Las anishinaabe que esculpen historias en la nieve

Hitos

En Lake Geneva, Wisconsin, es de noche, y el viento sopla fuerte y gélido. Estamos en febrero y una mujer está de pie frente a un bloque de nieve compacta de dos metros y medio de arista tallando un patrón preciso. Junto a ella, sus dos compañeras cortan más nieve con machetes y sierras a la luz de sus frontales. Tienen 49 horas para convertir toda esa nieve en una obra de arte.

Campeonato de esculturas de nieve

Por primera vez las tres competían juntas y se pusieron el nombre de Team Kwe, un término para lo femenino en el idioma anishinaabemowin, el de estos pueblos indios del norte de Estados Unidos. Son el único equipo de escultura de nieve en Estados Unidos compuesto íntegramente por mujeres indígenas. En Wisconsin, en 2023, hicieron una escultura impresionante: una nutria que se zambulle bajo los nenúfares titulada «Ngig Nibi Ganawendan (Nutria protectora del agua)». Quedaron en segundo lugar en la categoría People’s Choice.

Heather Friedli y el Team Kwe. Fuente: Friedli Arts.

La capitana del equipo es Heather Friedli, lleva tallando nieve quince años y ha desarrollado algo así como un callo permanente en las rodillas debido a la postura para trabajar. Friedli reclutó a su hermana, la profesora de kárate de Minneapolis Juliana Welter, en 2019. La tercera de Kwe, que se unió en 2021, es Maggie Thompson, una artista textil de Minneapolis. El equipo muestra a través de las esculturas de nieve sus identidades como mujeres anishinaabe: las hermanas son de ascendencia Odawa y Thompson es Ojibwe, dos de las tribus que comparten la cultura anishinaabe. «Tradicionalmente, en la cultura ojibwe, la temporada para contar cuentos comienza cuando hay una buena capa de nieve en el suelo», dice Friedli.

En 2008, Friedli vivía en Minnesota y entró en un equipo de escultura de nieve. «Antes había hecho muñecos de nieve y cosas así en el jardín, pero nada a esa escala», dice Friedli. Se enamoró de lo que llama el «arte-deporte» y se puso a ello. Su dedicación dio sus frutos con victorias tanto estatales como nacionales en equipos anteriores y una fama más amplia. Heather Friedli considera que formar el Equipo Kwe ha sido uno de sus mayores logros y que han merecido la pena los altibajos emocionales y los gastos en calentadores de manos. Durante una competición, los equipos suelen trabajar toda la noche, con una ingente cantidad de calcetines secos y café caliente. «Esas noches al aire libre realmente superan tus límites, física y emocionalmente», dice.

El trabajo del equipo comienza semanas o incluso meses antes de la competición, durante el proceso de diseño. Cuando planificaban los diseños en 2023, el equipo se reunía en la galería de Friedli y discutía las ideas que proponían las tres. Decidieron hacer algo que tuviera que ver con el tejido, con tricotar, algo que habitualmente hacían y hacen las mujeres. Su equipo de mujeres tenía que ser un referente en este deporte artístico en el que la mayoría son hombres. La obra que se propusieron hacer las tres mujeres del equipo Kwe, incluiría un ovillo de lana, agujas de punto y una pieza que fuera emergiendo tricotada por esas agujas. Para enseñarles a sus compañeras el concepto, Thompson corrió al baño y regresó con papel higiénico, que enganchó entre dos pinceles, «y fue literalmente perfecto», dice Welter. Junto con los bocetos, la obra maestra del papel higiénico proporcionó información visual para un modelo de arcilla que guio su diseño en la zona de competición.

Imprevistos durante la competición

En el último momento, mientras el equipo se preparaba para abordar con la técnica más adecuada el diseño elegido, Thompson, la experta en textiles, tuvo que retirarse debido a una emergencia familiar. Tuvieron problemas para que se sostuvieran las agujas. El ovillo de lana también resultó más difícil de lo que parecía. «Se podría pensar que una esfera es una esfera, pero en realidad es muy difícil esculpir una esfera», dice Friedli. La capitana lo llama diversión «tipo dos»; es muy costoso mientras haces algo, pero después dices: «eso fue genial».

Las Kwe perseveraron. Cortaban y cincelaban de día y de noche, pero se iban quedando atrás, hasta que la escultora Kelly Thune, que fue ganadora en el Campeonato Mundial, intervino para ayudar. Tenían una oportunidad; iban a dormir una o dos horas por noche y les quedaban 40 horas.

Con las rodillas entumecidas y los «dedos como salchichas», agrietados e hinchados, el equipo Kwe completó la escultura justo antes de que terminara el tiempo. El diseño inspirado en lo textil, en los tejidos de lana, continuaba la línea de las obras anteriores: para la competición estatal de 2021, tallaron un vestido tintineante y precioso para difundir un mensaje de curación durante la pandemia de COVID-19. «Nuestra abuela bailaba para sanar», dijo Friedli al North Star Journey de la Radio Pública de Minnesota. «Usaba un vestido de cascabeles como éste que tejió ella para ponérselo y curar a la gente durante la pandemia de gripe de 1918».

La pieza les valió el premio del público ese año.

En 2022, para el Festival de Artes Indígenas en Mankato, Minnesota, su escultura mostraba un bisonte y una mujer con un gran chal, en honor a las mujeres indígenas asesinadas; epidemia de violencia contra las mujeres nativas que continúa en la actualidad.

«El trabajo de Heather tiene mucha influencia en la agenda indígena porque inspira a otras mujeres para aprender a tallar la nieve», dice el hermano de Kelly Thune, Dusty Thune. Dusty es el capitán del equipo House of Thune, que acaba de ganar el Concurso Mundial de Escultura de Nieve 2024 en Stillwater. Sus esculturas están basadas en cuestiones medioambientales, incluidas las que abordan los temas de contaminación y de conservación de la naturaleza que reflejan las enseñanzas indígenas. Como muchos amerindios con raíces en esta cultura, Dusty lleva a todas partes los valores que les regalaron los Siete Abuelos.

Los Siete Abuelos, una historia de los Potawatomi

Al principio, la Tierra era dura con las personas. Muchas morían a causa de enfermedades y otras fallecieron por la aspereza de la vida. Los Siete Abuelos eran espíritus poderosos para los Potawatomi, un pueblo antiguo aliado de los odawas y ojibwes. Decidieron compartir su sabiduría enseñando a uno de sus habitantes. Enviaron a su ayudante Shkabwes para encontrar a alguien dispuesto a aprender cómo vivir en armonía con la tierra. Shkabwes buscó seis veces entre la gente y no encontró a nadie, pero en su séptimo viaje vio a un recién nacido con el que la tierra no había sido cruel todavía. Podría aprender de los Siete Abuelos.

Shkabwes sacó al bebé de la tienda de sus padres y les dejó dos regalos, tabaco y un vestido, para que no pensaran que se lo había llevado un animal salvaje. Lo presentó a los Siete abuelos y éstos dijeron que era demasiado pequeño para escuchar sus enseñanzas. «Llévatelo y muéstrale los cuatro cuartos del universo y luego regresa».

Shkabwes le mostró al niño muchas cosas en los cuatro rincones del universo. Pasaron siete años y el niño regresó a la tienda de campaña de los Siete Abuelos. Al llegar a la puerta de entrada, el niño se dio cuenta de que Shkabwes había sido un tío para él; las tías y los tíos nos guían en nuestro viaje por la vida, y Shkabwes había hecho eso.

Entonces, los abuelos señalaron una jarra de agua, decorada con los cuatro puntos cardinales y los colores de sus gentes: «el norte es blanco, el oeste es negro, el rojo es el sur y el amarillo es el este». Luego cada uno colocó un regalo en el agua y bebieron el agua que no se agota, igual que se sigue haciendo hoy en las ceremonias anishinaabe.

Las siete enseñanzas de los Abuelos. Fuente: Leech Lake Tribal College.

El primer don fue la sabiduría, que permitiría a las personas apreciar el conocimiento. El segundo fue el amor, porque conocerlo era conocer la paz. Luego, para honrar a toda la Creación, le dieron el respeto. Lo siguiente fue la valentía, luego la honestidad. La humildad para seguir aprendiendo siempre. El don de la verdad le serviría para comprender todos los regalos. Le advirtieron que cada don encontraría su opuesto.

Shkabwes devolvió al niño con su jarra de agua al mundo, pero para entonces el niño era un hombre adulto (en el mundo de los espíritus el tiempo no pasa) y compartió sus dones. Les dijo a las personas que el mundo físico tenía un opuesto en el mundo espiritual, y que un cuerpo en forma era tan necesario como una mente fuerte. Utilizando los dones de la jarra de agua que compartió con los habitantes del mundo, dándoles las instrucciones que le dieron los Siete Abuelos, la gente comenzó a adaptarse a la vida y a sus desafíos. Las enfermedades y los accidentes ya no mataban tanto y la armonía con la tierra suavizaba su crudeza. Con los valores de los Siete Abuelos, mujeres y hombres podían ya guiarse por el camino incierto de sus vidas.

Adaptarse y seguir creando belleza

Los habitantes del mundo siguen utilizando el legado de los Siete para bregar con situaciones difíciles, a veces grandes, como buscar una solución al cambio climático, y a veces pequeñas, como seguir creando belleza en situaciones difíciles. Las Kwe, precisamente, sufren este cambio del clima y las temperaturas ya no son tan bajas cuando trabajan en la nieve. En este caso, buscan técnicas diferentes y aplican recursos nuevos para esculpir esculturas fuertes y frágiles a la vez.

Por ejemplo, en el campeonato de Escultura de Nieve del Estado de Minnesota de 2024, la obra mostraba un cuento tradicional ojibwe con dos personajes, Wenabozho y su hermano Dadibaajimad, en un viaje de otros mundos. Según la tradición ojibwe, cuando alguien muere, recorre la Vía Láctea en una canoa para reunirse con familiares que han fallecido antes que él. El diseño tuvo que ser necesariamente práctico. Se hizo sin los elementos que desafían la gravedad por los que es conocido el equipo Kwe. Las temperaturas diurnas, en lugar de las ideales de un solo dígito Fahrenheit, estuvieron por encima del punto de congelación. «Las temperaturas más cálidas para esculpir en nieve significan que no podemos correr grandes riesgos físicos», dice Friedli. Afortunadamente, los días de competición estuvieron nublados, lo que dejó los bloques de escultura mojados y desiguales, pero viables. El equipo monitoreó constantemente las condiciones, en particular, las secciones estrechas que pudieran derretirse, hacerse más estrechas todavía o romperse. «La parte a la que da el sol parece puré de patata », dice Friedli.

Pero incluso con esta nieve fangosa, con varios incidentes durante la elaboración de la escultura y sin dormir apenas, a la hora de «levantar el campamento», el domingo por la mañana, Friedli, cansada y dolorida, estaba orgullosa de lo que habían logrado, mucho más allá del bloque de nieve que ahora era una canoa perfecta. «Acoger en el equipo a otra mujer indígena en este deporte artístico que tanto amamos, hacer familia y tener empatía, es maravilloso y hace que esto tenga sentido», dice Friedli. Ve una misión más amplia en el trabajo del Equipo Kwe.

«Me siento realmente interconectada con el mundo cuando estoy esculpiendo, creando y sabiendo que las piezas regresan a la naturaleza», dice.

Es el círculo de la vida y nos recuerda que incluso nosotros somos provisionales, al igual que las esculturas de nieve, por muy bellas que sean.

Referencias

Sobre la autora

Marta Bueno Saz es licenciada en Física y Graduada en Pedagogía por la Universidad de Salamanca. Actualmente investiga en el ámbito de las neurociencias.

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