Violetta S. White Delafiel (1875-1949), exitosa combinación entre el arte y el estudio de los hongos

Vidas científicas

La respetada historiadora de la ciencia estadounidense Margaret Rossiter ha descrito que, a finales del siglo XIX en los Estados Unidos, la discriminación de las mujeres fue particularmente opresiva con respecto al ejercicio de la profesión científica. Sin embargo, continúa esta autora, «tengo evidencias de que las botánicas no profesionales fueron un componente importante para el desarrollo de esta disciplina». En la misma línea, el escritor y colaborador de la página web Jstor Daily Matthew Wills, sostiene que «como observadoras, recolectoras o escritoras las mujeres fueron participantes no menores en la cultura popular de la botánica americana, lo cual evitó que la disciplina se viera confinada a la academia».

Violetta White Delafield. FUNGI.

La conservadora del Museo del Bard College, Amy Herman, ha relatado en una entrevista publicada en la página web de Jstor Daily, que durante los primeros años del siglo XX la micóloga estadounidense Violetta Susan White Delafield (1875-1949) comenzó a dar los primeros pasos en el estudio de los hongos. A lo largo de su vida, rememora Herman, esta artista botánica llevó a cabo un amplio trabajo de campo durante el cual pintó más de 600 asombrosas acuarelas. Posteriormente, la micóloga donaría su obra al New York Botanical Garden.

Violetta Susan White nació en Florencia (Italia), hija de una pareja de estadounidenses emigrados, Louisa Lawrence Wetmore y John Jay White. La mayor parte de su niñez transcurrió en el sur de Francia y desde muy pronto aprendió idiomas, dominando el francés, italiano y alemán. Junto a su familia, se trasladó a los Estados Unidos en torno a 1890 y vivió en la ciudad de Nueva York. Unos pocos años después de su llegada, la joven comenzó a estudiar botánica, anota Amy Herman, «inspirada quizás por los viajes que realizaba con sus padres a la casa de veraneo que tenían en Connecticut. [De hecho], fue en el medio rural del noreste de los Estados Unidos donde Violetta empezó a recolectar diversos especímenes de hongos».

Los primeros estudios de White Delafield se encuentran incluidos en un cuaderno de bocetos fechado en 1899. Dos años más tarde, en 1901, ya era investigadora registrada en el New York Botanical Garden. El rigor de sus ilustraciones, describe Amy Herman, despertó el interés de varios investigadores que terminaron por convertirse en sus tutores. Además, también mantuvo correspondencia e intercambió especímenes con el acreditado micólogo estadounidense William Alphonso Murrill (1869-1957), jefe de investigación micológica del Jardín Botánico de Nueva York y fundador de la valorada revista Mycologia.

Entre 1901 y 1902, la joven botánica publicó tres trabajos científicos sobre hongos que aparecieron en el Bulletin of the Torrey Botanical Club. En esos artículos, exploraba dos importantes familias fúngicas de Norteamérica (Tylostomaceae y Nidulariaceae). Por esas fechas también presentó un catálogo (Fungi on Mount Desert Island), dedicado a los hongos de la mayor de las islas situadas frente a la costa de Maine (noreste de EE. UU.), con el fin de completar unos estudios más antiguos. El notable valor del trabajo, según se describe en la página web de la Biblioteca Digital del Bard College, no solo era artístico sino propio de una naturalista formada, ya que «el texto que acompaña a las imágenes del catálogo de Violetta está elaborado con referencias redactadas siguiendo el estilo de escritura científica de su tiempo».

En 1904, la joven botánica se casó con John Ross Delafield (1874–1964), perteneciente a una rica y conocida familia. Tuvieron tres hijos, y en 1921 se establecieron en Montgomery Place, donde habían heredado una extensa propiedad. Se trata de un lugar en el estado de Nueva York que en la actualidad forma parte del Bard College.

Violetta White Delafield logró mantener durante largo tiempo sólidas conexiones con sus mentores y otros destacados botánicos, intercambiando información y especímenes. Aunque nunca recibió ningún pago, la botánica no fue para ella un mero pasatiempo; trabajó como una profesional, y en aquel ámbito fundamentalmente masculino consiguió ganarse el respeto de la comunidad especializada, como consta en la página web de la Biblioteca Digital del Bard College. Personalmente, nuestra protagonista ha sido descrita como una mujer «llena de vida» que siempre daba la bienvenida a sus amigos; no obstante, es probable que también valorara la soledad, puesto que pasó incontables horas en los bosques de su entorno sin ninguna compañía con el fin de pintar, catalogar y describir los hongos que recolectaba.

Delafield, Violetta White, “Boletus spectabilis [?]”. Stevenson Library Digital Collections.
La calidad de su trabajo, afirma Amy Herman, refleja que «Violetta deseaba hacer serias contribuciones al campo de la micología […]. Sus ilustraciones muestran claramente que tenía como propósito la identificación de cada especie, esforzándose por capturar sus características únicas». Además, continua Herman, «sabemos que cuando Violetta entregó sus especímenes de hongos a los herbarios del New York Botanical Garden y del New York State Museum, también incluyó sus bellas ilustraciones, pues consideraba que formaban parte de la contribución que hacía al estudio científico».

Arte y botánica aunados en una hermosa obra

Al igual que numerosas estudiosas capaces de unir la pasión por la ciencia de las plantas y la pasión por el arte, Violetta White Delafield no solo creó cientos de acuarelas de hongos en las que destaca un exquisito nivel de detalle, sino que también las acompañó de importantes anotaciones. Ciertamente, una parte del valor científico de su obra ha quedado reflejado en su amplio conocimiento y dominio del vocabulario micológico, y el correcto uso de términos especializados al realizar sus precisas descripciones.

En referencia a la técnica de ilustración seguida por esta extraordinaria micóloga, Amy Herman opina que «no podemos conocer su procedimiento exacto, aunque es probable que Violetta pintara en el lugar antes de recolectar los especímenes, ya que éstos a menudo cambian de color o pierden sus escamas rápidamente después de la recolección; por este motivo, tiene gran importancia atrapar su forma y color precisos antes de extraerlos del entorno natural».

Herman añade que «probablemente, Violetta eligió pintar acuarelas porque ésta se seca rápidamente, y porque su luminosidad permite capturar la bella cualidad translúcida de los hongos». Asimismo, la decisión de la botánica por usar acuarela no fue solo artística, sino también práctica; la acuarela es ideal para trabajar al aire libre, pues los dibujos pueden completarse en el exterior y luego empaquetarse sin provocar daños. Otro detalle interesante es que White Delafield pintó algunos hongos en diferentes etapas de su vida, mostrando en color más claro la forma joven y más oscuro en la forma madura, lo cual permite reconocer la misma especie en distintas épocas, añadiendo así un nivel de profundidad al estudio.

Por otra parte, continúa explicando Herman, «la ilustración botánica a menudo combina la acuarela con el lápiz o la tinta, y este es el caso de muchas de las ilustraciones de Violetta, como a menudo revelan líneas visibles a lápiz delineando la forma básica del hongo […]. Unos pocos dibujos de su colección están hechos exclusivamente con pluma y tinta, usando una técnica de punteado, un método de dibujo que usa pequeños puntos para dar la apariencia de sombreado».

Delafield, Violetta White,“Boletus curtisii,” Stevenson Library Digital Collections.

Sus textos, puntualiza la Biblioteca Digital del Bard College, a menudo incluyen información sobre las condiciones del lugar y los diversos tipos de plantas y árboles que rodeaban a un espécimen en particular. La vegetación del entorno a veces también está incluida en sus dibujos con el fin de describir visualmente los lugares en los que se originan los hongos. Por ejemplo, anotaba: «Creciendo en un bosque húmedo, en un barrizal entre helechos y arces».

William J. Robbins, director del New York Botanical Garden desde 1937 hasta 1958, ha dejado escrito acerca de la calidad de ese trabajo que «las actividades de Mrs. Delafield […] son especialmente notables porque demuestran como una amateur con interés y capacidad puede dedicarse a la investigación en ciencia y realizar contribuciones sustanciales». Recordemos que en esos años las figuras femeninas no eran consideradas profesionales, sino simples «amateurs»; solo tras una determinada lucha, acompañada de rigurosos resultados, las mujeres se han ganado justamente el derecho a ser consideradas profesionales.

Según lo apuntado en la Biblioteca Digital del Bard College, diversos autores y autoras han coincidido al apreciar que «los dibujos de Violetta Whithe Delafield son realmente fascinantes». Agregan, además, que «la atención que prestaba al detalle puede valorarse en su elección del color y de sus pinceladas; tenía una sorprendente habilidad para capturar con fidelidad la esencia visual de cada hongo individual. Su capacidad para atrapar el color y la textura de un hongo ha sido clave para reconocer e identificar una especie en particular. Sin estos detalles, muchos de sus estudios no serían fácilmente distinguibles unos de otros».

Un apunte final

Los excelentes resultados de Violetta White Delafield como recolectora le permitieron documentar varias especies nuevas de hongos, las cuales serían nombradas en su honor por distintos especialistas; por ejemplo, Cortinarius whiteae Peck o Leptoniella whiteae Murrill (la última palabra corresponde al apellido del autor).

En honor a esta destacada botánica, la página web Jstor Daily ha puntualizado que «es importante conservar y compartir las ilustraciones y textos de Violetta White Delafield porque son parte de un capítulo con más de 200 años de historia, y ello nos proporciona un vistazo sobre la vida de una de las muchas mujeres interesantes que le dieron forma. Sus dibujos son lo más próximo a disponer de una revista que nos proporciona un acercamiento a su vida interior». Además, en la página se subraya que «entre los dibujos más bellos de Violetta se encuentran los últimos que realizó hacia el final de su vida».

Recordar a una gran botánica que, pese a la animadversión normalmente desplegada en su tiempo en contra de las figuras femeninas interesadas en la ciencia, fortalece un argumento que nos gusta recordar: «las mujeres no solo pueden contribuir a la construcción del conocimiento científico, sino que ya lo han hecho». Deseamos que estas breves páginas sean un referente más que contribuya a incentivar e impulsar la vocación de las interesadas en la bella ciencia de la botánica.

Referencias

Sobre la autora

Carolina Martínez Pulido es Doctora en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito varios libros sobre mujer y ciencia.

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