Cuando era apenas una adolescente, Ann Preston ya defendía fervientemente la igualdad entre todos los seres humanos. Ese rotundo criterio llegó a ella, mientras era una niña, de diferentes maneras.
En primer lugar, había crecido como la hija mayor de un cuáquero de Chéster, Pensilvania, Estados Unidos. Su padre, Amos Preston, era un activo exponente de la comunidad local y, con frecuencia, declaraba públicamente su desacuerdo con respecto a la esclavitud. Incluso, llegó a acoger esclavos prófugos dentro de su granja.
La educación de la muchacha no fue convencional. Su madre, Margaret, poseía una constitución delicada. Enfermaba constantemente y Ann debía quedarse en casa para atender a sus siete hermanos. Periódicamente, hubo de abandonar la escuela por largas temporadas, aunque siempre encontraba el camino para retomar algunas lecciones.
Mientras cuidaba de las tareas domésticas y la salud de sus familiares, la mayor de los Preston se percató de cuan sedentaria y restringida era la vida de muchas mujeres en su comunidad. Además, sintió que tanto ella como otras damas necesitaban comprender mejor la fisiología femenina.
Cuando los hijos menores del matrimonio tuvieron edad suficiente, Ann decidió que era tiempo de ampliar sus horizontes. Comenzó a acudir a un liceo local para completar las clases de instituto de las cuales se vio privada durante la niñez.
Posteriormente, se afilió a una sociedad literaria y pasó a ser miembro de la Sociedad antiesclavista de Clarkson. Asimismo, fue una activa exponente del movimiento por la templanza, una de las líneas de trabajo social de los cuáqueros, en contra del consumo de bebidas alcohólicas.
Su adolescencia y juventud transcurrieron en un escenario donde los valores de una vida ilustrada, a la par de sencilla y respetuosa con sus semejantes, eran la meta a perseguir. Sin embargo, había algunas limitaciones que no le permitían alcanzar la educación con que soñaba. A fin de cuentas, Ann era una mujer nacida en la primera mitad del siglo XIX.
La medicina, una pasión oculta
Tras muchos años al cuidado de sus hermanos, la joven consiguió un puesto como institutriz. Luego fue empleada como profesora de una escuela local, cercana al hogar paterno. Pero sus verdaderos intereses académicos seguían ligados al cuerpo humano y sus misterios.
En la década de 1840, el doctor Nathaniel Moseley se ofreció a instruirla como aprendiz de forma privada. Hasta aquel momento, las mujeres tenían prohibido el acceso a escuelas de medicina. Durante esas lecciones, Ann aprendió anatomía y fisiología. Al mismo tiempo, contribuyó a la educación de otras damas acerca de cuestiones higiénicas y elementos de salud.
La primera Universidad Médica Femenina Cuáquera de Pensilvania se fundó en 1850. Por supuesto, Ann Preston estuvo entre las estudiantes que asistieron a su clase inaugural. Ya no era una niña, tenía 38 años. Sin embargo, estaba más que dichosa de la oportunidad de conseguir al fin su antiguo anhelo.
A su amiga, la también activista Hannah Darlington, la estudiante de medicina escribió: “La alegría de explorar un nuevo campo de conocimiento, el descanso de las ocupaciones y preocupaciones habituales, el estímulo de la competencia, la novedad de un nuevo tipo de vida, son todos míos, y todos por el momento poseen encanto”.
Como estudiante, tuvo la oportunidad de conocer en persona a Elizabeth Blackwell. La primera mujer en recibirse como médico en Estados Unidos la acogió en su residencia en Nueva York donde dialogaron sobre las dificultades impuestas a la anfitriona hasta que una junta oficial decidió otorgarle una exención para que acudiera a la escuela de medicina, a pesar de su género.
Finalmente, se graduó en 1852 junto a otras siete mujeres. Todas ellas se convirtieron en pioneras al recibir por primera vez la titulación como médicas. Durante un breve período, Preston se dedicó a la práctica privada hasta que regresó a la universidad, un año más tarde, como profesora de fisiología e higiene.
La guerra, una nueva pausa en la educación femenina
La Guerra de Secesión se convirtió en un drástico parteaguas en la vida de los estadounidenses. Hermanos se enfrentaron y muchas familias quedaron devastadas por las contradicciones entre el Norte y el Sur sobre el mantenimiento de la esclavitud.
A pesar del esfuerzo y el interés de muchos, la economía no era suficiente para sustentar la contienda bélica y la educación femenina al mismo tiempo. Aunque las escuelas para hombres no se vieron del todo afectadas, la universidad donde Ann trabajaba y otras instituciones dedicadas a las mujeres se vieron obligadas a cerrar ante la carencia de financiamiento.
Entre 1861 y 1862, Ann perdió su empleo. En esa etapa, su salud se vio seriamente afectada. Al parecer, sucumbió a fiebre reumática, tensión nerviosa y agotamiento. La doctora fue internada durante tres meses en el Hospital Psiquiátrico de Pensilvania. A lo largo de ese tortuoso momento, sus cuidados estuvieron bajo la supervisión del médico Thomas S. Kirkbride, defensor de los “tratamientos humanitarios” para enfermos mentales.
Una vez recuperada, Preston consideró que no era momento de quedarse de brazos cruzados. Comenzó a recaudar fondos con ayuda de las familias cuáqueras de los condados de Bucks, Montgomery y Chester. Una parte de ellos, los destinó a enviar a su pupila, Emeline Horton Cleveland (1829-1878) a estudiar obstetricia y ginecología a París y Londres.
El resto de los ingresos sirvieron para erigir el primer hospital de Pensilvania para la atención de mujeres por personal femenino. Además, de los servicios de ginecología, se brindaba atención pediátrica a los hijos de las pacientes. La institución sirvió para que las estudiantes universitarias hicieran su internado y también jóvenes enfermeras recibieran formación.
El centro fundado por Preston comenzó con solo 16 dolientes. Menos de una década más tarde poseían 37 camas y unos tres mil enfermos eran atendidos en sus dispensarios. Otras dos mil personas podían ser tratadas desde sus hogares.
A finales de 1862, el centro de estudios superiores reabrió sus puertas. Esta vez lo hizo como Universidad Médica Femenina. El hospital fundado por Preston y sus compañeras le ofreció el alquiler de una de sus alas a la institución académica. Desde entonces, ambas entidades quedaron profundamente ligadas.
Decana, la primera de su nombre y género
Edwin Fussell fue el primer decano de la Facultad Médica Femenina luego de su reapertura. Sin embargo, en 1864, el galeno se vio inmerso en una contradictoria polémica. El doctor argumentaba que la estudiante Mary Corinna Putnam Jacobi no poseía la cualificación necesaria para recibir el grado médico.
Preston y otras compañeras estaban en desacuerdo con la postura y aseguraban que la joven tenía las mismas potencialidades que cualquiera de sus colegas. Luego de un extenso debate, Fussell presentó su dimisión. Ann fue elegida para ocupar su puesto.
Como decana, la doctora se dedicó al crecimiento de la institución. Realizó diversos acuerdos con otros centros de salud para que las estudiantes pudieran recibir mejores lecciones de medicina general. Muchas veces sus esfuerzos se vieron frenados por los estigmas todavía imperantes sobre el rol de la mujer en la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX.
En una oportunidad, sus estudiantes fueron física y verbalmente acosadas por compañeros masculinos del Hospital General de Pensilvania. El acontecimiento y la crítica pública que la decana realizó en los medios de prensa suscitaron una controversia de proporciones estatales.
Hasta su muerte, acontecida en 1872, Ann Preston insistió en trabajar por la reforma social que dotara a las mujeres de la debida consideración como médicos.
Bibliografía
- Ann Preston, Quarkers in the World
- Ann Preston, M.D. papers, University of Pennsylvania
- Ann Preston, Wikipedia
- Dr. Ann Preston, Changing the Face of Medicine, National Library of Medicine
- Ann Preston (1813-1872), Historia de la Medicina
- Ann Preston. American physician and educator, Britannica
- José Luis Fresquet Ferrer, Ann Preston (1813-1872), Medicina, Historia y Sociedad, 20 abril 2018
Sobre la autora
Claudia Alemañy Castilla es periodista especializada en temas de ciencia y salud. Trabaja en la revista Juventud Técnica.