Una física judía en tiempos de los nazis: Hilde Levi

Vidas científicas

Nada en sus primeros años hace pensar que, a esa chica judía, y nada religiosa, nacida en una familia de clase media alemana, le daría por la física nuclear. Pero este es el caso de la científica Hilde Levi, que se convirtió en una pionera en el uso de los isótopos radiactivos en dos ámbitos muy distintos: en la medicina y en dataciones arqueológicas. Hoy, gracias a su colaboración, se diagnostican y tratan enfermedades, utilizándose esta radiación para obtener imágenes del interior del cuerpo humano, con radiografías o tomografías, y para la radioterapia. Tras su jubilación, se convirtió en historiadora de la ciencia.

Hilde Levi, 1940. Wikimedia Commons.

Hilde Levi nació el 9 de mayo de 1909 en Fráncfort en el seno de una familia judía pero no practicante. Fue durante su educación secundaria cuando decidió ser científica, tras realizar un primer trabajo sobre espectros y fotografía que le entusiasmó. Al acabar el bachillerato, se matriculó en Física y Química en las universidades de Múnich, Fráncfort y Berlín. Contaría después que fue en esta última ciudad, con 23 años, cuando comprendió que su vida daría un giro al escuchar que Adolf Hitler era el nuevo canciller de Alemania: «Me di cuenta de que este era el fin de mis posibilidades de un futuro en Alemania», recordaría en una entrevista más tarde.

A pesar del miedo, decidió quedarse hasta acabar su tesis y graduarse, al año siguiente, pese a la discriminación que sentía como mujer y judía, en el prestigioso Instituto Kaiser Wilhelm (KWI) con dos conocidos físicos (Peter Pringsheim y Fritz Haber) a los que acabó siguiendo al exilio, pero ya con su tesis bajo el brazo. Finalmente, en 1934 contactó con la filial danesa de la Federación Internacional de Mujeres Universitarias, que le consiguió una plaza en el Instituto Niels Bohr de Copenhague. A los 25 años, Hilde dejó su hogar y su familia y se mudó a Dinamarca sin billete de vuelta. Durante los seis años siguientes, trabajó en el Niels Bohr como asistente de investigación y empezó a publicar sus primeros artículos sobre fluorescencia de la clorofila con el conocido físico James Franck, refugiado como ella. También comenzó a colaborar con el químico físico húngaro George Hevesy, que en 1943 conseguiría el Nobel de Química. En el Laboratorio Carlsberg, una institución de investigación en biología de renombre internacional, Hevesy le abrió al mundo de la radiactividad, un tema que entonces estaba de moda (el proyecto Manhattan ya estaba en marcha), para lo que utilizaban tierras raras. Con Hevesy, nuestra física publicó sus primeras investigaciones sobre aplicaciones de la radiactividad artificial.

Pese a esa labor científica, sin embargo, no podía salirse de su rol de género de la época. A la joven científica le tocaba hacer tareas de secretariado de sus colegas masculinos: escribirles cartas, contestar sus llamadas, llevarles el café o cocinar para ellos. Sobre esto diría después que en el fondo la contrataron porque Franck estaba acostumbrado a tener “esclavos” a su servicio y una chica que encima no pedía nada, era una solución perfecta. En todo caso, nunca se quejó por ello e incluso pensaba que gracias a su conformidad lograba ganarse su simpatía y que contaran con ella en asuntos científicos importantes.

Coloquio en Copenhague (probablemente con físicos ganadores del Nobel), 1937. Wikimedia Commons.

Por si ser mujer fuera poco hándicap, su adscripción al judaísmo tampoco se lo puso fácil. Aunque estaba en Dinamarca, en tiempos de los nazis fue «castigada» y el profesorado de la Universidad de Berlín canceló su doctorado en 1938. También fue la razón de que no se casara: en 1934 se comprometió con el físico Hans Bethe, al que conocía desde 1925, pero la madre de él, si bien era judía, se oponía a que su hijo se casara con Hilde. Obediente, Hans rompió el compromiso días antes de la boda.

La huida de Dinamarca a Suecia

Finalmente, los alemanes ocuparon también Dinamarca el 9 de abril de 1940. Tras unos años de angustia, logró escapar a Suecia en septiembre de 1943, donde consiguió un puesto en el Instituto Wenner-Gren de Biología Experimental de Estocolmo, dirigido por el biólogo John Runnström. Dos años después, cuando la Segunda Guerra Mundial acabó, se le ofreció un puesto de vuelta a Copenhague en el Laboratorio de Zoofisiología del danés August Krogh, ganador del Premio Nobel, quien había colaborado con su mentor Hevesy antes de la guerra. Aceptó sin dudarlo.

Allí trabajó hasta su jubilación en 1979, un periodo en el cual publicó varios artículos científicos y contribuyó de forma fundamental a la difusión de la técnica isotópica tanto entre estudiantes como entre profesionales. Empezó como asistente del biólogo Hans Henrik Ussing. «Su forma de pensar, la forma de realizar experimentos, la forma de organizar un laboratorio» era «completamente diferente» de sus experiencias en física, comentaba Hilde sobre él.

Como a tantos otros científicos, a finales de esa década de 1940, quiso salir a “explorar el mundo” y el curso académico 1947-48 se fue a Estados Unidos, país al que volvería varias veces. Allí, estaba su ex colega Franck, en la Universidad de Chicago. Durante aquella estancia, Hilde aprendió a aplicar el carbono-14 para determinar la edad de sustancias, una técnica entonces novedosa que trasladó a su vuelta al Museo Nacional de Dinamarca en Copenhague. Gracias a su experiencia se desarrolló el primer aparato para datación por carbono-14 de Europa, estrenado para saber la edad del Hombre de Grauballe, un cadáver con más de 2000 años de antigüedad. Desde entonces, para cada datación arqueológica, se la consultaba como experta. Y no fue lo único que trajo del otro lado del Atlántico. También se había familiarizado con la técnica de autorradiografía –técnica científica que permite visualizar la distribución de sustancias radiactivas en tejidos, células o moléculas–, que en Copenhague se utilizaría para investigar los efectos secundarios de algunos medicamentos. Incluso en Nueva York colaboró Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos.

Y así llegamos a la década de 1950. Para entonces Levi comenzó a trabajar en la regulación de los peligrosos materiales radiactivos que años antes había manipulado sin ninguna protección. Durante casi 20 años fue consultora de la Junta Nacional de Salud de Dinamarca, ayudó a redactar las primeras leyes danesas sobre protección radiológica, que regulaban la compra y el almacenamiento de radioisótopos. Por entonces solo existía esta normativa en EE. UU.. En 1954, también comenzó a asesorar a las autoridades sanitarias danesas en la investigación de la lluvia radiactiva derivada de las pruebas con bombas atómicas. Analizaba muestras del agua subterránea o del suelo y, como experta, la convirtieron en la portavoz para responder a la prensa.

Reunión en memoria de Niels Bohr (en Copenhague), 1963. Wikimedia Commons.

Tras su jubilación en 1979, cuando contaba con 70 años, Hilde Levi dejó todos estos asuntos para dedicarse a la historia de la ciencia, desarrollando una estrecha relación con el Archivo Niels Bohr. Con el mismo tesón que había dedicado a la investigación científica, localizó y fotocopió las cartas y manuscritos de George Hevesy en archivos públicos y privados de todo el mundo, un trabajo que culminó con la publicación en 1985 en su aclamada biografía de Nobel, con el que había trabajado y colaborado tanto tiempo. También fue suya la iniciativa de la Exposición del Centenario de Niels Bohr en el Ayuntamiento de Copenhague ese mismo año.

Sus últimos años de vida los pasó en una residencia de ancianos de Copenhague. En 2001, recibió una invitación de la Universidad de Berlín para participar en un evento en homenaje a los antiguos alumnos, en concreto a los que habían sido despedidos en 1933 con la llegada del nazismo, que vivían en todo el mundo. Fue su último acto público. El 26 de julio de 2003, fallecía a la edad de 94 años.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.