Frances Wagner, la micropaleontóloga que consiguió dormir fuera de casa en sus expediciones

Vidas científicas

Alice Wilson fue la primera mujer que trabajó como geóloga en Canadá, a principios del siglo XX. Todas sus investigaciones y estudios se circunscriben al Valle de Ottawa y no porque sus intereses no salieran de ahí: por el hecho de ser mujer no se le permitía participar en trabajo de campo que exigiera pasar la noche en los campamentos. Wilson tuvo una fructífera carrera como científica, y también como mentora de las siguientes generaciones de geólogas: comenzó a abrir una puerta que otras aún tuvieron que empujar con fuerza para abrirse camino.

Frances Wagner. CGS.

Una de sus sucesoras fue Frances Wagner, también paleontóloga, especializada en el análisis de fósiles microscópicos para el estudio de la geología marina. Fue una de las primeras mujeres a las que se permitió hacer trabajo de campo en el Servicio Geológico de Canadá, una agencia pública del gobierno que trabaja para el análisis científico del territorio, la búsqueda de recursos y la protección del medioambiente.

Un trabajo en el que, sin embargo, no fue especialmente bienvenida, bajo la creencia de que las mujeres no tenían la fuerza suficiente para acarrear a la espalda una mochila cargada de muestras de roca y que no era apropiado que acampasen en la naturaleza con un equipo que era completamente masculino. Más adelante ella se reiría de la gran resistencia que encontró por parte de sus colegas, sobre todo de los de más edad.

Una infancia de aventuras en la naturaleza

Wagner nació en 1927 en Hamilton, Ontario, y creció a medias entre la ciudad de Toronto y una cabaña de campo que tenía su familia en un lago en la zona de Muskoka. Toda la familia era aficionada a pasar tiempo al aire libre, y Wagner solía salir en canoa o de excursión con sus padres y sus hermanos, montaban a caballo, nadaban largas distancias y salían de picnic. Su interés por la naturaleza y el espíritu científico estuvieron presentes en ella desde muy pequeña: durante un verano de su infancia, decidió junto a sus hermanos enumerar e identificar los distintos tipos de líquenes en los bosques que rodeaban la cabaña, superando los cincuenta.

Se graduó en la Universidad de Toronto en 1948, donde estudió Geología y se especializó en Paleontología, y en la misma universidad hizo un máster en paleontología de invertebrados. Alice Wilson fue su supervisora durante la recogida de muestras y la investigación sobre el terreno que llevó a cabo para su trabajo final.

Durante esos años trabajó durante los veranos catalogando muestras del Servicio Geológico de Canadá (Geological Survey of Canada, GSC) en el Museo Victoria de Ottawa. El día que cumplió 23 años empezó a trabajar para este organismo a tiempo completo. Pasó algunas temporadas en Stanford, en California, ya que el GSC necesitaba personas formadas en algunas áreas de la geología y la paleontología que no se estudiaban en Canadá.

En 1952 Wagner había recibido la formación necesaria y ese verano se unió a un equipo que estaba estudiando y recogiendo muestras en la costa de la Columbia Británica. En septiembre, al terminar la recogida, envió a Stanford más de 150 kilos de muestras de roca y fósiles para elaborar su tesis. Su supervisora era también una mujer, otra pionera de la geología, en este caso estadounidense, llamada Myra Keen. Obtuvo su doctorado el 1 de octubre de 1954.

Estudiando el territorio de Canadá

Tras esto, Wagner comenzó una carrera de aventuras y expediciones científicas. Cuando se unió al GSC, solo un cuarto del territorio canadiense había sido descrito y analizado, mientras que al terminar su vida académica, tres décadas después, el área conocida y explorada superaba los dos tercios del país, en parte también porque los avances tecnológicos habían ampliado las posibilidades de estudio.

Una de las áreas emergentes en esa época era la micropaleontología, el estudio de fósiles microscópicos con herramientas especiales. Aunque era reconocida como una especialidad desde principios del siglo XX no fue hasta los años 50 cuando el desarrollo de nuevos instrumentos científicos permitió entender su potencial para el estudio de la geología y la biología marinas, y en ese momento Wagner se reveló como una figura clave de esta rama científica.

El interés en los fósiles microscópicos radica en que este tipo de organismos evoluciona muy rápido y se extiende con facilidad por grandes áreas geográficas. Al morir se depositan en grandes cantidades en el fondo del océano y allí se petrifican, siendo muy útiles para determinar la época en que se han producido determinados eventos del fondo marino al extraer muestras con taladros y otros equipamientos. Con esta información y las herramientas de análisis adecuadas, es posible conocer un poco más de ecosistemas antiguos que ya han desaparecido o cambiado; por ejemplo, la salinidad, la acidez y la temperatura del océano en otras épocas o los cambios en los niveles y corrientes marinas.

Una expedición histórica

Para recolectar esas muestras para sus investigaciones Wagner se desplazaba a pie, en barco, en avionetas, en canoa o a pie, recorriendo las zonas de Ottawa, Quebec, Nueva Escocia o las Islas Árticas, entre otros. Formó parte de la Unidad de Geología Marina del GSC, en la que trabajó para recoger muestras del fondo marino en las plataformas continentales canadienses y en muchos de los archipiélagos del país.

Con sus resultados publicó varios libros y abundantes artículos científicos, e intercambió notas e impresiones con otros científicos de su campo en conferencias y congresos por América del Norte.

Frances Wagner con personal científico a bordo del CSS Hudson en el Paso del Noroeste (1970). Science.ca.

En verano de 1965 participó en una expedición por la bahía Hudson en el CSS Hudson, un gran buque científico construido con fondos públicos. Recorrieron la bahía durante el mes de agosto de ese año, haciendo incursiones en helicóptero a distintos puntos de la costa para recoger muestras. De noviembre de 1969 a octubre de 1970, ese mismo barco fue el primero que navegó alrededor de las Américas. En total dieciocho científicos participaron en la travesía, aunque repartidos en distintas etapas. Wagner estuvo a bordo de agosto a septiembre, durante una parte de la etapa más peligrosa del viaje, en la que atravesaron el Pasaje del Noreste, la ruta que une el océano Pacífico y el Atlántico por el Océano Ártico. Las muestras que recogió en ese viaje dieron pie a nuevas investigaciones y publicaciones.

Durante su carrera formó parte de numerosas sociedades científicas profesionales, como la Sociedad Paleontológica de Estados Unidos y la de Amigos del Pleistoceno. En 1973 fue aceptada como socia en la Real Sociedad Geográfica Canadiense.

Perros, caballos y montar a la antigua

Se retiró en 1984 y dedicó muchos años a otros intereses, entre otras cosas a los perros, que habían sido siempre un aspecto importante de su vida. Crio y entrenó perros muchos años, y fue la segunda persona en Canadá que importó lundehunds noruegos, una raza de perro que estaba casi extinta entonces. Los traía al país, los entrenaba y participaba con ellos en ferias y concursos. También le interesaban los caballos y la hípica; ya retirada aprendió a montar sentada de lado, como históricamente habían hecho siempre las mujeres. Investigó y confeccionó su propia ropa de montar antigua, y fue miembro fundadora de la Sociedad Hípica Histórica de Nueva Escocia.

Wagner murió en Nueva Escocia en 2016, a los 89 años.

Referencias

Sobre la autora

Rocío Benavente (@galatea128) es periodista.

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