La importancia de la antropometría en el diseño de los trajes de bomberas

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La extinción de incendios es una profesión peligrosa que requiere recursos especializados para responder de forma eficaz y segura a una emergencia. Una parte importante de estos recursos es el equipo de protección individual (EPI). En el caso de las bomberas, proponerles un traje de bombero de una talla menor es simplificar mucho la cuestión con el riesgo tan elevado que esto supone.

Bomberas respondiendo a una llamada en una fábrica de municiones en el Reino Unido
(Primera Guerra Mundial). Wikimedia Commons.

La historia del equipo de protección personal contra incendios

En el siglo XVII, los bomberos combatían los incendios desde el exterior. Las operaciones en interiores no eran posibles porque la ropa que usaban a diario no ofrecía protección suficiente contra el calor y las llamas. A Jacobus Turck se le atribuye la invención del primer casco de bombero en la década de 1730. Era de cuero, con una corona alta y ala ancha. Años más tarde, en 1836, Henry T. Gratacap diseñó un casco similar al que se utiliza en la actualidad; diseñó un casco de cuero reforzado en forma de cúpula con un escudo frontal y un ala que se enrollaba hasta una larga cola trasera. La cabeza del bombero recibió cierta protección contra la caída de materiales y el agua que se escurría por la parte posterior del casco.

Casi al mismo tiempo que Gratacap desarrollaba el casco de bomberos del futuro, el uniforme de los bomberos también daba un paso adelante. Se utilizaba lana, un material grueso que ofrecía cierta protección contra el calor y el frío. Los pantalones y la gabardina larga con cuello rígido eran de este material y debajo de la gabardina llevaban una camisa de algodón o también de lana, generalmente roja. Para rematar el uniforme, llevaban botas de cuero.

Más adelante, el caucho se incorporó en la ropa de los bomberos: los impermeables de goma que se empezaron a utilizar sobre los abrigos de lana añadían otra capa de protección contra el calor y mantenían al usuario seco. Las botas de este material hacían otro tanto con los pies.

Otra variable esencial fue la protección respiratoria para los bomberos; se cuentan historias de bomberos que se dejaban crecer la barba, la remojaban en agua, se la mordían y respiraban a través de ella en un ambiente lleno de humo. La barba podía actuar como filtro, pero aun así se asfixiaban con los subproductos del fuego. En 1825 el científico italiano Giovanni Aldini intentó diseñar una máscara que proporcionara protección contra el calor y permitiera respirar aire fresco.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos, varias organizaciones comenzaron a realizar pruebas de rendimiento y a crear normas para el equipo. La pionera en este esfuerzo fue la Asociación Nacional de Protección contra Incendios estadounidense (NFPA), que aún hoy desarrolla normas para la ropa de protección (NFPA 1971, Norma sobre Equipos de Protección para la Extinción de Incendios Estructurales y de Proximidad).

En aquel momento se hacían pruebas para conseguir una chaqueta de bombero con tres capas, empezando por una capa exterior ignífuga que soportara temperaturas de 260°C durante unos cinco minutos. Otras normas abordaban el equipo de protección para las manos y los pies de los bomberos. La resistencia al calor y a la perforación eran dos aspectos importantes de la norma. En 1982 la NFPA mejoró los dispositivos de sistemas de seguridad de alerta personal (PASS, Personal Alert Safety System). Estos dispositivos emiten una alarma audible cuando un bombero permanece inmóvil o se está quedando sin aire. También en la década de 1980, se empezaron a utilizar materiales ignífugos avanzados como el Nomex y el Kevlar para fabricar la capa exterior de las chaquetas y pantalones.

Los EPI evolucionan para bomberos ¿y bomberas?

En la actualidad, el equipo de protección individual para bomberos que se utiliza combina las pruebas y la tecnología de años anteriores. Tanto la chaqueta como los pantalones aún tienen tres capas como en la primera norma de la NFPA, pero ahora sometidas a unas mayores exigencias. Los materiales y la resistencia a la temperatura han mejorado, junto con la incorporación de correas integradas en la chaqueta para rescate, múltiples bolsillos para herramientas y rodilleras extraíbles. El casco de bombero todavía se parece al diseño de Gratacap, pero tiene mejor suspensión interior, una correa para la barbilla y una solapa ignífuga que cubre las orejas y el cuello.

Al entrar en un entorno con fuego o humo, los equipos de respiración autónomos (ERA) proporcionan una protección muy alta. Pesan mucho menos que los modelos anteriores, pero aún cuentan con un suministro de aire fijado a la espalda del bombero mediante correas para los hombros y un cinturón. Las botellas de aire se fabrican con un material compuesto que soporta altas presiones. Los dispositivos PASS integrados se activan al abrir la botella, lo que emite una alarma sonora si el bombero permanece inmóvil y transmite la cantidad de aire en la botella a un receptor en la máscara facial. También se están incorporando cuerdas de escape personales al arnés de la mochila, y se han diseñado asas en la placa dorsal para casos de rescate.

Sin embargo, hay un detalle importante: estos trajes se diseñaban y todavía se diseñan tradicionalmente para hombres, pero como muchas mujeres han experimentado, el equipo de protección estándar no siempre les sienta tan bien como a los hombres.

Un accidente fatal

Monumento en memoria de Fleur Lombard. Wikimedia Commons.

La inglesa Fleur Lombard (1974-1996) fue la primera bombera que murió en servicio en Gran Bretaña en tiempos de paz, y una de las ocho únicas mujeres entre los 700 bomberos de Avon. Fleur Lombard falleció casi instantáneamente en un flashover (combustión súbita generalizada) durante un incendio al que acudió. Se determinó que la causa de la muerte fue un aparato de respiración defectuoso. Sin embargo, también se mostró que la temperatura bajo su ropa alcanzó entre 400 y 600 grados Celsius, lo que llevó a los investigadores a cuestionar la eficacia del equipo de protección para su complexión. El fallecimiento de Fleur dio pie a un debate más amplio y a diversos proyectos sobre los EPI en general, su diseño y sus limitaciones. Se prestó especial atención al ajuste, idoneidad y protección para las bomberas.

Diferencias entre los cuerpos de hombres y mujeres

Las bomberas llevan mucho tiempo argumentando que el equipo de protección masculino no siempre les queda bien, o que, a veces, ni siquiera cumple su función, y que no se adapta a complexiones distintas y específicas.

En 2002, el informe «Antropometría Nacional: encuesta sobre bomberas» de la Dra. Mandy Stirling expuso claramente por primera vez las diferencias entre las formas corporales de hombres y mujeres y que no era nada adecuado hacer tallas más pequeñas sin más.

Este informe condujo al uso del maniquí de prueba femenino encargado por la Dirección de Salud y Seguridad del Reino Unido. Hasta entonces, el centro de pruebas de la industria, BTTG, solo utilizaba un maniquí con forma masculina llamado RALPH (Research Aim Longer Protection against Heat; Objetivo de la investigación: protección más prolongada contra el calor). En 2006, RALPH se complementó con el modelo femenino SOPHIE (System Objective Protection against Heat In Emergencies; Objetivo del sistema: protección contra el calor en situaciones de emergencia). La investigación condujo a 23 recomendaciones, muchas de las cuales eran locales para el Servicio de Bomberos y Rescate de Avon, pero algunas tenían implicaciones nacionales.

El rango de movimiento: una cuestión de tipo de cuerpo

En 2020, una investigación de la Universidad Estatal de Florida analizó las diferencias de movilidad entre bomberos y bomberas cuando usaban el equipo esencial para protegerse del intenso calor de los incendios. Todavía hoy, cuando las bomberas se ponen los trajes de protección necesarios para su trabajo, utilizan un equipo diseñado para un cuerpo masculino. Debido a esta incompatibilidad, los trajes no se ajustan a su complexión y esto afecta a su movilidad. Como dice Meredith McQuerry, responsable de la investigación, las bomberas que trabajan con equipos que restringen sus movimientos deben esforzarse más para moverse en un entorno estresante y físicamente exigente. Esto constituye un mayor riesgo de sobreesfuerzo y conlleva ataques cardíacos, la principal causa de muerte en servicio.

McQuerry preguntó a dieciséis bomberos profesionales (diez hombres y seis mujeres) del Departamento de Bomberos de Tallahassee sobre el ajuste y la movilidad de su equipo de extinción de incendios. La investigación midió la amplitud de movimiento en tres modelos: con solo una capa base, con el traje de protección que usan los bomberos para protegerse en el lugar de un incendio y con un traje de protección completo que incluye un equipo de respiración y un casco. Se midió a los participantes en un escáner corporal tridimensional, luego se les realizó una prueba de amplitud de movimiento y se registró su comodidad y facilidad para moverse.

McQuerry descubrió que, tanto para hombres como para mujeres, el equipo de protección reducía significativamente la movilidad. Las mujeres tenían más problemas con la parte superior del cuerpo de su traje de protección durante actividades que implicaban movimientos por encima de la cabeza y fueron más propensas a decir que los trajes les quedaban demasiado grandes. Los hombres se quejaron de las restricciones en la entrepierna y la pernera del pantalón durante los movimientos de la parte inferior del cuerpo.

Como estas restricciones son específicas de género, es necesario desarrollar un sistema de tallas de equipo de protección individual para mujeres, además del equipo existente diseñado para hombres.

Tomar medidas de cada cuerpo para diseñar adaptándose a la diversidad: la antropometría

Los investigadores deberían recopilar más datos, incluyendo medidas corporales y evaluaciones de movilidad con una muestra más amplia, para que tanto hombres como mujeres que combaten incendios puedan contar con ropa de protección individual de la talla adecuada. Para McQuerry, «no hay suficiente investigación para decir con un cien por ciento “Así es como debe ser un traje de protección femenino”, pero sí sabemos que las mujeres necesitan un traje diseñado para ellas».

La finlandesa Mira Leinonen, presidenta de la Comisión Internacional de Mujeres en Bomberos y Rescate del CTIF, se ilusionó mucho con esta investigación porque desde la comisión trabajaba en las causas de por qué tantas mujeres abandonan el ámbito de la extinción de incendios. El equipo inadecuado es una de las diez razones principales por las que las mujeres abandonan. Lo que está claro es que hacen falta más estudios en todas las fases a lo largo del proceso de producción, desde el diseño hasta el abastecimiento y la compra en el cuerpo de bomberos. Los objetivos son claros: mejor rendimiento, menor esfuerzo, mayor seguridad.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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