No hay más que echar un vistazo en internet para comprobar que la figura que fue Elizabeth Vladimirovna Kozlova para la ciencia ornitológica mundial ha pasado muy desapercibida, pese a haber descubierto al mundo gran parte de la taxonomía y la filogenética de la avifauna, desde Rusia hasta la gran planicie tibetana y algunas de las montañas más grandes del planeta. Y lo hizo en esa mitad primera del siglo XX, durante la cual moverse por el mundo era solo atractivo para personas intrépidas que no se amilanaban ante las dificultades.
De ornitóloga aficionada a profesional
No hay muchos datos sobre su infancia, pero se sabe que Elizabeth era hija del médico de San Petersburgo y que nació en Krasnoe Selo, una localidad cercana a esa ciudad rusa, en 1892. En 1910, a la edad de 18 años, en una visita a Normandía (Francia) conoció al coronel Piotr Kozlov, un conocido explorador que era 29 años mayor que ella y había regresado de un gran viaje por el Tibet. Ambos se enamoraron y Piotr acabó dejando a su esposa, en unos tiempos en los que no era nada fácil dar ese paso. Dos años más tarde de su primer encuentro, ambos iniciaron juntos una vida de viajes, aventuras y ciencia que les llevó por gran parte de ese inmenso, y entonces ignoto, territorio que es Asia central.
Todo indica que Elizabeth Kozlova comenzó a interesarse por el mundo de las aves al año siguiente de su boda, en 1913, en una expedición a las montañas de Tian Shan –situadas entre Kazajistán, Kirguistán y China–, que son parte del cinturón orogénico del Himalaya. En el siguiente viaje con su esposo al sur de Ucrania, como ornitóloga aficionada, la joven comprendió que aquellos seres alados, muchos de ellos desconocidos para la ciencia, estaban en el centro de su auténtica vocación, que era investigar y comprender sus orígenes, sus relaciones y su comportamiento.
Cuando contaba con casi 30 años, Piotr Kozlov organizó para la Sociedad Geográfica Rusa una expedición a Mongolia que forma parte de la historia del país y con él se fue Elizabeth, ya como ornitóloga profesional. Aquel viaje duraría tres largos años y la consagraría como una gran investigadora.
En la que sería la última gran aventura para su esposo, mientras él exploraba territorios, ella se dedicó al estudio de las aves de los bosques de las montañas occidentales de Kentei, de las estepas de Mongolia central y del desierto de Gobi, en la depresión del lago Orog-Nur. También fueron a las impresionantes laderas del norte del macizo de Altái. Tanto le fascinó esa parte del mundo que, en 1929 y 1930, Elizabeh regresaría a Mongolia para seguir descubriendo todo sobre las aves de las partes más altas e inexploradas de las montañas de Khangai y en la región de taiga.
A su vuelta de aquellos viajes, que fueron en condiciones más que precarias en muchas ocasiones, y gracias a las espectaculares colecciones que conseguía, complementadas con sus observaciones, tuvo material más que suficiente para publicar una monografía que tituló Birds of Southwestern Transbaicalia, Northern Mongolia and Central Gobi. El trabajo fue recompensado con una medalla de plata de la Sociedad Geográfica Rusa y un resumen fue publicado en la prestigiosa Ibis (International Journal of Avian Science) dando a conocer su extraordinario conocimiento de las aves de Asia central entre los más afamados ornitólogos británicos.
En un país que había dejado atrás el zarismo y vivía inmerso en grandes cambios políticos y sociales, Kozlova encontró su lugar, en 1932, en el Departamento de Ornitología del Instituto Zoológico de la Academia Rusa de Ciencias, con sede en su ciudad, entonces Leningrado. Allí estuvo hasta su jubilación, en 1975.
En el invierno de 1934-35 y en 1937, junto con el también ornitólogo Arkady Yakovlevich Tugarinov, recorrió los lugares de invernada de las aves en la costa suroeste del Mar Caspio, un viaje del que saldrían dos libros que han servido para conocer cómo era el lago más grande de la Tierra y quienes volaban sobre ese lugar antes de que el nivel de sus aguas bajara mucho (podría perder hasta un tercio de su agua por el cambio climático de aquí a final de siglo) y de que su medio ambiente se deteriorara por la contaminación y la destrucción de sus ecosistemas. Para cuando hizo este viaje, su marido explorador ya había fallecido pero eso no la frenó.
Recopilando datos de sus numerosos viajes
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el instituto en el que trabajaba trasladó su sede a Tayikistán. Eran tiempos muy duros, que aprovechó para estudiar las aves de las montañas que tenía cerca, incluida la biología del faisán de Bianchi (Phasianus colchicus bianchii), uno de sus logros más reconocidos. Pero el esfuerzo físico en aquellos años de privaciones le pasó factura y tras regresar a Leningrado, al finalizar el conflicto, no pudo participar en más expediciones, lo que seguramente supondría un duro golpe para quien había hecho de su vida un continuo ir y venir para trabajos de recogida de datos en el campo.
A partir de entonces, Elizabeth se involucró en la investigación de la fauna de la U.R.S.S. y publicó varias monografías sobre Gaviiformes (orden de aves acuáticas buceadoras), Procellariiformes (orden de aves pelágicas), Alcidae (familia de aves marinas) y Charadriidae (del orden de los chorlos, chorlitejos, avefrías, etcétera) que habitaban en el vasto y diverso territorio que era el estado soviético. Los expertos en la materia destacan su excelente monografía sobre Charadriidae, publicada en dos volúmenes en 1961 y 1962, al ser una precisa síntesis de los datos obtenidos por métodos de morfología comparativa y funcional y también de las observaciones sobre el terreno.
Mientras realizaba esta ingente tarea, se embarcaría también en investigar la génesis de la avifauna de Asia central, que tan bien conocía. Empezó por el Tíbet, por el un reconocido centro de origen de numerosas aves de alta montaña. De ello queda constancia en su obra Avifauna of Tibet, its relative ties and history, publicada en 1952, muy relevante por los métodos que empleó para el estudio del origen de las aves. Es la misma metodología que más tarde utilizó en el que sería su último trabajo, completado poco antes de su muerte: Birds of the zonal steppes and deserts of Mongolia.
Elizabeth murió en 1975, a los 82 años de edad, en Leningrado, tras una intensa vida dedicada a descubrirnos aves que no figuraban en el conocimiento humano y de las que se desconocían sus relaciones y sus comportamientos. Hoy, como homenaje a sus valiosas aportaciones, dos de hermosas especies llevan su nombre. Una es el gran búho gis Strix nebulosa elisabethae y otra el escribano hortelano Emberiza hortulana elisabethae.
Referencias
- Elizabeth Kozlova, Wikipedia
- Historia del Departamento de Ornitología, Instituto Zoológico de la Academia de Ciencias de Rusia
- A. I. Ivanov, Obituario Elizabeth Vladimirovna Kozlova, Ibis 118 (1) 1976
- Piotr Kozlov, Wikipedia
Sobre la autora
Rosa M. Tristán es periodista especializada en la divulgación científica y ambiental desde hace más de 20 años. Colabora de forma habitual en diferentes medios de prensa y radio de difusión nacional.
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