacia abajo.

La técnica del rebozo

El dolor, el estrés y la ansiedad experimentados durante el parto pueden tener efectos perjudiciales en el trabajo de parto y el alumbramiento. La técnica del rebozo es un método ancestral utilizado para minimizar el dolor y aliviar las molestias durante la gestación. Una investigación reciente analizó los efectos de la técnica del rebozo en el proceso del parto. La dilatación cervical, la posición fetal, los patrones de contracciones y las variables relacionadas con la experiencia del parto fueron los indicadores clave. Las mujeres con las que se utilizó rebozo presentaron menor dolor durante el parto y se sintieron más satisfechas con lo vivido en el proceso de dar a luz.

Con todo, el rebozo, esta gran tela rectangular, no sólo es utilizado para reconfortar a las mujeres embarazadas. Pero si nos centramos en ellas, podemos enumerar múltiples beneficios. Las parteras aztecas ya la utilizaban con las madres durante el embarazo y en el momento de dar a luz. Es una gran ayuda durante el embarazo, parto y postparto. Muchas mujeres mexicanas utilizan este mismo pañuelo para llevar después a su bebé.

Los movimientos que una especialista hace sobre la mujer embarazada deben ser suaves, controlados, fluidos y rítmicos como en una mecedora.

La OMS avala a la medicina tradicional en su documento «Pautas Generales de Metodologías en investigación y evaluación de la medicina tradicional» que se define como la «suma de conocimientos, habilidades y prácticas basadas en teorías, creencias y experiencias indígenas de diferentes culturas». La falta de estudios de las prácticas tradicionales no debería ser un obstáculo para su desarrollo y sugiere que allí donde existe poca o ninguna literatura sobre un tema, la tradición oral como fuente debe ser constatada.

El rebozo está incluido en este tipo de técnicas. La comunidad obstétrica comienza a fijarse en los beneficios de su uso: los movimientos que se hacen con el rebozo sobre la mujer embarazada relajan músculos, articulaciones y ligamentos, mejoran el dolor del sacro, de las lumbares y el dolor ciático. Cuando el rebozo sostiene la barriga proporciona alivio inmediato en la espalda y las caderas. Uno de los beneficios más significativos es que el bebé que está de nalgas se coloque de cabeza ya que el uso del rebozo puede «desencajar» las nalgas de la pelvis materna. Durante el parto potencia la dinámica uterina y favorece una evolución más fisiológica de todo el proceso, alivia el dolor en la fase de dilatación, ayuda al bebé a colocarse de una manera correcta y disminuye el dolor entre contracciones. Además ayuda a disminuir el estrés y la ansiedad. Con todo, puede proporcionar una sensación de seguridad y comodidad que mejora la tensión muscular y las madres se sienten más conectadas con su bebé.

Sin embargo, esta técnica está contraindicada cuando hay una amenaza de parto prematuro, si aparece sangrado vaginal o existe placenta previa u oclusiva.

Ximena Rojas dice que el trabajo que hacen las parteras devuelve la dignidad a las mujeres migrantes: por primera vez, alguien les pide permiso para tocar su cuerpo y, desde la inquietud de su embarazo, se sienten cuidadas y acompañadas. El futuro que acoge prácticas milenarias con resultados comprobables suena esperanzador. La partería salva vidas y no solo es atención médica gratuita, también es un apoyo emocional en medio de la incertidumbre de muchas mujeres. Es parir con seguridad y apapacho.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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