Los seres humanos somos seres sociales. Las interacciones con los demás y los vínculos de amistad son experiencias que dejan huella en nuestro cerebro. La neurociencia profundiza en la respuesta de nuestras neuronas cuando socializamos y sabemos que puede modificar sus circuitos debido a su plasticidad. Las investigaciones en este terreno subrayan la importancia de tener amigas y amigos para el desarrollo neuronal, la regulación emocional y el bienestar general.

Regiones neuronales que se activan al interaccionar con otras personas
Cuando interactuamos socialmente, se activan diversas regiones del cerebro: la amígdala desempeña un papel crucial en la detección y respuesta a las emociones que acompañan a las señales sociales. El cuerpo estriado ventral es una de las regiones clave y se asocia con experiencias de recompensa y placer. La corteza prefrontal, en particular la corteza orbitofrontal y la corteza cingulada anterior, regula el comportamiento social al ayudarnos a comprender las intenciones de los demás, gestionar las emociones que esos contextos nos provocan y tomar decisiones en consecuencia. Todos estos sistemas neuronales forman lo que los neurocientíficos denominan la «red cerebral social».
El aprendizaje de las respuestas sociales comienza en las primeras etapas de la vida. Los bebés están biológicamente predispuestos a buscar la interacción con otros seres humanos y, por ello, el cuidado temprano influye en el desarrollo cerebral. Varios estudios concluyen que los apegos seguros con los cuidadores son la base para un desarrollo emocional saludable y una mejor regulación del estrés. El vínculo que se forma entre un niño y su cuidador principal configura la arquitectura cerebral y deja huella en los circuitos neuronales responsables de la resiliencia emocional y la capacidad de tener relaciones saludables en etapas posteriores.
Pero no sólo aprenden los bebés: durante toda la vida, la neuroplasticidad (la capacidad de las regiones neuronales para reorganizarse en respuesta a la experiencia) hace que tras las interacciones sociales se vaya moldeando nuestro cerebro.
Beneficios de las interacciones sociales
Las experiencias sociales positivas, como las relaciones de apoyo y de pertenencia, promueven la liberación de oxitocina y otros neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que contribuyen a la sensación de placer y bienestar. Un apoyo social sólido puede ser un factor protector contra enfermedades neurodegenerativas y se asocia con una mayor resiliencia a situaciones de angustia. Hemos visto que puede amortiguar los efectos negativos del estrés al modular la actividad en regiones cerebrales relacionadas con éste, como la amígdala y el hipotálamo.
El impacto de la interacción social en el cerebro va más allá de los efectos inmediatos. Las relaciones sociales regulares y positivas influyen en una mejor función cognitiva. Interaccionar con los amigos y con las amigas tiene un papel importante sobre la prevención de afecciones como la depresión. Proporciona beneficios que contribuyen al bienestar emocional y a la satisfacción general con la vida.
Aislamiento social y salud cerebral
Por el contrario, el aislamiento social continuado puede tener efectos perjudiciales en la función cerebral. Hay investigaciones que sugieren que la soledad tiene como consecuencia una respuesta más intensa ante el estrés, mayor propensión a la inflamación ya que se debilita el sistema inmunitario y una posible pérdida de capacidades en regiones vinculadas a la cognición social y la regulación emocional.
Con el tiempo, estos cambios pueden contribuir a varios problemas de salud mental, incluyendo depresión y ansiedad, y esta última puede volverse crónica. Además, es más probable que se acelere el deterioro de la función cognitiva y que se debilite la capacidad para afrontar nuevos desafíos. En ocasiones, la pérdida de un propósito vital, de no mantener el contacto con la realidad, de no compartir los pensamientos y sentimientos, en definitiva, de soledad, pueden conllevar ideaciones suicidas.
Es importante buscar activamente oportunidades de interacción social y fomentar relaciones significativas que aporten los beneficios señalados del trato con otras personas. El cerebro humano está programado para prosperar gracias a la comunicación con los demás; es una cuestión evolutiva.
La empatía y la compasión se pueden mejorar
Los avances de la neurociencia en cuestiones sociales aportan una perspectiva cognitiva más empática y más inclusiva que puede entrenarse. Estas intervenciones mentales basadas en la meditación y la atención plena, a menudo llamadas contemplativas, (MBI, Mindfulness-Based Interventions), pueden ser eficaces para mejorar la salud mental, reducir el estrés y aumentar el bienestar y la prosocialidad humana. Son herramientas prometedoras para abordar algunos de los problemas sociales más urgentes.
Las investigaciones en neurociencia analizan las regiones neuronales en las que se sustentan emociones como la empatía y la compasión, y capacidades sociocognitivas como la teoría de la mente (ToM, Theory Of Mind). Hasta ahora, se ponía el foco en buscar qué redes neuronales distintas pero conectadas, dentro del llamado cerebro social, se activaban cuando se empatizaba, cuando se tomaba conciencia del otro y cuando aparecía la compasión. Las neurocientíficas y los neurocientíficos estudiaban las imágenes del cerebro mientras ocurría todo esto. Lo siguen haciendo. Sin embargo, investigaciones recientes se centran en los cambios en el cerebro al implementar habilidades sociales mediante programas e intervenciones de entrenamiento mental; aprovechan la plasticidad del cerebro. Cada vez hay más evidencia de que estos entrenamientos aumentan las capacidades sociales e inciden en las redes neuronales subyacentes, modificándolas, y promoviendo, además, una buena salud mental.
Quizá la neurociencia pueda aportar soluciones para remediar la epidemia generalizada de soledad y desconexión que desgasta el bienestar social.
Sería bueno llevar a cabo prácticas para socializar mejor y analizar los cambios tras ellas en las personas, en sus cerebros, en su conducta, en las hormonas o en el bienestar general. Para ver transformaciones sistémicas más amplias, en hospitales, escuelas u otros entornos laborales, será necesario desarrollar nuevos paradigmas que permitan la evaluación de cambios en grupos más grandes o incluso en instituciones y naciones. Aún se necesita mucha investigación para abordar la manera en que el entrenamiento del cerebro puede mejorar problemas sociales importantes como la crisis climática, la pobreza o la erosión de los sistemas democráticos.
Sin llegar a esas altísimas pretensiones, es reconfortante saber que la plasticidad del cerebro permite aprender, cambiar para mejorar en la relación con los demás y formar nuevos circuitos neuronales que nos benefician como personas y como sociedad.
La amistad entre mujeres
Danielle Bayard Jackson es la autora del libro «Fighting for Our Friendships: The Science and Art of Conflict and Connection in Women’s Relationships» («Luchando por nuestras amistades: la ciencia y el arte del conflicto y la conexión en las relaciones entre mujeres»).
En el libro pone de manifiesto que la amistad entre mujeres es diferente a la amistad entre hombres. Asegura que las relaciones entre mujeres suelen tener un grado de intimidad mayor que el de las amistades entre hombres, pero también indica que son más frágiles. Danielle dice que esto se debe a las expectativas: los estudios sugieren que las mujeres tienen mayores expectativas de apoyo e intimidad en sus relaciones cercanas y si no se cumplen todas aparece la decepción y puede surgir una tensión en la relación. Reconoce que generaliza, pero dice que los hombres no están conectados de una manera tan íntima entre ellos.
La investigación muestra que las amistades femeninas pueden disolverse con mayor frecuencia que las masculinas, y esto puede sonar fatal y dar lugar a estereotipos: «Eso se debe a que las mujeres son quisquillosas y dramáticas». Pero, dice Danielle, esto ocurre porque integramos a nuestras amigas profundamente en nuestras vidas. «Es poco probable que te pelees con gente con la que no tienes ningún vínculo, no hablas de cosas personales y no esperas mucho de ellos». Sin embargo, los conflictos que surgen entre mujeres no equivalen a la ruptura de esa amistad. Los malentendidos y opiniones contrarias que se afrontan, que no se dejan enquistar ni se tratan como contenido para chismes, pueden ser oportunidades para fortalecer esa relación. De cualquier modo, es importante contar con la aparición de tensiones entre amigas porque la idealización de que amistad es sinónimo de acuerdos y diversión ininterrumpidos es dañina y ocasiona decepciones.
Para la autora, las tres claves en la amistad entre mujeres: simetría, apoyo y secreto. Son cualidades que fomentan la intimidad pero que hacen la amistad vulnerable. Las mujeres priorizan la simetría, la sensación de «eres como yo, me entiendes, te entiendo, me pasa». El apoyo emocional, seguido de la sensación de que «tú y yo somos únicas. Compartimos muchas cosas en exclusiva», son importante para las mujeres.
Tanto hombres como mujeres valoran lo mismo; aprecian contar con alguien que les escuche y con quien compartir intereses. Sin embargo, las diferencias están en las prioridades: el apoyo emocional es fundamental en las mujeres.
Además, éstas suelen ser más diádicas que los hombres; es decir, forman parejas, y eso explica por qué tienden a ser tan cercanas y a tener vínculos más fuertes. Los hombres, a menudo, están cómodos en grupos, en clubes, en actividades afines. No se ven todos los días y cuando se ven, no suelen compartir cuestiones sobre sentimientos o estados de ánimo.
Las conversaciones entre mujeres y hombres son diferentes, dice la escritora. Las mujeres tienden a hablar de trabajo, familia, salud mental, temas personales y relacionales, y los hombres hablan de actualidad, rutas por la montaña para el fin de semana, deportes, etc., en conversaciones menos emocionales.
Danielle habla de un cambio en el debate sobre la amistad femenina; dice que incluso en el ámbito académico, hay más investigadoras estudiando este tema de la amistad y los vínculos entre mujeres. Antes, los hombres decidían qué se investigaba y qué no.
Con todo, con las conclusiones de la neurociencia y las experiencias propias, sabemos que las interacciones sociales y, sobre todo, las buenas amigas, nos proporcionan una vida más plena. también Anna Freixas es consciente del cobijo que ofrece la red de amigas y reivindica los vínculos entre ellas que cuidan y sanan: «Las redes de intimidad son fundamentales a lo largo de toda la vida. Éste es uno de los capitales que tienen las mujeres que históricamente hemos sabido mantener la comunicación con otras, el participar de nuestras penas y alegrías, el compartir lo bueno y lo malo. Eso crea una red fundamental para sobrevivir, para darte cuenta de que lo que te pasa a ti no solo te pasa a ti, le pasa a muchas personas y es significativo para la vida. Compartirlo te permite relativizar, encontrar apoyo, comprender lo que te pasa, elaborar estrategias para superarlo, aprender de otras, sentirte comprendida y escuchada». De esta manera las mujeres han luchado históricamente con la soledad y la incomunicación.
Referencias
- Bayard Jackson, Danielle (2024). Fighting for Our Friendships: The Science and Art of Conflict and Connection in Women’s Relationships. Balance
- Cisneros, Gabrielle (2024). ‘Fighting for Our Friendships’: An Interview with Danielle Bayard Jackson. Porchlight Book Company
- Hun, Sonta (2024). The neuroscience of social connection: how relationships shape the brain. Journal of Psychology and Cognition 9(1): 218
- Singer, Tania (2025). A neuroscience perspective on the plasticity of the social and relational brain. Ann. N.Y. Acad. Sci. 1547(1): 52–74
- Tango, Selma (2023). Anna Freixas: “El feminismo debe convertirse también en salvavidas de las viejas”. El Salto
Sobre la autora
Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.