Louise Eisenhardt, la coleccionista de tumores cerebrales

Vidas científicas

A la neuropatóloga Louise Eisenhardt se la llegó a considerar en vida la principal experta mundial en diagnóstico de tumores cerebrales. No solo llegó a ser investigadora médica en una época en la que era una disciplina fuertemente dominada por los hombres, sino que fue la primera que presidió la Asociación Estadounidense de Cirujanos Neurológicos y con su trabajo creó una escuela que, mucho después de su fallecimiento, sigue siendo fundamental. Si su mentor es recordado como “el padre de la neurocirugía”, ella es sin duda “la madre” de la neuropatología.

Louise Eisenhardt. OUP.
No hay muchos detalles de su infancia, pero se sabe que nació en Ramsey (Nueva Jersey, EE. UU.) el 20 de julio de 1891 en una familia de origen prusiano. Tenía 24 años cuando comenzó a trabajar como asistente editorial del doctor Harvey Cushing, que fue quien instauró la neurocirugía quirúrgica, además de escritor (en 1926 recibió el premio Pulitzer por su biografía de William Osler, de quien fue discípulo y amigo). Cuando en 1917, Cushing fue llamado a filas para participar en la Primera Guerra Mundial, Louise fue quien acabó su libro Tumores del nervio acústico. Atraída por esa ciencia, decidió matricularse en la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts, donde obtuvo el mejor expediente académico de su historia.

Ya desde antes de acabar la carrera, Louise había iniciado un registro de las características de todos los tumores intracraneales que llegaban al laboratorio del doctor Cushing. En un pequeño y misterioso cuaderno negro, que muy pocas personas tenían el privilegio de ver, apuntaba todas sus características, iniciando así un registro que sería de gran transcendencia. Tras hacer una residencia en el New England Hospital for Women and Children, y ya siendo neuropatóloga titulada, volvió a trabajar con el científico como asistente en la Universidad de Harvard. Allí, en el mismo quirófano donde Cushing operaba, ella iniciaba los diagnósticos de los tumores analizando sus tejidos, que pasaban a formar parte de su catálogo de tumores.

Tenía 43 años cuando, en 1934, ambos cambiaron Harvard por la Universidad de Yale para trabajar en más profundidad en ese registro de tumores cerebrales, que llegó a tener unos 2000 catalogados y que se acompañaba de más de 50 000 fotografías. Al año siguiente, se hizo público en una conferencia de la Cushing Society, bautizada así en honor a su mentor. Hoy se sabe que aquello contribuyó de forma trascendental a la enseñanza y el avance del conocimiento de jóvenes neurocirujanos y neuropatólogos de todo el mundo, que fueron a consultar su colección. Y cuando Cushing falleció de un infarto en 1939, Louise continuó trabajando en ella para que siguiera aumentando. En una ocasión, ya al final de su vida, reconoció que haber tenido ese registro fue importante para no tener confusiones ni caer en tentaciones:

Si me hubieran dejado sola, la tentación de excluir casos para mejorar las cifras habría sido irresistible. Pero no se puede hacer trampa en favor propio si alguien más verifica el registro. La moraleja es que nunca hay que intentar llevar la cuenta uno mismo si se quiere que los demás confíen en ti.

Un laboratorio «muy animado»

Louise Eisenhardt no sólo hacía público estos registros para que sirvieran a otros colegas sino que, durante años, ayudó en los diagnósticos y tratamientos de neurocirujanos de todo el mundo que le enviaban portaobjetos con tejidos de los tumores que operaban. Querían que les orientara en patologías complejas, como gran experta que era. Además, daba clases en Yale, donde llegó a ser promovida a profesora emérita. Su laboratorio era conocido como un «lugar animado», en el que ella y sus estudiantes hacían un seguimiento de los informes, examinaban los portaobjetos y discutían en común los diagnósticos de los nuevos casos. Es decir, era un lugar en el que no se dictaba en exclusiva su criterio, sino que se escuchaba.

Light, Richard Upjohn, 1902-1994.
Louise Eisenhardt in the pathological laboratory adjacent to Harvey Cushing’s office.

Su trayectoria era tan excepcional que, entre 1938 y 1939, fue nombrada como presidenta de la Asociación Estadounidense de Cirujanos Neurológicos –antes, la Sociedad Cushing– sin ser neurocirujana. Ser mujer en ese puesto fue un hito que se mantuvo hasta que 80 años después, en 2018, el cargo lo ostentó otro año la doctora Shelly Timmons. Es un dato clave para entender lo que todavía cuesta a las científicas obtener este tipo de reconocimientos. En todo caso, Louise no solo fue la presidenta, sino también tesorera e historiadora de esta entidad.

Cuando en 1943 se creó el Journal of Neurosurgery (JNS), ella sería la elegida para ocupar el puesto de primera editora, es decir, quien decidía si un artículo se aceptaba o no. Su paso por esta publicación tuvo un gran impacto en el campo de la neurocirugía. Hasta entonces, cualquier avance en esta área se publicaba en revistas médicas generales. De hecho, hasta 1920 no se creó la Society of Neurological Surgeons (SNS) por parte de once cirujanos muy interesados en esta parte de la medicina, pero era un grupo muy cerrado, así que otros más jóvenes acabaron lanzaron la Cushing Society, la misma en la que se presentó el registro de tumores y que años después sacó la revista JNS. Tener una publicación especializada fue un gran avance para la difusión de éxitos y fracasos en la investigación y la práctica clínica, convirtiéndose en un foro en el que se compartían los hallazgos con los colegas. Su papel de la editora era crucial porque elegía qué material podía servir a otros profesionales, promoviendo un aumento exponencial del conocimiento. En definitiva, Louise Eisenhardt estableció los elevados estándares de la ciencia a la que dedicó su vida.

Este cargo de editora lo ocupó hasta 1965, cuando tenía 74 años de edad. En abril de ese año, recibiría el honor de leer el discurso del que fue su mentor en la reunión en Nueva York de la Cushing Society, recibiendo en el mismo acto la medalla de oro, compartida in memoriam con el propio Cushing. “La deuda de la humanidad con ustedes no se puede medir, pero esto es una muestra para demostrar que sus colegas reconocen esta deuda. Que Dios los bendiga. Este beso es de los neurocirujanos de todas partes”, dijo el presidente de la sociedad Frank Mayfield. Y le besó en la mejilla.

Louise Eisenhardt falleció el 22 de enero de 1967, pero dejó un legado cargado de primicias para las mujeres en el campo de la medicina, en el que fue una autentica pionera en el tratamiento de neuropatologías. Su dedicación, su trabajo clínico, su investigación científica, su liderazgo y la enseñanza de generaciones de neuropatólogos y neurocirujanos que la siguieron fue revolucionaria en su época y sigue siendo una inspiración hasta el día de hoy.

Referencias

Sobre la autora

Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *.